“Difícil y sutil tarea es ésta para los hombres del futuro: lograr una integración que no consista en una nueva manifestación enmascarada de imperialismo; compatibilizar el universalismo con la indispensable preservación de la identidad de los pueblos. Así como sostuve que una auténtica comunidad organizada no puede realizarse si no se realiza plenamente cada uno de sus ciudadanos, pienso que es imposible concebir una integración mundial armónica sobre la base de una nivelación indiscriminada que despersonalice a los pueblos y enajene su verdad histórica”.
J.D. Perón
Desde la muerte de Juan D. Perón y a partir del derrocamiento del justicialismo en el año 1976, la Argentina inició una profunda crisis de identidad nacional en los planos económicos, sociales, políticos y culturales.
El país no encuentra un rumbo económico y ensayó recetas progresistas, neoliberales, desarrollistas y actualmente inició la temeraria novedad del “anarco-liberalismo”. Alfonsín se fue con hiperinflación, Menem y De La Rúa condujeron al país al desastre de 2001. El desenlace del ciclo de Macri y de Alberto Fernández es un país en recesión, con una inflación del 200 % y con cifras de pobreza y de trabajo informal similares a las que encontró Néstor Kirchner en el año 2003. Como resultado de la dictadura y de las cuatro décadas de democracia, aumentó la desigualdad en la distribución del ingreso, crecieron las diferencias entre provincias con economías dinámicas y otras aletargadas, se desindustrializó la producción, aumentó la concentración empresarial, creció exponencialmente la deuda externa y se extranjerizó nuestro patrimonio.
Las crisis económicas generaron crisis sociales. En la época en que Perón escribió el Modelo Argentino había 800 mil pobres, actualmente hay más de 20 millones. En cinco décadas la Argentina duplicó la población y multiplicó por más de veinte la pobreza. Ese drama se hizo estructural y derivó en el actual estado de marginalidad de millones de compatriotas. El fracaso del desarrollo dejó como saldo la existencia de generaciones de jóvenes que no se sienten parte de la unidad de destino nacional y que no practican la solidaridad social con sus pares. La marginalidad está minando las bases morales de la nación y sumerge a la comunidad en la cruenta violencia entre los argentinos.
A las crisis económica y social que describimos, se le suman la política y la cultural. La Argentina parece no resolver la ausencia de una dirigencia nacional, cuestión que Arturo Jauretche explicó en el libro el Medio Pelo en la Sociedad Argentina. En esa obra publicada a mediados de los años sesenta, el pensador alertó sobre la incapacidad de la burguesía argentina y de los sectores medios de conformar una elite con visión nacional que sea capaz de conducir el salto modernizador e industrialista que requería el país en la era de las nacionalidades del siglo XX.
Desde el año 1983 el país se enfrenta al dilema que describió Jauretche y lejos está de resolverlo. En cuatro décadas la Argentina no encontró un rumbo político y los mismos líderes de los principales partidos y coaliciones implementaron programas de desarrollo totalmente contradictorios entre un periodo a otro. Se privatizaron empresas y luego se estatizaron, se promovieron áreas estratégicas de tecnología e industria y luego se abandonaron, se impulsaron reformas educativas enfrentadas entre sí, se diagramaron alianzas internacionales y luego se discontinuaron llevando a un inestable y contradictorio esquema de inserción mundial. El sistema político y de partidos perdió credibilidad. En esta última elección presidencial la gran masa de pueblo, directamente, apostó a una figura sin trayectoria y distante de las grandes coaliciones políticas Unión por la Patria y Juntos por el Cambio. Luego de cuatro décadas bajó la participación electoral y creció un sector importante de la opinión pública identificado con la consigna de “que se vayan todos”.
Ligada a las crisis anteriores o en realidad como causa de ellas, se desenvuelve la crisis cultural de la dirigencia y de la masa popular. Los partidos políticos no tienen doctrina, ni plataforma estable y se acomodan pragmáticamente con una lógica de clase política y no de dirigencia nacional. El Justicialismo dejó de promover una comunidad organizada y abandonó el ideario humanista y cristiano y mutó hacia ideologías porteñas de un liberalismo conservador (neoliberal) y de un liberalismo de izquierda (progresismo). El liberalismo argentino ya no reivindica valores del siglo XIX, como es el caso de la educación pública o de la integración territorial que materializó J. A. Roca. La izquierda derivó en un culturalismo de minorías y en la defensa de los valores del pobrismo. Difícil es encontrar en la UCR actual la predica social de sus orígenes lencinistas y bloquistas, su vocación antimperialista que los llevó a crear YPF o su visión americanista.
