La protección del medio ambiente y la lucha contra el calentamiento global, es hoy en día una de las causas más defendidas y promovidas desde los foros y organizaciones internacionales. Más que la lucha contra el hambre o y más que la promoción de la paz mundial, ésta es la cruzada de cabecera escogida por los promotores de consensos globales.
Sin embargo, muchas veces es necesario desconfiar de toda causa que sea promocionada desde los grandes centros de poder mundial, pues toda causa por noble que sea puede ser utilizada por ellos como instrumento para el logro de sus propios intereses.
La causa ambientalista no es nueva y ha visto distintas encarnaciones desde su origen como inquietud de escala mundial hacia fines de los 60 y principios de los 70.
Empezó con la preocupación por la sobrepoblación mundial en los 70, abarcó la temática del efecto invernadero y el agujero en la capa de ozono en los 80, la deforestación y el reciclaje en los 90 y si bien hubo una pausa en la cuestión ambiental a partir de 2001, cuando la guerra antiterrorista tomó el protagonismo de la agenda mundial durante una década, en el presente se retomó la agenda, siendo el calentamiento global asunto del día.
El ambientalismo actual, acabó por estructurarse como una pseudo religión antihumana, en donde la naturaleza en sí misma es el bien y el ser humano y sus actividades son demonizados. La industrialización es en este esquema un pecado que acabará por provocar el fin del mundo mediante distintas catástrofes naturales, una especie de apocalipsis autoprovocado. Lo moralmente correcto sería, según nos dicen, reducir toda actividad industrial, el consumo y dejar de reproducirnos. Políticos de todo el mundo, declaman este mismo dogma a pesar de que cada uno de ellos consume más que cualquier familia del tercer mundo y de que asisten a cumbres climáticas en vuelos privados que contaminan varias veces lo que un vuelo comercial.
La línea de acción propuesta desde estas cumbres climáticas, consiste en reducir el impacto del accionar humano sobre el ambiente, ante todo la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera producido por la actividad industrial en general. El problema radica en que los países hoy prósperos lo son porque desarrollaron su industria y porque explotaron sus recursos. Tal como se plantea desde el consenso internacional, pareciera ser que la protección del medio ambiente requiriese a gran cantidad de países sacrificar su desarrollo o sacrificar a la humanidad. Sin embargo, sabemos que esto no es así. No se trata de ambientalismo contra anti ambientalismo, tampoco de ecosistema contra desarrollo, ni como lamentablemente muchas veces se plantea, humanos contra naturaleza. Siempre es soberanía contra la anti-soberanía.
No debemos dejarnos confundir. Esta directiva de control poblacional y prohibición del uso de los recursos a los países menos desarrollados no es un efecto colateral de las buenas intenciones de algunos intelectuales primermundistas. Es un plan diseñado desde el departamento de estado de Estados Unidos en la década del 70 y constituye una política de estado desde entonces.
La problemática acerca de la sobrepoblación y el acceso a los recursos ya estaba presente en los ámbitos académicos norteamericanos desde mediados de la década del 60, pero no pasaba de ser una preocupación académica. Recién se constituyó en una preocupación geopolítica para los EE. UU. con la crisis del petróleo de 1973. En aquel año y por decisión de la OPEP contra el apoyo norteamericano a Israel durante la guerra de Yom Kippur en pocos meses el precio del barril de petróleo se cuadruplicó pasando de los 3 a los 12 dólares por barril y si bien el conflicto con los estados árabes pudo negociarse en 1974, las consecuencias de la crisis siguieron durante toda la década del 70 y los precios del barril de petróleo jamás volvieron a ser tan bajos como antes.
Este problema de utilización y encarecimiento de los recursos estratégicos fue lo que llevó al Departamento de estado de Estados Unidos, liderado por Henry Kissinger a elaborar un informe al respecto, para poder contar con una estrategia ante situaciones similares en el futuro o incluso prevenirlas. El resultado fue el MSSN 200 o “Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200: Implicaciones del Crecimiento de la Población Mundial para la Seguridad de EE.UU. e intereses de ultramar”, que hoy conocemos como el informe Kissinger.
