Biografía de Azucena Villaflor[1] [2]
Azucena Villaflor quiso ir a la
Plaza de Mayo a denunciar el genocidio, porque ése era el centro político del
país. Ahora está ella ahí, para siempre, acompañándonos y mirando hacia la Casa
Rosada para que Nunca Más existan secuestros, torturas, y desapariciones
forzadas.
EL INICIO…
El secuestro de Néstor
El último día de noviembre de 1976, un grupo de tareas, se
dirigió a la localidad de Villa Dominico, Partido de Avellaneda, y ubicó un
domicilio sobre la calle Agüero al 4500, entre las calles Oyuela y Posadas,
casi frente al Cementerio de la Ciudad. Parte de los integrantes ingresaron en
la casa y la coparon. Por trabajos de
inteligencia sabían que ahí vivía una pareja de militantes antidictatoriales.
Habían evaluado además que debían ser sacados de la vida pública, porque su
militancia afectaba los valores morales de la sociedad. Se trataba del joven
Néstor De Vincenti y de su pareja Raquel Mangin. Los integrantes del grupo de
tareas, entonces coparon la casa y dominaron a Raquel a los golpes, con la
situación controlada, los secuestradores esperaron serenamente la llegada de Néstor.
Efectivamente llegó.
Azucena se enteró obviamente después. ¿Cuánto después? Las
versiones son varias y contradictorias, pero oscilan entre dos o tres días. Los
datos y detalles que Azucena pudo reunir sobre el secuestro de Néstor (uno de
sus hijos) fueron contados después de
meses por ella a su amiga. Azucena lo había podido reconstruir en charlas con
vecinos del lugar y especialmente con la dueña de la casa. Así, resumidamente,
recuerda para nosotros, María Adela, el relato de su amiga: “Cuando Néstor dejó
de aparecer por su casa, como era habitual, Azucena comienza a caer en el mismo
estupor en el que caímos todas. En su barrio una mujer de edad y de mucha
preferencia por Azucena, que un día la llamó por teléfono y le dice que la
quería ver a una hora determinada en la verdulería del barrio, no le parecía
prudente encontrarse de otra forma. Se encuentran y le cuenta del operativo. Pero
a los días, reacciona y se dice:…no, yo no me voy a quedar con esto. Azucena,
se hizo presente, donde trabajaba la mujer de Néstor, Raquel. Fue y se encontró
con que todo se encontraba cerrado. Apenas Azucena golpeó y pudo preguntar por
la gente del negocio, la señora gritó:… ¡Por fin alguien que viene a preguntar
algo, porque yo estoy ahogada, deseando decir lo que he visto, lo que pasó! Y
la señora le contó que días antes, en la mañana temprano, una horda armada se
apoderó de esos recintos. Algunos se ubicaron en el negocio, otros en el
departamento, otros en los techos. Ataron a la dueña de la casa a una
silla, y también a la mujer de Néstor,
que había llegado a abrir el negocio. A las horas, ya en la tarde, mandaron a
una chiquilina, a una farmacia. Cuando ésta volvía de la compra, observó que
Néstor estaba llegando a la casa, seguramente, pensó en avisarle, pero no lo
hizo, por miedo, vaya a saber uno por qué. Por suerte que no lo hizo, lo
hubieran baleado de los techos. Néstor entró a la casa e inmediatamente lo
detuvieron, los golpearon muchísimo, pero se los llevaron vivos.”
La búsqueda
De allí comienza la búsqueda desesperada de Azucena, por
todas las oficinas policiales, hospitales y todas las reparticiones públicas,
como por ejemplo el Vicariato y el Ministerio del Interior para encontrar datos
que la lleven a la verdad sobre la vida
y paradero de su hijo Néstor. En este peregrinar, se encontraba con
muchas madres y familiares, que se encontraban en esta misma situación, donde
las respuestas siempre eran las mismas, ninguna, en un momento determinado,
Azucena propone que tenían que organizarse e ir a la plaza, “nos ocultan todo,
esa sería una forma de visibilizar el problema que estaban pasando”, siendo la
primera reunión el 30 de abril de 1977. Pero
no solo hicieron eso, sino también, tenían diferentes estrategias para
llegar a la verdad, comenzaron a
presentar habeas corpus grupales en
los Juzgados, que no prosperaban, debido a que no había ningún detenido, otro
de los hechos para visibilizar los acontecimientos fue: una periodista
norteamericana que se encontraba en el país cubriendo una nota importante,
estaba en la Plaza de Mayo, preguntando a las madres por los desaparecidos, a
la que le sustraen sus elementos de trabajo y las mismas madres la rescatan de
ese mal momento, después de lo ocurrido, el diario donde trabajaba la
periodista saca una nota relacionada con el problema que tenían las madres que
estaban en la plaza. Otro de los momentos fue un cartel en la cancha de San
Lorenzo, y así sucesivamente, diferentes
hechos que las madres promovían para saber la verdad, sabiendo los riesgos que corrían debido al
momento que atravesaba el país.
