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01/12/108 -- N62

 06/08/2024   701

Acerca de la filosofía


La filosofía en tanto disciplina propone una serie de definiciones que este artículo no pretende abarcar, sin embargo, es interesante definir esta rama de pensamiento como un entramado de pensamientos que busca razonamientos lógicos a través de un método que puede variar de acuerdo al enfoque o matriz desde donde se posiciona el intérprete y el interlocutor. El objetivo final es la búsqueda de la verdad, establecer las prioridades acerca de la realidad, la puesta en valor de las experiencias y el registro acerca de la existencia, Es decir, los diferentes puntos de vista acerca de la naturaleza de lo social, algo que definió la evolución de la humanidad desde sus orígenes. 

Los griegos, llamados los “padres de la filosofía” nos indican que la etimología de la palabra proviene precisamente del mundo helénico, más precisamente fue Pitágoras quien le otorgó el significado de amor por la sabiduría. Como sabemos quiénes provenimos de las ciencias sociales y, como dice Ana Jaramillo, quien nomina domina. Fueron los griegos quienes acuñaron el término lo cual no significa que otras civilizaciones no se dieron a la tarea de reflexionar acerca de las cosas o de establecer esquemas de interpretación que discutan el sentido acerca de la realidad. Sin embargo, podemos decir que la sistematización de los griegos en relación a la fundamentación de la filosofía y la aparición de los grandes padres de la disciplina fue fundamental para su posterior secularización. En términos de sub disciplina, ramas o problemas filosóficos se va a ocupar del lenguaje, la moral, el arte, problemas acerca del ser, la política. Crea un entramado de ramas filosóficas que abrieron la puerta para la creación de la epistemología, gnoseología, la metafísica, la ética, entre otras.

En este esquema vemos cómo la filosofía surgió como intento por fundamentar el sentido de las cosas, pero sobre todo por hallar y promover las razones, por organizar y definir también las cosas. La filosofía empieza a aparecer en la actividad más esencial de los hombres sin que éstos la cuestionen. La búsqueda por el sentido alimenta la actividad humana y hace que ésta se presente como natural, sin embargo, quienes profundizaron en su estudio tendrán la misión de desnaturalizar la búsqueda constante del por qué. Esto último se va a convertir en actividad permanente que va a lograr institucionalizarse dando orígenes a las universidades de la Edad Media y va a regir prontamente la actividad política a partir del Renacimiento, pero sobre todo durante la Modernidad. 

A medida que las sociedades se complejizan van a ir apareciendo sistemas de dominación que van a necesitar construir un paraguas filosófico que contribuye a reproducir la dominación de un pequeño grupo sobre otro mayoritario. La historia de las comunidades ingresa en esa dinámica, pero también el desarrollo del sistema mundial va a estar atravesado por esta lógica que busca imponer un sistema de creencias que aparezca como permanente y único. Sin embargo, a cada intento por imponer una visión del mundo desde arriba, de manera institucionalizada, hegemónica, la historia de la comunidad indica que hubo respuestas o propuestas alternativas de construcción y perspectivas de la realidad fundadas en el sentido común. Al fin y al cabo, reflexionar y construir un sistema de pensamiento no fue meramente una actividad meritocrática, sino que la filosofía también se encuentra en cualquier región y frontera territorial más allá de la lógica centro periferia. 

El presente artículo, que tiene a la figura de Perón como centro, esconde una disputa filosófica acerca del destino de la nacionalidad que encuentra vigencia en la actualidad, que es la discusión acerca de la naturaleza del hombre, su pertenencia a la comunidad en contraposición a la exacerbación del individuo.


