Los
calendarios electorales suelen reflejar grandes debates y discusiones al
interior de nuestras sociedades respecto a los tiempos vividos, experiencias
acumuladas, ilusiones frustradas, pero sobretodo, expectativas sobre los días
que están por venir. Cuando la emisión del voto suele definir un nuevo
Presidente o incluso liderazgos a nivel ejecutivo y futuras mayorías en el
Congreso, el ánimo parece exacerbarse hasta niveles en donde, más allá de la
importancia de variables a la que estamos acostumbrados a prestar atención como
la “macro” y “micro”, la inseguridad o los niveles de empleo; los ciudadanos
comienzan de alguna manera a presionar y demandar al sistema político con
cuestiones interesantes de analizar, excediendo el sentido común que acompaña
la definición de los temas formalizados en el debate presidencial.
Hemos estado viviendo en los últimos meses la
interpelación directa de gran parte de los argentinos al rol del estado, la
fragilidad de sus instituciones, la representatividad política de quienes
ejercen cargos públicos y la transparencia en los procesos de toma de decisión,
a partir de un revisionismo profundo y críticas encarnizadas como no estábamos
acostumbrados tal vez desde las tan recordadas elecciones del “voto bronca” previo
a la crisis de diciembre de 2001.
Dentro de los temas que tomaron
notoriedad pública en la agenda política y los posicionamientos formales de las
plataformas de las principales fuerzas y coaliciones a la hora de buscar
cautivar con sus modelos de país para los próximos cuatro años, pudimos
encontrar rápidamente “post PASO” a las políticas de Ciencia y Tecnología (CyT) como un reducto
simplificador de ello, sometiendo a la
carrera de investigación del CONICET a una parodia de debate, con el solo fin
de denigrar no solamente la función científica, sino el rol del Estado en la
promoción de la Ciencia y la Tecnología en general. De más está mencionar, que
el concepto CyT para un país en desarrollo como Argentina, con su historia en
la consolidación de un perfil productivo de áreas estratégicas y con las
dificultades para priorizar líneas de investigación, desarrollo e innovación
(I+D+i), representa mucho más que discutir los temas de estudio de personal
científico en un momento particular y desde una perspectiva individualista,
empero.
En dicha búsqueda de revitalizar y
reivindicar escenarios de construcción de políticas de CyT, consideramos
importante focalizar al “sector
nuclear argentino” como objeto de estudio, entendido éste como un “driver tecnológico”
en sí mismo, probablemente a ser repensado, aggiornado o también redefinido, si
lo concebimos como una herramienta de transformación de alto impacto para la
situación social argentina, con efectos directos e indirectos que repercuten
positivamente en diversos ámbitos de nuestra vida cotidiana. Así, pensar
conceptos como seguridad energética y descarbonización de la matriz eléctrica,
acceso a estudios de
diagnóstico nuclear y tratamientos de radioterapia, seguridad alimentaria o
servicios de integración tecnológica, encuentran a dicho sector como un sólido
estandarte desde donde poder vislumbrar un futuro alentador para la
planificación de políticas públicas, la integración de capitales
público-privado y la revalorización de recursos humanos nacionales altamente
calificados.
El
así denominado “sector nuclear”, busca aquí representar una construcción
analítica que no opera pragmáticamente como actor monolítico, racional y de
decisión unificada, sino que nos hace pensar en la urgencia de una estructura
de trabajo organizacional que “idealmente” pueda intentar coordinar
posicionamientos, conjugar intereses y dinamizar la toma de decisión, a partir
de la construcción de consensos y equilibrios reales, que cimente una
reconfiguración del sistema de actores en su conjunto para el aprovechamiento
de las inversiones ya efectuadas y aquéllas que resten por consolidarse en el
futuro inmediato.
Aquí
no hay dudas que introducimos un primer elemento de análisis específico cuando
pensamos desde lo colectivo al significante “Sector Nuclear Argentino”. La
historia de la energía nuclear en nuestro país se inicia formalmente en 1950
con la decisión política del gobierno de Juan D. Perón de crear la Comisión
Nacional de Energía Atómica (CNEA), luego del frustrado desarrollo de la fusión
nuclear anunciado a través del Proyecto Huemul de la mano del físico austríaco Ronald
Richter. Desde los albores de su desarrollo a nivel nacional, queda establecido
el rol clave para el desarrollo nacional y la expansión de su impacto dentro de
un modelo de inserción internacional al tener como objetivo el dominio de una
tecnología que expandiría el acceso a la energía a niveles que aún hoy se
encuentran en desarrollo, al tiempo que posicionaba a nuestro país en un grupo
seleccionado de países en cuanto a sus capacidades en CyT. Asimismo, ya desde
sus inicios se vislumbra su relevancia como sector promotor de infraestructura
para el desarrollo en diversos campos de las políticas públicas, al consolidar
una infraestructura tecnológica en la ciudad de San Carlos de Bariloche,
Provincia de Río Negro, que sería el puntal de un desarrollo nuclear sostenido
en el tiempo.