A todo esto los
servicios de inteligencia se le infiltran en las reuniones en la plaza, un
personaje nefasto de nuestra historia entra, Alfredo Astiz. Todo esto se fue
agudizando hasta que llegaron al punto de mayor tensión, publicar una
solicitada en el diario La Nación, la misma tenía que salir el sábado 10 de
diciembre de 1977 por la mañana, para ello,
les exigían una serie de requisitos, y su debido pago a lo que las madres
comenzaron a juntar el dinero, con fondos propios y algunas donaciones. Finalmente la
solicitada sale publicada.
Los últimos pasos en libertad
Mientras las rotativas se imprimían y los camiones
distribuían, Azucena dormía en su casa esa noche de viernes a sábado. A primera
hora de la mañana, lo primero era pagar una deuda de pesos, que tenía en el
bazar de enfrente en Avenida Mitre (partido de Avellaneda) y de ahí al mercado. Siguió en sus pasos a la
Avenida Mitre, pero solo llegó en libertad hasta la esquina de su calle Cramer
con la Avenida. Azucena cruzó la primera parte de esa Avenida, la que lleva
vehículos hacia la Capital, y cuando ponía sus pies sobre la franja de pasto
que divide ambas manos, la cruzan dos coches con siete u ocho hombres. La
rodean, la golpean, la reducen y la cargan en uno de esos coches. La casa de
Cramer pasó a ser gris. Dos golpes demoledores habían caído sobre ella en
apenas un año, y las huellas se dejaban ver.
LO
QUE QUEDA:.UNA VERDAD INSOPORTABLE
”En primer lugar queda la esperanza de que Azucena aparezca…
Esperanza muy lejana, es cierto, porque han transcurrido casi 20 años de su
secuestro y no se han filtrado más señales de su potencial rastro”.
Es una esperanza infantil, casi demente, pero una esperanza.
Ha quedado su ejemplo encarnado en todas la Madres que persisten en la ronda de
los jueves, en las gestiones ante organismos nacionales e internacionales y que
no se resignan a que tremenda masacre –que no ha sido otra cosa que el
aniquilamiento de buena parte de una generación- quede impune. Con sus
responsables en la calle. Haciendo sus vidas con bastante normalidad y con los
años, muriendo en sus lechos, de viejos, con la habitual serenidad de una
muerte natural.
Ha quedado su ejemplo en miles y miles de argentinos y en
muchos hombres y mujeres de otras nacionales, que aprendieron a quererla vayan
a saber por qué magia de la trasmisión de sentimientos. Su nombre es conocido
en Francia, en Italia, en Suecia, en Holanda, en Alemania, lugares todos que
Azucena nunca visitó y que tal vez, jamás soñó caminar.
Ha quedado un intenso cariño y un imborrable recuerdo en los
familiares. Aunque con perfiles contradictorios porque no todos la valoran
igual ni con los mismos parámetros. Es lógico. Es natural que así sea, aunque a
veces pueda resultar doloroso.
Han quedado nueve nietos de los que Azucena sólo conoció
a las dos mayores, Silvana, nacida en el
1974 y Alejandra, en el 77, ambas hijas de su hijo mayor, Pedro. De Alejandra
usó uno de sus pañales para confeccionar su primer pañuelo con el que cubrió su
cabeza como militante de las Madres. Esta frondosa nietada comienza ahora a
preguntar, en mayor o en menor medida,
por su abuela; “Lazu” le decía desde chiquita su nieta mayor. También preguntan
por su tío, por la lucha de ambos y por los asuntos pendientes que tal vez
ellos, o algunos de ellos, tomarían en sus manos.
Ha quedado un logo, un emblema que acuñó la organización
Madres de Plaza de Mayo. Un pequeño y hermoso dibujo que usaba esta
organización en su papel oficial membretado y que consistía en las tres letras
iniciales M.P.M., ubicadas una debajo de
la otra y cuyo volumen iba en orden decreciente de arriba hacia abajo. Y todas,
atravesadas por una flor: la silueta de una azucena de largo tallo. Pero este
logo dejaron de usarlo pocos años después, no sabemos por qué. Posteriormente,
fue recuperado por una de las dos fracciones en que quedó dividido el
movimiento de Madres en 1986.
Han quedado también algunas cosas escritas sobre ella. No
muchas. Entre ellas, un poema titulado Canción para Azucena, al que algunos
cuentan que se le puso música, pero que es desconocido para nosotros y para
quienes consultamos.
Cuando acallaron las muchachas y los niños
Arrancando el tibio brote que nacía
encendiste la ronda…., y los pañuelos salieron a buscar el
mediodía
Azucena Villaflor te estoy nombrando
Cuando mordieron el dolor y la esperanza
Desgarrando muy temprano la sonrisa
Creciste de blanco y la tristeza
Dejó de ser condena y fue una brisa.
Azucena Villaflor te estoy llamando
Cuando volaron el mantel y los juguetes
Secuestrando primaveras y pañales
Empuñaste el coraje y fue tu mano
Que escribió libertad en todas las calles.
Azucena Villaflor te estoy cantando
Cuando mancharon de dolor toda la Patria
Fusilando en la alborada a nuestros hijos
Gritaste de dolor y con el grito
Nacimos de tu amor las otras madres.
