Por: Gustavo Corda[1]
El presente texto
pretende ser un humilde aporte, a modo de disparador, que permita cuestionarnos
sobre las actuales construcciones en los procesos de las relaciones
interpersonales en nuestra sociedad. Diversas situaciones de violencia que se
viven en la vida de los compatriotas y los procesos de dificultad de llevar
adelante zanjar nuestras diferencias han desnudado una problemática social que
se nos está haciendo difícil poder abordarla sin que nuestros pares sientan que
se están vulnerando sus propios derechos personales, sus libertades, incluyendo
la posibilidad de libre elección o expresión de sus ideas. Pero, y ahí debemos
detenernos un instante, mirar hacia todos lados y reflexionar; cuándo aparece
el concepto odio y violencia ya estamos en un problema, algo se rompió, algo
debe reconfigurarse.
Definir nunca está de más.
La palabra violencia
suele estar presente muchas veces en nuestras conversaciones, y de alguna
manera y sin darnos cuenta tendemos a naturalizarla, mal que nos pese.
La violencia se
define como todo acto que guarde relación con la práctica de la fuerza física o
verbal sobre otra persona, animal u objeto, originando un daño sobre los mismos
de manera voluntaria o accidental.
El Observatorio de
Igualdad de Género de América Latina y el Caribe en el año 2013 emite un
documento en el cual plantea la posibilidad de prevenir la violencia y
disminuir sus efectos mediante orientaciones que puedan promover, diseñar y
ejecutar programas estratégicos dirigidos a prevenir la violencia interpersonal
y la auto-infligida. Entre ellas están la posibilidad de fomentar las
relaciones sanas y estables de los niños entre sí y con su entorno; proyectar y
estimular el desarrollo de sus potenciales; disminuir la disponibilidad y el
consumo masivo de alcohol y estupefacientes; restringir el fácil acceso a las armas
de fuego; fomentar la igualdad en materia de género para la prevención de la
violencia contra las mujeres; cambiar normas sociales o culturales que
propician la violencia y establecer programas de identificación, atención y
apoyo a las víctimas.
Por cuanto podemos
decir entonces, que la violencia es un producto de la evolución cultural de un
grupo humano, donde el individuo se forma y moldea desde un aprendizaje y desde
los hábitos violentos. Es por eso que ciertamente, para revertir o encontrar
soluciones a esta problemática que nos aqueja en nuestro marco social, es
necesario un cambio cultural y educativo. Si la violencia se aprende y se incorpora
en nuestra estructura de convivencia, como efecto de contrapunto, la no
violencia también se puede aprender e incorporar en comunidad.
La comunidad organizada
Desde la idea de
los Contractualistas, donde se desarrolla la teoría moderna del Contrato o
Pacto Social como medio de poner fin a conflictos que por naturaleza se generan
en base a los intereses individuales, hasta nuestros días que se intenta primar
la construcción, defensa y fomento de los intereses colectivos, se intenta dar
importancia a esas acciones colectivas como instrumento de mejora en el acceso
a la justicia, calidad de vida, protección de los derechos contra daños
masivos, así como la protección de grupos vulnerables.
Allí entra el
Estado como organización jurídica principal, donde debe servir como actor
principal en la protección del individuo contra el uso de la fuerza de la
mayoría, al subordinar el poder al derecho, y por cuanto constituyendo el
estado de derecho donde el gobierno no está por encima de lo que es correcto,
de lo que es justo, de la ética, de las normas universales de la recta
conducta, de la ley, sirviendo a la comunidad, debiendo garantizar la
efectividad de los principios, derechos y deberes expresas en su estructura
normativa.
La agencia como una política de Estado
Aquí vemos y
percibimos que la intervención del Estado como órgano estratégico de las
políticas de no violencia son elementales, por no decir imprescindibles.