Desde allí, comenzaría a delinearse
un camino en la búsqueda de la acumulación de capacidades nucleares en I+D+i,
maximizando la autonomía en proyectos de largo plazo, la transferencia de
tecnología para consolidar desarrollo de empresas nacionales como proveedoras
de insumos y servicios críticos, la inserción internacional estratégica con una
política exterior pragmática y resultante de un equilibrio entre el
fortalecimiento de capacidades domésticas y los condicionantes de un sistema
dominado por potencias nucleares con dominio de armas de destrucción masiva
(ADM), e interés en transformar la matriz productiva del sector logrando la
venta de tecnología a países en desarrollo (a pesar de que finalmente se
extendería a países desarrollados como
Australia, Canadá o Países Bajos).
La historia que le sigue al
establecimiento de estos lineamientos y principios rectores de la política
nuclear en Argentina, arrojará inmediatamente elementos concretos para
establecer un ecosistema de innovación, definido como una evolución incremental
de interconexiones densas entre organismo públicos, empresas, regulaciones y
mecanismos de financiamiento para la economía real, con el objetivo de generar
competitividad en segmentos de alto valor agregado.[1]
La CNEA como “madre” de dicho Ecosistema en lo
referente a investigación básica y
aplicada, sumado al desarrollo tecnológico y medios de producción asociados
como soporte a la propia expansión de la actividad nuclear, dio lugar a la
creación de empresas estratégicas asociadas como INVAP S.E. en 1976 -Sociedad
entre la provincia de Río Negro y la CNEA-, con productos tecnológicos de punta
tanto para el desarrollo interno como así también pensando una inserción
comercial internacional sin precedentes a partir de los reactores de
investigación y posteriormente satélites y radares; las empresas Combustibles
Nucleares Argentino S.A. (CONUAR) y Fabricaciones de Aleaciones Especiales
(fusionadas mediante Decreto 121/19) como empresas mixtas de capital compartido
entre CNEA y el Grupo Pérez Companc, dedicadas a la fabricación de combustibles
nucleares para reactores de potencia y de investigación e insumos para
industria aeroespacial; DIOXITEK S.A., productora de dióxido de uranio, fuentes
selladas de cobalto 60 y comercializadora de radioisótopos en el exterior; o
incluso ENSI S.E., en sociedad con la provincia de Neuquén, para la operación
de la planta de producción de agua pesada más grande que existe en el mundo, y
servicios de ingeniería para diversos rubros como el hidrocarburífero.
Por otro lado, se debe mencionar
como se desprenden oportunamente de la estructura orgánica de la CNEA a partir
del Decreto 1540/94 y la Ley 24804 de la Actividad Nuclear, un organismo
independiente de regulación, Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) y la operadora
y constructora de Central nucleares de Potencia, Nucleoeléctrica Argentina S.A.
(NASA).
Los últimos párrafos si bien
describen sucintamente a los protagonistas de nuestra rica y valiosa historia
nuclear, contextualizan el proceso de maduración adquirido por la Argentina en
la promoción de las diversas aplicaciones de la tecnología nuclear y
jerarquizan el nivel de involucramiento de las instituciones y empresas que
diseñan, planifican y ejecutan las políticas públicas en la materia. Por otro
lado, nos permiten introducir algunos interrogantes clave del presente trabajo
buscando analizar no solo el futuro cercano y la posibilidad de supervivencia
de una actividad -que por momentos muestra indicadores de agotamiento y carencia
de fortalezas-, sino también exponer algunas acciones propositivas que
faciliten la articulación de variables claves, estando las mismas disociadas y
sin un eje articulador, en función de los lineamientos de acción que puedan
surgir individualmente de cada uno de los actores mencionados.
