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EDITORIAL ESCENARIOS N° 56

 25/07/2022   953
Queridas compañeras y compañeros retomamos este diálogo especial que sostenemos desde hace tantos y fructíferos años, a través de esta revista, instrumento que nos reúne en debates, presentaciones, charlas con los autores de las notas y es la excusa para compartir inquietudes, vernos, encontrarnos presencialmente y renovar nuestro compromiso militante de toda la vida. 

Hace muy pocas semanas nos convocamos en la Feria del Libro para celebrar la aparición de nuestro número 54 y llega ahora a sus manos este número de mediados de año que contiene los frutos del trabajo de los compañeros de la delegación gremial del Ministerio de Educación. 

Conscientes de cuánto preocupa a los argentinos el funcionamiento del sistema educativo, de cuánto se habla acerca de los resultados del trabajo de los docentes, no docentes y funcionarios, de si hay o no un deterioro en los conocimientos de los chicos que egresan de su escuela primaria y/o secundaria, en la paradoja que casi todos reconocemos el trabajo que realizan los maestros y profesores pero tenemos grandes dudas acerca de si la escuela sigue siendo un instrumento de inclusión y que brinda herramientas para el ascenso social y laboral de los estudiantes o se ha convertido en un espacio de contención y alimentación para evitar que los mismos engruesen la estadística de los que no estudian ni trabajan, quisimos preguntarle a los trabajadores acerca de las políticas que llevan adelante. 

Pudimos dialogar con los Ministros de Educación de la Nación y de la Provincia de Buenos Aires, para tener su visión y opinión acerca de la presencia del Estado y también recibir trabajos que nos acercan aspectos de la realidad educativa que no suelen aparecer en los medios de comunicación. Esto es la continuidad de lo que hemos venido haciendo desde distintos sectores del Estado Nacional con el fin de poner a consideración y debate de todas, las distintas políticas públicas que se desarrollan y son llevadas adelante por nuestros compañeros, esos miles de trabajadoras y trabajadores públicos que vilipendiados por los voceros del neoliberalismo más extremo, desconocidos por el grueso de la ciudadanía, cuestionados por los medios de comunicación, la mayor parte de las veces con datos e informaciones incorrectas o falaces, siguen sosteniendo la presencia del Estado en cada rincón de la Patria. 

Cuando hace dos años muchos decían que ante la conmovedora y esforzada tarea de los trabajadores públicos durante la pandemia había quedado claro que su rol era irreemplazable y que no se trataba de vagos o personal de baja calificación laboral sino de mujeres y hombres profesionales, serios, formados y con un gran compromiso con su labor, advertimos que esto no era así, que la mayor parte de las campañas de denigración hacia nosotros no eran el fruto de la ignorancia o la desinformación sino de los intereses que imaginan una sociedad donde la ausencia del Estado permita el apotegma hobbesiano del hombre lobo del hombre y por lo tanto de la concentración de la riqueza, fruto del trabajo de todos, en pocas manos y la exclusión creciente de millones de compatriotas. Asimismo cuando la excepcionalidad y la emergencia, expresadas en el trabajo domiciliario de miles de compañeros quiso ser exhibido como nuevas y modernas formas de relación laboral y se quiso convencer a los trabajadores de que les convenía seguir en sus casas, que se ahorraban los costos del viaje, que disponían de más tiempo para estar con su familia, nos opusimos  terminantemente y exigimos el regreso al trabajo presencial en cuando la pandemia lo permitiera. 

Sabíamos que detrás de esas falacias se escondía que la reducción de costos era solo para los empleadores que eliminaban alquileres, dejaban de pagar servicios, etc. para los trabajadores implicaba mayores gastos ya que la luz y el wifi, entre otros, los tenían que abonar ellos, que lo que aparecía era la alienación de trabajar sin horarios, de carecer de un lugar apto y condiciones edilicias correctas, las dificultades de conectividad, e incluso tener que estar a disposición sábados y domingos, desde sus equipos y teléfonos particulares. 

Pero además de todo esto, que quizás podría ir corrigiéndose por la acción gremial, aparecía un peligro peor, se perdía la identidad de trabajador, la pertenencia a un grupo de trabajo, la creatividad de las ideas compartidas y experiencias comunes, la fuerza colectiva que se construye día a día con organización y solidaridad. Es más, no sólo se relajaba esa fuerza sino que se perdía el tiempo de vida familiar y comunitaria que se dispone cuando uno tiene un horario de labor, en el cual pone su fuerza de trabajo y su capacidad a disposición del empleador, pero una vez finalizado el resto del día lo comparte con la familia, los amigos, el club, los intereses de cualquier hombre y mujer normales. 