¿El anarco capitalismo o liberalismo siglo XVII? Noticias de ayer


Desde hace un año los diferentes medios de comunicación y en éstos incluimos fundamentalmente a las redes sociales vienen a instalar como canto de sirena la palabra “liberalismo”, como una tradición nueva, disruptiva en la escena política y filosófica argentina. Claro está que el mayor representante del elenco gobernante que se presenta como un agente del cambio radical pertenece a una tradición política anclada en la modernidad europea con más de trescientos años y que ejerce influencia en nuestra región desde aquel entonces. Pero como toda tradición europea, al cruzar el Atlántico, las categorías y los efectos prácticos de éstas adquieren otros significados, pero sobre todo otras consecuencias. Es que el liberalismo en su mayor expresión está asociado, en la mayoría de los casos, a episodios de dominación y subordinación de nuestros pueblos, es decir lo que se presenta como nuevo no es más que una matriz de pensamiento con tres siglos de historia, que al deformarse en su cruce Atlántico se la identifica con episodios y camarillas gobernantes que oficiaron como representantes virreinales inclinados al poder de los imperios.



La arqueología del liberalismo


Estas ideas en la región tienen un anclaje que data incluso de hasta antes de la formación del Virreinato del Río de La Plata y siguiendo una línea arqueológica la matriz de pensamiento en la que nos detendremos en este momento (la liberal) tiene su antecedente en la forma de conquista que se dieron los principales imperios en América. Por un lado, la sajona asentada fundamentalmente en la región norte a la cual vinculamos directamente con el liberalismo utilitario y por el otro lado, la latina y su decisión de vincularse tanto sanguíneamente, en la mayoría de los casos a través de la fuerza, como también culturalmente. Llegado el caso ésta es la diferencia que nos interesa marcar como variable de interpretación para analizar las filosofías en disputas.


La influencia del bloque sajón excedió ampliamente la esfera territorial extendiéndose en materia económica en la región sur del continente, influjo que sólo se explica por el sostén cultural que logró desplegar. Así todo proceso de dominación necesita su paraguas filosófico en el cual protegerse. El nacimiento del capitalismo europeo fundamentó su extensión en el Río de la Plata a través de la filosofía iluminista que encontró su pata política en el liberalismo. 


Quien analizó este pasaje fue Fermín Chávez. Sostuvo que el iluminismo fue un movimiento espiritual que se caracterizaba por la fe total y dogmática en el valor de la razón humana. Chávez realiza un movimiento paradojal para explicar el iluminismo, mostrando sus contradicciones, preguntándose cómo aquel fenómeno hijo de la modernidad y de la secularización podía convertirse en un dogma, cuando precisamente la modernidad -en tanto cambio de época- venía a derribar mitos y dogmas. Es que los iluministas a lenguaje de hoy “elegían creer” como una fuente de necesidad en un nuevo paradigma, el de la razón universal.


A propósito de esta razón, en nuestra región ya los siglos XVIII y XIX nos llevaban a una nueva dominación, la liberal. El iluminismo, paraguas filosófico del liberalismo, emerge como un movimiento ideológico con influencia en todo Occidente y como el gran ganador teórico del nuevo orden burgués europeo en detrimento del mundo feudal.


La nueva razón entre 1700 y 1850 sostuvo su desarrollo en la idea de progreso vinculada al comercio y a la producción, impulsada en los cambios tecnológicos y científicos de la primera revolución industrial. 


Una vez definido el espacio (Gran Bretaña) y ubicado temporalmente (modernidad y nacimiento del capitalismo europeo) el iluminismo/liberalismo empieza a demostrar sus primeras falacias. En primer lugar, donde se presenta como universal podemos señalar que es una corriente pro británica, En segundo lugar, cuando se presenta sin tiempo, es fácil de señalar que su nacimiento se debe a un contexto de cambios profundos en las relaciones sociales motivado por el capitalismo


La ficción del iluminismo llega a concebir un relato mítico sostenido por el enfrentamiento entre la libertad individual y la opresión del gobierno o cualquier tipo de poder delegativo. Esa opresión suele explicarse en la obligatoriedad del pago de impuestos, es por eso que el relato mítico permite a veces ciertas derivaciones inconmensurables que llegan a poner en el salón de la justicia a evasores y compañías mafiosas.


