Nota sobre la política
pública educativa para
los privados de su libertad
(2007-2015)
“El crimen descarga al mercado de trabajo de una parte de la superpoblación sobrante, reduciendo así la competencia entre los trabajadores y poniendo coto hasta cierto punto a la baja del salario, y, al
mismo tiempo, la lucha contra la delincuencia absorbe a otra parte
de la misma población. Por todas estas razones,
el delincuente actúa como una de esas “compensaciones” naturales
que contribuyen a restablecer el equilibrio adecuado y abren toda
una perspectiva de ramas “útiles” de trabajo”.
Carlos Marx
Sobre la diferencia entre políticas
de Estado y políticas públicas
Alguna vez habrá que pensar, seriamente, en la diferenciación entre políticas de
Estado y políticas públicas. Trataré de acercarme a ello, teniendo en cuenta mi propia experiencia laboral en el Ministerio de Educación
de la Nación, al interior de la Coordinación de
Educación en Contextos de Privación de la
Libertad, durante los años 2008-2015. Considero que esta diferenciación es importante, no sólo en términos analíticos o discursivos, sino
en cuestiones de evaluación de lo que se llama
“gestión” al interior del aparato burocrático del
Estado. Creo que tanto discurso académico,
tantas “maestrías en políticas públicas”, tanto
paper, nos ha hecho olvidar lo esencial: que la
derrota de las políticas de Estado es el suelo
movedizo, inestable y fragmentario de unas
políticas públicas en constante amenaza de
cancelación, tan precarias, como el poder de
los (des) gobiernos que las impulsan. (1)
Escuché muchas veces a Cristina Fernández
de Kirchner hablar de “combinaciones de
políticas públicas muy fuertes y activas”, para
no hablar de políticas de Estado planificadas,
de largo aliento y consensuadas con la mayor
cantidad posible de actores y organizaciones
políticas, sociales y sindicales. La concertación
política es un método difícil y al “peronismo a lo
K” siempre le pareció un dilate estéril e ingenuo.
Requiere del reconocimiento verdadero de las/
los otras/os con los cuales se construye legitimidad política. Un Consejo Económico y Social
—sin cultura de concertación y planificación
democrática— está destinado al fracaso. A la
foto. Más fácil, más redituable, para la lucha
hobbesiana de todos contra todos (la cotidianidad de la política profesional) es apostar a
las políticas públicas, especialmente, cuando
tienen el sello de una máquina electoral propia,
es decir, cuando el Estado imprime tu rostro en
cada movimiento de su maquinaria administrativa generando la ilusión (harto frecuente) que
confunde la voluntad del Estado con la voluntad de un político. (2) En este sentido, la primera
diferencia entre políticas de Estado y políticas
públicas es ética y democrática (3).
Demasiada mesa redonda sobre “el rol del
Estado” nos ha convencido de esta falsa noción según la cual “es el Estado el que otorga,
da derechos”. Desde luego, existen gobiernos
neoliberales que destruyen sin piedad y de un
plumazo políticas públicas activas que favorecen a los trabajadores, a las personas con
discapacidad, a los/las jubilados/as, a los/las
privados/as de su libertad; etc. Pero, de ahí, a
trastocar el fundamento de la lucha social en
el nombre del apetito de poder de un político hay un largo trecho.
Simplemente: lo que es
del pueblo (el trabajo) debe volver al pueblo.
Volvamos.
Decía que pienso que deben diferenciarse
analíticamente las políticas de Estado de las
políticas públicas y esta diferencia la extraigo
—ante todo— de la práctica cotidiana y de
la conversación con mis compañeras/os en
la Administración Pública
Nacional. Pero también de
una lectura de la historia
política de nuestro Estado
Nación y de la memoria viva
de los procesos políticos
y sociales cuyas huellas
llegan hasta el presente,
condicionándolo. ¿Acaso
el pueblo trabajador haya olvidado los planes
quinquenales del gobierno de Juan Perón
como ejemplo e ideal de Políticas de Estado?
Sospecho que no. Que esa memoria está
viva y persiste en los múltiples reclamos de
dignidad y justicia social, sea por parte del
movimiento obrero, sea por parte de los movimientos sociales o del feminismo.