El informe consiste en un extenso análisis de la situación y tendencias demográficas mundiales. Allí Kissinger identificó el crecimiento de la población de los países menos desarrollados como "un asunto de máxima importancia", alegando que tal situación ponía en peligro el acceso a minerales y a otras materias primas que Estados Unidos necesitaba, constituyendo una amenaza para su seguridad económica y política. La creciente población también acarrearía un aumento en la conflictividad social mundial y un “clima adverso para los negocios”, asuntos considerados de seguridad nacional para Estados Unidos1.
La solución propuesta por Kissinger ante esta supuesta amenaza fue planificar un "extenso control de la población”, mediante la promoción a escala mundial del control de la natalidad. Se buscaba reducir la población de los países ricos en recursos a fin de que Estados Unidos pudiera explotar esos recursos, sin tener que competir con una demanda local de los mismos, al tiempo que se “reduce la conflictividad mundial”. Copias del informe fueron distribuidas a los distintos organismos implicados en la implementación de sus propuestas, como ser la Secretaría de Defensa, la de Agricultura, la Agencia para el Desarrollo Internacional y la CIA. Los postulados del informe Kissinger son política de estado desde 1975.
Esta política aún sigue siendo aplicada más que nada en forma de condicionamientos a la "ayuda" internacional de Estados Unidos articulada principalmente por el Banco Mundial, ONGS u otras agencias de distinto tipo2. El recibir esta ayuda económica o asesoramiento técnico por parte de estados unidos en cualquier materia está siempre supeditado a que el país receptor esté dispuesto a, entre otras cosas, promover medidas de control de la natalidad, sobre todo si se están tratando temas como la lucha contra el hambre, la pobreza o la protección del medio ambiente.
Incluso luego de la caída de la Unión Soviética, principal rival a la supremacía norteamericana en el mundo, esta estrategia continúa vigente y ya no sólo por parte de Estados Unidos, sino que el resto de sus más cercanos aliados han optado por una estrategia similar. La intención es siempre evitar que los países del llamado “sur global” hagan uso de sus recursos, a menos claro, que haya una empresa transnacional de por medio.
Y si bien el control de la natalidad en pos del cuidado del ambiente fue una de principales premisas a través de las cuales se articularon estas políticas, también la prohibición del uso del recurso por la propia preservación de la naturaleza es muy utilizada. Se nos quiere hacer creer que no estamos capacitados para disponer de lo propio sin asesoramiento externo.
Este tipo de accionar pudimos verlo de cerca en nuestra propia región durante la presidencia de Jair Bolsonaro en Brasil. Recordemos que dentro del territorio brasileño se encuentra la más extensa porción de la selva amazónica, el mayor reservorio mundial de especies animales y vegetales en el mundo, zona rica en recursos minerales, forestales y agrícolas. El plan del presidente era dar rienda suelta a la explotación de estos recursos.
Su accionar fue criticable por varios motivos, principalmente por el hecho de priorizar el enriquecimiento de empresas transnacionales y de la oligarquía local por encima del bienestar del general de los brasileños, que depende de una ordenada explotación del recurso para su seguridad alimentaria y para no padecer inundaciones por efecto de la deforestación.
Pero la crítica internacional no se centró en el bienestar de los brasileños ni en articular zonas para preservar especies en peligro, sino en atacar a la propia soberanía brasileña. Surgió Emmanuel Macron como adalid de la defensa del medio ambiente, utilizando como excusa la existencia de un enclave colonial como es la Guayana francesa a fin de calificar a Francia como país amazónico y por tanto con derecho a pronunciarse en estas cuestiones.
