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02/04/99

 22/12/2023   1546

Los calendarios electorales suelen reflejar grandes debates y discusiones al interior de nuestras sociedades respecto a los tiempos vividos, experiencias acumuladas, ilusiones frustradas, pero sobretodo, expectativas sobre los días que están por venir. Cuando la emisión del voto suele definir un nuevo Presidente o incluso liderazgos a nivel ejecutivo y futuras mayorías en el Congreso, el ánimo parece exacerbarse hasta niveles en donde, más allá de la importancia de variables a la que estamos acostumbrados a prestar atención como la “macro” y “micro”, la inseguridad o los niveles de empleo; los ciudadanos comienzan de alguna manera a presionar y demandar al sistema político con cuestiones interesantes de analizar, excediendo el sentido común que acompaña la definición de los temas formalizados en el debate presidencial. 

 

            Hemos estado viviendo en los últimos meses la interpelación directa de gran parte de los argentinos al rol del estado, la fragilidad de sus instituciones, la representatividad política de quienes ejercen cargos públicos y la transparencia en los procesos de toma de decisión, a partir de un revisionismo profundo y críticas encarnizadas como no estábamos acostumbrados tal vez desde las tan recordadas elecciones del “voto bronca” previo a la crisis de diciembre de 2001. 

 

            Dentro de los temas que tomaron notoriedad pública en la agenda política y los posicionamientos formales de las plataformas de las principales fuerzas y coaliciones a la hora de buscar cautivar con sus modelos de país para los próximos cuatro años, pudimos encontrar rápidamente “post PASO” a las políticas  de Ciencia y Tecnología (CyT) como un reducto simplificador de ello,  sometiendo a la carrera de investigación del CONICET a una parodia de debate, con el solo fin de denigrar no solamente la función científica, sino el rol del Estado en la promoción de la Ciencia y la Tecnología en general. De más está mencionar, que el concepto CyT para un país en desarrollo como Argentina, con su historia en la consolidación de un perfil productivo de áreas estratégicas y con las dificultades para priorizar líneas de investigación, desarrollo e innovación (I+D+i), representa mucho más que discutir los temas de estudio de personal científico en un momento particular y desde una perspectiva individualista, empero. 

 

            En dicha búsqueda de revitalizar y reivindicar escenarios de construcción de políticas de CyT, consideramos importante focalizar al “sector nuclear argentino” como objeto de estudio, entendido éste como un “driver tecnológico” en sí mismo, probablemente a ser repensado, aggiornado o también redefinido, si lo concebimos como una herramienta de transformación de alto impacto para la situación social argentina, con efectos directos e indirectos que repercuten positivamente en diversos ámbitos de nuestra vida cotidiana. Así, pensar conceptos como seguridad energética y descarbonización de la matriz eléctrica, acceso a estudios de diagnóstico nuclear y tratamientos de radioterapia, seguridad alimentaria o servicios de integración tecnológica, encuentran a dicho sector como un sólido estandarte desde donde poder vislumbrar un futuro alentador para la planificación de políticas públicas, la integración de capitales público-privado y la revalorización de recursos humanos nacionales altamente calificados.

 

 

El así denominado “sector nuclear”, busca aquí representar una construcción analítica que no opera pragmáticamente como actor monolítico, racional y de decisión unificada, sino que nos hace pensar en la urgencia de una estructura de trabajo organizacional que “idealmente” pueda intentar coordinar posicionamientos, conjugar intereses y dinamizar la toma de decisión, a partir de la construcción de consensos y equilibrios reales, que cimente una reconfiguración del sistema de actores en su conjunto para el aprovechamiento de las inversiones ya efectuadas y aquéllas que resten por consolidarse en el futuro inmediato.

 

Aquí no hay dudas que introducimos un primer elemento de análisis específico cuando pensamos desde lo colectivo al significante “Sector Nuclear Argentino”. La historia de la energía nuclear en nuestro país se inicia formalmente en 1950 con la decisión política del gobierno de Juan D. Perón de crear la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), luego del frustrado desarrollo de la fusión nuclear anunciado a través del Proyecto Huemul de la mano del físico austríaco Ronald Richter. Desde los albores de su desarrollo a nivel nacional, queda establecido el rol clave para el desarrollo nacional y la expansión de su impacto dentro de un modelo de inserción internacional al tener como objetivo el dominio de una tecnología que expandiría el acceso a la energía a niveles que aún hoy se encuentran en desarrollo, al tiempo que posicionaba a nuestro país en un grupo seleccionado de países en cuanto a sus capacidades en CyT. Asimismo, ya desde sus inicios se vislumbra su relevancia como sector promotor de infraestructura para el desarrollo en diversos campos de las políticas públicas, al consolidar una infraestructura tecnológica en la ciudad de San Carlos de Bariloche, Provincia de Río Negro, que sería el puntal de un desarrollo nuclear sostenido en el tiempo.

