UPCN Digital
Profesionales

02/85

 28/03/2022   688

CARACTERÍSTICAS NATURALES DE LA ANTÁRTIDA

 

            La Antártida es la región circumpolar del planeta que circunda al Polo Sur en un área no mayor a los 2500 km. Ningún punto del mismo alcanza el paralelo de los 60º Sur y, en su mayor parte, está circunscripto al Circulo Polar Antártico (66º 33’S.). Su superficie es de aproximadamente 14.000.000 de km2 incluidas las plataformas de hielo.

 

Entre sus principales características, cabe mencionar su extremado aislamiento. En efecto, dicha zona se encuentra rodeada por los océanos Atlántico, Indico y Pacífico -muy profundos y tormentosos- separado de Sudamérica a una distancia de 1.000 km; le siguen Nueva Zelandia a 2.200 km, Tasmania a 2.250 km y Sudáfrica a 3.600 km. (Ver figura 1)

                                    Figura 1



           

Otra particular característica es su rigurosa climatología, en donde oscilan temperaturas medias en el mes de enero entre 0º y –40º C en la costa y en el interior respectivamente, variando a -23º y –68º en invierno. Por otra parte, el 98% de su superficie está cubierta de hielo, que no solo la convierte en el continente de mayor altura promedio (2.040 m. sobre el nivel del mar), sino que también  representa el 70% de reserva de agua potable del planeta. Además, el clima antártico es muy seco, donde coexisten escasas lluvias -teniendo un promedio anual de acumulación de precipitaciones de 140 mm. de agua (menor que el desierto del Sahara)- y fuertes vientos que llegan a superar los 120 km/h.

El rigor del clima antártico, trae como consecuencia que la fauna y flora terrestre sean muy pobres. La flora continental está representada por líquenes, musgos y, excepcionalmente, gramíneas. La fauna está compuesta por algunos invertebrados como artrópodos, insectos y arácnidos. No ocurre lo mismo en el ámbito marino, en donde el largo período de luz en los meses de verano, la oxigenación y la riqueza de sales en el agua permiten el desarrollo de seres microscópicos (fitoplancton, diatomeas, etc.) hasta aves, peces y grandes mamíferos. Entre las aves se encuentran albatros, petreles, cormoranes, gaviotas, gaviotines, skúas y pingüinos. Entre los peces se pueden mencionar las especies pelágicas, que comprenden a los batipelágicos, mesopelágicos y nototenoideos; y las especies demersales, como Bovitchus elongatus, Notothendidae, Harpagiferidae, Bathydraconidae y Channichthydae. Los mamíferos están representados por focas (peletera o de dos pelos, de Weddell, cangrejera, de Ross, leopardo y elefante marino) y cetáceos (ballenas azul, jorobada, boba, de aleta y franca, cachalote y orca).

 

            Cabe destacar que el ecosistema antártico es muy frágil, en donde existen pocas especies con un gran número de individuos y que, la exterminación de uno de ellos produciría un colapso en todo el ecosistema. En este contexto, tiene primordial importancia el Krill (Euphausia superba), parecido a un camarón de color rojizo que alcanza a medir entre 5 y 7 cm en estado adulto y que sirve de alimento principal a varias especies de dicho ecosistema.

 