Tal vez sea
interesante plantear sobre este último punto, y en búsqueda de un análisis que
busque romper con la mirada que se tiene desde los trabajadores y trabajadoras
del sector, una lógica inversa de análisis para fortalecer la toma de decisión
venidera. Nos referimos particularmente a una tendencia e ímpetu post electoral
de altas expectativas y ansiedad desde quienes integramos las instituciones y
trabajamos en ellas, respecto a las ideas, convicciones, poder político o
capacidad de negociación que puedan traer consigo quienes vayan a detentar y
ejercer los cargos de mayor jerarquía en la futura toma de decisión y
“reperfilen” la orientación política para las distintas actividades a
planificar, particularmente aquí de las políticas de energía nuclear.
Quizás en el abrazo al mesianismo y
las expectativas volcadas sobre figuras salvadoras que puedan traer soluciones
y pensamientos alineados a principios rectores del manual de las buenas
prácticas de la política. Ello, en convergencia con la idealización de
cercanías o pertenencias al “círculo rojo” del Presidente de la Nación y
Superministros; la influencia para
mejorar partidas presupuestarias y adicionalmente las trayectorias personales
de formación profesional como entendimiento desde algunas ciencias particulares
percibidas como las indicadas para conocer el por qué y el cómo funcionan las
cosas, hacen que se simplifique en estos potenciales líderes la capacidad de entender las demandas que
nacen desde abajo y toman vida propia como imposiciones condicionantes a tener
que ser respondidas como parte de las garantías necesarias de institucionalidad
y gobernabilidad. Es aquí entonces donde comienzan nuestros problemas.
Las capacidades que ha ido adquiriendo el sector nuclear
a lo largo del tiempo y la posibilidad desde el relanzamiento del Plan Nuclear
de apalancar “Proyectos estratégicos”, indefectiblemente deben servir como
sostenes del entendimiento que estamos en presencia de proyectos e iniciativas
potenciales de evolución y maduración como políticas públicas capaces de
ofrecerle al propio Estado –entendidas ellas mismas como productos creados por
este último- soluciones y reaseguros que tanto está necesitando en estos
tiempos de búsqueda de sostenibilidad, autosuficiencia, innovación y
geopolítica asociada: Los personalismos, quedan sin excusas en un segundo
plano.[2]
Por esto mismo, existen suficientes
razones actualmente para que comprendamos que la validación de un prototipo de
reactor de generación nucleoeléctrica de diseño íntegramente nacional, la
finalización de instalaciones nucleares de primera clase mundial con servicios
asociados que robustecen capacidades propias y consolidan el perfil exportador
o la incorporación de equipamiento de punta para nuevos tratamientos y estudios
asociados al campo de la salud, son sin dudas el sostén necesario que el sector
nuclear puede ofrecerle al Estado Nacional. El mismo que necesita autoafirmarse
desde lugares donde otrora demostró capacidad para planificarse y posicionarse
estratégicamente dentro del sistema internacional al tiempo que generaba
impactos en la vida cotidiana de las demandas sociales domésticas.
Consecuentemente, hablamos de las conocidas “Políticas de Estado” que presentan
tendencias de perdurabilidad y trascienden a quienes gobiernan, trayendo
consigo mismo ideas tanto stato-quistas como transformadoras para nuestra
realidad nuclear, insertas al mismo tiempo en un contexto global de
incertidumbre.
Precisamente, a nivel mundial la
agenda de desarrollo se encuentra muy activa, especialmente a partir de la
agenda 2030 y sus 17 objetivos de Desarrollo Sostenible, conteniendo 169 metas
específicas en ellos[3]. Sin
embargo, países de nuestra región reclaman una agenda propia en este sentido,
siendo necesaria la adopción de un enfoque situado, que piense y considere los
factores estructurales que afectan a nuestro desarrollo desde la periferia, al
tiempo que los procesos de globalización y financiarización internacional
requieren una agenda de desarrollo pensada desde conceptos como integración y
mancomunidad, si queremos buscar alternativas de largo plazo y
multidimensionales, que acompañen un modelo de desarrollo con los elementos
necesarios de crédito, fuerza política, infraestructura y recursos necesarias.
