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 31/10/2022   3056

Por Marta Novoa *

 

“Nuestra patria, más que en el pasado, está en el futuro y se teje más que de recuerdos, con la tela inconsútil de los sueños”

Arturo Jauretche

 

Estamos ante un momento bisagra de la historia de la humanidad que, como expresa el Papa Francisco en su encíclica “Fratelli Tutti”, debería transformarse en una oportunidad para repensar los estilos de vida, la organización de las sociedades y el sentido de nuestra existencia. El famoso “nuevo orden mundial “tendría que engendrar una sociedad nueva en la que todo el dolor sufrido no haya sido inútil y se pueda avanzar hacia formas de vida inclusivas en la que participen “todas las manos y todas las voces” pues “estamos todos en la misma barca y somos llamado a remar juntos”. (FRANCISCO, 2020). ¿Pero, cuán lejos estamos de este escenario ideal? ¿Quiénes son sus actores?

 

Globalización no es sinónimo de integración. Es cierto que gracias al avance de la tecnología y del mundo digital, tenemos un cosmos cada vez más interconectado, pero sin embargo, las brechas de desigualdad tienden a acrecentarse cada vez más, y el individualismo y las políticas neoliberales que abrazan muchas naciones desarrolladas están conduciendo hacia una desintegración económica, social y moral que trastoca nuestra vida cotidiana, profundizando las desigualdades, incrementando la pobreza y la exclusión: Continúan las guerras, el hambre, la falta de agua y de los servicios esenciales que hacen a la dignidad del ser humano, pero los grandes recursos siguen orientándose a salvaguardar los intereses de las corporaciones financieras internacionales y las grandes empresas multinacionales (DÁVILA, agosto 2020). Parece ser que la voz de los pueblos aún no se hace sentir.

Como expresa el autor mencionado ut supra, vivimos en un mundo multipolar donde sus principales actores y sus alianzas ocasionan cambios en los organismos multilaterales y plurilaterales, modificando la configuración de un sistema de relaciones internacionales a nivel global, sin encontrar un adecuado sistema de gobernanza. El G20 es hoy más trascendente en lo político comunicacional que la ONU.

 

En este contexto considero que la organización sindical debe asumir el rol de sujeto social y político, representante de la ciudadanía social, más que como mero representante concreto de los trabajadores/as en los lugares de producción. La acción sindical es también acción política y profundamente social. La integración organizacional sindical a escala supranacional, en especial en la región latinoamericana, es una oportunidad ineludible para alzar las voces coordinadas de defensa del trabajo como una dimensión irrenunciable de la vida social. Hay que partir del sindicato como ecualizador de las voces y la acción colectiva de los trabajadores, sean estos formales o sujetos laborales ampliados (donde ubico a los trabajadores de la economía popular, los de empresas recuperadas, los


1 Arturo Martín Jauretche fue un pensador, escritor y político argentino. Figura relevante de la Unión Cívica Radical y del peronismo a partir del llamado Día de la Lealtad en el 17 de octubre de 1945.

 

 

 

 

monotributistas sociales, etc) y del sindicalismo como sistema de relaciones colectivas en implicación con el poder económico y político. Esta raigambre sindical, tejida en años de lucha, desempeña una función política decisiva en la defensa e integración del trabajo como salida inclusiva y dignificante frente al individualismo y la meritocracia elitista del sistema neoliberal y capitalista reinante. Este rol requiere el afianzamiento como dimensión autónoma de la acción sindical en espacios supranacionales, como lo son la Confederación Sindical internacional y la agrupación global Unión.

 

El sujeto colectivo por excelencia es el sindicato, columna vertebral del sistema democrático y debe quedar muy clara la relación directa entre democracia y la acción del movimiento obrero organizado.

 

En el oscuro período de las dictaduras militares que recorrieron Sudamérica, se golpeó de forma muy despiadada y calculada al movimiento obrero y a sus líderes, que resistieron los embates a un precio personal y humano extremadamente alto. Está en el ADN sindical ese espíritu de lucha que no puede limitarse sólo a la defensa del obrero/a en la unidad fabril, pues a mayor atomización, menor fuerza de acción y representación. Por ello, la caracterización del sindicato como interlocutor del poder público y articulador de reformas sociales amplias, conduce directamente a que la OIT lo considere herramienta sustancial del diálogo social.