En este contexto, se hace fundamental volver a estudiar el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. Esta obra póstuma del líder de la Revolución Justicialista condensó una doctrina política nacional, hoy inexiste. Ofreció un método para la construcción de poder y para la unidad de todos los argentinos, cuestión que actualmente es estratégica para la supervivencia nacional. Además, Perón en el Modelo elaboró las bases para la edificación de un Proyecto de país que representó al hombre argentino y que forjó las bases de la soberanía política, el desarrollo económico y la justicia social.
El Modelo Argentino en la tradición Justicialista
“Treinta años de lucha pública por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra Argentina necesita definir y escribir un Proyecto Nacional. Este Proyecto tiene que ser verdaderamente «nacional»; vale decir: realizado por el país”. J. D. Perón
El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional es una obra póstuma de Juan D. Perón. El borrador inicial del trabajo se formuló entre los meses de febrero y de marzo de 1974 y los lineamientos generales fueron presentados por el mandatario en el Congreso de la Nación el día 1 de mayo de ese mismo año. Tal cual documentó el riguroso trabajo de investigación de Oscar Castellucci, el documento del Modelo fue elevado a una reunión de Gabinete el día 31 de mayo, contando con la participación de los comandantes de las Fuerzas Armadas. El proyecto luego fue tratado en otras diversas reuniones de trabajo.
La muerte de Perón y el aumento de los enfrentamientos políticos de la etapa, no auspiciaron la publicación del Modelo y su fundamental divulgación. El trabajo será difundido de manera no oficial recién en el año 1976. Vicente Damasco, protagonista central de su formulación, conservó el documento que sistematizó el texto original, reunió los aportes de diversas figuras del pensamiento y los comentarios del líder de la Revolución Justicialista.
El Modelo reúne la visión doctrinaria, organizativa y geopolítica del Perón en su etapa final. La obra condensa la trayectoria y experiencia de un militar, docente y dirigente que ocupó los más altos y distinguidos cargos de gobierno, que sufrió el exilio siendo perseguido y difamado, que se rodeó con políticos, con figuras de la cultura y del pensamiento mundial, que vivió la gloria y que conoció el llano y el destierro. El Modelo es el último gran aporte de Perón a la actualización doctrinaria de su Movimiento y de la cultura política nacional en su conjunto.
El libro refleja la preocupación de Perón por superar la etapa de la lucha entre los argentinos, para pasar a la etapa de institucionalizar los logros culturales, económicos, sociales y políticos de la Revolución Justicialista. El mandatario quería garantizar en el tiempo el desenvolvimiento de los valores del hombre argentino y de su ser nacional. Luego de tantos desencuentros y de luchas violentas, debía llegar el momento en que el pueblo tuviera en claro el modelo de democracia a la cuál aspiraba. En este marco, Perón propugnó la formación de una Comunidad Organizada y de una Democracia Social. En el plano internacional, propuso el continentalismo y la Tercera Posición como pasos previos y necesarios al ingreso a la era de la universalización humana.
La tarea de la institucionalización tenía que incluir tres grandes esferas que eran la cultural, la organizacional y la estatal. El pueblo argentino debía asimilar la doctrina nacional que era un sistema de valores y de acuerdos adquiridos racional y emocionalmente y sobre los cuales se cimentaría el orden político y social. La organización era la herramienta, como habitualmente decía Perón, para vencer el tiempo y al ciclo vital de los hombres. La Comunidad Organizada era una voluntad histórica y su marcha condensaba el poder ordenador del pasado, la actualización y refundación del hombre activo del presente y la unidad de destino hacia el futuro. Finalmente, el Modelo Argentino tenía que convertirse en un Proyecto Nacional de país institucionalizado como política de Gobierno y como aparato de Estado. En línea con los Planes Quinquenales de su primer mandato, en el año 1974 impulsó un Plan Trienal de Gobierno. Perón entendió que el Estado tenía que adquirir la forma política e institucional histórica de la Comunidad Organizada y con este fin impulsó, como en el año 1949, la Reforma Constitucional.