La Agencia
Nacional de Materiales Controlados – ANMaC, es un Organismo Descentralizado
bajo la órbita de Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, el
cual dentro de la gama de atribuciones puede resumirse que registra, fiscaliza
y controla la actividad vinculada con armas de fuego, explosivos y otros
materiales controlados; y en su página de presentación reza la siguiente frase
de inicio: “Trabajamos para construir una sociedad más pacífica” y más allá de
sus funciones fiscalizantes, plantea interesantes políticas públicas de
capacitación y concientización referentes a las armas de fuego y lleva adelante
políticas de desarme de la sociedad civil.
Mediante la
promulgación de la Ley N° 26.216, con posterioridad a hechos que impactaron
profundamente en nuestra sociedad, se declara la emergencia nacional en materia
de tenencia, fabricación, importación, exportación, transporte, depósito,
almacenamiento, tránsito internacional, registración, donación, comodato y
compra-venta de armas de fuego, municiones, explosivos y demás materiales
controlados, registrados o no registrados; dando paso al “Programa Nacional de
entrega voluntaria de armas de fuego”.
El Programa
Nacional de entrega voluntaria de armas de fuego hoy no se encuentra en
vigencia desde el 31 de diciembre de 2021, siendo necesario para poder implementarlo
nuevamente una nueva ley emitida por el Poder Legislativo de la Nación que la
prorrogue por un nuevo período.
Esta normativa nos
demuestra y certifica que hay políticas de estado que se materializan en
posibilitar que la sociedad, de forma voluntaria tenga la posibilidad de hacer
entrega de las armas de fuego y municiones que tenga en su poder, con el fin de
reducir el circulante de las mismas en el marco social, y así generando lo que
podríamos denominar una reducción de riesgos de daños ocasionados por su
posible uso indebido.
El material
entregado por el ciudadano es inutilizado en presencia de la persona que
realiza la entrega, y posteriormente, luego de que el mismo queda no apto para
su uso, se la incorpora a un proceso de destrucción definitiva que se realiza
de forma periódica.
Esta ley genera la
creación de la entrega voluntaria y anónima de armas de fuego, también
consistía en la amnistía penal por los delitos de tenencia ilegítima de este
material controlado, convirtiéndolo en una herramienta clave de la política
pública de desarme de la sociedad civil por parte del Estado.
Este programa,
desde el año 2007 que entró en vigencia, recibió e inutilizó más de 200.000
armas de fuego y alrededor de 2.000.000 de municiones. Conjuntamente la
promulgación de la Ley 25.938 crea el “Registro Nacional de Armas de Fuego y
Materiales Controlados Secuestrados e Incautados” en el que se asientan las
armas de fuego y demás materiales controlados secuestrados o incautados por las
Fuerzas de Seguridad, Poder Judicial Nacional y Provincial.
Este material va a
resguardo en forma transitoria, mientras dura la investigación judicial o
administrativa, para que cuando ésta termina se proceda a ser depositado en
forma definitiva y posteriormente se proceda a su destrucción.
Herramientas educativas
La ANMAC creó un programa que cuenta con
capacitación, con formación profesional y académica referente a la difusión y
concientización respecto de todo tipo de material controlado que sea de
competencia de control por el organismo, y principalmente en la prevención de
las violencias y la promoción de la resolución pacífica de los conflictos.
Entre los talleres que el Organismo ofrece, se
encuentran “Desarmando estereotipos de género”, “Abordaje de la responsabilidad
penal e implicancias en el uso de armas de fuego”, “Cultura de la violencia:
abordajes de prevención y resolución de conflictos”, “Desarme voluntario:
trayectoria histórica, regímenes internacionales y políticas públicas en
Argentina”, “Gestión de la conflictividad y políticas criminales orientadas al
uso y proliferación de armas y materiales controlados”, y algunos relacionados con
la normativa vigente en el sistema de registración, la advertencia y riesgo de
uso y manipulación de armas de fuego entre otros.
Estos programas tienen por finalidad lograr una
política de desarme de la sociedad civil, previendo un control de la
proliferación de armas de fuego, promover el desarme voluntario y la
destrucción de materiales controlados; prevenir y reducir accidentes, hechos de
violencias y delitos realizados con uso de armas de fuego; colaborar en estrategias
de gestión de conflictividad y elaboración de políticas criminales orientadas a
la prevención de las violencias y delitos, la reducción de circulante de armas
de fuego en los mercados ilegales; concientización y sensibilización de la
sociedad en los riesgos en presencia, manipulación y uso de armas de fuego,
vinculados con los riesgos sobre la seguridad e integridad de las persona; se
promociona la resolución pacífica de los conflictos y la construcción de una
cultura de la no violencia, haciendo extensivas todas las herramientas y
capacitaciones con que cuenta el programa en forma integral tanto para
acercarlos a las instituciones públicas como privadas.
Números
interesantes
Durante el trascurso de los años 2018/2019 se
realizaron diferentes actividades por parte del departamento de Prevención
Ciudadana, con talleres formativos y de concientización en escuelas secundarias
de diferentes partes del país.
En el proceso se realizó una encuesta referente
a la percepción sobre las armas de fuego expresando resultados más que
interesantes. Una de las preguntas era “si tendrías un arma de fuego en tu
casa”, ante lo cual el 44%, respondió que no, mientras que el 56% lo hizo de
manera afirmativa. A su vez, dentro de las respuestas positivas un 48% aseveró
que tendría un arma de este tipo "por seguridad", un magro cinco por
ciento porque le gustan las armas, y, apenas tres puntos porcentuales
"para cazar".
Por otro lado, dentro de las respuestas
negativas, una de cada tres personas no la tendría porque "le parece un
riesgo y prefieren evitar accidentes". Tampoco la poseerían porque “no les
gustan las armas" (14%) y porque "los civiles no deberían tener
armas" (1%).
Sin embargo, respecto de la comparación según
género, la proporción de varones supera a la de mujeres en cuanto a la
valoración positiva de tener un arma de fuego en su casa. Por el contrario, la
mayor proporción de mujeres se inclinó por la respuesta negativa.
El 77% de las personas encuestadas creen que el
principal contexto de asesinatos con armas de fuego es en caso de robo, sin
embargo, las estadísticas emanadas del Poder Judicial expresan que son en
ocasiones de discusión y riña o conflictos interpersonales.
En otro orden, se preguntó a los encuestados si
alguna vez jugaron con armas de fuego de juguete, y la mayoría de ellos
respondieron afirmativamente.
Conclusión
Analizada la perspectiva integral que tienen
los diferentes programas, deja en evidencia que la intervención del Estado como
ente rector de políticas públicas de cuidado y planificación estratégica de
prevención, es imprescindible.
Estas políticas están ligadas en la necesidad
del logro de objetivos generales que tiendan a la disminución del uso y
proliferación de armas de fuego, reducción de accidentes, hechos de violencia y
delitos ocasionados por el acceso y uso de armas de fuego; concientizar
respecto de los riesgos y la promoción de una cultura de no tenencia y uso de
armas de fuego.
Asimismo, se debe considerar la planificación,
el control y correcta registración del material existente de forma regular, con
todos los requerimientos enmarcados en la normativa que habilita a un ciudadano
que así lo requiera, con la posibilidad del acceso a la autorización de la
adquisición de material controlado y su respectiva tenencia, con el fin de su
uso lícito y responsable para actividades como la caza, tiro deportivo,
etcétera.
Concientizar, educar, generar relaciones
interpersonales expresadas en el buen trato y la resolución pacífica de los
conflictos, debe ser la base fundamental que nos estructure como sociedad en el
desarrollo de un futuro mejor.
Como diría José Pablo Feinman: “Ver una persona
muerta, asesinada aquí y ahora por un arma de fuego, genera un impacto
terrible; tener una planilla con el número de la cantidad de muertos es una
estadística”. La vida es un derecho humano fundamental, cada uno de nosotros es
único e irrepetible, por cuanto es obligación real y moral del Estado
cuidarnos, educarnos, regular sobre la materia y, también, un deber ciudadano
generar puentes empáticos entre nosotros para la construcción de una sociedad capaz
de convivir en paz.
[1] Abogado (UNLZ).
Trabajador en la Coordinación de Pólvoras, Explosivos y Afines de la ANMAC y
delegado gremial de la UPCN (Delegación Ministerio de Justicia y Derechos
Humanos).