La forma en que se presenta el iluminismo sigue un relato del orden de lo paradojal, aparece como especialista en el cambio de significados o lo que con el tiempo pasó a llamarse pos verdad. El liberalismo se muestra como una ideología revolucionaria de un sector social en ascenso. Precisamente este sector (minoritario) durante el siglo XIX y XX va a constituirse como opresor, negando que la riqueza de las cosas está en la transformación del trabajo. 


Volviendo a sus orígenes y a los fines de establecer un puente con el presente, el liberalismo siempre va a negar toda exterioridad y pasado y este último siempre será atraso y barbarie. Su experiencia es fundante y bisagra. Omitir todo pasado resulta perezoso como también el hecho de negar que pertenece a una matriz que tuvo experiencias de gobierno difíciles de identificar como exitosas. Es decir, cuando encuentren un discurso que se presente como novedoso y liberal basta para medir su éxito yendo a algún archivo que desnudará sus propósitos.



Este liberalismo aparece en sus inicios como una tendencia política moral y cultural, haciendo de su práctica una esencia de los buenos modos y costumbres y por el otro lado, al ser fundante imprime su práctica un intento de cambio de paradigma cultural, lo que con el tiempo se llamó batalla cultural"


En su búsqueda individual toma como lema de referencia la frase kantiana “atrévete a saber”, donde se prima una libertad individual y una razón que resultan inseparables, al no concebir las mediaciones comunitarias se encuentra atravesado por una lógica utópica donde el individuo es el único garante de su subsistencia. 


Repasando este recorrido antropológico en relación con el liberalismo nos podemos preguntar ¿cuál es el origen de estos hombres libres que se presentan como racionales que se mueven por un Estado neutral en pos de mantenerse libres? ¿Cómo es posible, en una dinámica comunitaria cada vez más atravesada por las mediaciones sociales, “sentirse libres”?


Liberalismo hoy, otra vuelta de tuerca


Con todo lo que nos antecede no descubrimos nada en sostener que la libertad tal cual la expresan los liberales constituye una mera ilusión y más si analizamos la libertad desde una perspectiva situada y la pensamos desde América Latina. Llegamos a la conclusión de que el individuo por sí mismo no existe, éste es con los demás, pero ya nos detendremos en este punto. Con lo cual cualquier promesa de libertad extrema es amor de verano que pronto ingresará en saco roto.


Argentina hoy se ve envuelta en esta quimérica pesadilla, justamente el séptimo estado en extensión, un país bicontinental con una gran variedad de recursos se encuentra atravesado por un canto de sirenas que podría perjudicarla por varias generaciones. El horizonte de esta pesadilla es el anarco capitalismo, exacerbación liberal, inconducente para un país con una tradición latina, mestiza y católica. 


La quimera liberal es una película de mal gusto fundada en una serie de autores (Ayn Rand o Murray Rothbard) que hoy rebotan en la televisión pero que con el tiempo su mensaje se desvanecerá por propio peso y ellos serán recordados como aquellas canciones que suenan en el parlante de un parador en Mar del Tuyú. Esa película de guion lineal y chabacano se sostiene por un elemento negativo y otro positivo, el primero que todo lo que viene del Estado es malo, el segundo que todo lo que viene del mercado es bueno. Todos sabemos que el maniqueísmo en las discusiones políticas suele tener un tiempo relativamente corto. En ese refrito anarco capitalista aparece la idea de libertad absoluta y de que la única soberanía por la que tiene sentido luchar es la individual. Los grandes cambios de la humanidad tuvieron consignas más abarcadoras y englobantes, un elemento más para pensar en la cercana fecha de vencimiento de las nuevas viejas modas.


En el desenfrenado impulso por modificar el significado de las categorías, la soberanía aparece como el elemento central del individuo, pero ya no está vinculada a la idea de Patria, tierra o comunidad sino a la de libertad individual. Al estar sostenida en esta particularidad, es una soberanía de individuos aislados, que llegan a considerar que las reuniones familiares son una pérdida de tiempo. La soberanía además de en el individuo radica en la propiedad, centro inalienable e indiscutible por el anarco capitalismo.