Al final de la reunión de países del G7 en agosto de 2019 sugirió darle a la amazonia un estatus internacional, lo cual permitiría activar el accionar internacional en caso de que “un estado soberano tomase obvias y concretas medidas que claramente estuviesen en contra del interés del planeta”
Surgieron artículos sugiriendo que Brasil no debía tener potestad sobre la selva amazónica, sino una organización transnacional con expertos de varios países, lo cual significa de países ricos. Un artículo de Foreign Policy Magazine llegó a sugerir un escenario futuro en el cual Brasil podría ser amenazado con intervenciones militares o bloqueos económicos si no se disponía a obedecer las directivas internacionales de preservación de la amazonia.3
La internacionalización de la amazonia, propuesta que podrá parecer un invento actual, ha sido veladamente propuesta desde hace décadas por los países centrales y ante ella las fuerzas armadas del Brasil siempre estuvieron alerta. El uso del discurso ambientalista como arma contra la soberanía de los pueblos se vio muy patente en aquel momento. Pero la potestad de un país sobre sus recursos no puede ser puesta en duda ni perder validez porque no nos guste su gobierno de turno. Lo que puede reprochársele a Bolsonaro no es la defensa de la soberanía brasileña sobre su propio territorio sino su entusiasmo por entregar esos mismos recursos a una minoría que se enriquecerá en el corto plazo mientras que a largo plazo se producen daños que afectarán a la mayoría de los brasileños.
Una cuestión más cercana a nuestra causa nacional, y que toca de lleno nuestros intereses geoestratégicos, es la creación de zonas marítimas protegidas en territorio del Mar argentino. Algo que parece a simple vista una causa noble, pero que encubre el plan de proteger los recursos pesqueros que desde nuestras islas Malvinas los usurpadores ingleses utilizan para otorgar licencias de pesca a embarcaciones de otros países y que actualmente son uno de los principales sostenes económicos de la ocupación británica en nuestras islas.
El proyecto de ley Área Protegida Marítima (AMP) agujero azul, que ya cuenta con media sanción en nuestra cámara de diputados es parte de ese plan. El proyecto presentado fue íntegramente elaborado por la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre, WCS por sus siglas en inglés, una ONG internacional cuyos intereses claramente no son los del país.
Cesar Lerena, Presidente del Centro de Estudios para la Pesca Latinoamericana, denunció que “La Fundación WCS cuenta con el apoyo de Oceans 5; organización que, sus primeras subvenciones apoyaron el trabajo en los territorios de ultramar del Reino Unido, la Antártida, el Ártico y varias grandes Zonas Económicas Exclusivas (ZEE), entre ellas, la de Estados Unidos (sic) incluyendo entre sus socios y miembros a trece fundaciones de los Estados Unidos, el Reino Unido y los Países Bajos, y esto, que podría pasarse por alto, adquiere suma importancia, ya que la citada “Área Marina Protegida” completaría el “blue belt” (cinturón azul) que, ya en 2017, los ingleses anunciaron que rodearían a Malvinas -entre otros territorios de ultramar- asegurándose el control y la explotación de los recursos pesqueros”4. La ONG es incluso propietaria de dos islas en Malvinas, la Grand Jason y Steeple Jason, que fueron donadas en 2001 por su propietario británico.
Resulta de una gravedad inusitada que esta terrible maniobra en contra de nuestra soberanía se le pasara por alto a toda nuestra clase dirigente.
Perón murió seis meses antes de la presentación del informe Kissinger, puntapié inicial de estas estrategias de dominación disfrazadas de buenas intenciones, pero no sin antes advertirnos, no sólo a los argentinos, sino a todos los habitantes del tercer mundo, del peligro al cual nos enfrentaríamos. Y no sólo vislumbró el problema, sino que lo puso en su verdadero eje y postuló su solución.
A pesar del carácter eminentemente nacional de la doctrina peronista, Perón en sus años de exilio comienza a insertar la problemática argentina en un contexto ya no sólo regional, sino mundial. No deja de notar la dirección hacia dónde se encaminaba el mundo y los retos a los que tendrían que enfrentarse los países no alineados.
Es en La hora de los pueblos, texto de 1968 en donde se retoman las ideas de un discurso de carácter reservado ante la Escuela superior de guerra, del 11 de noviembre de 1953, en donde señaló que lo más importante para todo pueblo es en primer lugar el alimento y en segundo lugar el contar con materias primas para su desarrollo industrial. También planteaba que la ventaja que tienen los países de Sudamérica por encima de los centros de poder mundial ya desarrollados, como pueden ser EEUU pero más que nada Europa, es el hecho de que tienen a su alcance gran cantidad recursos no explotados y que las tecnologías para hacer uso de estos recursos ya existen y no necesitan invertir décadas en descubrir cómo hacerlo. Esto quiere decir que, con la voluntad política necesaria, los países de tercer mundo podrían desarrollarse en menor tiempo de lo que les costó a las actuales potencias hacerlo.
Sin embargo, dice, esto plantea una amenaza que es obvia, y es que aquellos países poderosos que han agotado sus recursos, por las buenas o por las malas se aboquen a despojarnos de aquello que nos pertenece “cuando se ha carecido de alimentos o de elementos indispensables para la vida, como serían las materias primas y otros, se ha dispuesto de ellos quitándolos por las buenas o por las malas, vale decir, con habilidosas combinaciones o mediante la fuerza, quiere decir, en buen romance, que nosotros estamos amenazados a que un día los países superpoblados y superindustrializados, que no disponen de alimentos ni de materia prima, pero que tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos en demasía con relación a nuestra población y a nuestras necesidades”5. La estrategia propuesta por él contra esta amenaza, en el ámbito sudamericano consistió, como ya lo había hecho en su discurso de 1953, en alentar una verdadera unión regional entre nuestros países, para en conjunto proteger nuestros recursos ante cualquier avance extranjero “Es esa circunstancia la que ha inducido a nuestro gobierno a encarar de frente la posibilidad de una unión real y efectiva de nuestros países, para encarar una vida en común y para planear, también, una defensa en común”6.
Un par de años después, en su “Mensaje a los pueblos y gobiernos del mundo” de 1972, Perón amplía su mirada más allá de Hispanoamérica, hacia todos los pueblos del tercer mundo. Y cabe aclarar que cuando Perón se refería al tercer mundo, ello no implicaba, como sucede hoy, un término peyorativo para señalar a los países económicamente subdesarrollados sino que en aquel tiempo el termino hacía referencia a los países no alineados dentro del mundo bipolar durante la guerra fría, para distinguirlos del primer mundo, que consistía en aquellos países integrantes de la OTAN y del segundo mundo, aquellos incluidos en el pacto de Varsovia. Ser del tercer mundo era una elección política, que para Perón estaba en consonancia con la tercera posición postulada por el para la Argentina décadas antes.
En el texto Perón hace una encendida crítica de la desigualdad que se vive a nivel global entre países subdesarrollados y desarrollados a la vez que critica las sociedades de despilfarro que estos últimos han creado. Su enfoque, a diferencia del actual, no es antihumano, sino que pone al hombre como prioridad. Deja muy en claro que el consumismo desenfrenado por parte de los grandes centros de poder mundial es sostenido con los recursos de países que aún no alcanzaron su desarrollo. Explicando que cada país debe proteger y explotar sus recursos para alcanzar su propio desarrollo. Pero que la prioridad de cada país debe ser el lograr la justicia social, la libertad económica y la soberanía política. No es cuestión de explotar los propios recursos para enriquecer a unos pocos, ni de reproducir patrones de consumo insostenibles en el tiempo.
La parte final del texto va especialmente dirigida a los países del tercer mundo: “Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo, en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado. Ya no puede producirse un aumento en gran escala de la producción alimenticia del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las industrias correspondientes”7 y después de alentar la formación de regiones integradas para mejor defensa de los intereses de nuestros pueblos y de recordarnos que no debemos reproducir los esquemas de desarrollo que llevaron al caos global actual, finaliza enfatizando en la que debe ser la máxima prioridad para cada país del mundo “No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la conducción de sus destinos”8
La importancia brindada a la cuestión ambiental se vio también plasmada en el Modelo argentino para el proyecto nacional, testamento político donde Perón deja a los argentinos las directivas para reorganizar el país de modo de no caer bajo la dominación extranjera, ni material ni mentalmente. Aquí la problemática ecológica es encarada como prioritaria en el ámbito de las relaciones internacionales a la vez que se aborda en su dimensión espiritual, más que nada por considerar Perón a la crisis ambiental un reflejo de la crisis espiritual de nuestros tiempos “Las mal llamadas «sociedades de consumo» son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, porque el gasto produce lucro. Se despilfarra mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos y, entre éstos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención, se les asigna corta vida, porque la renovación produce utilidades”9, los países desarrollados no pueden ser considerados un ejemplo ni modelo a seguir, pues han creado un orden mundial insostenible, que lleva al hombre a su propia destrucción.
Perón veía en la defensa del medio ambiente una causa detrás de la cual todos los países del mundo y más que nada los del tercer mundo podían encolumnarse por ser un tema que los afectaba más que a nadie “cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen el gigantesco y multitudinario «tercer mundo», un riesgo mayor, que afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia, nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos que van más allá de lo estrictamente político, que superan las divisiones partidarias e ideológicas, y entran en la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza”10.
La concepción de Perón nos permite estar en guardia ante los ataques de la anti soberanía ataviada de buenas intenciones y nos brinda una estrategia contra planteos que intentan ubicar la cuestión fuera de su verdadero eje. El problema de la preservación, uso y administración de los recursos naturales es uno ante el cual debemos tomar una postura, y si no elegimos la postura de Perón, nos impondrán la de Kissinger.
* Licenciada en Historia. Delegada en Unión de Empleados de la Justicia de la Nación (UEJN)
Bibliografía.
-Memorando de Estudio de Seguridad Nacional 200: Implicaciones del Crecimiento de la Población Mundial para la Seguridad de EE.UU. e intereses de ultramar (National Security Study Memorandum 200: Implications of Worldwide Population Growth for U.S. Security and Overseas Interests), NSSM200', también conocido como Informe Kissinger, 10/12/74
-https://revistapuerto.com.ar/2022/08/ong-con-propiedades-en-malvinas-detras-de-la-amp-agujero-azul/ (16/8/22)
-Perón, Juan D., Modelo argentino para el proyecto nacional, CABA, editorial punto de encuentro, 2020.
- Perón, Juan D., La hora de los pueblos, 1968.
- Perón, Juan D, Mensaje a los pueblos y gobiernos del mundo, Madrid, 21 de febrero de 1972.
- Stephen M. Walt, Who Will safe the amazon (and how)?, Foreign Policy Magazine, Agosto 5, 2019.
1 National security memorándum NSSM 200, implications of worlwide population growth for U.S security and overseas interests, 10 dic. 1974. Pags.5-8.
2 Idem, pags 11-14.
3 Stephen M. Walt, Who Will sabe the amazon (and how)?, Foreign Policy Magazine, Agosto 5, 2019.
4 Lerena Cesar en ONG con propiedades en Malvinas detrás de la AMP Agujero Azul, revistapuerto.com.ar, 16 de agosto, 2022.
5 Perón, Juan D, La hora de los pueblos, Madrid, 1968, pag. 62.
6 Idem.
7 Perón, Juan D, Mensaje a los pueblos y gobiernos del mundo, Madrid 1972, pag 6.
8 Idem.
9 Perón, Juan D, Modelo argentino para el proyecto nacional, CABA, editorial punto de encuentro, 2020, pag 54.
10 Ibidem, pag.52