Por
Denise Rosenfeld[1]
Desde hace aproximadamente quince años está en boga el
hablar de la necesidad de transversalizar el enfoque de Derechos Humanos (EDH,
de ahora en más) en las políticas públicas. Sin embargo, al momento no tuvo la
misma difusión la creciente y heterogénea oferta académica que tiene a dicho
enfoque como eje central del currículo. El presente artículo se propone conocer
y poner de relieve las principales políticas focalizadas de formación en el EDH
llevadas adelante por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación
(MJDDHH, de ahora en más) dirigida a comunidades universitarias en la actualidad.
Para ello, en primer lugar, se examina un breve marco contextual del EDH en la
Argentina reciente y su trascendencia como una pedagogía de la autonomía en
nuestra América. Luego, se describen los casos de las políticas de este tipo
más significativas desarrolladas en la órbita del Ministerio: Instituto
Universitario Nacional de Derechos Humanos "Madres de Plaza de Mayo"
(IUNMA), Programa de Formación en Derechos Humanos para docentes universitarios
CIN - RIDDHH[2] de
la Secretaría de Derechos Humanos (SDH) y la Cátedra INADI.[3]
El Enfoque de Derechos Humanos (EDH)
como una matriz de pensamiento situada y como una pedagogía de la esperanza.
Consideraciones generales sobre el
EDH
Reparar la educación o enfoque de derechos significa comprender al
menos dos dimensiones complementarias. Por un lado, la educación como el
ejercicio de un derecho humano consagrado en la Declaración Universal de los
Derechos Humanos: el derecho a la educación. Y, por el otro, la educación como
un vehículo para formarse y ejercer DD.HH., la educación o enfoque en Derechos
(EDH). De este modo, se traduce en una condición necesaria para el ejercicio
activo del conjunto de Derechos Humanos. Ello obedece a la lógica de que nadie
puede ejercer y defender sus derechos, así como respetar y defender los
derechos de los demás, si no los conoce. Tampoco alcanza con que los conozcan
ciertos actores sociales, como representantes políticos, intelectuales o
activistas; deben ser conocidos por todas las personas, porque las involucran a
todas y son quienes pueden velar por su cumplimiento.
Así, el EDH tiene un potencial insoslayable para promover la
inclusión social en ámbitos divergentes. Particularmente, existen tres ámbitos
que tienen un considerable impacto en la promoción de la inclusión social
cuando se utiliza para: a) adoptar el enfoque de derechos humanos en las
políticas públicas, educativas y de otro tipo; b) integrar la filosofía y la
práctica de los DD.HH. en el sistema de educación formal en todos los niveles
educativos. En principio, debiera llegar a todos los sectores sociales, pero
(como se detallará más adelante), con especial énfasis en las y los
trabajadores de los tres poderes del Estado, las organizaciones libres del
pueblo, las y los profesionales y académicos de diversas disciplinas, y, los
comunicadores de los medios masivos; y, c) construir una visión de la persona
como sujeto de derechos, es decir, como agente de su propia vida, con lo cual
se recupera la noción sobre la capacidad creadora y transformadora de la
realidad, inherente a todas las personas.
Profundizando en el segundo ítem, en general, el EDH debe
dirigirse a todas y todos los actores sociales para que se asuman como sujetos
de derecho y puedan ejercer, defender y hacer progresar los derechos humanos.
Si estos derechos son comunes a todas las personas, hay objetivos y contenidos
de EDH que deben ser compartidos por la comunidad. Pero ocurre que las
estrategias con las que los derechos humanos se protegen y promueven son
fenómenos situados en un contexto y condicionados por él. El EDH no puede
ignorar los contextos y ser un proceso formativo unívoco, ni universalmente
uniforme. Al contrario, busca llegar a todas las poblaciones, pero a cada una
de la manera más apropiada a su caso. Por eso, los programas de EDH, además de
sus contenidos sustantivos y operativos, deben considerar la especificidad de
cada grupo de destinatarios y su situación.