 

            Desde allí, comenzaría a delinearse un camino en la búsqueda de la acumulación de capacidades nucleares en I+D+i, maximizando la autonomía en proyectos de largo plazo, la transferencia de tecnología para consolidar desarrollo de empresas nacionales como proveedoras de insumos y servicios críticos, la inserción internacional estratégica con una política exterior pragmática y resultante de un equilibrio entre el fortalecimiento de capacidades domésticas y los condicionantes de un sistema dominado por potencias nucleares con dominio de armas de destrucción masiva (ADM), e interés en transformar la matriz productiva del sector logrando la venta de tecnología a países en desarrollo (a pesar de que finalmente se extendería a países  desarrollados como Australia, Canadá o Países Bajos). 

 

            La historia que le sigue al establecimiento de estos lineamientos y principios rectores de la política nuclear en Argentina, arrojará inmediatamente elementos concretos para establecer un ecosistema de innovación, definido como una evolución incremental de interconexiones densas entre organismo públicos, empresas, regulaciones y mecanismos de financiamiento para la economía real, con el objetivo de generar competitividad en segmentos de alto valor agregado.[1]

 

La  CNEA como “madre” de dicho Ecosistema en lo referente a investigación básica  y aplicada, sumado al desarrollo tecnológico y medios de producción asociados como soporte a la propia expansión de la actividad nuclear, dio lugar a la creación de empresas estratégicas asociadas como INVAP S.E. en 1976 -Sociedad entre la provincia de Río Negro y la CNEA-, con productos tecnológicos de punta tanto para el desarrollo interno como así también pensando una inserción comercial internacional sin precedentes a partir de los reactores de investigación y posteriormente satélites y radares; las empresas Combustibles Nucleares Argentino S.A. (CONUAR) y Fabricaciones de Aleaciones Especiales (fusionadas mediante Decreto 121/19) como empresas mixtas de capital compartido entre CNEA y el Grupo Pérez Companc, dedicadas a la fabricación de combustibles nucleares para reactores de potencia y de investigación e insumos para industria aeroespacial; DIOXITEK S.A., productora de dióxido de uranio, fuentes selladas de cobalto 60 y comercializadora de radioisótopos en el exterior; o incluso ENSI S.E., en sociedad con la provincia de Neuquén, para la operación de la planta de producción de agua pesada más grande que existe en el mundo, y servicios de ingeniería para diversos rubros como el hidrocarburífero.

            Por otro lado, se debe mencionar como se desprenden oportunamente de la estructura orgánica de la CNEA a partir del Decreto 1540/94 y la Ley 24804 de la Actividad Nuclear, un organismo independiente de regulación, Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) y la operadora y constructora de Central nucleares de Potencia, Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA).

            Los últimos párrafos si bien describen sucintamente a los protagonistas de nuestra rica y valiosa historia nuclear, contextualizan el proceso de maduración adquirido por la Argentina en la promoción de las diversas aplicaciones de la tecnología nuclear y jerarquizan el nivel de involucramiento de las instituciones y empresas que diseñan, planifican y ejecutan las políticas públicas en la materia. Por otro lado, nos permiten introducir algunos interrogantes clave del presente trabajo buscando analizar no solo el futuro cercano y la posibilidad de supervivencia de una actividad -que por momentos muestra indicadores de agotamiento y carencia de fortalezas-, sino también exponer algunas acciones propositivas que faciliten la articulación de variables claves, estando las mismas disociadas y sin un eje articulador, en función de los lineamientos de acción que puedan surgir individualmente de cada uno de los actores mencionados.


