Queridas compañeras y compañeros
retomamos este diálogo especial
que sostenemos desde hace tantos
y fructíferos años, a través de esta
revista, instrumento que nos reúne en debates, presentaciones, charlas con los autores
de las notas y es la excusa para compartir
inquietudes, vernos, encontrarnos presencialmente y renovar nuestro compromiso
militante de toda la vida.
Hace muy pocas semanas nos convocamos en la Feria del Libro para celebrar la
aparición de nuestro número 54 y llega ahora
a sus manos este número de mediados de
año que contiene los frutos del trabajo de
los compañeros de la delegación gremial
del Ministerio de Educación.
Conscientes de cuánto preocupa a los
argentinos el funcionamiento del sistema
educativo, de cuánto se habla acerca de
los resultados del trabajo de los docentes,
no docentes y funcionarios, de si hay o no
un deterioro en los conocimientos de los
chicos que egresan de su escuela primaria
y/o secundaria, en la paradoja que casi
todos reconocemos el trabajo que realizan
los maestros y profesores pero tenemos
grandes dudas acerca de si la escuela sigue
siendo un instrumento de inclusión y que
brinda herramientas para el ascenso social y
laboral de los estudiantes o se ha convertido
en un espacio de contención y alimentación
para evitar que los mismos engruesen la
estadística de los que no estudian ni trabajan, quisimos preguntarle a los trabajadores
acerca de las políticas que llevan adelante.
Pudimos dialogar con los Ministros de
Educación de la Nación y de la Provincia de
Buenos Aires, para tener su visión y opinión
acerca de la presencia del Estado y también
recibir trabajos que nos acercan aspectos de
la realidad educativa que no suelen aparecer
en los medios de comunicación.
Esto es la continuidad de lo que hemos
venido haciendo desde distintos sectores del
Estado Nacional con el fin de poner a consideración y debate de todas, las distintas
políticas públicas que se desarrollan y son
llevadas adelante por nuestros compañeros,
esos miles de trabajadoras y trabajadores
públicos que vilipendiados por los voceros
del neoliberalismo más extremo, desconocidos por el grueso de la ciudadanía, cuestionados por los medios de comunicación,
la mayor parte de las veces con datos e
informaciones incorrectas o falaces, siguen
sosteniendo la presencia del Estado en cada
rincón de la Patria.
Cuando hace dos años muchos decían
que ante la conmovedora y esforzada tarea de los trabajadores públicos durante la
pandemia había quedado claro que su rol
era irreemplazable y que no se trataba de
vagos o personal de baja calificación laboral
sino de mujeres y hombres profesionales,
serios, formados y con un gran compromiso
con su labor, advertimos que esto no era
así, que la mayor parte de las campañas de
denigración hacia nosotros no eran el fruto
de la ignorancia o la desinformación sino de
los intereses que imaginan una sociedad
donde la ausencia del Estado permita el
apotegma hobbesiano del hombre lobo del
hombre y por lo tanto de la concentración
de la riqueza, fruto del trabajo de todos, en
pocas manos y la exclusión creciente de
millones de compatriotas.
Asimismo cuando la excepcionalidad y
la emergencia, expresadas en el trabajo domiciliario de miles de compañeros quiso ser
exhibido como nuevas y modernas formas
de relación laboral y se quiso convencer a
los trabajadores de que les convenía seguir
en sus casas, que se ahorraban los costos
del viaje, que disponían de más tiempo
para estar con su familia, nos opusimos terminantemente y exigimos el regreso al
trabajo presencial en cuando la pandemia
lo permitiera.
Sabíamos que detrás de esas falacias
se escondía que la reducción de costos era
solo para los empleadores que eliminaban
alquileres, dejaban de pagar servicios, etc.
para los trabajadores implicaba mayores
gastos ya que la luz y el wifi, entre otros, los
tenían que abonar ellos, que lo que aparecía
era la alienación de trabajar sin horarios, de
carecer de un lugar apto y condiciones edilicias correctas, las dificultades de conectividad, e incluso tener que estar a disposición
sábados y domingos, desde sus equipos y
teléfonos particulares.
Pero además de todo esto, que quizás
podría ir corrigiéndose por la acción gremial, aparecía un peligro peor, se perdía
la identidad de trabajador, la pertenencia
a un grupo de trabajo, la creatividad de las
ideas compartidas y experiencias comunes,
la fuerza colectiva que se construye día a
día con organización y solidaridad. Es más,
no sólo se relajaba esa fuerza sino que se
perdía el tiempo de vida familiar y comunitaria que se dispone cuando uno tiene un
horario de labor, en el cual pone su fuerza
de trabajo y su capacidad a disposición del
empleador, pero una vez finalizado el resto
del día lo comparte con la familia, los amigos,
el club, los intereses de cualquier hombre y
mujer normales.