Si bien existen tantas personas destinatarias de programas de EDH
como colectivos se identifiquen en una comunidad, se distinguen algunos
sectores destinatarios puntuales que se corresponden a tres colectivos
diferenciados por su inserción social y laboral. El primero de ellos son las y
los trabajadores del Estado, dado que las obligaciones de DD.HH. conciernen a
todos los sectores del sector público, su personal –sin excepciones– debería
ser instruido en esta materia de manera regular y rigurosa, en los tres poderes
de la República y a nivel federal.
Específicamente, hay dependencias públicas creadas con el mandato
de velar por tales derechos y la no discriminación en el seno de los poderes
ejecutivos, sean a escala nacional, provincial o local. Esto no significa que
solo ellas sean las únicas unidades gubernamentales responsables de garantizar
los Derechos Humanos. En efecto, toda persona que trabaje en el Estado, sin
importar su jerarquía o la tarea que cumple, tiene responsabilidad por la
protección y no vulneración de estos Derechos. En tal sentido, el EDH capacita
al personal estatal para ejecutar de manera consciente y comprometida su
función específica, en el marco del respeto a los Derechos Humanos.
Por otra parte, los programas de EDH no suelen considerar a
académicos/as y formadores de opinión pública como públicos destinatarios.
Respecto de los académicos/as, a lo sumo se tiene en cuenta a las y los
abogados o politólogas/os, por la tendencia a asociar los derechos con las
disciplinas jurídicas y como una especialidad para personas interesadas. Sobre
las y los comunicadores sociales, en tanto formadores de opinión pública, menos
aún son considerados, excepto de manera instrumental, al momento de pedir a los
medios que den cobertura a sucesos o actividades relacionadas con los derechos
humanos.
En ambos casos se pasa por alto las necesidades de formación
de estos profesionales y su enorme potencial para la construcción de sentido
común, forjar una cultura de respeto de los derechos humanos y proponer
políticas públicas. De este modo, se invisibiliza la responsabilidad de las
universidades en la tarea de educar sobre estos derechos al conjunto de la
comunidad académica (docentes, estudiantes, graduadas/os, investigadores y
personal no docente) sin distinción de la disciplina que se imparta. Esto se
debe a que el estudio de los derechos humanos impacta en varios niveles: en la
formación integral de las y los estudiantes; en el desempeño crítico y
socialmente responsable de cualquier profesional; en el avance del conocimiento
disciplinario y social; y, en el progreso de los derechos humanos en la
comunidad donde la universidad se inserta.
Con lo cual, el EDH debe incorporarse a cualquier disciplina,
desde la economía hasta la administración y las ingenierías, desde las ciencias
sociales hasta las de la salud y las exactas. La perspectiva de derechos
humanos debería estudiarse atravesando los distintos campos del saber, del
mismo modo que atraviesa todos los aspectos de la vida humana. No es solo una
cuestión de principios, sino de estrategia política, porque las y los
graduadas/os de esas casas de altos estudios tienen una responsabilidad social
en las comunidades en las que se insertan. Asimismo, pueden ocupar posiciones
de liderazgo económico o político, cargos de decisión pública o asesorar desde
el saber experto a quienes toman esas decisiones. Sin embargo, ni la formación
ni el ejercicio profesional se hacen hoy desde una perspectiva de derechos, y
ello implica una omisión que impacta negativamente en nuestras sociedades.
En definitiva, cuando esta formación ocurre dentro de la
legitimidad y el espacio seguro de las escuelas o universidades, y en el marco
de los saberes reconocidos, se crean condiciones cognitivas y afectivas para
que los sujetos en formación desarrollen convicciones y prácticas sociales
inclusivas. Así, el currículo educativo es la expresión del proyecto educativo
elaborado con el fin de promover un desarrollo integral. En consecuencia, allí
se plasman en mayor o menor medida las intenciones educativas de una nación, se
señalan las pautas de acción u orientaciones sobre cómo proceder para hacer
realidad tales intenciones y comprobar que efectivamente se han alcanzado.