El Modelo Argentino es una ratificación del método justicialista de construcción política y de organización del gobierno y del Estado. Tomando distancia del pragmatismo o de cualquier tipo de subordinación a un poder foráneo, Perón remarcó que para gobernar se debe tener siempre un modelo o doctrina y en base a ellos se tiene que elaborar un Proyecto. El Proyecto sería diagramado a partir de una planificación gubernamental e implementado por una voluntad colectiva con intervención del pueblo libre organizado.
En el Tercer Gobierno Justicialista la tarea de sistematización del Modelo que formuló Perón la realizó Vicente Damasco y la flamante Secretaría de Gobierno que promovió el Presidente. Allí Damasco reunió a varios colaboradores, formulando una obra colectiva de manera similar a la escritura de la Comunidad Organizada del año 1949.
El primer gobierno de Perón había implementado un método similar de construcción política e institucional. El Consejo Nacional de Posguerra había formulado un Plan Quinquenal, reuniendo los aportes de civiles como Francisco J. Figuerola y de varios militares. Estos últimos venían debatiendo y formulando iniciativas gubernamentales de planificación de áreas estratégicas como la siderurgia o la producción de maquinaria y aviación militar. La doctrina que guío el Plan Quinquenal fue la Comunidad Organizada que Perón sistematizó y presentó en un Congreso de Filosofía en la Universidad de Cuyo en el año 1949.
En el trabajo Modelo Argentino Perón reafirmó la validez histórica de la Doctrina Justicialista, remarcando su condición de ser revolucionaria en su concepción y pacífica en su realización. El Modelo tomaba distancia tanto de los principios filosóficos y organizativos del liberalismo materialista, como del comunismo marxista totalitario de la Unión Soviética. La doctrina justicialista era antimperialista y propugnaba la liberación política, social, económica y cultural de la Nación sin imponer voluntades hegemónicas y expansivas y sin agredir a otros Estados y comunidades étnico políticas. El Modelo Argentino reafirmaba los valores nacionales, sociales y cristianos que habían dado origen al Justicialismo. El humanismo cristiano contenía una ética social y un orden moral, elementos fundamentales de la organización de la comunidad.
La organización del libro
“Estamos en la aurora de un nuevo renacimiento, pero seríamos muy ingenuos si confiáramos en que tal renacimiento resultará un producto espontáneo de la historia del mundo. Como partimos de una etapa en la cual las determinaciones políticas básicas se dan en el nivel de los pueblos —organizados en Estados—, la unión que conduzca al universalismo sólo puede provenir de los pueblos mismos antes que de decisiones arbitrarias. La experiencia histórica así lo enseña”. J. D. Perón
El Modelo Argentino para el Proyecto Nacional se organizó con un Prólogo y con tres grandes apartados de Fundamentación, Desarrollo y Conclusiones.
Primera Parte: Fundamentación
En esta parte de la obra Juan Perón se refiere al Hombre Argentino, a su ser histórico que es proyectado y moldeado por la fuerza del pasado. Este ser nacional era una entidad cultural, emocional e identitaria concreta y no una mera especulación intelectual. El mandatario describió algunos antecedentes históricos y políticos de nuestro Modelo, identificando continuidades y diferencias con el proceso político mundial y regional.
Para poder gobernar había que conocer en esencia y en profundidad el carácter nacional, la cultura y el mandato histórico a resolver. En palabras de Perón, “debemos agregar que, para elaborar con precisión un Modelo Argentino, es conveniente una evaluación orgánica de la situación presente, lo que resulta imposible sin una perspectiva histórica: la historia no es una acumulación de etapas inconexas, sino un proceso generativo, dinámico y constante”.
Perón entendía que la cultura nacional oficiaba como una conciencia histórica que orientaba a la comunidad en sus objetivos e iniciativas. Nuestra cultura era depositaria de la moral cristiana, que le daba al hombre argentino valores de familia, solidaridad, igualdad y de vida en comunidad.