           
Tal vez sea interesante plantear sobre este último punto, y en búsqueda de un análisis que busque romper con la mirada que se tiene desde los trabajadores y trabajadoras del sector, una lógica inversa de análisis para fortalecer la toma de decisión venidera. Nos referimos particularmente a una tendencia e ímpetu post electoral de altas expectativas y ansiedad desde quienes integramos las instituciones y trabajamos en ellas, respecto a las ideas, convicciones, poder político o capacidad de negociación que puedan traer consigo quienes vayan a detentar y ejercer los cargos de mayor jerarquía en la futura toma de decisión y “reperfilen” la orientación política para las distintas actividades a planificar, particularmente aquí de las políticas de energía nuclear.  

 

            Quizás en el abrazo al mesianismo y las expectativas volcadas sobre figuras salvadoras que puedan traer soluciones y pensamientos alineados a principios rectores del manual de las buenas prácticas de la política. Ello, en convergencia con la idealización de cercanías o pertenencias al “círculo rojo” del Presidente de la Nación y Superministros;  la influencia para mejorar partidas presupuestarias y adicionalmente las trayectorias personales de formación profesional como entendimiento desde algunas ciencias particulares percibidas como las indicadas para conocer el por qué y el cómo funcionan las cosas, hacen que se simplifique en estos potenciales líderes  la capacidad de entender las demandas que nacen desde abajo y toman vida propia como imposiciones condicionantes a tener que ser respondidas como parte de las garantías necesarias de institucionalidad y gobernabilidad. Es aquí entonces donde comienzan nuestros problemas. 

 

            Las capacidades que ha ido adquiriendo el sector nuclear a lo largo del tiempo y la posibilidad desde el relanzamiento del Plan Nuclear de apalancar “Proyectos estratégicos”, indefectiblemente deben servir como sostenes del entendimiento que estamos en presencia de proyectos e iniciativas potenciales de evolución y maduración como políticas públicas capaces de ofrecerle al propio Estado –entendidas ellas mismas como productos creados por este último- soluciones y reaseguros que tanto está necesitando en estos tiempos de búsqueda de sostenibilidad, autosuficiencia, innovación y geopolítica asociada: Los personalismos, quedan sin excusas en un segundo plano.[2]

 

            Por esto mismo, existen suficientes razones actualmente para que comprendamos que la validación de un prototipo de reactor de generación nucleoeléctrica de diseño íntegramente nacional, la finalización de instalaciones nucleares de primera clase mundial con servicios asociados que robustecen capacidades propias y consolidan el perfil exportador o la incorporación de equipamiento de punta para nuevos tratamientos y estudios asociados al campo de la salud, son sin dudas el sostén necesario que el sector nuclear puede ofrecerle al Estado Nacional. El mismo que necesita autoafirmarse desde lugares donde otrora demostró capacidad para planificarse y posicionarse estratégicamente dentro del sistema internacional al tiempo que generaba impactos en la vida cotidiana de las demandas sociales domésticas. Consecuentemente, hablamos de las conocidas “Políticas de Estado” que presentan tendencias de perdurabilidad y trascienden a quienes gobiernan, trayendo consigo mismo ideas tanto stato-quistas como transformadoras para nuestra realidad nuclear, insertas al mismo tiempo en un contexto global de incertidumbre. 

 

            Precisamente, a nivel mundial la agenda de desarrollo se encuentra muy activa, especialmente a partir de la agenda 2030 y sus 17 objetivos de Desarrollo Sostenible, conteniendo 169 metas específicas en ellos[3]. Sin embargo, países de nuestra región reclaman una agenda propia en este sentido, siendo necesaria la adopción de un enfoque situado, que piense y considere los factores estructurales que afectan a nuestro desarrollo desde la periferia, al tiempo que los procesos de globalización y financiarización internacional requieren una agenda de desarrollo pensada desde conceptos como integración y mancomunidad, si queremos buscar alternativas de largo plazo y multidimensionales, que acompañen un modelo de desarrollo con los elementos necesarios de crédito, fuerza política, infraestructura y recursos necesarias.