El desarrollo nuclear argentino
encuentra en la complejidad de los condicionantes de dicho contexto
internacional una fuerte explicación a sus inicios, así como es claro encontrar
diferentes ejemplos donde la asociación entre el desarrollo nuclear y el modelo
de inserción internacional se encuentran fuertemente vinculados. Esto se debe a
la sensibilidad de algunas tecnologías vinculadas a lo nuclear en términos de
defensa y seguridad, pero principalmente debido al impacto que tienen en áreas
clave del desarrollo como energía, industria, salud y alimentación, por nombrar
sólo algunas de ellas. Sin embargo, luego de más de 70 años de historia nuclear
argentina, es común escuchar el reclamo por mayor apoyo de “la política” y sus
gobiernos al sector, cuando la
historia y las capacidades desarrolladas ameritan que lo nuclear sea un pilar
desde donde dotar de capacidades al Estado para afrontar los desafíos de
desarrollo y no pretender seguir siendo un elemento más de política pública
vulnerable a las fluctuaciones políticas y económicas de nuestro país y el
hemisferio.
La periferia en general y América
Latina en particular, encuentran en las restricciones externas, la inflación,
la imposibilidad de consolidar capacidades industriales diversificadas que
disminuyan la dependencia de la producción primaria y la industria
extractivista sin valor agregado, realidades que han quedado plasmadas desde la
consolidación misma del Estado nacional en sustitución de las autoridades
coloniales, pero que aún no ha podido consolidar un camino sostenido de
desarrollo autónomo, a pesar de contar con políticas sostenidas en el tiempo en
algunos ámbitos que permiten planificar en esa dirección. Nuevamente, el
desarrollo y devenir en nuestro sector nuclear es un claro ejemplo de ello.
De
esta manera, a partir de esta premisas rectoras del análisis expuesto, son los
proyectos CAREM-25; el Reactor Multipropósito RA10 e instalaciones asociadas y
el Centro Argentino de Protonterapia sólo algunos de los ejemplos concretos y
contundentes que podemos tomar dentro de un universo mucho más amplio, para
poder demostrar que quien deba pensar el futuro de la energía nuclear en
nuestro país, encuentre respuestas que simplifiquen el interrogante sobre “¿qué
hacer con lo nuclear?” o dónde concentrar esfuerzos para posicionar y
fortalecer a la energía nuclear?
Comencemos por el CAREM-25, proyecto
que consiste en el desarrollo y construcción de un prototipo de reactor
nucleoeléctrico de 32 MW de potencia bruta que podría satisfacer las
necesidades de una población de alrededor de 100.000 habitantes, o bien ser
empleado para múltiples propósitos: generación de energía para parques
industriales, suministro eléctrico de aglomeraciones urbanas aisladas de
sistemas interconectados, provisión de vapor de diversos usos industriales,
desalinización de agua de mar, calefacción o explotación hidrocarburífera y
minera en locaciones remotas. La agenda vinculada al cambio climático
predomina en las políticas públicas vinculadas al desarrollo a nivel mundial,
por lo que la energía nuclear cuenta con una ventana de oportunidad desde el
punto de vista tecnológico, similar a la que tuvo luego de la Crisis del
Petróleo en los ’70. No obstante, en las políticas de los organismos
multilaterales de crédito sigue predominando la renuencia a financiar proyectos
nucleares, por lo que se vuelve clave la capacidad nacional para el
financiamiento. De todas formas, la tecnología ha encontrado, a través de los
reactores pequeños, algunas respuestas que, al tiempo que simplifican y mejoran
las condiciones de seguridad, encuentran un impacto positivo en lo que hace a su
financiamiento, requiriendo menores montos de capital inicial.
Sus características
distintivas a nivel internacional con otros conceptos desarrollados por las grandes
potencia en términos de diseño relativos a los sistemas de seguridad pasivos o
la integración de todo el circuito primario, parte del circuito secundario y
los mecanismos de control en un solo recipiente de presión autopresurizado,
hacen de este reactor “primero en su tipo / First of a kind”[4], una
verdadera oportunidad para el país no solo en demostrar el funcionamiento de un
nuevo concepto que genera capacidades para el desarrollo de grandes proyectos
nucleares dentro de la CNEA, sus empresas asociadas y la industria privada
argentina (desarrollo de proveedores); sino también en repetir el éxito
obtenido con la exportación de reactores de investigación pensando en la
demanda internacional futura, ubicando así al país como un eventual referente
mundial de la nueva generación de reactores nucleares de potencia.