 

Me he referido a crisis bisagras que indefectiblemente cambian el paradigma normativo y formal de raigambre constitucional. Aparece lo que denomino el sujeto trabajador ampliado, que se mueve en la informalidad, en el amplio campo de los desempleados y desposeídos, en los obreros que se hacen cargo de una fábrica cerrada, en el emprendedor o artesano que comercializa su mercadería en el trueque o en mercados informales. Como siempre la realidad supera al estatus quo jurídico imperante, y considero que el sindicalismo no puede solo definir su perímetro de actuación en torno al trabajo asalariado formal, debe reclamar su derecho primigenio en la articulación y el armado de los puentes que conduzcan a los miembros de ese sujeto laboral ampliado hacia su normalización y regularización. No piden solo planes, cajas de alimento o subsidios, reclaman trabajo digno.

 

Mientras que en los ámbitos internacionales se está pensando en un “Nuevo Orden Mundial” más justo, que considere temas como el medio ambiente, la pobreza y la paz, parecería ser que, como lo expresa el licenciado Dávila, el capitalismo estuviera mutando de liberal a progresista. Sin embargo, esto no es más que una ilusión, pues resulta utópico pensar que empresas multinacionales y transnacionales se ocupen del medio ambiente, la salud y seguridad de sus trabajadores cuando tienen altos niveles de evasión y la existencia de paraísos fiscales donde van a parar los escasos dólares de los países en desarrollo.

 

En este mundo multipolar la respuesta geopolítica no puede ser otra que la unidad latinoamericana, un estado Industrial continental, que nos transforme en un actor más en la nueva configuración internacional. El capitalismo salvaje y la oligarquía financiera internacional deben ser contrarrestados con organizaciones sociales y sindicales unidas y organizadas.

 

Con respecto al ejemplo argentino, sabemos que nuestra estructura sindical es una herramienta jurídica, política e ideológica que determina la posibilidad de mejora en las condiciones de vida de millones de trabajadores de la Argentina ya que nuestro país es uno de los que presenta mayores tasas de afiliación en el mundo.

Desde los orígenes de nuestro modelo sindical, el creador y líder del Movimiento Nacional Justicialista, TG. Juan Domingo Perón ha considerado a los sindicatos como organizaciones intermedias, también llamadas organizaciones libres del pueblo (VALDÉS, Agosto 2020).

 

Ahora bien, la globalización y las políticas neoliberales representaron uno de los mayores retos a los que se enfrentó el movimiento sindical. La desigualdad, la erosión de los derechos de los trabajadores/as, el aumento del desempleo, la precarización del trabajo informal, la desregulación laboral y las privatizaciones, la revisión del Estado del bienestar, las devaluaciones y la disminución de las políticas directas de intervención social desde el Estado, son elementos clave de la realidad que compelen a una redefinición de la agenda sindical.

 

El desarrollo sostenible sólo se puede alcanzar con un crecimiento inclusivo y la movilidad social no es una consecuencia del crecimiento, sino el motor fundamental del mismo. En un mundo donde nos encanta hablar de la cuarta Revolución Industrial millones de personas no tienen agua potable y otras tantas carecen de electricidad. El planeta puede producir alimentos para una población mayor que la actual, pero sin embargo más de 1000 millones sufren hambre. Según la OIT, un tercio de la población activa del mundo está desempleados o subempleados. Es fácil concluir que la oferta de mano de obra supera ampliamente a la demanda produciendo un desequilibrio que conduce indefectiblemente a la marginalidad, la indigencia y la desigualdad. El ejército industrial de reserva de las teorías marxistas es cada vez más amplio. ¿Se puede dudar que este rostro del neoliberalismo representa una gran violación de los Derechos Humanos del Siglo XXI?

 

Nuestro tiempo debe marcar la aparición de planteamientos estratégicos novedosos que adapten la organización sindical al panorama actual de los movimientos sociales, en Argentina y en toda América Latina, con agendas ambiciosas e inclusivas, como elemento central de construcción de una hipótesis de emancipación social, política y económica de nuestro continente. Si no alzamos nuestras voces, seguirán considerando que somos el patio trasero de los Estados Unidos.