Después de la experiencia del cuatrienio
de gobierno de Cambiemos, nadie puede
ignorar que un sector de la autodenominada
clase política encontraría una panacea en
poder eliminar de las plantas laborales a
miles de trabajadores o reemplazarlos por
otros, denominados free lance, o sea sin
relación de dependencia, contratos flexibles,
sin cargas sociales. Eso quedaría servido en
bandeja si hubiera compañeros que hace
años no asisten a su trabajo, oficinas que
desaparecieron, e incluso tareas que por
esas mismas razones ya no son necesarias.
Lamentablemente, esta situación es muchas veces alentada por funcionarios que,
supuestamente, pertenecen a un espacio
político que defiende el rol del Estado y de
sus trabajadores, pero son proclives a mantener el “status quo” de la pandemia, con el
argumento increíble de “así estamos bien” o
peor aún “si no se hace nada”, aprovechando además las oficinas vacías para ubicar
amigos o militantes de su espacio interno.
Y sostenemos que los argumentos son
increíbles porque “así no estamos bien”, hay
una situación de incertidumbre, de temor,
de pensar “y cuándo vamos a volver a la
normalidad”, porque, además ¿Cómo puede
afirmarse que “no hay cosas para hacer” en
un país con casi un 40% de pobres e indigentes, un sistema de salud que vive una
crisis ante el costo de los medicamentos e
insumos, una inseguridad que vuelve un
drama salir de casa para ir o volver del trabajo, una inflación que no se logra contener
y un sistema educativo que genera grandes
dudas sobre el futuro de nuestros hijos?
Todo lo expuesto no es el pensamiento
de alguna consultora o de algún grupo de
“cuadros políticos”, es lo que hemos recibido, como mandato de lucha para revertir,
de nuestros compañeros a lo largo de estos
meses, en asambleas, reuniones, debates,
en las carpas de “UPCN Cerca”; es lo que
piensan y sienten los que pusieron el pecho
ante la pandemia y cada rebrote, los que
sostienen y llevan adelante todas las políticas públicas, en las oficinas y en el territorio,
los investigadores y científicos, los artistas,
los profesionales y técnicos de los organismos, los que atienden a nuestros familiares
en cada rincón de la patria.
Esto nos motiva para ir de organismo
en organismo, de ministerio en ministerio,
diciendo a los trabajadores que tienen en
Escenarios su instrumento, su herramienta
para mostrar lo que hacen, para exhibir sus
conocimientos y su experiencia, para dotar
de mayor eficacia y eficiencia el accionar del Estado y también para compartir sus
dificultades, sus luchas de cada día para
lograr esos objetivos, muchas veces frente
a la falta de compromiso o de conocimientos
mínimos del área que deben gestionar por
parte de algunas autoridades políticas.
No podemos ocultar, además, las dificultades permanentes que surgen de un
gobierno que en algunas áreas parece
confundir una coalición gobernante con un
loteo de parcelas de poder entre las distintas corrientes y agrupaciones internas, que
encima dirimen sus diferencias en la gestión
paralizando el accionar de muchos sectores.
Nada de esto nos sorprende ni nos es
desconocido, en estos años de democracia
hemos visto llegar muchos funcionarios
capaces, honestos y trabajadores, pero también a oportunistas, trepadores y ambiciosos, de todo color y pelaje político, también
aprendimos cuánto oscurecen, dificultan y
perjudican estos últimos al trabajo de los
primeros y de todos nosotros.
En estas últimas semanas, con motivo
de la campaña electoral que desembocó en
los comicios del 2 de junio pasado vivimos
una serie de experiencias muy importantes.
Si bien nuestra acción gremial siempre se
caracterizó por una presencia permanente
en todos los organismos, a lo largo y a lo
ancho del país, en todas las seccionales
y delegaciones regionales, en esta oportunidad se dieron algunas características
novedosas.
En primer lugar la iniciativa de UPCN Cerca, nos permitió un contacto multitudinario
y a lo largo de varias horas con los compañeros de todos los sectores y además lo
hicimos desde varias secretarías de la Seccional, en forma conjunta, rompiendo todo
esquema de particularidades y ampliando
enormemente las posibilidades de diálogo,
de intercambio con los representantes de la
propia delegación y de las diferentes áreas
del gremio.