En
resumen, nos encontramos frente a la posible concreción de un Proyecto que
presente un avance integral de obra de aproximadamente 65% y frente a la
posibilidad de ratificar una firme decisión política que lleva invertidos más
de 600 millones de dólares provenientes de aportes directos del Estado Nacional
y con el respaldo en más de seis décadas de experiencia y desarrollo, ampliando
conocimientos y capacidades en el desarrollo de reactores nucleares de
potencia. Quedará para futuros responsables de la gestión del Proyecto en sus múltiples
niveles, examinar por ejemplo lo que aún no parece estar resuelto en torno al
suministro de combustible, al no tener la Argentina capacidades de extraer su
propio uranio natural de los yacimientos existentes con reservas probadas ni
tampoco enriquecer este insumo tal como lo requiere tecnológicamente el
concepto. Adicionalmente, se encuentra en estado incipiente su modelo comercial
y de negocio para poder acaparar un espacio significativo del mercado
internacional existente y con grandes expectativas de que nuestro país pueda
constituirse en un socio estratégico desde su condición de integrante del nuevo
“Sur Global” con la impronta de país en desarrollo, pero promotor y proveedor
de tecnologías e innovaciones concentradas en manos de las potencias centrales.
En segundo lugar, el Reactor RA-10
es un proyecto también bajo la órbita de la Comisión Nacional de Energía
Atómica (CNEA) y que consiste en el diseño, desarrollo, construcción y puesta
en marcha de un reactor nuclear de investigación multipropósito, el cual cuenta
con un grado de avance integral superior al 80%, estando emplazado dentro del
Centro Atómico Ezeiza en la Provincia de Buenos Aires. Sus principales razones
de ser son el incremento futuro de la producción comercial de radioisótopos
para el diagnóstico de enfermedades que sirvan a la satisfacción de las
necesidades de los mercados locales, regionales y en menor medida
internacionales, por medio del aumento de producción principalmente del
radioisótopo Mo-99; consolidar las capacidades nacionales relacionadas con la
producción de combustible nuclear e implementar facilidades para ensayos de
materiales orientados a estudios de daño por radiación y evaluación de
corrosión; ofrecer al sistema de CyT nuevas capacidades basadas en técnicas neutrónicas,
puestas al servicio de la biociencia, ciencia de los materiales, diseño de
fármacos, biotecnología y tecnología de la información; así como también la
producción de silicio dopado por transmutación neutrónica, materia prima de
altísima calidad para el desarrollo de aplicaciones electrónicas de avanzada o
producción de fuentes de iridio industrial para la evaluación de la integridad
y la calidad de construcciones y componentes de gran porte[5].
Este proyecto que tiene como
referencia inmediata al reactor de producción de radioisótopos OPAL, diseñado y
construido por INVAP con la colaboración y asistencia técnica de la CNEA para
Australia, luego de otras experiencias exitosas en países como Perú, Egipto o
Argelia y con el cual el país obtuvo un impactante reconocimiento mundial,
permitirá vislumbrar para los próximos años un posicionamiento de la Argentina
como actor clave en el sistema internacional y con un marcado perfil en la
provisión de insumos estratégicos para la ciencia médica y el desarrollo
científico e industrial nacional y regional.
Finalmente, el
Centro Argentino de Protonterapia (CeArP), se erige como el próximo gran
desafío para la consolidación de un modelo de gestión pensado desde el Estado
Nacional para garantizar el acceso de la población a los mejores servicios de
medicina nuclear y radioterapia. Comenzó su construcción hace más de 5 años
atrás en un predio puesto a disposición por la UBA, lindero con la Fundación
Centro de Diagnóstico Nuclear (FCDN) y frente al Instituto Roffo, constituye el
último vértice de un triángulo virtuoso para el establecimiento desde lo
asistencial, investigativo y formativo un polo oncológico de primer nivel a
través de estas instituciones. Así, el CeArP estará vinculado a un centro
oncológico de amplia trayectoria, de carácter público y de abordaje integral
del cáncer, y al primer Centro PET-CT con ciclotrón de producción propio de
radioisótopos del país, con las últimas tecnologías diagnósticas en medicina
nuclear y otras relacionadas[6].
Por otro lado, la colaboración con
el Hospital de Pediatría S.A.M.I.C. "Prof. Dr. Juan P. Garrahan",
otra institución de renombre internacional, y hospital de referencia en el
abordaje integral de la salud infantil y centro de referencia para la atención
de las patologías de alta complejidad infantil de todo el país, también
permitirá vincular las instalaciones desde un abordaje científico y clínico,
capaz de mostrar de manera directa el impacto de las aplicaciones de la
tecnología nuclear en el ámbito de la salud a la calidad de vida de un sector
de la sociedad, siempre con el Estado presente y sus recursos humanos asociados
desde una mirada de reivindicación de lo público y colectivo.