Después de la experiencia del cuatrienio de gobierno de Cambiemos, nadie puede ignorar que un sector de la autodenominada clase política encontraría una panacea en poder eliminar de las plantas laborales a miles de trabajadores o reemplazarlos por otros, denominados free lance, o sea sin relación de dependencia, contratos flexibles, sin cargas sociales. Eso quedaría servido en bandeja si hubiera compañeros que hace años no asisten a su trabajo, oficinas que desaparecieron, e incluso tareas que por esas mismas razones ya no son necesarias. 

Lamentablemente, esta situación es muchas veces alentada por funcionarios que, supuestamente, pertenecen a un espacio político que defiende el rol del Estado y de sus trabajadores, pero son proclives a mantener el “status quo” de la pandemia, con el argumento increíble de “así estamos bien” o peor aún “si no se hace nada”, aprovechando además las oficinas vacías para ubicar amigos o militantes de su espacio interno. Y sostenemos que los argumentos son increíbles porque “así no estamos bien”, hay una situación de incertidumbre, de temor, de pensar “y cuándo vamos a volver a la normalidad”, porque, además ¿Cómo puede afirmarse que “no hay cosas para hacer” en un país con casi un 40% de pobres e indigentes, un sistema de salud que vive una crisis ante el costo de los medicamentos e insumos, una inseguridad que vuelve un drama salir de casa para ir o volver del trabajo, una inflación que no se logra contener y un sistema educativo que genera grandes dudas sobre el futuro de nuestros hijos? Todo lo expuesto no es el pensamiento de alguna consultora o de algún grupo de “cuadros políticos”, es lo que hemos recibido, como mandato de lucha para revertir, de nuestros compañeros a lo largo de estos meses, en asambleas, reuniones, debates, en las carpas de “UPCN Cerca”; es lo que piensan y sienten los que pusieron el pecho ante la pandemia y cada rebrote, los que sostienen y llevan adelante todas las políticas públicas, en las oficinas y en el territorio, los investigadores y científicos, los artistas, los profesionales y técnicos de los organismos, los que atienden a nuestros familiares en cada rincón de la patria. 

Esto nos motiva para ir de organismo en organismo, de ministerio en ministerio, diciendo a los trabajadores que tienen en Escenarios su instrumento, su herramienta para mostrar lo que hacen, para exhibir sus conocimientos y su experiencia, para dotar de mayor eficacia y eficiencia el accionar del Estado y también para compartir sus dificultades, sus luchas de cada día para lograr esos objetivos, muchas veces frente a la falta de compromiso o de conocimientos mínimos del área que deben gestionar por parte de algunas autoridades políticas. No podemos ocultar, además, las dificultades permanentes que surgen de un gobierno que en algunas áreas parece confundir una coalición gobernante con un loteo de parcelas de poder entre las distintas corrientes y agrupaciones internas, que encima dirimen sus diferencias en la gestión paralizando el accionar de muchos sectores. 

Nada de esto nos sorprende ni nos es desconocido, en estos años de democracia hemos visto llegar muchos funcionarios capaces, honestos y trabajadores, pero también a oportunistas, trepadores y ambiciosos, de todo color y pelaje político, también aprendimos cuánto oscurecen, dificultan y perjudican estos últimos al trabajo de los primeros y de todos nosotros. En estas últimas semanas, con motivo de la campaña electoral que desembocó en los comicios del 2 de junio pasado vivimos una serie de experiencias muy importantes. Si bien nuestra acción gremial siempre se caracterizó por una presencia permanente en todos los organismos, a lo largo y a lo ancho del país, en todas las seccionales y delegaciones regionales, en esta oportunidad se dieron algunas características novedosas. 

En primer lugar la iniciativa de UPCN Cerca, nos permitió un contacto multitudinario y a lo largo de varias horas con los compañeros de todos los sectores y además lo hicimos desde varias secretarías de la Seccional, en forma conjunta, rompiendo todo esquema de particularidades y ampliando enormemente las posibilidades de diálogo, de intercambio con los representantes de la propia delegación y de las diferentes áreas del gremio. 