 

Como consecuencia y resultado de la globalización y aplicación de recetas neoliberales, se produjo una desestructuración planificada del tejido industrial. Miles de trabajadores/as fueron precarizados o despedidos dando lugar al conflicto y a la protesta, a la movilización activa que ganó las calles y las rutas, con una voluntad de presencia para reivindicar el trabajo como factor de cohesión social o en su defecto, para reclamar políticas inclusivas que eviten o mitiguen la condición de excluidos. La coyuntura interpeló a los actores sociales para configurar espacios reivindicativos de convergencia  más amplios, entre los sindicatos y los movimientos sociales. El sindicalismo latinoamericano entendió la necesidad de plantear elementos permanentes de coordinación sindical supranacional que establezcan políticas y estrategias comunes. El Mercosur alzó su voz en la interrelación de estructuras sindicales semejantes como la CUT brasileña, el PIT-CNT en Uruguay Y la CGT y CTA en Argentina.

 

 

La estrecha vinculación que el “trabajo” como categoría ordenadora de lo social garantizaba entre el sistema de producción económico, la acción política y los procesos de subjetivación se ha visto claramente alterada a partir de la nueva dinámica del capitalismo internacional.

Este permanente ajuste sobre el sector del trabajo, produjo altos niveles de economía informal, desempleo y precarización provocando, como consecuencia, la  consolidación del movimiento obrero y sus representantes como uno de los principales  protagonistas de la contienda política latinoamericana, que logró por ejemplo en Brasil,  que un representante sindical ocupara el Poder Ejecutivo por el amplio voto popular. La  contracara de este contexto signado por la precarización y flexibilización del trabajo cercenó los beneficios laborales e intentó minar la legitimidad de las dirigencias sindicales a través de permanentes intentos de fragmentación disfrazados en el    concepto de “libertad sindical”, desactivación de su capacidad de movilización o la   creciente desocupación que incidía de manera directa en el nivel de afiliaciones y  recursos de los sindicatos (AVALLE, 2020)

 

Debemos considerar que los antiguos Estados nacionales, hoy conceptuados solo como órganos técnico administrativos o burocráticos, dejaron de funcionar como el marco ideal para el desarrollo del capitalismo debido a que el mercado desbordó las fronteras nacionales constituyendo macro estados (considerar como ejemplo la formación de la Unión Europea, el Tratado de Libre Comercio para América del Norte, etc.) en donde las decisiones económicas impactan más allá de los marcos nacionales. (OCAMPO BANDA, 2008)

 

La sociedad civil latinoamericana busca su lugar en este nuevo marco de poder que impone la globalización, viendo cómo se debilitan sus referentes colectivos representados en los partidos políticos y sindicatos, cuando emergen nuevas ciudadanías que reclaman de estos y del Estado reconocimiento de su titularidad de derechos a través de la movilización y la protesta.

 

Como he expuesto, la generalizada regresión social que impuso la ofensiva capitalista sobre el trabajo, ha dejado a grandes segmentos sociales en la indefensión, surgiendo como consecuencia nuevas formas de representación, fuera de las organizaciones tradicionales, con orientaciones reivindicativas de techo, empleo, tierra, alimento, autonomía étnica, imponiendo otra forma de diálogo, al margen de las mediaciones tradicionales, enmarcadas en espacios públicos, a través de cortes de calle, rutas, marchas multitudinarias y la acción directa como un nuevo modelo que presiona y obliga a negociar a los gobiernos con interlocutores variopintos.

 

Este “nuevo paradigma”, que surge a partir de la crisis del Estado de Bienestar y que se encuadra en el modelo neoliberal en estudio, tiene como protagonistas a los nuevos movimientos sociales, cuyo campo de acción es todavía un espacio de política no institucional. En Argentina, por ejemplo, los movimientos sociales emergentes en la escena pública desde 2001 reflejan los esfuerzos de reconstrucción de los lazos sociales a través de nuevas formas de organización. Su visibilidad, legitimidad creciente, expansión y sus mecanismos de articulación recíproca interpelan a los demás actores colectivos a prestar atención a esta nueva realidad que llegó para ser escuchada.

 

La urgencia que tiñe la necesidad, se convierte en un motor de las experiencias de autogestión de los obreros que recuperan las fábricas abandonadas, los desocupados que se incorporan emprendimientos autogestionados desde la economía social, que presionan para acceder a subsidios de empleo, planes de inclusión laboral o simplemente bolsones de alimentos.


Los movimientos intentan fortalecer una economía social y solidaria que al mismo tiempo que recupera formas solidarias de gestión como las cooperativas, exploran nuevos modelos organizativos institucionalizados como el monotributo social o programas de inclusión laboral como el “Argentina Trabaja”. La protesta nuevamente se transforma en la herramienta política más eficaz de los sujetos que carecen de poder y quieren ser escuchados. La protesta es símbolo porque crea discurso público y acción porque materializa su contenido político dentro de un escenario abierto de representaciones sociales (NAISHTAT, 1999), donde un sujeto colectivo presenta una estrategia de acción común que demanda soluciones.