A partir de lo mencionado, podemos concluir que el desarrollo de las
capacidades nacionales en el sector nuclear ha permitido contar a nivel
nacional con una infraestructura desarrollada para la I+D+i en la materia, al
tiempo que los institutos de formación específicos se complementan con la
tradición universitaria en general de nuestro país, siendo líderes a nivel
regional. Sin embargo, aún
no hemos podido robustecer las capacidades de manera sostenible para lo que se
refiere a las condiciones laborales en el sector, con salarios competitivos
para garantizar la posibilidad de desarrollar en el país los proyectos en los
que se puedan aprovechar la inversión pública realizada en educación y
entrenamiento.
El sector nuclear se encuentra en un momento crítico en
términos de capacidades en materia de recursos humanos por varios motivos: Si
bien existen proyectos activos del Plan que demandan y aseguran inserción
rápida de recursos altamente calificados como ingenieros nucleares, químicos,
mecánicos, físicos, químicos, entre otros; los jóvenes profesionales que salen
al mercado laboral no encuentran en su mayoría incentivos en términos
salariales, condiciones de trabajo (presencialidad vis a vis virtualidad), modalidades de contratación incompatibles
con la posibilidad de autonomía para ofrecer servicios a terceros, desinterés
al ofrecimiento de carreras laborales (en este caso necesaria para un sector
que necesita actualización constante y consolidación de capacidades) como
reaseguro de estabilidad laboral.
Por otro lado, la experiencia
consolidada en materia de generación nucleoeléctrica, exportación de reactores
de investigación, desarrollo de una tecnología propia de producción de
radioisótopos y capacidades en el ciclo de combustible han logrado hitos de
relevancia para el desarrollo de la infraestructura nacional, pero aún no han
podido constituirse en elementos centrales para superar condiciones estructurales
del subdesarrollo a nivel regional. La expansión de esas capacidades a la
exportación de bienes y servicios requiere de capitales disponibles para
disponer de las garantías que requieren las licitaciones internacionales, así
como también ofrecer condiciones crediticias complementarias al atractivo
tecnológico para competir a nivel internacional. Las exportaciones de
ingeniería son un activo destacable en la capacidad exportadora de nuestro
país, con un considerable valor agregado que ha demostrado sin dudas permitir
sostener la estructura de algunas instituciones o empresas del sector. Por
ello, es necesario expandir esto a otros ámbitos para no solamente dotar al
sector de las condiciones necesarias para su sustentabilidad, sino también para
fortalecer al Estado en general y poder contribuir con recursos para la
reinversión en el área y protegerlo de las fluctuaciones político-económicas.
Si bien las experiencias recientes
en las asociaciones público-privadas no han sido necesariamente positivas en su
mayoría, pero la posibilidad de pensar una mayor interacción con el capital
privado, donde existan intereses de terceros en obtener ganancias de su
inversión en el sector, al tiempo que el Estado detente el control, con menor
presión sobre desembolsos de recursos para su viabilidad técnica financiera,
respetar tiempos de ejecución y re-orientar recursos a otras áreas estratégicas
que no pueden dejarse a merced del mercado, debería seguir presente, máxime
considerando casos exitosos en nuestro desarrollo nuclear y la perspectiva de
la competencia exportadora a nivel internacional. Asimismo, la optimización de
la articulación entre la Nucleoeléctrica Argentina, CNEA y las empresas del
sector debería conducir a un mejor aprovechamiento de los recursos generados y
existentes, así como también podrían incorporarse en la planificación los
recursos generados a partir de las unidades de vinculación tecnológica como factores contenidos en la planificación
integral del conglomerado científico-tecnológico nuclear. Más de 70 años de
historia nos ponen en un lugar madurativo a nivel político y tecnológico en que
el rol del desarrollo tecnológico nuclear nacional debe ubicarse a la altura de
las oportunidades que presentan Vaca Muerta, los recursos de litio y el
potencial minero y agroindustrial, en la constitución de los pilares de nuestra
agenda de desarrollo en este siglo XXI.
[1] Hurtado de Mendoza, Diego en
[2] De Dicco, R. – Deluchi, F. – Ferrer, J. “Argentina puesta a
critico. Resultados y desafíos. PLANETA (2015).
[3]
https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/
[4]
https://www-pub.iaea.org/MTCD/Publications/PDF/PUB1944_web.pdf
[5]
https://www.argentina.gob.ar/cnea/ra10/instalacion-unica-en-su-tipo
[6] https://www.argentina.gob.ar/cnea/centro-argentino-de-protonterapia