El EDH en la educación superior
Desde la recuperación de la democracia, pero con enorme
contundencia en los gobiernos kirchneristas, la problemática de los Derechos
Humanos, a medida en que se configuraba como un eje central de las políticas
públicas, fue incluida en la agenda política e institucional de las
universidades. Progresivamente, los DD.HH. formaron parte de sus agendas
políticas, académicas e institucionales con diversos formatos: programas de
posgrado, investigación y extensión, seminarios permanentes, cursos, jornadas y
eventos académicos, programas y áreas institucionales, secretarías y
observatorios de DD.HH. Con lo cual, se fue instituyendo el debate y la
reflexión sistemática sobre los DD.HH. en la formación universitaria (Abratte, 2019).
En el seno de esas casas de altos estudios, la conformación
de tales formatos ha sido heterogénea y diversa; y, generalmente promovida por
núcleos académicos vinculados a organismos de DD.HH. y a movimientos sociales.
De este modo, la problemática de los DD.HH. constituye en sí misma un eje
transversal de la formación. A su vez, ello se tornó necesario a partir de la
alarmante vulneración de esos derechos en diferentes espacios institucionales y
sociales; y, por ende, compromete a conformar y consolidar ámbitos de formación
e intervención.
En este sentido, cobra especial relevancia la reflexión
acerca de que estas temáticas no pueden escindirse tanto de los procesos
históricos de lucha como de los actores sociales concretos, comprometidos por
su propia experiencia personal y colectiva. Parte de la construcción de saberes
situados, implica entender que los DD.HH. en nuestra región emergen como
tópicos asociados tanto a la experiencia de las dictaduras genocidas como a las
políticas neoliberales que restringieron derechos a sectores amplios de la
población.
En otro orden, las tendencias vigentes a la excesiva
profesionalización y al despliegue de conocimientos técnicos –habitualmente de
carácter instrumental y con escasas referencias a los contextos en los que las
prácticas profesionales se desarrollan– así como a sus implicancias éticas y
políticas relegan los espacios de formación y reflexión sobre estas
problemáticas. En sentido amplio, los DD.HH. abarcan una multiplicidad de
campos disciplinares (Abratte, 2019).
En esta línea se abre el debate sobre la tensión entre
tecnicismo y contextualismo. Por un lado, figuran los posicionamientos con el
foco en las adaptaciones tecnológicas y de innovaciones exigidas por los
mercados de trabajo – que cuentan con una determinada orientación ideológica
hegemónica –, y, por el otro, una visión más cercana a la necesidad de formar
profesionales con un pensamiento crítico y situado conscientes de su contexto
geográfico e histórico concreto en la producción de saberes.
Esas experiencias, muchas veces
presentadas como “innovaciones” –que efectivamente sorprenden por su novedad,
eficacia y aplicabilidad–, pierden sentido si reducen la experiencia
universitaria, si le hacen perder a la Universidad pública su potencial crítico
y la capacidad de formar ciudadanos, de promover el desarrollo de la conciencia
política y la sensibilidad social y cultural (Abratte, 2019: 70).
Ello se inscribe en el marco del capitalismo en su fase
actual, que arremete cada vez más contra los DD.HH., en la medida en que
fagocita las desigualdades sociales y la heterogeneidad estructural en países
como el nuestro. De ahí que robustecer los vínculos entre DDHH y educación
superior no solo constituya un desafío sino también una estrategia política
para contrarrestar las tendencias de este modelo de desarrollo centrado en la
lógica de los mercados financieros transnacionales. Es también una manera de
recuperar el potencial crítico y la capacidad transformadora de las
universidades nacionales.
En esta sintonía, vale entender que esa división en el
debate innovación técnica (bajo el velo de una falsa neutralidad valorativa)
versus pensamiento situado imprime una desigual relación de poder entre saberes
y ejerce mecanismos de segmentación en el mercado de educación superior. Son: operaciones de jerarquización de ciertos
campos del saber –con sus respectivos modos de acreditación y validación
profesional– y desjerarquización de otros saberes –fragmentados,
instrumentales, descontextualizados y escasamente valorados en términos de
acreditación académica y profesional– no constituye otra cosa que un mecanismo
de segmentación del mercado de educación superior, en la búsqueda de encontrar
nuevos nichos para el desarrollo de la educación como un bien “transable” (Abratte, 2019: 72).
