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El Modelo Sindical Argentino. Un aporte a la democracia

 28/07/2022   512
El Modelo Sindical Argentino. Un aporte a la democracia

Es indudable que nuestro llamado “modelo sindical argentino”, a partir de las sucesivas reglamentaciones legislativas, desde 1945, se ha ido consolidando e institucionalizando, en lo particular, a través de la propia aceptación del movimiento obrero, y de la sociedad en general. Es más, podríamos arriesgarnos a sostener que una de las pocas políticas de estado, que muchas veces requerimos de los actores políticos, que se fue afianzando en la Argentina moderna, especialmente a partir de la sanción de la norma vigente en la actualidad, la Ley 23.551, la que fuera sancionada en forma unánime por nuestro Congreso Nacional. 

Más allá de lo expuesto, y si bien el camino transcurrido ha sido duro y sinuoso, aún se requiere una ardua tarea para lograr la profundización del modelo, necesaria para el bienestar de la clase trabajadora y a los fines de consolidar una sociedad más justa, democrática e igualitaria. 

Un poco de historia
No cabe duda de que los trabajadores, desde mediados del siglo XIX, a partir de las extremas necesidades emergentes del sistema, abrazaron la construcción, de lo que se dio en llamar la “utopía revolucionaria” con la finalidad de cambiar un mundo injusto. 

Nunca imaginaron el rol protagónico que la historia les asignaría en la construcción de las sociedades modernas. 

Es así que, a partir de los cambios sustantivos producidos en aquellos tiempos, con la incipiente industrialización e incorporación de las primeras maquinarias comienza a forjarse un país que requiere de mano de obra masiva. Es así como grandes masas de inmigrantes se instalan en la Ciudad de Buenos Aires y en las principales ciudades del país. Se configuran las primeras formaciones periféricas, las que luego se las llamarían “los suburbios”. Muchos de esos inmigrantes, que provenían de Europa, fueron participes de los acontecimientos sociales y políticos del viejo mundo. Entre otros los vinculados a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), la Segunda Internacional y los acontecimientos acaecidos en Francia, Inglaterra, Alemania y Bélgica (por citar algunos). 

Tal como lo referencian la mayoría de los autores, a fines del siglo XIX la Argentina consolida su economía sustentada en la exportación de productos agropecuarios, es un periodo de prosperidad relativa que se extendió hasta 1930. En forma simultánea a ese crecimiento económico, también aumenta su población, especialmente por el aumento de la inmigración europea. Así surgen las primeras organizaciones gremiales. Todos ellos eran sindicatos muy combativos y exigían sus reivindicaciones a pesar que las huelgas eran reprimidas sin piedad. Algunos, ubicados en el extremo del arco político-ideológico, militaban bajo el slogan “hasta la derrota del capitalismo”. 

Desde entonces emerge, en paralelo con los cambios que acaecen en la matriz productiva nacional (industrialización incipiente), una intensa y activa participación gremial con la creación de lo que posteriormente serían los principales sindicatos nacionales y Federaciones1 . 

También es justo señalar que de las causas nobles y justas que se enarbolaron, siempre estuvo munida de un compromiso o pertenencia política, lo que es lógico. Ni aquí ni en ninguna parte existieron ni existen sindicatos sin ideología. 

El sindicato debe, inexorablemente, tener una base, un fundamento, nutrirse de un proyecto ideológico. También debe indicarse que en sus inicios este movimiento tuvo, su correlato en la preponderancia de los movimientos socialistas2 y anarquistas, hasta que a mediados de la década del cuarenta (siglo XX) apareciera un actor impensado y que tendría la hegemonía gremial por más de setenta años: el peronismo. 

También no es menos cierto que no podemos ignorar las contradicciones, por sus apegos ideológicos o por sus estrategias de poder, lo que les impidió mantener una fortaleza a partir de la unidad y que alcanzó su incipiente consolidación recién con la creación de la hoy, todavía actual, Confederación General del Trabajo (CGT) en el año 1930. 

Fuera de ello, tuvieron el gran mérito de ser artífices en la construcción de nuestro país y en especial de garantizar el afianzamiento de un proceso de justicia social y construcción de una sociedad un poco más justa. Ese floreciente proceso durante el siglo XX posibilitó a los trabajadores del mundo acceder a sus mejores condiciones de vida. Hace unos años, al comentar este proceso, el profesor francés Antoine Jeaneaud señalaba que con el “estado de bienestar” si bien el mundo seguía siendo desigual, al menos lo estaba enmendado. 

Este sindicalismo, con todas sus contradicciones, fue importante articulador de los procesos de resistencia a las dictaduras de las décadas del 60 y de la que se inicia en 1976, por lo que sufrieron la represión, soportaron la cárcel y muchos pagaron con su vida la defensa de sus ideas. De igual forma hay que decir que en estos convulsionados y dinámicos tiempos, el sindicalismo argentino enfrenta situaciones de gran complejidad. O más bien, y para ser aún más ilustrativo, está enfrentando dificultades que surgen de la crisis del sistema capitalista, el que repercute sobre la clase trabajadora. Las recesiones económicas, las transformaciones económicas y las crisis globales, lo llevan a una desafiante encrucijada. 