 

            El desarrollo nuclear argentino encuentra en la complejidad de los condicionantes de dicho contexto internacional una fuerte explicación a sus inicios, así como es claro encontrar diferentes ejemplos donde la asociación entre el desarrollo nuclear y el modelo de inserción internacional se encuentran fuertemente vinculados. Esto se debe a la sensibilidad de algunas tecnologías vinculadas a lo nuclear en términos de defensa y seguridad, pero principalmente debido al impacto que tienen en áreas clave del desarrollo como energía, industria, salud y alimentación, por nombrar sólo algunas de ellas. Sin embargo, luego de más de 70 años de historia nuclear argentina, es común escuchar el reclamo por mayor apoyo de “la política” y sus gobiernos al sector, cuando la historia y las capacidades desarrolladas ameritan que lo nuclear sea un pilar desde donde dotar de capacidades al Estado para afrontar los desafíos de desarrollo y no pretender seguir siendo un elemento más de política pública vulnerable a las fluctuaciones políticas y económicas de nuestro país y el hemisferio.

 

 

            La periferia en general y América Latina en particular, encuentran en las restricciones externas, la inflación, la imposibilidad de consolidar capacidades industriales diversificadas que disminuyan la dependencia de la producción primaria y la industria extractivista sin valor agregado, realidades que han quedado plasmadas desde la consolidación misma del Estado nacional en sustitución de las autoridades coloniales, pero que aún no ha podido consolidar un camino sostenido de desarrollo autónomo, a pesar de contar con políticas sostenidas en el tiempo en algunos ámbitos que permiten planificar en esa dirección. Nuevamente, el desarrollo y devenir en nuestro sector nuclear es un claro ejemplo de ello.

 

De esta manera, a partir de esta premisas rectoras del análisis expuesto, son los proyectos CAREM-25; el Reactor Multipropósito RA10 e instalaciones asociadas y el Centro Argentino de Protonterapia sólo algunos de los ejemplos concretos y contundentes que podemos tomar dentro de un universo mucho más amplio, para poder demostrar que quien deba pensar el futuro de la energía nuclear en nuestro país, encuentre respuestas que simplifiquen el interrogante sobre “¿qué hacer con lo nuclear?” o dónde concentrar esfuerzos para posicionar y fortalecer a la energía nuclear?  

 

            Comencemos por el CAREM-25, proyecto que consiste en el desarrollo y construcción de un prototipo de reactor nucleoeléctrico de 32 MW de potencia bruta que podría satisfacer las necesidades de una población de alrededor de 100.000 habitantes, o bien ser empleado para múltiples propósitos: generación de energía para parques industriales, suministro eléctrico de aglomeraciones urbanas aisladas de sistemas interconectados, provisión de vapor de diversos usos industriales, desalinización de agua de mar, calefacción o explotación hidrocarburífera y minera en locaciones remotas. La agenda vinculada al cambio climático predomina en las políticas públicas vinculadas al desarrollo a nivel mundial, por lo que la energía nuclear cuenta con una ventana de oportunidad desde el punto de vista tecnológico, similar a la que tuvo luego de la Crisis del Petróleo en los ’70. No obstante, en las políticas de los organismos multilaterales de crédito sigue predominando la renuencia a financiar proyectos nucleares, por lo que se vuelve clave la capacidad nacional para el financiamiento. De todas formas, la tecnología ha encontrado, a través de los reactores pequeños, algunas respuestas que, al tiempo que simplifican y mejoran las condiciones de seguridad, encuentran un impacto positivo en lo que hace a su financiamiento, requiriendo menores montos de capital inicial.

 

            Sus características distintivas a nivel internacional con otros conceptos desarrollados por las grandes potencia en términos de diseño relativos a los sistemas de seguridad pasivos o la integración de todo el circuito primario, parte del circuito secundario y los mecanismos de control en un solo recipiente de presión autopresurizado, hacen de este reactor “primero en su tipo / First of a kind”[4], una verdadera oportunidad para el país no solo en demostrar el funcionamiento de un nuevo concepto que genera capacidades para el desarrollo de grandes proyectos nucleares dentro de la CNEA, sus empresas asociadas y la industria privada argentina (desarrollo de proveedores); sino también en repetir el éxito obtenido con la exportación de reactores de investigación pensando en la demanda internacional futura, ubicando así al país como un eventual referente mundial de la nueva generación de reactores nucleares de potencia. 