Consecuentemente, se torna ineludible reflexionar
críticamente sobre los sentidos que configuran nuestras prácticas cotidianas en
los espacios de formación y los modos en que se construye el conocimiento. De
esta forma, la contextualización del saber es imprescindible en todo proceso
pedagógico. La experiencia histórica permea e interpela tanto a los sujetos que
aprenden como a quienes enseñan.
Necesariamente, ello le otorga a la enseñanza un sentido más
profundo y una condición indisociable de la práctica pedagógica. Siguiendo a
Freire (2008), enseñar implica un conjunto de decisiones que comprometen al
educador como sujeto en relación a otros y a su entorno. Enseñar no es
transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción
o construcción. Involucra también conciencia del inacabamiento del ser humano y
de que los contextos sociales condicionan pero no determinan la acción.
Asimismo, esa práctica pedagógica exige una actitud alegre y esperanzadora en
ese proceso de búsqueda y transformación humana. De allí que el EDH sea pensado
como una pedagogía de la esperanza, porque en su horizonte está el consolidar
una sociedad respetuosa de los DD.HH. y de las diversas identidades
comunitarias.
Continuando con la perspectiva de Freire (1985), las
personas tienen un poder creador y transformador de la realidad en y con
ese contexto donde viven. Estar con
el mundo parte de la idea de que el humano es un ser que vive en permanente interacción
con otros; se asemeja a un principio de realidad que hace que este humano
trascienda en el mundo, exista en él. La existencia, entonces, no solamente nos
habla de las experiencias que las personas construyen en la interacción con
otras, sino también de la dimensión del tiempo. Personas son aquellas que son
sujetos situados en un contexto histórico. La sociedad nueva, la del futuro,
será la que considere al individuo y al pueblo como sujetos de su Historia.
Debido a esa razón es concebible la educación despojada de
ideología o carga valorativa. Reflexionar sobre el ejercicio de formación en
DD.HH. supone visibilizar y problematizar el bagaje ideológico de las personas
e instituciones que trabajan en ello. Por consiguiente, la enseñanza de los DD.HH.
como práctica pedagógica es inexorablemente histórica y política.
Principales políticas de formación en el EDH del MJDDHH.
A continuación se ponen de relieve las tres principales
políticas de formación en el EDH en el marco de la educación superior llevadas
adelante en la órbita del Ministerio. Los casos explorados son los de las
experiencias pedagógicas del IUNMA, la propuesta educativa de la SDH y la
Cátedra INADI.
IUNMA
La experiencia de este Instituto es particularmente singular. Se
origina en la trayectoria de la ex Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo.
De ese modo, se integró ese recorrido pedagógico y su oferta académica. Con
ello, el Estado nacional recogió el legado de compromiso y lucha por
la Justicia de las Madres de Plaza de Mayo. Su derrotero histórico provocó que
se institucionalizara en el actual “Instituto Universitario Nacional de
Derechos Humanos Madres de Plaza de Mayo”, con la promulgación de la Ley N°
26.995 en 2014, como unidad funcional del MJDDHH.
En lo sustantivo, el IUNMA tiene como propósito el contribuir al desarrollo nacional, al
mejoramiento de las condiciones de vida del pueblo, a la democratización de la
vida colectiva, a la resolución de los problemas concretos que aquejan a la
comunidad, a la creación y difusión de un conocimiento socialmente útil en el
marco del diálogo entre el saber académico y las culturas populares. [4]
Que ello figure dentro de su estatuto le imprime un rasgo
estructural que marca un claro direccionamiento a toda su actividad, tanto
académica como de extensión universitaria. El IUNMA cuenta con una firme
determinación dentro del campo de los Derechos Humanos y eso es un tópico
irrenunciable de esa casa de altos estudios.
En esta línea, es una característica peculiar del Instituto su
especificidad académica en los Derechos Humanos y su compromiso solidario con
la comunidad. Así, apunta a impartir currículos de pregrado, grado o posgrado
que formen personas reflexivas, comprometidas con los Derechos Humanos y la
preservación de la Memoria, solidarias y
respetuosas del régimen democrático. Asimismo, ese énfasis puesto en la
preservación de la Memoria se vincula con el valor asumido sobre la búsqueda de
la Justicia como patrimonio cultural irrenunciable del pueblo argentino. De
esta manera, el IUNMA recupera y fortalece la experiencia de las Madres de
Plaza de Mayo y los distintos sujetos sociales comprometidos con la justicia,
la democracia y la lucha contra el olvido y la impunidad.