El Hombre Argentino estaba reunido en una comunidad emocional y política proyectada como unidad de destino. En este contexto se movía el dirigente político, que no podía imponer una ideología dogmática, sino que en realidad tenía la función de interpretar y de marchar a la zaga de su tiempo histórico.
El mandatario remarcó el hecho de que el hombre solamente se realiza en comunidad y que el individuo en soledad no tiene posibilidad de ser. Para Perón no es el egoísmo de mercado lo que reúne a los hombres, sino que lo es la ética y el principio de solidaridad social. Ambos persuaden a los individuaos de la necesidad de construir y de contribuir a la realización y la perpetuación de dicha comunidad.
Perón tenía la convicción de que la persona no podía ser libre en un sistema de injusticia social. Tampoco podía ser libre si su comunidad no desarrollaba una capacidad productiva mínima. En este aspecto, cultura nacional y desarrollo económico se fusionaban y en el siglo XX el ideario nacionalista suponía controlar los recursos y tener capacidad de planificar el desarrollo. Perón lo expresó con claridad en el Modelo cuando sostuvo que “Ningún país es realmente libre si no ejerce plenamente el poder de decisión sobre la explotación, uso y comercialización de sus recursos, y sobre el empleo de sus factores productivos”. El Presidente remarcó que dichas construcciones sociales y políticas solamente podían ser alcanzadas por una obra colectiva, por una Comunidad Organizada, por una Nación en marcha.
En el Modelo Argentino Perón describió los factores distorsivos del ser nacional. En la obra denunció las agresiones imperialistas implementadas por fuerzas militares y por las corporaciones que se apropiaban de los recursos naturales implementando operaciones de desestabilización política de los gobiernos.
El libro desarrolló una crítica al neocolonialismo al que definió como la nueva dinámica del imperialismo mundial. El “colonialismo cultural” operaba sobre los estados de ánimo de la opinión pública moldeando el comportamiento de las masas. En este punto, el mandatario retomaba aspectos de sus opiniones sobre el periodismo de la época de la publicación de Democracia.
El colonialismo cultural también se expresaba en la dependencia académica y científico tecnológica padecida por los miembros de las universidades y de los organismos de investigación.
La desviación doctrinaria, ideológica y técnica de las capas intelectuales tenía una expresión concreta en los defensores del Estado liberal y de las sociedades que Perón llamó de “consumo” y de “despilfarro masivo”. Los ideólogos del liberalismo querían ajustar la realidad a su teoría. En nombre de una idea de libertad dogmática bregaban por la no intervención del Estado, que en los hechos, era una forma de intervenir a favor de las potencias foráneas y del capital extranjero.
Para poder ser, la Comunidad tenía que estar organizada y proyectada en un Estado Nacional.
Segunda Parte: Desarrollo
Una vez develado el ser nacional y el mandato histórico del pueblo, Perón se dedicó a identificar a los actores y los medios políticos necesarios para implementar el Proyecto. Entre otros temas, trabajó particularmente las nociones de Comunidad Organizada, de Democracia Social, de Economía Nacional y de Política Exterior.
El mandatario propuso la conformación de una Comunidad Organizada integrada por los agrupamientos del pueblo libre. Impulsó con este objetivo un amplio acuerdo nacional, que contenía a las representaciones de las diversas clases sociales, ideologías partidarias y tradiciones étnico-religiosas.
Propugnó la conformación de una sociedad de productores y de trabajadores con conciencia de sus derechos y fundamentalmente con un mandato claro de sus deberes frente al conjunto de los miembros.
La Comunidad Organizada se mantendría fusionada por una Doctrina Nacional, que le daría a la gran masa del pueblo la unidad de concepción necesaria para la ejecución descentralizada del Proyecto.
Perón propugnó la importancia de mantener firme el principio de solidaridad social de los trabajadores. La moral cimentaría la asociación libre del pueblo y la hermandad entre los hombres en las etapas de tranquilidad y bonanza y también en las de turbulencia, sacrificio y lucha. La Comunidad Organizada se proyectaría hacia el futuro como una unidad de destino y de ideales del pueblo libre y de su dirigencia.
Perón criticó a los partidos liberales y los caracterizó como carentes de representatividad. En la era de masas, las fuerzas políticas tenían que ser el vehículo de la voluntad de los grupos sociales y no meramente de individualidades egoístas.