 

En resumen, nos encontramos frente a la posible concreción de un Proyecto que presente un avance integral de obra de aproximadamente 65% y frente a la posibilidad de ratificar una firme decisión política que lleva invertidos más de 600 millones de dólares provenientes de aportes directos del Estado Nacional y con el respaldo en más de seis décadas de experiencia y desarrollo, ampliando conocimientos y capacidades en el desarrollo de reactores nucleares de potencia. Quedará para futuros responsables de la gestión del Proyecto en sus múltiples niveles, examinar por ejemplo lo que aún no parece estar resuelto en torno al suministro de combustible, al no tener la Argentina capacidades de extraer su propio uranio natural de los yacimientos existentes con reservas probadas ni tampoco enriquecer este insumo tal como lo requiere tecnológicamente el concepto. Adicionalmente, se encuentra en estado incipiente su modelo comercial y de negocio para poder acaparar un espacio significativo del mercado internacional existente y con grandes expectativas de que nuestro país pueda constituirse en un socio estratégico desde su condición de integrante del nuevo “Sur Global” con la impronta de país en desarrollo, pero promotor y proveedor de tecnologías e innovaciones concentradas en manos de las potencias centrales. 

 

            En segundo lugar, el Reactor RA-10 es un proyecto también bajo la órbita de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y que consiste en el diseño, desarrollo, construcción y puesta en marcha de un reactor nuclear de investigación multipropósito, el cual cuenta con un grado de avance integral superior al 80%, estando emplazado dentro del Centro Atómico Ezeiza en la Provincia de Buenos Aires. Sus principales razones de ser son el incremento futuro de  la producción comercial de radioisótopos para el diagnóstico de enfermedades que sirvan a la satisfacción de las necesidades de los mercados locales, regionales y en menor medida internacionales, por medio del aumento de producción principalmente del radioisótopo Mo-99; consolidar las capacidades nacionales relacionadas con la producción de combustible nuclear e implementar facilidades para ensayos de materiales orientados a estudios de daño por radiación y evaluación de corrosión; ofrecer al sistema de CyT nuevas capacidades basadas en técnicas neutrónicas, puestas al servicio de la biociencia, ciencia de los materiales, diseño de fármacos, biotecnología y tecnología de la información; así como también la producción de silicio dopado por transmutación neutrónica, materia prima de altísima calidad para el desarrollo de aplicaciones electrónicas de avanzada o producción de fuentes de iridio industrial para la evaluación de la integridad y la calidad de construcciones y componentes de gran porte[5]

 

            Este proyecto que tiene como referencia inmediata al reactor de producción de radioisótopos OPAL, diseñado y construido por INVAP con la colaboración y asistencia técnica de la CNEA para Australia, luego de otras experiencias exitosas en países como Perú, Egipto o Argelia y con el cual el país obtuvo un impactante reconocimiento mundial, permitirá vislumbrar para los próximos años un posicionamiento de la Argentina como actor clave en el sistema internacional y con un marcado perfil en la provisión de insumos estratégicos para la ciencia médica y el desarrollo científico e industrial nacional y regional.

 

            Finalmente, el Centro Argentino de Protonterapia (CeArP), se erige como el próximo gran desafío para la consolidación de un modelo de gestión pensado desde el Estado Nacional para garantizar el acceso de la población a los mejores servicios de medicina nuclear y radioterapia. Comenzó su construcción hace más de 5 años atrás en un predio puesto a disposición por la UBA, lindero con la Fundación Centro de Diagnóstico Nuclear (FCDN) y frente al Instituto Roffo, constituye el último vértice de un triángulo virtuoso para el establecimiento desde lo asistencial, investigativo y formativo un polo oncológico de primer nivel a través de estas instituciones. Así, el CeArP estará vinculado a un centro oncológico de amplia trayectoria, de carácter público y de abordaje integral del cáncer, y al primer Centro PET-CT con ciclotrón de producción propio de radioisótopos del país, con las últimas tecnologías diagnósticas en medicina nuclear y otras relacionadas[6].

 

            Por otro lado, la colaboración con el Hospital de Pediatría S.A.M.I.C. "Prof. Dr. Juan P. Garrahan", otra institución de renombre internacional, y hospital de referencia en el abordaje integral de la salud infantil y centro de referencia para la atención de las patologías de alta complejidad infantil de todo el país, también permitirá vincular las instalaciones desde un abordaje científico y clínico, capaz de mostrar de manera directa el impacto de las aplicaciones de la tecnología nuclear en el ámbito de la salud a la calidad de vida de un sector de la sociedad, siempre con el Estado presente y sus recursos humanos asociados desde una mirada de reivindicación de lo público y colectivo.