Por otro lado, se plantea la adopción de actividades de enseñanza
en el marco de pedagogías críticas que promuevan un horizonte de igualdad entre
educadores/as y educandos/as y la colaboración solidaria en la creación de
conocimiento. Tal toma de posición pedagógica tiene su raíz en la visión
problematizadora y transformadora de la educación acuñada por Freire (1985,
2022, 2006 y 2008), que parte de un cuestionamiento a la denominada educación
bancaria. Dicha educación constituye un instrumento de dominación simbólica
opresora que se basa en la memorización mecánica y reproducción acrítica de los
contenidos narrados por parte de los educandos/as. Se los convierte en
“vasijas”, en recipientes que deben ser
“llenados” por el educador.” Los educandos/as aquí son meros objetos que
memorizan, repiten e imitan, no son personas con capacidad creadora y
transformadora. En esta concepción de la educación se niega a la educación y al
conocimiento como procesos de búsqueda. Sólo
existe saber en la invención, en la reinvención, en la búsqueda inquieta,
impaciente, permanente que los hombres realizan en el mundo, con el mundo y con
los otros. Búsqueda que es también esperanzada. (Freire, 2006: 79). Es por
ende, una relación asimétrica de poder donde la figura del educador es quien
sabe, en tanto los educandos/as quienes no saben.
A causa de esa revisión crítica de la relación pedagógica, el
Instituto asume un enfoque sobre la formación académica que privilegia una
perspectiva situada culturalmente en lo nacional y regional.
Al presente, se proyecta en tres líneas de acción, la primera de
estas se enfoca en la formación universitaria de grado a través de la oferta de
sus seis carreras: Derecho, Trabajo Social, Licenciatura en Comunicación,
Profesorado en Historia y Licenciatura en Historia. La segunda, se centra en la
alfabetización y formación en contextos de encierro; y, una tercera orientación
se aboca a la difusión de los Derechos Humanos a la población en general.
Sin dudas, ese derrotero histórico tiene como trasfondo un
largo recorrido y una fundamentación política. En los años posteriores a la
instauración del Consenso de Washington en nuestro país, el “oscurantismo
neoliberal que modificó de forma regresiva las condiciones sociales de
existencia”, las Madres de Plaza de Mayo sostuvieron que las luchas que deben
ser libradas contra el poderoso enemigo del pueblo no pueden prescindir del
conocimiento como un “arma clave” en esa contienda. De esta concepción, se
desprende que la formación no debe estar escindida de “la lucha por la fuente
de trabajo, el plato de comida o el fin de la impunidad para los genocidas de
la dictadura”. De igual manera, respecto de la resistencia frente al saqueo y
entrega de los recursos del país al capital transnacional. Por consiguiente, es
parte de su propuesta educativa la formación de cuadros académicos y políticos
comprometidos con las demandas populares de su tiempo y geografía. Las aulas
son espacios de resistencia al olvido e impunidad neoliberal y el
cuestionamiento a la implantación de ese modelo de acumulación -que fomentó el
hambre de las mayorías populares y la indignidad de los pueblos
latinoamericanos-contra lo que lucharon sus hijas e hijos desaparecidos por el
Estado genocida.
SDH
Por otra parte, se puede dar cuenta de la experiencia en la
formación de posgrado desplegada por la Dirección Nacional de Formación de la
SDH. El “Seminario de Posgrado Derechos Humanos:
fundamentos y perspectivas” tiene como objetivo impulsar la incorporación y
transversalización de contenidos de derechos humanos en las Universidades
argentinas. Ofrece una formación básica en materia de derechos humanos para las
comunidades universitarias de todo el país, con la premisa de la
imprescindibilidad del involucramiento de diferentes actores/as para el
fortalecimiento del enfoque de derechos en la vida democrática. El mismo
es llevado adelante en conjunto con la Red Interuniversitaria de Derechos
Humanos (RIIDDHH) del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN). De allí que tal oferta esté orientada a diferentes
disciplinas dentro del campo académico.