Considero que el sujeto laboral ampliado demuestra que puede haber eficiencia identitaria también en los trabajos no capitalistas, con sus demandas y formas de lucha y organización, o en territorios y tiempos no laborales, aunque teniendo un hilo conductor de vinculación con lo laboral ampliado. Esta nueva realidad requiere que la organización sindical redefina su objeto de incumbencia para incluirlos paulatinamente en su ámbito de representación.

América Latina ve decaer su empleo industrial en aras de servicios precarios, y el camino recorrido por los movimientos sociales y los obreros de las empresas recuperadas, como sucedió en todos los procesos históricos de luchas sociales, no tiene retorno. La memoria colectiva, de luchas y reivindicaciones ante la adversidad, nos permite enfrentar como sociedad organizada la cruda realidad de la informalidad y del desempleo, máxime después de haber transitado una pandemia.

En el seguimiento de las experiencias actuales en Latinoamérica se encuentran las claves para seguir pensando en el sindicato, no solo en su formulación clásica de autotutela y sujeto protagónico del antagonismo de clase sino en su proyección más radical como instrumento de emancipación de los pueblos (BAYLOS Antonio, GIOVANELLI Guillermo y otros, septiembre 2011)

Por tanto, hoy como siempre, la acción política sindical, a nivel nacional e internacional, debe representar la resistencia al neoliberalismo, con acciones concretas de reclamo y de denuncia del discurso hegemónico, que pinta con visos de libre mercado la mayor transferencia de riqueza de los que menos tienen hacia pocas manos, que manejan los hilos del poder supranacional y de la comunicación hegemónica y anestesiante, donde tener conciencia y empatía social es visto como un ataque certero al individualismo reinante. Ni la pandemia de Covid 19 ha logrado romper este esquema perverso del “sálvese quien pueda”.

El peso simbólico de la recuperación del trabajo tiene una doble dimensión: la primera recobrar una fuente de producción de riqueza con un impacto que se establece sobre la sociedad en su conjunto, y trasciende la individualidad de los trabajadores/as involucrados orientándolos hacia la construcción de un nuevo sujeto colectivo. La segunda, generar un impacto directo en la subjetividad de quien lo lleva adelante, en tanto individuo capaz de encarnar el proceso de torcer un destino de marginalidad. Cabe preguntarse entonces si estamos ante un quiebre social y cultural o ante la posibilidad de identificar elementos vinculados a nuevos procesos de construcción colectiva. Seguramente, encontraremos la respuesta entre todos/as y con todos/as.

 

*Abogada, Directora General de Recursos Humanos y Organización en Ministerio de Desarrollo Social - Bs As


BIBLIOGRAFÍA:

BAYLOS, Antonio; GIOVANELLI, Guillermo y otros. (Septiembre 2011). Convergencia Sindical.

Movimientos sociales e Integración Latinoamericana. Madrid-España: Fundación Amela- Editorial Pretextos.

DE LA GARZA TOLEDO Enrique y otros. (2005). Sindicatos y nuevos movimientos sociales en América Latina. Buenos Aires, Argentina: CLACSO.

AVALLE, G. (01 de 11 de 2020). Sindicatos y movimientos sociales. Una confluencia teórico metodológica desde Latinoamérica. Obtenido de Sociología del Trabajo: file:///C:/Users/Marta/Desktop/der%20lab%20y%20sindicales/Sindicatos%20y

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DÁVILA, F. (agosto 2020). La crisis Global, la agenda de la ISP y la Reafirmación de una geopolítica Latinoaméricana. Escenarios para un nuevo Contrato Social, 173.

FRANCISCO, S. P. (2020). Fratelli Tutti-Sobre la Fraternidad y la Amistad Social. El Vaticano: Librería Editrice Vaticana.

NAISHTAT, F. (1999). Acción colectiva y regeneración democrática del espacio público. Obtenido de https://www.oocities.org/es/angelcontreras01/mtd/foro15.pdf

OCAMPO BANDA, L. E. (2008). La re-definición del Estado y los movimientos sociales en América Latina.

Theomai, 30-44.

VALDÉS, J. M. (Agosto 2020). Modelo Sindical Argentino. Escenarios para un Nuevo Contrato Social, 234.

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