Estas características nos explican el por qué fue la última región del planeta en descubrirse y el por qué no existe una población autóctona en ese lugar. Del mismo modo, también nos muestra el enorme valor que tiene desde el punto de vista económico, científico y estratégico militar. En lo comercial, es una fuente de recursos tanto renovables (peces, focas, ballenas) como no renovables (hidrocarburos y minerales) y es una inmensa reserva de agua dulce. Con respecto al valor científico, representa un amplísimo laboratorio natural que sirve de comparación con otras zonas del planeta y es un factor importante de regulación climática y oceánica. En lo estratégico militar, dicha zona permite el control de los océanos Atlántico, Pacífico e Indico y, después de finalizada la II Guerra Mundial, ese interés creció geométricamente: “...los Estados comenzaron a aplicar el principio de la defensa dinámica a distancia que obraba en virtud de un criterio ofensivo-defensivo. El mismo requería de bases estratégicas en diversos puntos de la tierra, principalmente en los nudos de comunicaciones. De allí es que a la importancia del estrecho de Gibraltar, de los Dardanelos y los canales de Suez y Panamá se sumaran para las grandes potencias y en particular Estados Unidos y la Unión Soviética la preferencia por las regiones polares y sus inmediaciones: Groenlandia, Islandia, Siberia y la misma Antártida se convirtieron así en objetivos estratégicos. Ambas potencias trataban de alejar de su propio territorio dichas bases, en forma tal de utilizarlas para rodear eventualmente al enemigo potencial”.[1]

 

LA CUESTIÓN SOBERANÍA EN LA ANTÁRTIDA

 

Si bien las actividades científicas, de exploración y comerciales comenzaron a fines del Siglo XIX éstas respondían a intereses difusos “...la importancia que se asignaba al continente antártico se confundía en una mezcla de interés científico, económico y estratégico”[2], por lo que se puede afirmar que el problema jurídico-político es del siglo XX. Debido a las particulares características de la Antártida mencionadas anteriormente, todas las actividades que se llevaron en esa región requirieron de una gran infraestructura de apoyo, que, generalmente, la proporcionan los Estados en forma directa o indirecta, lo que inevitablemente llevó “...a la posibilidad de utilizar esos esfuerzos como fundamento para reclamaciones territoriales[3]

 

            Aquí surge un problema legal que es si un Estado patrocinante de expediciones puede incorporar a su dominio territorio antártico. En el Siglo XVI el Derecho Internacional contemplaba que el simple descubrimiento era fundamento suficiente para la adquisición de territorio, a partir del Siglo XVIII, dicho descubrimiento debe ser seguido de la ocupación efectiva, no sólo para la adquisición, sino también para la conservación de los derechos de soberanía.[4]

 

            Obviamente, las rigurosas características físicas que presenta este continente impiden el establecimiento de una autoridad estatal estable en esa zona, lo que llevó a muchos autores (J. B. Scott, Roberto Puceiro, T. W. Balch, entre otros) a afirmar que no podían estar sujetos a la ocupación real.

 

            Ante esta aseveración, cabe formular que en el Ártico, con algunas características similares a la Antártida, se ha aceptado la adquisición de esos territorios a la soberanía estatal. Asimismo, la situación antártica no difiere mucho de la del Sahara o de la de las regiones más altas de las elevadas cadenas montañosas de África o Sudamérica, pero en esos casos nunca se negó que esas regiones pudieran ocuparse.[5] Hay que tener en cuenta la siguiente premisa legal: un estado tiene el derecho de expandir su territorio por medio de la ocupación satisfaciendo dos condiciones: a) que los territorios no estén ocupados y b) el Derecho Internacional esté de acuerdo con la ocupación. En este último punto se debe tener presente que lo que no está completamente prohibido está permitido legalmente.[6]

 

            Del mismo modo, para finalizar con el aspecto legal de la adquisición de territorios antárticos a la soberanía estatal, debe observarse que en una región inhóspita debe establecerse una compatibilidad entre el Derecho Internacional y las características geofísicas, es decir, entre Derecho y realidad.[7]

 

            Los títulos utilizados por los países con intereses antárticos para la adquisición de soberanía en la Antártida han sido de diversas formas, tales como el descubrimiento, la ocupación efectiva, la proximidad geográfica, la continuidad geológica, el uti possidetis iure y el principio del sector. Desde fines del Siglo XV, debido a la expansión europea en el mundo y la conquista de lugares desconocidos, el descubrimiento[8] fue considerado como base suficiente para adquirir propiedad absoluta sobre el nuevo territorio, pero a fines del Siglo XVII, este concepto fue considerado imperfecto, ya que para la adquisición de nuevos territorios, el descubrimiento debe ser complementado por la ocupación efectiva[9], esto es, tomar posesión y establecer su administración.[10]