La dinámica de esta formación se brinda a través de la plataforma virtual de la SDH: CampusDH,
que opera con Moodle. A su vez, el
Seminario es parte de la estrategia de enseñanza de la Dirección Nacional de Formación de dicha Secretaría. Como marco institucional, esa estructura implementa planes y programas de capacitación y formación
en Derechos Humanos, busca coordinar tales acciones con las distintas
jurisdicciones de la Administración Pública Nacional (APN) y con otros actores
relevantes de la sociedad. De esta manera, pretende generar y consolidar una
cultura en DD.HH. Por ello sus actividades están pensadas en los diferentes
públicos destinatarios del EDH, tal como se señaló en el apartado anterior.
Entre ellos se encuentran: a) Trabajadoras/es y funcionarios/as de la
Administración Pública Nacional, Provincial y Municipal; b) Docentes,
directivos y personal de instituciones educativas; c) Fuerzas policiales,
de seguridad y personal penitenciario; d) Miembros de Organizaciones de la
Sociedad Civil; y e) Público en general.[5]
Cátedra INADI
Por último, dentro de estos tipos de experiencias
pedagógicas, se destaca la reciente creación del programa de la Cátedra INADI.
La asignatura “La problemática de la discriminación, el racismo y la xenofobia
en la Argentina contemporánea”, es una iniciativa académica que promueve la
formación y el pensamiento crítico sobre la discriminación, el racismo, la
xenofobia, y las políticas contra estos tipos de injusticias, destinado a las y
los estudiantes de grado, la comunidad universitaria y otros actores sociales
interesados. Con ello se busca contribuir a la formación pedagógica crítica en
materia de derechos humanos y no discriminación de la comunidad académica a
través de un diseño curricular dinámico, que identifica y problematiza debates
emergentes.
Se trata de una intervención estatal concreta tendiente a
desactivar las consecuencias del fenómeno de la discriminación orientada a las
comunidades universitarias. Así, apunta a desmontar las matrices racistas y de
desigualdad que sustentan las prácticas de segregación y exclusión en nuestras
sociedades. Asimismo, forma parte de una agenda de trabajo estratégica que
promueve la articulación del INADI con investigadores/as y casas de altos
estudios. De este modo, busca involucrar a la comunidad universitaria en la lucha
contra la discriminación y a comprometer su participación en la defensa de los
Derechos Humanos.
A su vez, consta con un programa amplio al que se le pueden
realizar las adaptaciones curriculares que sean necesarias para ajustar sus
contenidos acordes a la diversidad propia de cada territorio y/o campo
disciplinar. Su foco conceptual está en reconocer las relaciones entre: a) el
movimiento de derechos humanos y el modo democrático de producción de sus
demandas; b) el vínculo entre los modelos de desarrollo y las transformaciones
económicas, institucionales e ideológicas; y, c) las relaciones entre
movimientos sociales y políticas públicas.
Su propuesta pedagógica se enmarca en el aspecto situado de
las nociones de discriminación, racismo, xenofobia y derechos humanos; lo que
necesariamente demanda reconocer su carácter social, político e histórico. En
consecuencia, la Cátedra INADI busca que las y los estudiantes puedan reparar
en estas categorías como objetos teóricos complejos que requieren ser identificados
en relación con procesos sociales y experiencias de sujetos históricos
concretos.
Reflexiones
finales
Capitulando, es crucial estimular la reflexión colectiva
sobre la incorporación del EDH en el currículo formativo en la educación
superior y las políticas estatales dirigidas en esa dirección. En primer lugar,
es necesario fortalecer y difundir estos
programas de formación, pero también promover el debate consciente entre los
diferentes actores involucrados en el desarrollo de los mismos.
El EDH es una herramienta indispensable para la construcción
de una sociedad respetuosa de las personas y de los pueblos en nuestro país.
Asume, de manera indisoluble, un carácter situado y está inmerso en un esquema
pedagógico esperanzador.