Pero también subsisten las huellas de la
dictadura burguesa terrorista unificada del
76. Huellas que persisten en las brutales consecuencias de la desindustrialización, de la
desaparición de 30 mil militantes políticos, de
la instalación del neoliberalismo como política
de Estado de la Dictadura. Ambas políticas
de Estado —la del bienestar, con Perón, entre 1945 y 1955 y las del terror, entre 1976 y
1983— contienen características que las hacen
reconocibles como tales.
Esas características son: integralidad, densidad, organicidad, sistematicidad, planificación,
horizonte de largo plazo en la intervención
del Estado. Políticas que suponen un Estado
con voluntad y poder de conducción —y, por
lo tanto, también de destrucción— sobre los
procesos económicos y sociales domésticos.
Una concepción global y sistémica de la política económica. La de Perón: de bienestar y
afirmación de la vida; la de Videla: siniestra y
suicida.
Sintéticamente: las políticas de Estado
piensan la fuerza material del Estado como un
poder capaz de moldear la sociedad bajo unos
ideales y unas prácticas que, establecidas en
una dirección común, persisten, más allá de
los cambios de gobierno, como realización de
un proyecto de Nación. La Nación de
los descamisados o un desierto para la
Nación.
En ese sentido, la crisis del Estado de
Bienestar —inducida por la agresión neoliberal del capital global contra el pueblo
trabajador— es la crisis de las políticas
de Estado. Más allá de la proscripción
de Perón, entre 1955-1973, perduró
una idea de Estado de Bienestar en la
sociedad argentina. Desarrollo industrial,
trabajo organizado, pleno empleo. Famoso 14 bis. Exactamente lo contrario
podemos afirmar respecto a la “colonización
del Estado” por parte del neoliberalismo: un
Estado de Malestar en el que no encontramos
un destino. Ni un norte, ni un proyecto de país.
El resultado del proceso de destrucción de las
políticas de Estado —cuando el neoliberalismo
se apropió de su maquinaria y lo redefinió,
desde su interior, con sus propios paradigmas
y miradas (reduccionistas) de la acción social—
define la actualidad de las políticas públicas:
la fragmentación total, la falta de coordinación
y visión nacional, la más absoluta incapacidad
para una planificación de las fuerzas y recursos
del Estado, el corto plazo de la intervención,
el cáncer del marketing político, los ministros
como fusibles de la “opinión pública” (redes
sociales, memes, videos virales, operaciones
del periodismo mercenario, etc.), la hegemonía
de la “gestión a la bartola”.
Las políticas educativas
en los contextos de privación
de la libertad como políticas públicas
¿Por qué es relevante hacer esta diferenciación para hablar de la política educativa en los
contextos de privación de la libertad? Porque
es, justamente, la diferencia que impone los
límites de lo hecho y expone, cruelmente, su destrucción. Hagamos un racconto de la historia
institucional de la Modalidad de Educación en
Contextos de Encierro en el Ministerio de Educación de la Nación y observemos este asunto.
En el año 2000 se abrió, dentro del área de
Educación de Jóvenes y Adultos, una línea de
trabajo denominada Educación en Establecimientos Penitenciarios, cuya primera acción
fue la firma de un convenio con el Ministerio
de Justicia de la Nación, a fin de que la educación en las cárceles federales se traspasara
de los agentes penitenciarios a docentes de
los sistemas educativos provinciales.
Durante
esta etapa se trabajó para instalar la falta de
atención educativa en las cárceles como un
problema educativo relacionado con la exclusión de una población poco visible y carente de
posibilidad de demanda.
En el año 2003 se creó el Programa Nacional
Educación en Establecimientos Penitenciarios y
de Minoridad con la finalidad de instalar el derecho a la educación para las personas privadas
de libertad en las agendas políticas nacionales,
provinciales e internacionales, otorgando visibilidad al problema. En 2005 se adoptó la nueva
denominación: Programa Nacional Educación
en Contextos de Encierro. En 2006 la Ley de
Educación Nacional 26.206 incorporó la atención de las personas en contextos de privación
de libertad como una modalidad del sistema
educativo nacional.
La tercera etapa, al interior del Ministerio de
Educación de la Nación, comenzó en 2007,
cuando se tomó la decisión de que el Programa
Nacional pasara a ser una Coordinación de
Modalidad dependiente de la Dirección Nacional de Gestión Educativa. De 2007 a 2011 se
constituyó como estructura del Ministerio de
Educación de la Nación la Coordinación de
Modalidad Educación en Contextos de Encierro. El objetivo central fue la implementación de
la Ley de Educación Nacional, la constitución
de la identidad de la Modalidad en el ámbito
federal y la generación de normativa para la
universalización de la educación básica obligatoria (primaria y secundaria) con calidad en
los tres contextos.
