Triángulo organizacional
y pentágono de la
representación sindical
Teniendo en cuenta que el fin de
sindicato es lograr que el trabajo
intervenga como actor en el conflicto
laboral, ganando poder de negociación, entonces la organización sindical tiene
que apoyarse en tres grandes vértices: A)
Representatividad; b) Acción directa; c) Negociación colectiva.
A su vez estos tres grandes pilares quedan
reducidos a la nada sin recursos económicos.
La recaudación se convierte así en la base
sobre la que se apoya el triángulo organizacional. Nos concentramos en este artículo en
el vértice superior del triángulo organizacional
del sindicalismo: la representatividad.
La representatividad sindical
¿Por qué representatividad y no representación? El sindicato es una organización representativa y participativa a la vez. El sindicato
representa al trabajo frente al capital y el Estado, es la voz del trabajo (Freeman-Medoff).
Pero el sindicato no se limita a representar al
colectivo laboral, sino que además organiza a
las trabajadoras y trabajadores que lo integran,
para participar personalmente en la acción
directa, principalmente la huelga pero no sólo
la huelga, que es la base de su poder.
Por lo tanto el sindicato representa al colectivo laboral, pero para ser eficiente en esa
representación debe ser representativo. La
representatividad no es un hecho automático y
precisa ser organizada y construida. La representatividad requiere prestar atención a tareas
vitales para un sindicato, como la afiliación, la
presencia en los lugares de trabajo, la militancia, el conocimiento de los deseos e intereses
del colectivo laboral, etc.
La representatividad de clase
Históricamente la representatividad sindical
se constituyó como una representatividad
de clase. Los sindicatos representan a la
“clase trabajadora”, es decir representan al
factor trabajo en la economía. Recordemos
que tradicionalmente la actividad económica
tiene tres factores de producción: el trabajo
(cuya retribución es el salario), el capital (cuya
retribución es la ganancia) y la tierra (cuya retribución es la renta). Pues bien, los sindicatos
representan al factor trabajo.
Si bien la representatividad sindical está referida a la “clase trabajadora”, en los hechos la
mayoría de los modelos sindicales del mundo
organizaron la representación laboral por ramas de la economía, por oficios o por empresas, a nivel local, provincial, nacional o global.
De este modo, cada sindicato representa a
un sector de la “clase trabajadora”, quedando
la representación del conjunto nacional en
cabeza de la central sindical nacional (o
centrales cuando hay más de una), mientras
que la representación de los trabajadores y
trabajadoras del mundo queda en cabeza de
las dos centrales sindicales mundiales (CSI
y FSM).
La representatividad de clase, sin embargo, ha
demostrado no ser suficiente para que un sindicato sea considerablemente representativo.
Hace décadas que las trabajadoras mujeres,
en consonancia con el movimiento feminista,
vienen señalando y reclamando por la escasa
presencia de mujeres en los cargos directivos
sindicales, y la inadecuada representación
por parte de los sindicatos, de los derechos,
problemáticas y situaciones específicas de las
mujeres trabajadoras. De este modo la representatividad sindical debe medirse a partir de
una doble vara: la representatividad de clase
y la representatividad de género.
La representatividad de género
La cuestión de la representatividad de género
ha tomado gran importancia en el sindicalismo
actual, con medidas de alto impacto como los
cupos femeninos, las secretarías de género,
el lenguaje inclusivo, la perspectiva de género
y más recientemente los protocolos contra la
violencia de género.
La problemática de la representatividad no se
agota en la clase y el género, que constituyen
la médula de la misma. Los sindicatos suelen
prestar atención a otros aspectos de la representatividad, que pueden volverse cruciales,
como la edad, promoviendo la afiliación y militancia sindical de los jóvenes. Aspectos más
novedosos de la representatividad tienen que
ver con la creciente cantidad de trabajadores
y trabajadoras que prestan sus servicios mediante home office, o plataformas digitales, los
colectivos LGBT, los trabajadores y trabajadoras migrantes, etc.
Pentágono de la representatividad sindical
El cuidado de la representatividad dentro de
una organización sindical puede ser sintetizado
en un pentágono de cinco dimensiones esenciales. Ya hemos mencionado la dimensión de
género y su importancia creciente. Las otras
cuatro dimensiones esenciales de la representatividad sindical son: la unidad, la mayoría, la
representación y la conducción.
La unidad sindical es un proceso que va de la
mano con la solidaridad. Unir es mucho más
que juntar. Unir es transformar a los trabajadores y trabajadoras en un sujeto colectivo,
con una voz. Abarca no solo la unidad de los
afiliados al sindicato, sino también la unidad
del gremio (es decir todos los trabajadores
del sector) y la unidad de la clase trabajadora
como tal, una tarea que conlleva una fuerte
dimensión político-partidaria.
La representación exige que los órganos
sindicales y el sindicato como tal expresen,
hagan presente los intereses y la voz del
colectivo representado. El modelo sindical
argentino reposa sobre un doble mecanismo
de representación: la de los trabajadores y las
trabajadoras afiliadas expresada en los órganos del sindicato (congreso, consejo directivo, secretariado, elecciones) y la del personal de
las empresas y centros de trabajo, expresada
en los delegados y delegadas de personal, elegidos con un promedio de un/a representante
cada cien trabajadores.
La regla de mayoría es la regla más conocida
para instrumentar el funcionamiento democrático de las organizaciones y los Estados. Sin
embargo, “el principio de mayoría es necesario para la democracia, pero no suficiente”
(Bobbio). El movimiento sindical, en todos
los países del mundo, ha dado prioridad en
los hechos a las llamadas “listas de unidad”,
poco comprendidas desde afuera del mundo sindical. En realidad las listas de unidad
sindicales (que también se usan mucho en
el mundo empresarial), tienen dos objetivos:
buscar mayor representatividad y evitar las
divisiones internas.
Sin conducción y liderazgo no hay organización. En el sindicalismo es doblemente
importante, debido al hecho de que se trata
de una organización diseñada para actuar en
la vorágine del conflicto social. El liderazgo
sindical (como todo liderazgo) es antes que
nada un arte, en el sentido literal del término,
que lo diferencia de una técnica. Exige, como
todo arte, sensibilidad: sentido del momento,
del diferencial de poder en cada momento, de
lo que sienten y piensan las personas involucradas, y sobre todo exige dosificar la proporción
de conflicto y negociación necesaria en cada
momento
Alberto “Pepe” Robles*
* Alberto “Pepe” Robles es Abogado laborista. Director de Investigaciones del IMT “Julio Godio” de la UNTREF Titular de la cátedra
de Organización y Administración Sindical de la Carrera de Relaciones del Trabajo/UBA