 Si bien era común que los responsables de más de una secretaría lleváramos a cabo acciones conjuntas, no lo era que fueran tantos los sectores involucrados y durante tantas horas. Asimismo, pudimos llevar a cabo reuniones y actos conjuntos con compañeros de distintas seccionales lo que nos enriquece al permitirnos conocer diferentes realidades y metodologías de trabajo, pero principalmente, sirvió para profundizar los lazos de identidad y pertenencia del conjunto de nuestra UPCN. 

Si bien toda campaña electoral deja sus enseñanzas y nos hace crecer, creemos que ésta tuvo notas muy importantes, que seguramente deja enseñanzas que profundizaremos y acciones que mantendremos en el tiempo, al menos en sus aspectos principales. Queremos compartir con todos la alegría, la satisfacción y el entusiasmo que nos dejaron esas semanas de trabajo y que tuvieron como fruto una elección maravillosa, con una participación multitudinaria y fervorosa, ratificando que los trabajadores han encontrado en la UPCN a SU organización, la han ido modelando durante estos años a su imagen y semejanza y están decididos a defenderla y hacerla crecer permanentemente. 

Esto pone de manifiesto, además, que, como decía el general Perón, “las organizaciones no valen solo por la cantidad de sus miembros sino, especialmente, por la calidad de sus dirigentes” y nuestro sindicato exhibe la continuidad de una conducción que jamás perdió el rumbo ni por internismos ni por ambiciones personales, que lleva sus siglas en el cerebro, pero básicamente en su corazón y que se vivifica con el cariño de sus afiliados. 

Hace años se acuñó una frase “La Responsabilidad de ser Mayoría” no era un eslogan de ocasión o una consigna de oportunidad, la lucha desarrollada para construir una organización poderosa, seria, ordenada, Editorial 8 siempre tuvo por norte hacer desaparecer la calificación de “trabajadores de segunda” para los empleados públicos, para demostrar que constituimos una fuerza con doctrina, la aprendimos de Juan Domingo Perón, con profundo sentido nacional, con compromiso con nuestro pueblo y que todo ello mueve nuestras acciones a la diaria labor del trabajo estatal y esto debe ser respetado en los espacios propios del sindicalismo pero muy en particular en el ámbito de la política partidaria. 

Es por ello que exigimos se respete la institucionalidad de un gobierno elegido por el pueblo en forma democrática, cualquiera fuere su signo o color político, y esta exigencia alcanza a los opositores, más allá de las lógicas diferencias políticas que no pueden constituir un permanente socavamiento, una acción irresponsablemente destituyente, acompañados por la venalidad de cierta prensa. Pero, con más razón aún, lo exigimos de quienes siendo parte del gobierno actúan como una especie de “oficialismo opositor”, anteponiendo sus intereses personales o agrupacionales a las necesidades de la patria, estos internismos desmesurados, además, cuando se trasladan a la gestión cotidiana de gobierno producen parálisis, inacción y el pueblo no obtiene las respuestas que espera a sus problemas. 

No creemos equivocarnos si decimos que hoy en el pueblo argentino hay frustración, desilusión, incertidumbre y mucho enojo, que sus problemas reales cotidianos, el trabajo, el salario, la seguridad pública, la tranquilidad y dignidad de la familia, el acceso a la vivienda, la posibilidad de pensar en un futuro mejor, no aparecen en las discusiones y debates, ni en los parlamentarios con la oposición ni en los documentos o discursos de la interna oficialista.

 Los discursos de las principales figuras de la oposición generan miedo, las ideas de despedir miles de trabajadores públicos, de flexibilizar las relaciones de trabajo, de reformas previsionales o de abandonar a su suerte a los millones de excluidos del trabajo formal y registrado, ofrecen una versión recargada y profundizada de lo ya vivido en su anterior gobierno. La aparición de figuras políticas, con fuerte apoyo mediático, que amenazan con “dinamitar el Banco Central” o permitir la libre venta de órganos, instalan panoramas inimaginables antes para un pueblo que había aprendido que “donde hay una necesidad, existe un derecho”, aunque, hasta eso, sea negado hoy públicamente por algunos. 