De 2012 a 2015 funciona una Coordinación de
Modalidad Educación en Contextos de Encierro; a partir de la sanción de la Ley 26.695/11,
recibe nuevas tareas y responsabilidades.
Entre otras, la de unificar interministerialmente
la información, adecuar la infraestructura a
las necesidades escolares, visitar escuelas y
producir desde el Sistema Educativo las indicaciones necesarias para que las autoridades de
Justicia y Derechos Humanos y las autoridades
penitenciarias faciliten el cumplimiento efectivo
de las leyes y normas vigentes (Ley de Educación Nacional), Resolución del Consejo Federal
N° 127/10, aprobatoria del Documento Base,
Resolución RCFE N° 58/08 aprobatoria del
Postítulo “Especialización docente de Nivel Superior en Educación en Contextos de Encierro,
etc.).
En esta etapa se prioriza el fortalecimiento institucional de las escuelas en contextos de
encierro. El propósito central es que brinden
formación de calidad y garanticen la inclusión
y las trayectorias completas de adolescentes,
jóvenes y adultos, en condiciones de igualdad
de oportunidades respecto de las posibilidades
que ofrecen las escuelas extramuros.
Como bien puede observarse arriba, la cuestión de la educación para los/las privados/as de
su libertad fue imponiéndose institucionalmente
al interior del Ministerio de Educación de la
Nación y la gestión no sólo fue consolidándose
al interior del organigrama del Estado sino en
términos territoriales y de gestión socioeducativa federal. Lo pude ver con mis propios ojos.
Pude recorrer distintas unidades penales del
país, de norte a sur, viajando a lo largo y ancho
de la Nación para convencer a autoridades
penitenciarias de la importancia de trabajar
en conjunto con los Ministerios de Educación
Provinciales, impulsando y logrando la participación de los estudiantes en contextos
de encierro en ferias de ciencias, olimpíadas de historia, en parlamentos juveniles
del Mercosur, en coros y orquestas, en
bibliotecas abiertas… Pudimos capacitar
a cientos de docentes con Postítulos que
permitieron cambiar la mirada de la intervención educativa pasando de paradigmas
terapéuticos a paradigmas de restitución
de derechos sociales… Pudimos llevar
muestras fotográficas de historia argentina
a unidades de máxima seguridad del país para
debatir, junto a los estudiantes, desde la Ley de
Residencia hasta el menemismo, conversando
en grupos, tomando mates, enviándoles bibliotecas enteras con bibliografía de excelencia
literaria y jurídica4
. Años de muchísima actividad de gestión, cotidiana, intensa, abrumadora,
apasionada.
¿Fue suficiente?
De ninguna manera. No sólo porque la administración oligarca (2016-2018) y neoliberal (2018-
2019) desanudó todo el trabajo que habíamos
tejido cortando, de raíz, la financiación de las
políticas socioeducativas sino porque nunca
pudimos hacer de la política educativa en los
contextos de privación de la libertad una política
de Estado que permitiera una verdadera resocialización del privado de su libertad haciendo
que confluyan los Ministerios de Trabajo, Desarrollo Social o Cultura de manera sistemática,
integral, orgánica en todos los penales de la
Nación. Trabajamos “a todo vapor”, dentro
de los límites institucionales de las políticas
públicas como paradigma de ampliación de
derechos, y fracasamos. No alcanzó.
Las cárceles no son sanas, ni limpias, ni
mucho menos seguras para los presos. No
resocializan a nadie, y continúan en su trabajo,
inhumano y cínico, de castigo y producción
de sufrimiento y tortura. Son los campos de
exterminio de nuestras “democracias de baja
intensidad”, como dicen los politólogos. El
horizonte de intervención, fragmentario y precario, de las políticas públicas como diseño
de la acción y fuerza estatal, lejos de cumplir
con la Constitución, constituyen el disimulo de
la Administración ante los derechos humanos.
En este sentido, la expresión “políticas públicas
de derechos humanos” es el oxímoron de una
política profesional sin políticas de Estado y sin
derechos humanos
Leonardo Fabián Sai*
*
Sociólogo. Delegado Gremial UPCN Educación, Deportes y UNA, Secretario de Acción Política.