Por otra parte, es imprescindible referir al compromiso de
la comunidad académica con su pueblo. La discusión sobre el rol de las
universidades remite a la tensión clásica entre la construcción de conocimiento
científico y la acción política.[6]
En la realidad empírica esa dicotomía no se presenta, pero, sin embargo
esa distinción sirvió para alimentar diferentes posturas acerca del papel de
las casas de altos estudios. Siguiendo a Feierstein (2019), existe una posición
que considera que la universidad debe asentarse en la construcción de un
conocimiento “neutral”, y, otra postura que directamente confunde a la
universidad como un movimiento social más. Siguiendo al sociólogo, ninguna de
aquellas miradas contribuye a un aporte específico e integral. La primera se
evade de los problemas sociales y la segunda equipara la academia a una
organización social, por lo que diluye el aporte del saber experto. Por lo
tanto, la función de las universidades debe orientarse hacia la construcción de
un conocimiento crítico, específico, sólido y situado al mismo tiempo.
Las universidades tienen una tarea ineludible en la
construcción de conocimiento, pero que a su vez éste debe estar comprometido
con y en dar respuesta a los problemas de su tiempo. Y para apuntalar este
cometido es indispensable un Estado capaz de orientar esos esfuerzos con
gestión de políticas específicas, que a su vez demanda del trabajo de
profesionales egresados de esas universidades.
El enfoque de Derechos Humanos así concebido parece una
práctica pedagógica más en el concierto de la oferta académica actual en la
educación superior. Sin embargo, al ser asumido por los propios trabajadores/as
del Estado y enmarcados/as en una decisión política más amplia, se lo proyecta
como una intervención social concreta y capaz de desarrollarse como política
pública.
Bibliografía
Abratte, Juan Pablo (2019): Derechos Humanos y educación
superior”, en RIDDHH Educación Superior y
Derechos Humanos: reflexiones, apuestas y desafíos. Paraná: Editorial
UADER.
Feierstein, Daniel (2019): La importancia de los conceptos en la
construcción de representaciones colectivas, en RIDDHH Educación Superior y Derechos Humanos: reflexiones, apuestas y desafíos.
Paraná: Editorial UADER.
Freire,
Paulo (2008): Pedagogía de la autonomía.
Saberes necesarios para la práctica educativa. Buenos Aires: Siglo XXI
Freire,
Paulo (2006): Pedagogía del oprimido. Buenos
Aires: Siglo XXI
Freire,
Paulo (2002): Pedagogía de la esperanza.
Un reencuentro con la pedagogía del oprimido Saberes necesarios para la
práctica educativa. Buenos Aires: Siglo XXI
Freire,
Paulo (1985): La Educación como práctica
de la Libertad. Buenos Aires: Siglo XXI
Rodino Pierri, A. M. (2009). La educación con enfoque de derechos
humanos como práctica constructora de inclusión social. Revista IIDH, 61.
Recuperado de: https:// www.corteidh.or.cr/tablas/r34228.pdf
Rodino
Pierri, A. M. (2014). Pensar la educación en derechos humanos como política
pública. Revista de Ciencias Sociales,
segunda época, año 6(25), 129-139.
Recuperado de:
http://www.unq.edu.ar/catalogo/330-revista-de-ciencias-sociales-n-25.php
Weber,
Max (2008): El sabio y la política, Córdoba:
Encuentro Grupo Editor: Universidad Nacional de Córdoba.
[1] Licenciada en Sociología (UBA),
maestranda (IDAES-UNSAM), Secretaria de Profesionales de la Delegación UPCN
Justicia y Derechos Humanos, Consejera por el claustro de Graduados en la Junta de la
Carrera de Sociología (UBA), trabaja como investigadora y docente del INADI.
[2] Consejo Interuniversitario Nacional - Red
Interuniversitaria de Derechos Humanos. Declarado de interés institucional por
Resolución “CE” Consejo Interuniversitario Nacional Nº 1579/20.
[3] Programa dependiente de la Coordinación
de Investigación y Observatorios del Instituto Nacional contra la
Discriminación, Xenofobia y Racismo (INADI).
[4] Información disponible en la página del
IUNMA: http://www.iunma.edu.ar/
[5] Información disponible en la página de la
Dirección Nacional de Formación de la SDH:
https://capacitacion.jus.gov.ar/campusdh/
[6] Ver los ensayos Politik als Beruf (1919) y Wissenschaft
als Beruf (1919), en Weber (2008).