Si bien era común que los responsables
de más de una secretaría lleváramos a cabo
acciones conjuntas, no lo era que fueran
tantos los sectores involucrados y durante
tantas horas.
Asimismo, pudimos llevar a cabo reuniones y actos conjuntos con compañeros de
distintas seccionales lo que nos enriquece
al permitirnos conocer diferentes realidades
y metodologías de trabajo, pero principalmente, sirvió para profundizar los lazos
de identidad y pertenencia del conjunto de
nuestra UPCN.
Si bien toda campaña electoral deja sus
enseñanzas y nos hace crecer, creemos
que ésta tuvo notas muy importantes, que
seguramente deja enseñanzas que profundizaremos y acciones que mantendremos
en el tiempo, al menos en sus aspectos
principales.
Queremos compartir con todos la alegría,
la satisfacción y el entusiasmo que nos dejaron esas semanas de trabajo y que tuvieron
como fruto una elección maravillosa, con
una participación multitudinaria y fervorosa, ratificando que los trabajadores han
encontrado en la UPCN a SU organización,
la han ido modelando durante estos años a
su imagen y semejanza y están decididos
a defenderla y hacerla crecer permanentemente.
Esto pone de manifiesto, además,
que, como decía el general Perón, “las organizaciones no valen solo por la cantidad
de sus miembros sino, especialmente, por la
calidad de sus dirigentes” y nuestro sindicato
exhibe la continuidad de una conducción
que jamás perdió el rumbo ni por internismos
ni por ambiciones personales, que lleva sus
siglas en el cerebro, pero básicamente en
su corazón y que se vivifica con el cariño
de sus afiliados.
Hace años se acuñó una frase “La
Responsabilidad de ser Mayoría” no era un
eslogan de ocasión o una consigna de oportunidad, la lucha desarrollada para construir
una organización poderosa, seria, ordenada,
Editorial
8
siempre tuvo por norte hacer desaparecer
la calificación de “trabajadores de segunda”
para los empleados públicos, para demostrar
que constituimos una fuerza con doctrina, la
aprendimos de Juan Domingo Perón, con
profundo sentido nacional, con compromiso
con nuestro pueblo y que todo ello mueve
nuestras acciones a la diaria labor del trabajo estatal y esto debe ser respetado en
los espacios propios del sindicalismo pero
muy en particular en el ámbito de la política
partidaria.
Es por ello que exigimos se respete la
institucionalidad de un gobierno elegido por
el pueblo en forma democrática, cualquiera
fuere su signo o color político, y esta exigencia alcanza a los opositores, más allá de las
lógicas diferencias políticas que no pueden
constituir un permanente socavamiento, una
acción irresponsablemente destituyente,
acompañados por la venalidad de cierta
prensa.
Pero, con más razón aún, lo exigimos
de quienes siendo parte del gobierno actúan
como una especie de “oficialismo opositor”,
anteponiendo sus intereses personales o
agrupacionales a las necesidades de la
patria, estos internismos desmesurados,
además, cuando se trasladan a la gestión
cotidiana de gobierno producen parálisis, inacción y el pueblo no obtiene las respuestas
que espera a sus problemas.
No creemos equivocarnos si decimos que
hoy en el pueblo argentino hay frustración,
desilusión, incertidumbre y mucho enojo, que
sus problemas reales cotidianos, el trabajo,
el salario, la seguridad pública, la tranquilidad y dignidad de la familia, el acceso a
la vivienda, la posibilidad de pensar en un
futuro mejor, no aparecen en las discusiones
y debates, ni en los parlamentarios con la
oposición ni en los documentos o discursos
de la interna oficialista.
Los discursos de las principales figuras
de la oposición generan miedo, las ideas
de despedir miles de trabajadores públicos,
de flexibilizar las relaciones de trabajo, de
reformas previsionales o de abandonar a su
suerte a los millones de excluidos del trabajo
formal y registrado, ofrecen una versión
recargada y profundizada de lo ya vivido en
su anterior gobierno.
La aparición de figuras políticas, con
fuerte apoyo mediático, que amenazan con
“dinamitar el Banco Central” o permitir la
libre venta de órganos, instalan panoramas
inimaginables antes para un pueblo que
había aprendido que “donde hay una necesidad, existe un derecho”, aunque, hasta eso,
sea negado hoy públicamente por algunos.
El gobierno debe encarar definitivamente este año y medio que le queda la lucha
contra la inflación, revisando sus errores
u omisiones y sancionando a los que especulan, debe mantener la reactivación
económica que se sostiene desde hace un
año, especialmente en el sector industrial,
pero asegurar que sea con crecimiento del
empleo y del salario real. Si hay abusos o
situaciones indebidas con los planes sociales deben ser eliminados y sancionados los
responsables, no es estigmatizando a sus
organizaciones o dirigentes como se avanza
en ello, pero es necesario seguir asistiendo
a los argentinos que fueron excluidos por las
políticas anteriores o la pandemia y mostrar
acciones reales, visibles de reinserción al
mundo del trabajo.
Esto exige un Estado profesional, eficiente y eficaz, por eso seguiremos luchando por los concursos para que el personal
contratado pueda acceder a la planta permanente, avanzar en los convenios colectivos
sectoriales que aún faltan, por recuperar el
salario del trabajador público y su derecho
a la carrera.
No olvidamos otra asignatura pendiente, debe terminarse con el clientelismo y la
cooptación de los cargos de conducción del
Estado por militantes políticos, esos cargos
deben cubrirse por concursos abiertos, deben tener la estabilidad prevista tanto en el
convenio colectivo como en la Ley Marco
de Empleo Público, sólo eso asegura la
transparencia en la gestión pública.
Como movimiento obrero debemos trabajar para recuperar el valor y la calidad de
la política, que vuelva a ser lo que definió
el santo padre “La más noble y cristiana de
las actividades, porque busca el bienestar
general y la justicia”, es necesario recuperar
el prestigio de los partidos políticos, que
vuelvan a ser centros de debate de los grandes problemas argentinos y de formación
de cuadros dirigentes comprometidos con
la comunidad nacional.
Es imprescindible retornar a experiencias como la Escuela Superior de Formación
Política que creara Juan Domingo Perón,
multiplicarlas, que se encuentren en ellas
militantes sindicales, sociales, territoriales,
que intercambien experiencias y aprendan a
actuar en forma colectiva y organizada, con
sentido de pueblo y no simplemente a partir
de las ambiciones personales o individuales.
No proponemos nada que no hagamos
cada día, porque estamos convencidos que
el Estado necesita cuadros profesionales y
técnicos preparados y comprometidos es
que propusimos la creación del FoPeCaP
mediante la negociación colectiva y acercamos a las instituciones educativas públicas
y privadas a trabajar mancomunadamente
en este proyecto.
Porque somos conscientes que los trabajadores necesitan representantes que se
formen y capaciten permanentemente y que
eso se haga en ámbitos colectivos hemos
creado la Escuela de Formación Sindical y
compartimos espacios similares junto a otras
organizaciones hermanas.
Porque no creemos en las “orgas” o
agrupaciones que actúan sin más objetivos
que capturar espacios de poder político o
económico, somos una organización, como
todos los sindicatos, que se basa y encuentra su razón de ser en la más profunda y
permanente democracia sindical, en las elecciones de delegados, de comisión directiva,
en la conformación de equipos de trabajo.
Además, trabajamos en forma conjunta con
todos los sectores de la comunidad nacional
llegando solidariamente a todos los que
necesitan una mano compañera.
La CGT, atacada y vilipendiada tanto
desde el liberalismo antinacional como
desde el progresismo tan antinacional
como aquél, supo revisar sus estructuras
y transformarlas incorporando la presencia
igualitaria de la mujer en las mismas, supo
converger con los movimientos sociales
para avanzar juntos en la reivindicación de
esos trabajadores de la economía popular
o excluidos del empleo formal y tiene un
rol preponderante en las organizaciones
internacionales de trabajadores.
Porque tiene grabado a fuego aquello de
“Nadie puede realizarse en una comunidad
que no se realiza”, no propugna la lucha
fratricida entre sectores de la vida nacional,
sino que impulsa el diálogo a través del Consejo Económico Social con los empresarios
para llegar a acuerdos que conduzcan al
bienestar general.
Valgan estas reflexiones a esta altura del
año para reafirmar la necesidad de fortalecer
y defender nuestras organizaciones, es el
único camino para avanzar en estos tiempos
de oscuridad y desazón, no necesitamos
que nadie nos empodere ni nos regale nada,
solo la unidad indestructible y organizada de
los trabajadores nos ha protegido y llevado
adelante, lo seguirá haciendo.
Cuidemos nuestros puestos de trabajo,
nuestros derechos y el salario que tienen
la contrapartida del trabajo responsable y
fecundo, no son tiempos para avivadas o
salvaciones individuales, es lo que hemos
hecho siempre y es lo que nos conducirá a
tiempos mejores.
Hasta el próximo número
La Dirección