            A partir de lo mencionado, podemos concluir que el desarrollo de las capacidades nacionales en el sector nuclear ha permitido contar a nivel nacional con una infraestructura desarrollada para la I+D+i en la materia, al tiempo que los institutos de formación específicos se complementan con la tradición universitaria en general de nuestro país, siendo líderes a nivel regional. Sin embargo, aún no hemos podido robustecer las capacidades de manera sostenible para lo que se refiere a las condiciones laborales en el sector, con salarios competitivos para garantizar la posibilidad de desarrollar en el país los proyectos en los que se puedan aprovechar la inversión pública realizada en educación y entrenamiento.

El sector nuclear se encuentra en un momento crítico en términos de capacidades en materia de recursos humanos por varios motivos: Si bien existen proyectos activos del Plan que demandan y aseguran inserción rápida de recursos altamente calificados como ingenieros nucleares, químicos, mecánicos, físicos, químicos, entre otros; los jóvenes profesionales que salen al mercado laboral no encuentran en su mayoría incentivos en términos salariales, condiciones de trabajo (presencialidad vis a vis virtualidad), modalidades de contratación incompatibles con la posibilidad de autonomía para ofrecer servicios a terceros, desinterés al ofrecimiento de carreras laborales (en este caso necesaria para un sector que necesita actualización constante y consolidación de capacidades) como reaseguro de estabilidad laboral.

            Por otro lado, la experiencia consolidada en materia de generación nucleoeléctrica, exportación de reactores de investigación, desarrollo de una tecnología propia de producción de radioisótopos y capacidades en el ciclo de combustible han logrado hitos de relevancia para el desarrollo de la infraestructura nacional, pero aún no han podido constituirse en elementos centrales para superar condiciones estructurales del subdesarrollo a nivel regional. La expansión de esas capacidades a la exportación de bienes y servicios requiere de capitales disponibles para disponer de las garantías que requieren las licitaciones internacionales, así como también ofrecer condiciones crediticias complementarias al atractivo tecnológico para competir a nivel internacional. Las exportaciones de ingeniería son un activo destacable en la capacidad exportadora de nuestro país, con un considerable valor agregado que ha demostrado sin dudas permitir sostener la estructura de algunas instituciones o empresas del sector. Por ello, es necesario expandir esto a otros ámbitos para no solamente dotar al sector de las condiciones necesarias para su sustentabilidad, sino también para fortalecer al Estado en general y poder contribuir con recursos para la reinversión en el área y protegerlo de las fluctuaciones político-económicas.

            Si bien las experiencias recientes en las asociaciones público-privadas no han sido necesariamente positivas en su mayoría, pero la posibilidad de pensar una mayor interacción con el capital privado, donde existan intereses de terceros en obtener ganancias de su inversión en el sector, al tiempo que el Estado detente el control, con menor presión sobre desembolsos de recursos para su viabilidad técnica financiera, respetar tiempos de ejecución y re-orientar recursos a otras áreas estratégicas que no pueden dejarse a merced del mercado, debería seguir presente, máxime considerando casos exitosos en nuestro desarrollo nuclear y la perspectiva de la competencia exportadora a nivel internacional. Asimismo, la optimización de la articulación entre la Nucleoeléctrica Argentina, CNEA y las empresas del sector debería conducir a un mejor aprovechamiento de los recursos generados y existentes, así como también podrían incorporarse en la planificación los recursos generados a partir de las unidades de vinculación tecnológica como factores contenidos en la planificación integral del conglomerado científico-tecnológico nuclear. Más de 70 años de historia nos ponen en un lugar madurativo a nivel político y tecnológico en que el rol del desarrollo tecnológico nuclear nacional debe ubicarse a la altura de las oportunidades que presentan Vaca Muerta, los recursos de litio y el potencial minero y agroindustrial, en la constitución de los pilares de nuestra agenda de desarrollo en este siglo XXI.



[1] Hurtado de Mendoza, Diego en https://www.elcohetealaluna.com/entre-presiones-y-pendulos/

[2] De Dicco, R. – Deluchi, F. – Ferrer, J. “Argentina puesta a critico. Resultados y desafíos. PLANETA (2015).

[3] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/

[4] https://www-pub.iaea.org/MTCD/Publications/PDF/PUB1944_web.pdf

[5] https://www.argentina.gob.ar/cnea/ra10/instalacion-unica-en-su-tipo

[6] https://www.argentina.gob.ar/cnea/centro-argentino-de-protonterapia

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