Impulsó una innovación para para resolver el problema de la representación de los partidos liberales. Propuso crear un Consejo Para el Proyecto Nacional integrado por las representaciones de los militares, los intelectuales, los religiosos, los empresarios y los trabajadores. En el Modelo también impulsó la figura del Primer Ministro difundida en Europa.
Perón propuso superar los marcos de la democracia liberal clásica, para formular en su lugar una democracia social que representara a todos los sectores de la vida nacional. En este marco, resaltó que “El gobierno debe hacer lo que el pueblo quiere y defender un solo interés: el del pueblo”. Los trabajadores serían protagonistas del proceso de transformación y el mandatario puntualizó que “la organización de los trabajadores es condición imprescindible para la solución auténtica de las necesidades del pueblo”. Convocó a los intelectuales a ponerse al servicio de una obra colectiva en “una sociedad en la que el hombre valga por sus conocimientos y sus condiciones morales, y no por sus diplomas y vinculaciones sociales”. El agro y la industria tendrían tareas fundamentales en el Proyecto Nacional y remarcó que “Si tanto el Estado como el sector privado comprenden que su meta es la misma —el bienestar de toda la comunidad— la determinación de los límites de acción no puede ser conflictiva”. Sobre la Iglesia puntualizó que “Existe una cabal coincidencia entre nuestra concepción del hombre y el mundo, nuestra interpretación de la justicia social y los principios esenciales de la Iglesia. (…) La ruta que debemos recorrer activamente es la misma que definen las Escrituras: un camino de fe, de amor y de justicia, para un hombre argentino cada vez más sediento de verdad”. A las Fuerzas Armadas las caracterizó como “parte del pueblo y, como tal, están integradas con el mismo. La unión y solidaridad del pueblo y las fuerzas armadas son una precondición para que fructifique la “democracia social” de nuestro Modelo Argentino”. Los militares eran actores fundamentales de la “defensa contra el neocolonialismo” y tenían la función de “Impulsar decididamente la actividad científico-técnica, con la finalidad de desarrollar una industria bélica nacional que la autoabastezca, eliminando la dependencia del extranjero”.
En este apartado Perón describió los principios ordenadores de una Economía Nacional. Propuso fusionar el desarrollo agrario y el industrial y puntualizó que la “tierra no es básicamente un bien de renta sino un bien de trabajo” y “La intervención directa en el proceso de comercialización interna y externa, como así también en la fijación de precios que aseguren un beneficio normal y una eliminación de la incertidumbre del futuro, son también responsabilidades que el Estado no debe, bajo ningún concepto, delegar y, menos aún, olvidar”.
Perón se refirió particularmente al tema de la industrialización por considerarlo parte fundamental de la independencia económica y consecuentemente de la soberanía política y de la justicia social. La producción sería desarrollada a partir del ahorro, del trabajo y de la planificación de mismo pueblo argentino. El capital foráneo sería complementario y nunca la vanguardia del proceso y sostuvo que “El progreso económico dependerá exclusivamente de nuestro propio esfuerzo; de allí que el capital extranjero deba tomarse como un complemento y no como factor determinante e irreemplazable del desarrollo central”.
Para poder alcanzar las metas de desarrollo era necesario disponer de una robusta base científica y tecnológica. Sostuvo Perón que “sin base científico-tecnológica propia y suficiente, la liberación se hace imposible (…) como el ritmo de crecimiento depende del ritmo de aplicación de tecnología en función productiva, en la medida en que se quiera un crecimiento suficiente del producto, será también necesario llegar a, por lo menos, cierto nivel de desarrollo tecnológico propio”.
El programa económico tenía que ser ecológicamente sustentable. En el Modelo Perón reiteró los postulados de su Mensaje ambiental del año 1972. Sostuvo “Creo que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biósfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología, y de la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esa marcha, a través de una acción mancomunada internacional”.
