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04/01/94

 31/10/2022   1963

Biografía de Azucena Villaflor[1] [2]

Azucena Villaflor quiso ir a la Plaza de Mayo a denunciar el genocidio, porque ése era el centro político del país. Ahora está ella ahí, para siempre, acompañándonos y mirando hacia la Casa Rosada para que Nunca Más existan secuestros, torturas, y desapariciones forzadas.

EL INICIO…

El secuestro de Néstor

El último día de noviembre de 1976, un grupo de tareas, se dirigió a la localidad de Villa Dominico, Partido de Avellaneda, y ubicó un domicilio sobre la calle Agüero al 4500, entre las calles Oyuela y Posadas, casi frente al Cementerio de la Ciudad. Parte de los integrantes ingresaron en la casa  y la coparon. Por trabajos de inteligencia sabían que ahí vivía una pareja de militantes antidictatoriales. Habían evaluado además que debían ser sacados de la vida pública, porque su militancia afectaba los valores morales de la sociedad. Se trataba del joven Néstor De Vincenti y de su pareja Raquel Mangin. Los integrantes del grupo de tareas, entonces coparon la casa y dominaron a Raquel a los golpes, con la situación controlada, los secuestradores esperaron  serenamente la llegada de Néstor. Efectivamente llegó.

Azucena se enteró obviamente después. ¿Cuánto después? Las versiones son varias y contradictorias, pero oscilan entre dos o tres días. Los datos y detalles que Azucena pudo reunir sobre el secuestro de Néstor (uno de sus hijos) fueron  contados después de meses por ella a su amiga. Azucena lo había podido reconstruir en charlas con vecinos del lugar y especialmente con la dueña de la casa. Así, resumidamente, recuerda para nosotros, María Adela, el relato de su amiga: “Cuando Néstor dejó de aparecer por su casa, como era habitual, Azucena comienza a caer en el mismo estupor en el que caímos todas. En su barrio una mujer de edad y de mucha preferencia por Azucena, que un día la llamó por teléfono y le dice que la quería ver a una hora determinada en la verdulería del barrio, no le parecía prudente encontrarse de otra forma. Se encuentran y le cuenta del operativo. Pero a los días, reacciona y se dice:…no, yo no me voy a quedar con esto. Azucena, se hizo presente, donde trabajaba la mujer de Néstor, Raquel. Fue y se encontró con que todo se encontraba cerrado. Apenas Azucena golpeó y pudo preguntar por la gente del negocio, la señora gritó:… ¡Por fin alguien que viene a preguntar algo, porque yo estoy ahogada, deseando decir lo que he visto, lo que pasó! Y la señora le contó que días antes, en la mañana temprano, una horda armada se apoderó de esos recintos. Algunos se ubicaron en el negocio, otros en el departamento, otros en los techos. Ataron a la dueña de la casa a una silla,  y también a la mujer de Néstor, que había llegado a abrir el negocio. A las horas, ya en la tarde, mandaron a una chiquilina, a una farmacia. Cuando ésta volvía de la compra, observó que Néstor estaba llegando a la casa, seguramente, pensó en avisarle, pero no lo hizo, por miedo, vaya a saber uno por qué. Por suerte que no lo hizo, lo hubieran baleado de los techos. Néstor entró a la casa e inmediatamente lo detuvieron, los golpearon muchísimo, pero se los llevaron vivos.”

 

La búsqueda

De allí comienza la búsqueda desesperada de Azucena, por todas las oficinas policiales, hospitales y todas las reparticiones públicas, como por ejemplo el Vicariato y el Ministerio del Interior para encontrar datos que la lleven a la verdad sobre la vida  y paradero de su hijo Néstor. En este peregrinar, se encontraba con muchas madres y familiares, que se encontraban en esta misma situación, donde las respuestas siempre eran las mismas, ninguna, en un momento determinado, Azucena propone que tenían que organizarse e ir a la plaza, “nos ocultan todo, esa sería una forma de visibilizar el problema que estaban pasando”, siendo la primera reunión el 30 de abril de 1977.  Pero no solo hicieron eso, sino también, tenían diferentes estrategias  para  llegar a la verdad,  comenzaron a presentar habeas corpus grupales en los Juzgados, que no prosperaban, debido a que no había ningún detenido, otro de los hechos para visibilizar los acontecimientos fue: una periodista norteamericana que se encontraba en el país cubriendo una nota importante, estaba en la Plaza de Mayo, preguntando a las madres por los desaparecidos, a la que le sustraen sus elementos de trabajo y las mismas madres la rescatan de ese mal momento, después de lo ocurrido, el diario donde trabajaba la periodista saca una nota relacionada con el problema que tenían las madres que estaban en la plaza. Otro de los momentos fue un cartel en la cancha de San Lorenzo, y así sucesivamente, diferentes  hechos que las madres promovían para saber la verdad,  sabiendo los riesgos que corrían debido al momento que atravesaba el país.