Esta quimera de libertad ya había sido enfrentada y denunciada por San Agustín de Hipona en su discusión con el monje Pelagio durante el siglo IV, debate doctrinal sin precedentes desde la época de los apóstoles. El célebre filósofo de Hipona sostenía que los humanos no eran más que frágiles criaturas incapaces de dominar sus apetitos e inclinaciones. Invocaba a mediaciones celestiales, pero también comunitarias. Ya para San Agustín el individuo aislado no existía como tampoco la libertad absoluta.  En la quimera y la ilusoria pretensión de la libertad exacerbada, ubicaba a sus interlocutores como sujetos ajenos a los principios de realidad básicos de las comunidades modernas. Aparecen así como grotescos disruptivos, desde una lectura simple, se los podía señalar como personas con problemas de salud mental. Sin embargo, y si hacemos el esfuerzo por comprender temporal y espacialmente nuestros problemas y analizarnos como una comunidad atravesada por una revolución inconclusa que deambuló entre los siglos XIX, XX, XXI entre la semicolonialidad y la esperanza de abandonar este lugar, sólo así, podemos decir que un interlocutor que ocupa un lugar de poder central en la política doméstica y que es la cara visible de las relaciones internacionales puede aparecer en estos ámbitos de poder de decisión como un arlequín de los centros de poder mundial, que históricamente necesitaron de una superestructura cultural que justifique los designios del liberalismo o el anarco capitalismo.


La necesidad de una comunidad organizada en el siglo XXI


La individualidad que propone el liberalismo es corta de alcance, de lo que los teóricos que fusionan ciencias sociales con psicoanálisis mencionan como un goce efímero. Sin embargo, profundizando ese corto alcance, el liberalismo diluido que llega a las semicolonias corresponde a un pensamiento estratégico diseñado por los imperios que se expresa en la división internacional del trabajo y que cuenta con las alianzas políticas y económicas de las oligarquías locales. De ahí observamos que muchas de las famosas modificaciones estructurales provienen de momentos históricos donde el liberalismo fue hegemónico en la conducción política nacional. Estas modificaciones se expresan como estratégicas porque carecen de fecha de vencimiento y aparecen como eternas, pero detrás de ellas se esconde el pensamiento estratégico que impone a nuestro país la condición semicolonial. Es decir, el pensamiento estratégico en el liberalismo trae como consecuencia la dependencia. ¿Es posible revertir las condiciones de dependencia? Sí, pero con una mirada estratégica y creativa. 


La estrategia de un proyecto también se desprende de la filosofía propuesta, hace unos párrafos desarrollamos el pensamiento del iluminismo. A continuación, será interesante describir una filosofía opuesta, vinculada a otra matriz, nos vamos a parar en la vereda de la comunidad organizada.


En primer lugar, desde esta perspectiva es necesario definir a la filosofía. En nuestro país el primer grupo que se lanzó a la tarea de reflexionar acerca de una filosofía nacional fue la Generación del 37, claro está que con sus contradicciones. Era necesario pensar la comunidad, reflexionar más allá de la espada. Cuando una comunidad se plantea reflexionar acerca de sí misma es consciente espacio-temporalmente de sus debilidades y fortalezas. En términos generales la única filosofía posible es la que contempla al pueblo en sus formulaciones y preocupaciones y de esto da cuenta la filosofía de la comunidad organizada. Es que el contexto de formulación de esta filosofía tiene que ver precisamente con una alternativa teórica en un escenario de enfrentamiento de dos grandes bloques que conducían inevitablemente a un conflicto bélico sin precedentes.


Así es que el nacimiento de la filosofía de la comunidad organizada se debe a una coyuntura determinada, a una aspiración de época, a un estudio pormenorizado y a una lectura del mundo que apunta sobre todo a comprender las necesidades de la comunidad. En las semicolonias estas lecturas suelen darse en momentos bisagra, donde no hay margen para el error. La necesidad de repensar filosóficamente la comunidad se da en momentos de tensión, de angustia y goza de un gran sentido de la creatividad.


Como toda experiencia humana la comunidad organizada debe crear sus propias instituciones y fortalecer otras que la preceden. Esta creación depende abiertamente del lugar que ocupa el hombre y del reconocimiento de sus necesidades. Por tal motivo, podemos afirmar que todo proyecto que irrumpe con la inercia de la dominación crea sus propias instituciones, modifica significados y otorga otra centralidad, por ejemplo, la institución de la propiedad o del trabajo. 


Así reconceptualiza instituciones, discute significados, como por ejemplo la idea de libertad, centro de la discusión de este artículo, o la idea de igualdad ante los hombres puede estar modificada, ésta toma un significado para el marxismo eurocéntrico pero también lo puede tomar para el liberalismo. El mismo concepto de Estado, elemento central en las discusiones de teoría política, puede estar sujeto a revaluaciones en momentos de cambio. La filosofía de la Comunidad organizada propone, con una interpretación audaz y novedosa, saltar la discusión ramplona que impulsaban el liberalismo y el marxismo eurocéntrico. El primero tiende a la abolición o a la reducción mínima de sus funciones, mientras que para el segundo aparece como una maquinaria abrumadora que interviene en todas las decisiones de la comunidad.


En la discusión acerca de los conceptos, la filosofía de la comunidad organizada propone completar la idea de igualdad pero no porque no la contemple. Nadie puede olvidar la frase “Para que reinen en el pueblo el amor y la igualdad” a través del concepto de justicialismo, frase basada en la recuperación de un nuevo humanismo, parte de una tradición histórica inserta en la comunidad y un lugar de origen establecido que permiten un diálogo multigénico de más de cinco siglos de historia.


Este humanismo da cuenta de una perspectiva realista a la hora de comprender al hombre, interpretándolo en sus deseos pero sobre todo en comunidad. Así, en la nueva filosofía, hace su ingreso el elemento cristiano. La igualdad ya deja ser instrumental al estilo del liberalismo para pasar a tener un componente cristiano que desemboca en la idea de justicialismo. Esta última se cubre en un sistema o conjunto de ideas que es la Doctrina, que no es más que una hoja de ruta para mantener la unidad nacional en un país sujeto durante siglos a vivir en una profunda balcanización.


El liberalismo fue un elemento centrífugo de voluntades y se encargó de quebrar asociaciones y vínculos. La Doctrina por el contrario, como programa para la unidad nacional buscó la eliminación de las diferencias a través de la recuperación del hombre y la justicia social. 


¿Pero qué lugar ocupa el hombre en esta filosofía?


La idea de hombre dentro de este proyecto filosófico no nace de un repollo, sino que encuentra una tradición anclada en Aristóteles en la cual, según los griegos, el hombre es social por naturaleza. De ahí que en la filosofía peronista el hombre sólo pueda realizarse en relación con los demás, debido al vínculo solidario que alberga la comunidad. En este sentido observamos nuevamente cómo entre el mundo helénico, padre de la filosofía, y la reinterpretación filosófica del peronismo cabalga, a mitad de camino, la filosofía cristiana de la solidaridad. De ahí el lugar que ocupa en la filosofía peronista el legado de Santo Tomás de Aquino, por ejemplo. Es posible identificar esta influencia en la idea de propiedad sin embargo si bien concibe a esta última de forma personal, su uso no es exclusivo de los más poderosos. 


En la filosofía peronista el hombre es el principal fin de la naturaleza. Lo interesante de esta filosofía es que le resta individualidad a la naturaleza invitándola desde una perspectiva moral a integrar a todos los hombres. Esta discusión la podríamos ubicar al final de la Segunda Guerra Mundial, ¿de qué sirve tener desarrollo nuclear, pensar en una carrera espacial si el hombre no puede cubrir sus necesidades básicas? Algo similar podríamos pensar en la actualidad respecto del desarrollo de nuevas tecnologías, a la inteligencia artificial, mientras más del 60% de nuestros compatriotas vive bajo la línea de pobreza.

 

Así es como el hombre, en esta filosofía, aparece como un intento de armonía entre la personalidad y la comunidad; una manera de escapar de la trampa del liberalismo individualista y del comunismo colectivista. Esta nueva filosofía concilia el interés privado con el interés común sosteniendo un equilibrio entre la materia y el espíritu.


Reflexiones finales y actualidad.


La filosofía peronista intentó saltar discusiones antagónicas ofreciendo un nuevo paradigma civilizatorio. Con el tiempo se confundió actualización con olvido y de a poco la filosofía peronista fue perdiendo fuerza al interior del movimiento nacional, el cual dejó de ser movimiento y también nacional. Producto del beneficio personal prevalecieron lógicas más cercanas al individualismo y al hedonismo exacerbado, en las que el pronombre individual enterró el nosotros de la discusión política.


Observemos la aparición de un discurso autorreferencial que reste valor de agencia al “otro” e hizo que la comunidad se viera desprotegida, es decir, que cuestiones elementales como la seguridad o el trabajo (elementos repensados en la filosofía peronista) fueron reemplazados por demandas de quinta generación. El hombre o la comunidad organizada se sintieron huérfanos de referencias discursivas, de conducciones claras. Los bastones de mariscal se multiplicaron y prácticamente se pusieron a la venta en un local de baratijas chinas.


 Así la ideología reemplazó a la filosofía y sumergió a la comunidad en discusiones estériles que agotaron a sus integrantes, complejizaron realidades, alteraron prioridades y hasta lograron poner en discusión la idea de familia. Todo esto tuvo un costo que se paga en la actualidad, que fue el fracaso de cierta orientación englobada en grandes términos como el progresismo. Nadie niega elementos democráticos que contiene el mismo, sino más bien que lo que se le endilga es su elemento ideologizante que altera prioridades, confunde esfuerzos y centralidades, en lugar de insistir con cambios estructurales como la eliminación de la Ley de entidades financieras o de inversiones extranjeras, no utilizar momentos de capital político para revertir decisiones que dañaron la soberanía desde 1976 a esta parte. 


Sin embargo, en ese espiral histórico que atraviesa la dinámica argentina y sudamericana, en ese curso y recurso de sucesos, siempre el futuro puede albergar esperanzas porque el liberalismo reinante no tiene nada de novedoso ya que no es más que una reedición de la fábula semicolonial de entrega y saqueo que nuestra nación tuvo en otro momento histórico.


El desconcierto en tiempos de liberalismo cipayo se hizo presente en nuestra historia a lo largo del tiempo. La falta de identificación de prioridades acerca de nuestra intelectualidad o cierta clase política tampoco es novedosa. La omisión acerca de la naturaleza real de nuestros problemas no tiene nada de nuevo ni tampoco la negación por discutir la dependencia. Es llamativo cómo en ningún discurso de las celebridades intelectuales aparece la cuestión de la soberanía económica. ¿Y si buscamos una respuesta a la confusión en recetas comunitarias que funcionaron en momentos de saqueo?


Es que la filosofía de la comunidad organizada tuvo un gran éxito que es haberse sentido convocada por la historia, saberse en un momento bisagra, al filo de una etapa. Asumir la responsabilidad en un momento de incertidumbre es valentía, atravesar discusiones, acumular experiencias, sentirse deudora de tradiciones, pero a la vez incorporarlas a otros círculos. Romper la inercia de la posibilidad, de la maldita correlación de fuerzas. La filosofía de la comunidad organizada es valentía, creación y sensibilidad comunitaria.


* Lic. en Sociología. Periodista. Maestrado en Historia

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