El mandatario se refirió a la importancia fundamental de adquirir, de profesionalizar y de perpetuar en el tiempo una Política Exterior que expresara la “vocación de destino” nacional. En el Modelo vaticinó que el “año 2000 presentará a la humanidad actuando en un sistema internacional estructurado sobre la base de un equilibrio pluripolar”. La política exterior tenía que organizarse a partir de “Respeto de la soberanía de los Estados, la autodeterminación de los pueblos y el pluralismo ideológico”, la “Intensificación de las relaciones con todos los países del mundo, sin exclusiones ideológicas, políticas o económicas”, la “Vigencia plena de la tercera posición”, la “Estrecha asociación y comunidad de esfuerzos, en especial con los países que conforman el tercer mundo”, la “Defensa sistemática de los recursos naturales, científicos y técnicos” y la “Conducción de una política exterior auténticamente fundada en las grandes coincidencias nacionales”.
El proceso histórico ascendente sería Argentina potencia, Continentalismo, Tercera Posición, Tercer Mundo y Universalismo.
Tercera Parte: Conclusiones y apertura
La Tercera Parte del Modelo es breve. Allí Juan D. Perón identificó lo que consideraba eran los “grandes problemas mundiales” de la “superpoblación en relación con las disponibilidades de recursos”, el “agotamiento de recursos naturales no reproducibles” y la necesaria “preservación del ámbito ecológico”.
El mandatario retomó el tema del universalismo. Para encarar esta etapa humana teníamos que fortalecer nuestra cultura nacional, bregar por la liberación y repudiar cualquier tipo de imperialismo y unificar nuestro continente ya que “como latinoamericanos, atesoramos una historia tras de nosotros: el futuro no nos perdonaría el haberla traicionado”.
En el cierre del Modelo Perón hizo mención particular a la Carta pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II y a su convocatoria a construir un orden económico, político y social al servicio de los pueblos y de la dignidad humana.
El futuro del Modelo Argentino
“En esta etapa de mi vida quiero, como nunca, para mis conciudadanos, justicia y paz: convoco con emoción a todos los argentinos a hundir hondas raíces en su tierra grande y generosa, como único camino esencial para florecer en el mundo”.
J. D. Perón
Luego de cinco décadas de formulado el Modelo Argentino, sus principios fundamentales tienen suma vigencia. Lo que está faltando es un liderazgo que lo motorice y un Movimiento de masas que le dé la musculatura política necesaria para ponerlo en desenvolvimiento.
En la actual dramática crisis del mundo contemporáneo y pese a las adversidades, el pueblo libre sigue generando anticuerpos culturales y mantiene en pie la Comunidad Organizada frente a la decadencia de sus elites.
Las organizaciones libres del pueblo más importantes del país son la Iglesia Católica y el sindicalismo.
La primera, sigue defendiendo el rol que le asignó Perón en el Modelo y que es el de promoción de un sistema de valores morales de comunidad, de familia y de bien común. La milenaria institución, en soledad, viene alertando sobre las consecuencias trágicas del infanticidio argentino y sobre la violencia criminal del narcotráfico.
El Movimiento Obrero Argentino es la última garantía en el país de que el trabajo sea el gran integrador social y un instrumento de ascenso social y no un medio de explotación humana. Como dijo Perón “En nuestra concepción, el trabajo es un derecho y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume”. Los trabajadores registrados bajo el marco del Modelo Sindical Argentino, son los únicos que conservan el derecho a la dignidad, al ascenso social familiar y la vida familiar plena.
El Movimiento Obrero es una organización estratégica y central para contribuir a formular el programa de desarrollo, luego implementarlo y sostenerlo en el tiempo. En este sentido, Perón sostuvo que “los objetivos de las organizaciones de trabajadores residen en la participación plena, la colaboración institucionalizada en la formulación del Proyecto Nacional y su instrumentación en la tarea de desarrollo del país. Los trabajadores tienen que organizarse para que su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo. El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cuál es la comunidad a la que aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales. Se requiere la presencia activa de los trabajadores en todos los niveles”.
En estos tiempos aciagos, es fundamental volver a Perón. Es momento de reflexionar sobre nuestro ser, sobre nuestro presente y acerca de nuestro futuro. Es tiempo de alcanzar las impostergables coincidencias nacionales. Llegó la hora de definir nuestro Modelo Argentino y de edificar el Proyecto Nacional.
* Sociólogo (UNLP). Magíster en Gobierno y Desarrollo (UNSAM) y Doctor en Comunicación (UNLP). Director de posgrado de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa).