Desde CIPPEC proponemos un Plan Integral de Fortalecimiento
del Empleo Público estructurado en dos ejes: medidas que den forma a un régimen
integral de empleo público y condiciones para poder desplegarlo de manera
sostenible.
El empleo público en Argentina es un mundo complejo y
multidimensional de entre 3,4 millones y 3,9 millones de personas que integran
los tres niveles de gobierno. Como en todo universo complejo, analizar una
única arista o un dato aislado dificulta el ser fidedigno de la vastedad que
hace al sector. De cualquier modo, la experiencia comparada y la amplia
literatura especializada sí permiten partir de tres premisas clave a la hora de
intentar abordar el universo de empleo público.
En primer lugar, la probabilidad de realizar una gestión de
gobierno exitosa que logre cumplir sus objetivos aumenta con una administración
pública profesional. En segundo lugar, la noción de que la calidad de la
gestión pública depende en buena medida de la idoneidad, involucramiento e
integridad de las personas que la integran, tanto a nivel político-estratégico
como directivo y técnico-administrativo. Y, por último, la calidad del
desempeño del personal de la administración pública tiene una incidencia
favorable en la efectividad de la gestión pública y de las políticas a su
cargo.
Existen ausencias, deficiencias e ineficiencias en el
accionar estatal que complejizan el trazado de una ruta para una revalorización
y profesionalización de las personas en el ejercicio de la función pública.
Entre los factores que hacen a las capacidades estatales, la calidad de su
sistema de empleo público y el involucramiento de sus funcionarios y
funcionarias son condición necesaria para alcanzar mejores políticas públicas,
y recuperar así la confianza y legitimación social del Estado.
De acuerdo con datos del INDEC,
obtenidos a partir del Censo 2022, el empleo público representa el 8% de la
población total –que es, en definitiva, hacia la que se dirigen los esfuerzos
del quehacer estatal– y alcanza al 18,2% de la población ocupada (4° trimestre
de 2022). En la actualidad, las provincias y municipios ocupan cerca del 80%
del empleo público total, producto de los procesos de descentralización
administrativa de las décadas del 70 y 90, en servicios de salud, educación y
seguridad, sectores que ocupan más del 60% de los empleos.
La dotación de la Administración Pública Nacional central y
descentralizada, instituciones de la seguridad social y otros entes públicos,
en junio de 2022, alcanzaba los 398.660 agentes, entre personal civil (49,2%) y
uniformado (50,8%). Si se consideran los pagos a este personal, en 2021
representaban el 7,6% de las erogaciones del Sector Público Nacional (2,33% del
PIB). La mayoría de ese personal está ligado al desempeño directo –o en apoyo–
de funciones centrales y estratégicas relativas al diseño, implementación y
evaluación de políticas, regulaciones y control de, entre otros, concesiones y
servicios públicos: actividades críticas para el quehacer económico, social y
ambiental del país. Según el tipo de Administración, prestan servicios en la
Central (22%), Descentralizada (59,8%), Desconcentrada (11,5%) y otros entes
(6,9%). De ese total, sólo el 2,5% no estaba alcanzado por un convenio colectivo,
lo cual refleja que el derecho constitucional respectivo está siendo aplicado.
Esta combinación de dos órdenes laborales y dos regímenes de
negociación colectiva genera situaciones de diversidad y complejidad
agudizadas, además, por la existencia de numerosos regímenes escalafonarios y
de carrera con sus consecuentes escalas y valores salariales.
Si bien en los últimos 40 años se puede distinguir una
tendencia hacia la configuración de un servicio civil profesional a nivel
nacional –con base en la estabilidad y la carrera, el ingreso mediante
concursos y la igualdad en el acceso previsto constitucionalmente–a lo largo de
gestiones gubernamentales incluso de diferentes signos partidarios, aún existen
heterogeneidades –horizontales y verticales– que se combinan con rigideces,
debilidades funcionales, brechas generacionales y una proporción
considerablemente elevada de personal temporario. Una de las razones de ello
estriba en no haber logrado realizar esfuerzos suficientes y propicios para que
el sector sea impulsado definitivamente a través de un diálogo y consulta entre
todos los sectores políticos y socioeconómicos que aseguren legitimidad,
sustentabilidad y eficacia.
Para dar sostenibilidad a la reconfiguración de un servicio
civil adaptado al tiempo presente, desde CIPPEC proponemos un Plan Integral de
Fortalecimiento del Servicio Civil organizado en dos grandes ejes: I) completar
la mejora del andamiaje legal, reglamentario y convencional que encuadra al
empleo público nacional y los regímenes de escalafón, carrera y retribución del
personal como base para facilitar cambios sensibles en las prácticas y cultura
laboral acordes con una administración profesional y de calidad para el siglo
XXI; II) fortalecer las capacidades para una dirección coherente y efectiva del
servicio civil en un marco institucionalizado de consultas, acuerdos y
legitimación entre los actores sociales, políticos y económicos concernidos,
para dotar de mayor sustento y eficacia (Consejo Nacional del Empleo Público) a
políticas que son públicas y de construcción institucional de mediano plazo.
Dotar de mayor homogeneidad y simplicidad al universo de
regímenes laborales, escalafonarios, de carrera y retribución posibilitaría que
el ingreso y progreso fueran criterios generalizados resultantes de la
idoneidad, la capacitación permanente, la acreditación de desempeños laborales
efectivos, en igualdad de oportunidades y de trato justo, digno y decente. El
foco debe estar puesto en atraer y retener personal técnico y profesional de áreas
y/o especialidades críticas y estratégicas para el país, además de directivos
superiores e intermedios profesionalizados, evitando así la politización e
improvisación de áreas determinadas de la Administración. A su vez, se busca
mejorar los regímenes y procedimientos de contratación o provisión de servicios
personales para reducir la transitoriedad y precarización laboral, desalentar
clientelismos y erradicar injusticias laborales.
En paralelo, se propone desplegar un régimen de planeamiento
(cuanti y cualitativo) de dotaciones sustentables fiscalmente, que oriente el
ingreso de las personas llamadas a desempeñar ocupaciones críticas y un
recambio generacional oportuno con un sistema de información completa y
actualizada del personal. Sumado a eso, viabilizar una dirección efectiva y un
mayor control del sistema de empleo público mediante el sustancial
fortalecimiento técnico, profesional y político de los órganos rectores que
asisten al Poder Ejecutivo en la materia, así como de las unidades de jurisdicciones
ministeriales y entidades descentralizadas.
Y lo más trascendente es generar legitimidad,
sostenibilidad, perseverancia y estabilidad en estas políticas a mediano y
largo plazo por medio de una mayor apertura, transparencia y participación
pública, a través de la institucionalización de ámbitos de diálogo, consulta y
consensos entre actores políticos, sociales, empresariales, gremiales y
académicos. Si la Administración es pública por los recursos, acciones y
servicios que presta al país, las acciones en procura de su mayor efectividad
deberían ser cuestión y responsabilidad de todos y no sólo de un sector o
gobierno de turno. La propuesta de conformar un Consejo Nacional del Empleo
Público, así como la consulta, deliberación y tratamiento de las diversas
medidas legales y reglamentarias que se sugieren en el Plan Integral de
Fortalecimiento del Servicio Civil, desafían a todos los sectores a inaugurar
un nuevo estilo de convivencia democrática en este ámbito.