El gobierno debe encarar definitivamente este año y medio que le queda la lucha contra la inflación, revisando sus errores u omisiones y sancionando a los que especulan, debe mantener la reactivación económica que se sostiene desde hace un año, especialmente en el sector industrial, pero asegurar que sea con crecimiento del empleo y del salario real. Si hay abusos o situaciones indebidas con los planes sociales deben ser eliminados y sancionados los responsables, no es estigmatizando a sus organizaciones o dirigentes como se avanza en ello, pero es necesario seguir asistiendo a los argentinos que fueron excluidos por las políticas anteriores o la pandemia y mostrar acciones reales, visibles de reinserción al mundo del trabajo. 

 Esto exige un Estado profesional, eficiente y eficaz, por eso seguiremos luchando por los concursos para que el personal contratado pueda acceder a la planta permanente, avanzar en los convenios colectivos sectoriales que aún faltan, por recuperar el salario del trabajador público y su derecho a la carrera. No olvidamos otra asignatura pendiente, debe terminarse con el clientelismo y la cooptación de los cargos de conducción del Estado por militantes políticos, esos cargos deben cubrirse por concursos abiertos, deben tener la estabilidad prevista tanto en el convenio colectivo como en la Ley Marco de Empleo Público, sólo eso asegura la transparencia en la gestión pública.

Como movimiento obrero debemos trabajar para recuperar el valor y la calidad de la política, que vuelva a ser lo que definió el santo padre “La más noble y cristiana de las actividades, porque busca el bienestar general y la justicia”, es necesario recuperar el prestigio de los partidos políticos, que vuelvan a ser centros de debate de los grandes problemas argentinos y de formación de cuadros dirigentes comprometidos con la comunidad nacional. Es imprescindible retornar a experiencias como la Escuela Superior de Formación Política que creara Juan Domingo Perón, multiplicarlas, que se encuentren en ellas militantes sindicales, sociales, territoriales, que intercambien experiencias y aprendan a actuar en forma colectiva y organizada, con sentido de pueblo y no simplemente a partir de las ambiciones personales o individuales. 

No proponemos nada que no hagamos cada día, porque estamos convencidos que el Estado necesita cuadros profesionales y técnicos preparados y comprometidos es que propusimos la creación del FoPeCaP mediante la negociación colectiva y acercamos a las instituciones educativas públicas y privadas a trabajar mancomunadamente en este proyecto. Porque somos conscientes que los trabajadores necesitan representantes que se formen y capaciten permanentemente y que eso se haga en ámbitos colectivos hemos creado la Escuela de Formación Sindical y compartimos espacios similares junto a otras organizaciones hermanas. Porque no creemos en las “orgas” o agrupaciones que actúan sin más objetivos que capturar espacios de poder político o económico, somos una organización, como todos los sindicatos, que se basa y encuentra su razón de ser en la más profunda y permanente democracia sindical, en las elecciones de delegados, de comisión directiva, en la conformación de equipos de trabajo. 

Además, trabajamos en forma conjunta con todos los sectores de la comunidad nacional llegando solidariamente a todos los que necesitan una mano compañera. La CGT, atacada y vilipendiada tanto desde el liberalismo antinacional como desde el progresismo tan antinacional como aquél, supo revisar sus estructuras y transformarlas incorporando la presencia igualitaria de la mujer en las mismas, supo converger con los movimientos sociales para avanzar juntos en la reivindicación de esos trabajadores de la economía popular o excluidos del empleo formal y tiene un rol preponderante en las organizaciones internacionales de trabajadores. 

Porque tiene grabado a fuego aquello de “Nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza”, no propugna la lucha fratricida entre sectores de la vida nacional, sino que impulsa el diálogo a través del Consejo Económico Social con los empresarios para llegar a acuerdos que conduzcan al bienestar general. Valgan estas reflexiones a esta altura del año para reafirmar la necesidad de fortalecer y defender nuestras organizaciones, es el único camino para avanzar en estos tiempos de oscuridad y desazón, no necesitamos que nadie nos empodere ni nos regale nada, solo la unidad indestructible y organizada de los trabajadores nos ha protegido y llevado adelante, lo seguirá haciendo. 

Cuidemos nuestros puestos de trabajo, nuestros derechos y el salario que tienen la contrapartida del trabajo responsable y fecundo, no son tiempos para avivadas o salvaciones individuales, es lo que hemos hecho siempre y es lo que nos conducirá a tiempos mejores. Hasta el próximo número 

 La Dirección
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