Hace años, grandes teóricos como Robert Castel y Jean Paul Sartre alertaban que ante la falta de preocupación de la “elite política”, la clase obrera perdió la partida en comparación entre lo que era y lo que representaba en el corazón de la sociedad industrial, cuando dentro y fuera de ella llevaba para sus compañeros de ruta la esperanza de una organización alternativa de la sociedad. Es decir, una sociedad más justa y sin excluidos. Tal vez sin ser tan extremos y contundentes, es justo reconocer los problemas actuales y del futuro. 

El modelo sindical argentino 
Falencias y virtudes. El dictado del Decreto 23852 (1945), no solo constituye la primera reglamentación legal de la actividad sindical3, sino que además establece las bases de lo que, hasta nuestros días, será el llamado “modelo sindical argentino”. Más allá de las criticas que se le formularán en su largo derrotero por lo sectores mas retrógrados del poder, y también sus diferentes modificaciones4 , (muchas de ellas con la única finalidad de limitar, obstaculizar o cercenar el ejercicio de la libertad sindical) demostró un horizonte de esperanza para la clase trabajadora de nuestro país.

Tampoco puede ignorarse, en sentido altamente positivo, la transcendencia que tuvieron las reformas constitucionales que incorporaron, en nuestra carta magna, los llamados derechos humanos de segunda y tercera generación, a través de las reformas, de los años 1949 (derogada en 1955) y las vigentes del año 1957 (incorpora el actual artículo 14 bis) y la de 1994 (incorpora, entre otros, el artículo 75 inciso 22). Estas modificaciones consolidaron derechos humanos fundamentales que garantizan la plena vigencia de los principios básicos que garantizan el ejercicio de la libertad sindical. 

Pero amén de tan importantes cambios, me interesa resaltar la trascendencia que significó al modelo la sanción, en el año 1987, de la Ley 23.551 (vigente en la actualidad). Esto significó el inicio de un camino hacía la superación de viejas antinomias en el plano sindical y político. Lo cierto es que, más allá de divergencias (algunas que aún subsisten con menor intensidad), propias de un accionar democrático, lo que importa resaltar es a partir de la aprobación unánime del Congreso de aquellos tiempos (de naciente democracia) el “modelo sindical argentino” y su reconocimiento por la sociedad argentina, el mismo paso a constituir, una de las escasas políticas de estado que tanto reclamamos y necesitamos los argentinos. 



Ese modelo que vino a consolidar la Ley 23.551 aún sigue representado una guía reglamentaria para el movimiento obrero argentino, y que sin duda, por el paso del tiempo y de las nuevas realidades sociales, políticas, económicas y tecnológicas del mundo, y en particular de nuestro país, no puede ignorarse que requiere de nuevos consensos que subsanen y adapten ese modelo a esas realidades y también en función de las observaciones (e inconstitucionales) que determinarán los pronunciamientos de los últimos años de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN)5. Enfrentar los nuevos procesos de concentración necesita de la fortaleza y unidad de la clase trabajadora. 

A decir verdad 
Independientemente de lo expuesto, el sindicalismo argentino, no deja de ser un factor de alta representación de los intereses de los trabajadores y de una fuerza que garantiza la movilidad social. No está de más señalar que hoy, como a lo largo de nuestra historia, el stablishment económico y patronal ha tratado de destruir la unidad del movimiento obrero solapado en falsos argumentos de participación y democracia. Lo que les molesta justamente no es eso, sino se trata de romper el muro de contención de lo que algunos llaman “la ciudadela de los derechos protectorios”, verdadero blindaje de los derechos sociales y la autonomía sindical. 

Más allá de lo expuesto, lo que nadie puede negar (aun los que no comparten el modelo sindical argentino) es la importante función que esos sindicatos han tenido a la hora de defender los derechos laborales. Desde la salud, recreación, formación profesional, vivienda, turismo y, por supuesto, las condiciones de trabajo y de salario, emergentes de los convenios colectivos de trabajo. En todo, con aciertos y defectos, estuvo el movimiento obrero argentino. 

El sindicalismo argentino, como todas las organizaciones obreras, tiene aciertos, defectos, fracasos y virtudes. Pero es indudable que, entre sus aciertos, nadie puede negar su gran aporte a la construcción social y democrática de nuestro país. Ha sido, el sindicalismo, una valla de contención contra la precariedad y desocupación. Como alguna vez dijera Robert Castel6 , “se trata de garantizar que un trabajador tenga un lugar en la sociedad y pueda ser reconocido como un individuo con todas sus ventajas y derechos”. Y ese ha sido una de los grandes méritos del modelo


1 Entre otras Federación de Trabajadores de la Región Argentina (1891), en 1901 la Federación Obrera Argentina (FOA), la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), hasta llegar, en 1930, a la actual Confederación General del Trabajo (CGT) 
2 Son los grupos sindicales existentes para entonces, las sociedades mutuales y grupos políticos, los que en el año 1896 fundan el Partido Socialista.
3 En el año 1943 se sancionó un Decreto con el número 2969 que más allá de su exigua duración sentó las bases del sistema. 
4 Entre sus más importantes podemos citar decreto 9270/56 y la Leyes 14455, 20615, 22105. 
5 Entre otros en los casos de “Rossi c/ Estado Nacional”, “APSAI c/ Autopistas del Sol”, “Varela c/ Disco”
6 Castel, Robert, “El ascenso de las incertidumbres”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2012, pág. 41

 Abel N. De Manuele* 
* Profesor de grado y postgrado de Derecho laboral. Autor de libros y artículos varios. Asesor gremial. Ex funcionario de los Ministerios de Trabajo y Transporte
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