Diversos y muy variados han sido los factores que incidieron en forma concreta en el pronunciamiento revolucionario de 1.810 en el Río de la Plata. Los sangrientos y por demás dramáticos sucesos donde la declaración de la independencia americana lanzada por la audiencia de Charcas, justo un año antes del pronunciamiento rioplatense, desata una suerte de sublevaciones populares en amplias zonas del Alto Perú, las que son acompañadas por la entrada en acción de combatientes irregulares (criollos, mestizos y naturales), comandados por líderes regionales de gran predicamento quienes empleando la táctica de guerra de guerrillas dominan alternativamente vastas regiones del altiplano proclamando a su vez, la soberanía de los territorios sobre los que sentaban sus reales.
Antecedentes del grito de Libertad
Estas acciones bélicas llevadas a cabo contra las tropas del ejército realista son conocidas por la historia con la denominación de "Guerra de las Republiquetas". A pesar de las varias perdidas que sufren en su accionar, le oponen al regimentado adversario una tenaz y sostenida resistencia que no se compadece con la disparidad de fuerzas y armamento empleado, resistiendo en forma bravía, incluso hasta la del ejército expedicionario presionado por la junta Revolucionario de Buenos Aires a ese campo de operaciones. Es aquí donde su estrategia se combina con la de los regulares porteños, al hostigar permanentemente por la retaguardia y los flancos a las fuerzas realistas que confrontaban con el ejército patriota. Estos numerosos grupos de combatientes comandados en forma individual –entre otros- por el cura Muñecas, el general Manuel Asencio Padilla, secundado satisfactoriamente por su mujer, la célebre heroína Juana Azurduy, quién, a la muerte en combate de su compañero, se puso al frente a sus hombres, logrando el reconocimiento del ejército patriota que le obtuvo el grado de teniente coronel en mérito a los servicios prestados a la patria; el indígena Vicente Camargo, José Miguel Lanza e Ignacio Warnes, quienes sin importarle los sacrificios, mantuvieron viva la llama de la libertad, despertando en ellos el espíritu de resistencia combativa que aspiraba a romper en forma definitiva las cadenas del cruel sometimiento. Comenzaba a definirse en el accionar de estos patriotas el verdadero perfil que caracterizaría la idiosincrasia del nuevo hombre americano. a la muerte en combate de su compañero, se puso al frente de sus hombres, logrando el reconocimiento del ejército patriota que le garantizó el grado de teniente coronel en mérito a los servicios prestados a la patria; el indígena Vicente Camargo, José Miguel Lanza e Ignacio Warnes, quienes sin importarle los sacrificios, mantuvieron viva la llama de la libertad, despertando en ellos el espíritu de resistencia combativa que aspiraba a romper en forma definitiva las cadenas del cruel sometimiento. Comenzaba a definirse en el accionar de estos patriotas el verdadero perfil que caracterizaría la idiosincrasia del nuevo hombre americano. la muerte en combate de su compañero, se puso al frente de sus hombres, logrando el reconocimiento del ejército patriota que le garantizó el grado de teniente coronel en mérito a los servicios prestados a la patria; el indígena Vicente Camargo, José Miguel Lanza e Ignacio Warnes, quienes sin importarle los sacrificios, mantuvieron viva la llama de la libertad, despertando en ellos el espíritu de resistencia combativa que aspiraba a romper en forma definitiva las cadenas del cruel sometimiento. Comenzaba a definirse en el accionar de estos patriotas el verdadero perfil que caracterizaría la idiosincrasia del nuevo hombre americano. El indígena Vicente Camargo, José Miguel Lanza e Ignacio Warnes, quienes sin importarle los sacrificios, mantuvieron viva la llama de la libertad, despertando en ellos el espíritu de resistencia combativa que aspiraba a romper en forma definitiva las cadenas del cruel sometimiento. Comenzaba a definirse en el accionar de estos patriotas el verdadero perfil que caracterizaría la idiosincrasia del nuevo hombre americano. el indígena Vicente Camargo, José Miguel Lanza e Ignacio Warnes, quienes sin importarle los sacrificios, mantuvieron viva la llama de la libertad, despertando en ellos el espíritu de resistencia combativa que aspiraba a romper en forma definitiva las cadenas del cruel sometimiento. Comenzaba a definirse en el accionar de estos patriotas el verdadero perfil que caracterizaría la idiosincrasia del nuevo hombre americano.
La Revolución de Mayo fue una serie de acontecimientos revolucionarios ocurridos en la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, dependiente del rey de España, que sucedieron el transcurso de la llamada Semana de Mayo, entre el 18 de mayo de 1810, fecha de la confirmación oficial de la caída de la Junta Suprema Central, y el 25 de mayo, fecha en que se constitución al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y se lo reemplazó por la Primera Junta de gobierno.
Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud comenzó a reunirse en la plaza de la Victoria, actual plaza de Mayo, liderados por los milicianos de Domingo French y Antonio Beruti. Se reclamaba la anulación de la resolución del día anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y la formación de otra Junta de gobierno. El historiador Bartolomé Mitre afirmó que French y Beruti repartían escarapelas celestes y blancas entre los concurrentes; los historiadores posteriores ponen en duda dicha sustentabilidad, pero sí considerando factible que se hayan repartido distintivos entre los revolucionarios. Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente comenzó a agitarse, reclamando:
¡El pueblo quiere saber de qué se trata!
La multitud invadió la sala capitular, reclamando la renuncia del virrey y la anulación de la resolución tomada el día anterior.
El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó que la conmoción popular fue reprimida por la fuerza. Con este fin se convocó a los principales comandantes, pero estos no obedecieron las órdenes impartidas. Los que sí lo hicieron afirmaron que no solo no podrían sostener al gobierno, sino tampoco a sus tropas, y que en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían desobedecidas por estas.
Cisneros siguió resistiéndose a renunciar, y tras mucho esfuerzo los capitulares lograron que ratificase y formalizase los términos de su renuncia, abandonando pretensiones de estabilizar en el gobierno. Esto, sin embargo, resultó insuficiente, y representantes de la multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto el día 22, exigiendo la formación de una Junta. Además, se dispuso el envío de una expedición de quinientos hombres para auxiliar a las provincias interiores.
Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de Cisneros, «prestándose á ello con la mayor generosidad y franqueza, resignado á mostrar el punto á que llega su consideración por la tranquilidad pública y precaución de mayores desórdenes». La composición de la Primera Junta surgió de un escrito presentado por French y Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin embargo, no hay una posición unánime entre los historiadores sobre la autoría de dicho escrito.
Los capitulares salieron al balcón para presentar directamente a la ratificación del pueblo la petición formulada. Pero, dado lo avanzado de la hora y el estado del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había disminuido, cosa que Julián de Leyva adujo para ridiculizar la pretensión de la diputación de hablar en nombre del pueblo. Esto colmó la paciencia de los pocos que se hallaban en la plaza bajo la llovizna. A partir de ese momento (dice el acta del Cabildo).