 A todo esto los servicios de inteligencia se le infiltran en las reuniones en la plaza, un personaje nefasto de nuestra historia entra, Alfredo Astiz. Todo esto se fue agudizando hasta que llegaron al punto de mayor tensión, publicar una solicitada en el diario La Nación, la misma tenía que salir el sábado 10 de diciembre de 1977  por la mañana, para ello, les exigían una serie de requisitos, y su debido pago a lo que las madres comenzaron a juntar el dinero, con fondos propios  y algunas donaciones. Finalmente la solicitada sale publicada.



 

Los últimos pasos en libertad

Mientras las rotativas se imprimían y los camiones distribuían, Azucena dormía en su casa esa noche de viernes a sábado. A primera hora de la mañana, lo primero era pagar una deuda de pesos, que tenía en el bazar de enfrente en Avenida Mitre (partido de Avellaneda)  y de ahí al mercado. Siguió en sus pasos a la Avenida Mitre, pero solo llegó en libertad hasta la esquina de su calle Cramer con la Avenida. Azucena cruzó la primera parte de esa Avenida, la que lleva vehículos hacia la Capital, y cuando ponía sus pies sobre la franja de pasto que divide ambas manos, la cruzan dos coches con siete u ocho hombres. La rodean, la golpean, la reducen y la cargan en uno de esos coches. La casa de Cramer pasó a ser gris. Dos golpes demoledores habían caído sobre ella en apenas un año, y las huellas se dejaban ver.

 

LO QUE QUEDA:.UNA VERDAD INSOPORTABLE

”En primer lugar queda la esperanza de que Azucena aparezca… Esperanza muy lejana, es cierto, porque han transcurrido casi 20 años de su secuestro y no se han filtrado más señales de su potencial rastro”.

Es una esperanza infantil, casi demente, pero una esperanza. Ha quedado su ejemplo encarnado en todas la Madres que persisten en la ronda de los jueves, en las gestiones ante organismos nacionales e internacionales y que no se resignan a que tremenda masacre –que no ha sido otra cosa que el aniquilamiento de buena parte de una generación- quede impune. Con sus responsables en la calle. Haciendo sus vidas con bastante normalidad y con los años, muriendo en sus lechos, de viejos, con la habitual serenidad de una muerte natural.

Ha quedado su ejemplo en miles y miles de argentinos y en muchos hombres y mujeres de otras nacionales, que aprendieron a quererla vayan a saber por qué magia de la trasmisión de sentimientos. Su nombre es conocido en Francia, en Italia, en Suecia, en Holanda, en Alemania, lugares todos que Azucena nunca visitó y que tal vez, jamás soñó caminar.

Ha quedado un intenso cariño y un imborrable recuerdo en los familiares. Aunque con perfiles contradictorios porque no todos la valoran igual ni con los mismos parámetros. Es lógico. Es natural que así sea, aunque a veces pueda resultar doloroso.

Han quedado nueve nietos de los que Azucena sólo conoció a  las dos mayores, Silvana, nacida en el 1974 y Alejandra, en el 77, ambas hijas de su hijo mayor, Pedro. De Alejandra usó uno de sus pañales para confeccionar su primer pañuelo con el que cubrió su cabeza como militante de las Madres. Esta frondosa nietada comienza ahora a preguntar, en mayor o en menor medida,  por su abuela; “Lazu” le decía desde chiquita su nieta mayor. También preguntan por su tío, por la lucha de ambos y por los asuntos pendientes que tal vez ellos, o algunos de ellos, tomarían en sus manos.

Ha quedado un logo, un emblema que acuñó la organización Madres de Plaza de Mayo. Un pequeño y hermoso dibujo que usaba esta organización en su papel oficial membretado y que consistía en las tres letras iniciales M.P.M.,  ubicadas una debajo de la otra y cuyo volumen iba en orden decreciente de arriba hacia abajo. Y todas, atravesadas por una flor: la silueta de una azucena de largo tallo. Pero este logo dejaron de usarlo pocos años después, no sabemos por qué. Posteriormente, fue recuperado por una de las dos fracciones en que quedó dividido el movimiento de Madres en 1986.

Han quedado también algunas cosas escritas sobre ella. No muchas. Entre ellas, un poema titulado Canción para Azucena, al que algunos cuentan que se le puso música, pero que es desconocido para nosotros y para quienes consultamos.

 

Cuando acallaron las muchachas y los niños

Arrancando el tibio brote que nacía

encendiste la ronda…., y los pañuelos salieron a buscar el mediodía

 

Azucena Villaflor te estoy nombrando

Cuando mordieron el dolor y la esperanza

Desgarrando muy temprano la sonrisa

Creciste de blanco y la tristeza

Dejó de ser condena y fue una brisa.

 

Azucena Villaflor te estoy llamando

Cuando volaron el mantel y los juguetes

Secuestrando primaveras y pañales

Empuñaste el coraje y fue tu mano

Que escribió libertad en todas las calles.

 

Azucena Villaflor te estoy cantando

Cuando mancharon de dolor toda la Patria

Fusilando en la alborada a nuestros hijos

Gritaste de dolor y con el grito

Nacimos de tu amor las otras madres.

 

Azucena Villaflor te estoy mirando

Aquí me ves hecha clamor con todo el pueblo

Aprendiendo de tu ronda y mis heridas,

A alumbrar con tu luz toda la tierra

Porque te siento así, llena de vida

Azucena Villaflor te estoy buscando.

 

Este material, que ubicamos casi terminando este trabajo biográfico, no tiene firma y lo guarda una muy querida Madre que tuvo la gentileza de mostrármelo. Se encuentra en una hoja tipo carta, algo amarillenta y escrito a lápiz. Con huellas que indican que quien escribió, también borró y corrigió. No sabemos si es el original pero creemos que sí. Queremos agregar que en un rinconcito de la hoja hay una pequeña leyenda que dice “De canción de cuna buscando a Azucena, composición musical”.

LA  VERDAD INSOPORTABLE

El 8 de julio de 2005 el pueblo argentino se enteraba, a partir de una conferencia de prensa y en la voz clara del antropólogo Maco Somigliana, que el Equipo Argentino de Antropología Forense confirmaba que los restos óseos hallados en el Cementerio de General Lavalle, pertenecían a Azucena Villaflor.

Su hija Cecilia me lo había contado unos días antes.

Un buen trabajo de investigación periodística- luego llevado a la pantalla- del Equipo de Audiovisuales de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata comandado por Pablo Torello, había ayudado significativamente.

Ahí estaban, efectivamente, los huesos de Azucena, quietos durante casi veintiocho años. La ciencia no deja margen de error desde que se pueden extraer y comparar muestras de ADN.

Junto a ellos, los de las otras dos Madres tan valiosas, María Ponce y Esther de Careaga; los de la jujeña y revolucionaria Ángela Aguad y los de la monja francesa Leoniée Duquet.

¿Cuál fue el derrotero de Azucena aún con vida, desde que la sacaron de Capuchita, en manos de la Marina Argentina en diciembre de 1977, hasta el hallazgo de sus restos durante el año 2005?

Aunque falten cosas por aclarar, lo principal se sabe: le aplicaron el “pentonaval” y fue sacada del campo de concentración de la Marina, fue subida a un avión, junto a otras compañeras en similares condiciones físicas. El vuelo puso proa hacia el mar abierto y esos ciudadanos con vida, fueron arrojados al vacío. En su partida de defunción figura que murió por el impacto contra el agua. Las mareas llevaron ese cuerpo y otros, hacia la costa y en algunas horas o pocos días los dejaron en la arena. Alguien fue el primero en ver los restos y dio la alarma.  Aparecieron otros vecinos, policías, bomberos. ¿Se hizo la denuncia formal? ¿Se asentaron los detalles en algún acta? Sí se hizo, poco quedó pero suficiente para acreditarlo. Muchos más detalles quedaron en la memoria de los vecinos del lugar. Lo certero es que esos restos fueron enterrados como N.N. en el Cementerio de la Localidad de General Lavalle, ahí nomás de donde el Río de La Plata se transforma en el Mar Argentino. Hasta el año 2005 que los antropólogos hicieron el trabajo, gracias a una investigación periodística de estudiantes de la Universidad Nacional de Periodismo de La Plata.

Los restos de Azucena fueron cremados el 5 de diciembre en presencia solo de sus tres hijos. Y tres días después, el jueves 8, ahuecamos un pequeño sector de tierra del cantero que rodea a la Pirámide, en la Plaza de Mayo -apenas al este, apenas al sur- y ahí quedaron sus cenizas, mientras miles de ciudadanos rodeaban a familiares y a Madres con cariño y con emoción.

Algún día habrá que contar con detalle, el grado de impacto que produjo este momento en la Plaza sobre Aida Sarti, impacto que la llevó a proponerle ahí mismo a otra Madre histórica, limar asperezas aunque sea solo por ese rato.

Azucena Villaflor quiso ir a la Plaza de Mayo a denunciar el genocidio, porque ese era el centro político del país. Ahora está ella ahí, para siempre, acompañándonos y mirando hacia la Casa Rosada para que Nunca Más existan secuestros, torturas, y desapariciones forzadas.

Como familia es muy importante haber podido encontrar los restos de mi madre, ya que ahora, tenemos un lugar para estar con ella, nos compromete a luchar por justicia social, en paz y amor como las Madres.-

¡30.000 Detenidos desaparecidos, Presentes Ahora y Siempre!



[1] El trabajo es una reconstrucción biográfica de Azucena Villaflor de De Vincenti, a partir de la obra de Enrique Arrosagaray (1997) Biografía de Azucena Villaflor. Creadora del Movimiento Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Cienflores

[2] Autores: Cecilia De Vincenti, Hija de Azucena Villaflor, trabajadora del Registro Nacional de Reincidencias, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y Gabriel Andrés Bareiro, abogado (UNLZ) , trabajador del Registro Nacional de Reincidencias, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación y Secretario de Profesionales de la Delegación UPCN Justicia y Derechos Humanos.

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