Azucena Villaflor te estoy mirando
Aquí me ves hecha clamor con todo el pueblo
Aprendiendo de tu ronda y mis heridas,
A alumbrar con tu luz toda la tierra
Porque te siento así, llena de vida
Azucena Villaflor te estoy buscando.
Este material, que ubicamos casi
terminando este trabajo biográfico, no tiene firma y lo guarda una muy querida
Madre que tuvo la gentileza de mostrármelo. Se encuentra en una hoja tipo
carta, algo amarillenta y escrito a lápiz. Con huellas que indican que quien
escribió, también borró y corrigió. No sabemos si es el original pero creemos
que sí. Queremos agregar que en un rinconcito de la hoja hay una pequeña
leyenda que dice “De canción de cuna buscando a Azucena, composición musical”.
LA
VERDAD INSOPORTABLE
El
8 de julio de 2005 el pueblo argentino se enteraba, a partir de una conferencia
de prensa y en la voz clara del antropólogo Maco Somigliana, que el Equipo
Argentino de Antropología Forense confirmaba que los restos óseos hallados en
el Cementerio de General Lavalle, pertenecían a Azucena Villaflor.
Su hija Cecilia me lo había contado unos días antes.
Un buen trabajo de investigación periodística- luego llevado
a la pantalla- del Equipo de Audiovisuales de la Facultad de Periodismo de la
Universidad Nacional de La Plata comandado por Pablo Torello, había ayudado
significativamente.
Ahí estaban, efectivamente, los huesos de Azucena, quietos
durante casi veintiocho años. La ciencia no deja margen de error desde que se
pueden extraer y comparar muestras de ADN.
Junto a ellos, los de las otras dos Madres tan valiosas,
María Ponce y Esther de Careaga; los de la jujeña y revolucionaria Ángela Aguad
y los de la monja francesa Leoniée Duquet.
¿Cuál fue el derrotero de Azucena aún con vida, desde que la
sacaron de Capuchita, en manos de la Marina Argentina en diciembre de 1977,
hasta el hallazgo de sus restos durante el año 2005?
Aunque falten cosas por aclarar, lo principal se sabe: le
aplicaron el “pentonaval” y fue sacada del campo de concentración de la Marina,
fue subida a un avión, junto a otras compañeras en similares condiciones
físicas. El vuelo puso proa hacia el mar abierto y esos ciudadanos con vida,
fueron arrojados al vacío. En su partida de defunción figura que murió por el
impacto contra el agua. Las mareas llevaron ese cuerpo y otros, hacia la costa
y en algunas horas o pocos días los dejaron en la arena. Alguien fue el primero
en ver los restos y dio la alarma.
Aparecieron otros vecinos, policías, bomberos. ¿Se hizo la denuncia
formal? ¿Se asentaron los detalles en algún acta? Sí se hizo, poco quedó pero
suficiente para acreditarlo. Muchos más detalles quedaron en la memoria de los
vecinos del lugar. Lo certero es que esos restos fueron enterrados como N.N. en
el Cementerio de la Localidad de General Lavalle, ahí nomás de donde el Río de
La Plata se transforma en el Mar Argentino. Hasta el año 2005 que los
antropólogos hicieron el trabajo, gracias a una investigación periodística de
estudiantes de la Universidad Nacional de Periodismo de La Plata.
Los restos de Azucena fueron cremados el 5 de diciembre en
presencia solo de sus tres hijos. Y tres días después, el jueves 8, ahuecamos
un pequeño sector de tierra del cantero que rodea a la Pirámide, en la Plaza de
Mayo -apenas al este, apenas al sur- y ahí quedaron sus cenizas, mientras miles
de ciudadanos rodeaban a familiares y a Madres con cariño y con emoción.
Algún día habrá que contar con detalle, el grado de impacto
que produjo este momento en la Plaza sobre Aida Sarti, impacto que la llevó a
proponerle ahí mismo a otra Madre histórica, limar asperezas aunque sea solo
por ese rato.
Azucena Villaflor quiso ir a la Plaza de Mayo a denunciar el
genocidio, porque ese era el centro político del país. Ahora está ella ahí,
para siempre, acompañándonos y mirando hacia la Casa Rosada para que Nunca Más
existan secuestros, torturas, y desapariciones forzadas.
Como familia es muy importante haber podido encontrar los
restos de mi madre, ya que ahora, tenemos un lugar para estar con ella, nos
compromete a luchar por justicia social, en paz y amor como las Madres.-
¡30.000 Detenidos desaparecidos, Presentes Ahora y Siempre!
[1] El trabajo es una reconstrucción biográfica de
Azucena Villaflor de De Vincenti, a partir de la obra de Enrique Arrosagaray
(1997) Biografía de Azucena Villaflor.
Creadora del Movimiento Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Cienflores
[2] Autores: Cecilia De Vincenti, Hija de Azucena
Villaflor, trabajadora del Registro Nacional de Reincidencias, Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación y Gabriel Andrés Bareiro, abogado
(UNLZ) , trabajador del Registro Nacional de Reincidencias, Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nación y Secretario de Profesionales de la
Delegación UPCN Justicia y Derechos Humanos.