 

La proximidad geográfica[11] fue utilizada por los países vecinos a la Antártida, ya que, debido a su proximidad, existen legítimos intereses en materia de seguridad, ciencia, medio ambiente, etc. No representa un título en sí mismo, sino más bien, un elemento contribuyente a la reivindicación territorial. Este concepto está relacionado con la contigüidad o continuidad[12] geológica; el primero es aquél por el cual un Estado que ocupa una región litoral, extiende su soberanía sobre todas las situadas en la vecindad de sus costas. En el segundo, su soberanía se extiende sobre todas las regiones circundantes que forman con él un conjunto natural.[13]

 

El uti possidetis iure (como poseéis, seguiréis poseyendo), es un principio del derecho internacional americano, por el cual la nueva nación independizada de su metrópolis, adquiere la propiedad absoluta de los territorios que le pertenecían. Este principio, utilizados por Argentina y Chile, se convirtió en la regla clásica para aplicar los derechos territoriales en los casos de sucesión de Estados.[14]

 

            El principio o teoría del Sector fue expuesto por el Senador canadiense Pascal Poirier en 1907, con relación a la división de las regiones árticas. Este principio propone la extensión de los meridianos que tocan los puntos más extremos (este y oeste) de cada Estado contiguo a la región ártica, hasta converger en el Polo. Es decir, quedaba delimitado un sector polar, de figura semejante a un triángulo esférico. En la Antártida, dicho principio fue modificado por la mayoría de los países reclamantes y ningún sector guarda relación con los extremos del país reclamante, salvo el reclamo argentino. No obstante, este principio no alcanzó a constituir una norma consuetudinaria de aplicación para la adquisición de soberanía sobre territorios antárticos, sino más bien, un procedimiento para determinar los límites del sector.[15]

 

LA SITUACIÓN DE LA ANTÁRTIDA ANTES DE LA FIRMA DEL TRATADO ANTÁRTICO

 

            Desde el punto de vista geopolítico, la situación antártica estaba configurada de la siguiente manera: siete países reclaman soberanía en la Antártida: Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y Reino Unido, y un sector, no es reclamado por ningún Estado. Los sectores conformados están resumidos en el cuadro Nº 1.

 

Antártida Argentina: 25º W – 74º W al sur de 60º S.

Territorio Antártico Australiano: 45º E – 136º E y 142º E – 160º E al sur de 60º S

Antártica Chilena: 53º W – 90º W sin límite norte.

Tierra Adelia (Francia): 136º E - 142º E al sur de 60º S.

Tierra de la Reina Maud (Noruega): zona costera 20º W – 45º E sin límite norte ni sur.

Dependencia de Ross (Nueva Zelandia): 150º W – 160º E al sur de 60º S.

Territorio Antártico Británico: 20º W - 80º W al sur de 60º S.

Sector no reclamado: 90º W – 150º W.

Cuadro 1

 

            La República Argentina ha considerado su territorio antártico como parte inseparable del territorio nacional, materializado en aspectos de su política interna como en las posiciones adoptadas ante los organismos internacionales en donde se trataban temas relacionados con la Antártida. Por este motivo, al considerar al territorio antártico como parte integrante de su territorio desde su fundación, es el único Estado que no realizó una declaración expresa de anexión. Recién el 7 de abril de 1948, mediante el Decreto 9.905, se incluyó al Sector Antártico Argentino y a las islas del Atlántico Sur a la jurisdicción del Territorio Nacional de la Tierra del Fuego. Con posterioridad, por el Decreto 2.191 del 28 de febrero de 1957, ese territorio fue denominado Territorio Nacional de la Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.


           Figura



Los otros seis Estados reclamantes de soberanía la proclamaron por medio de medidas administrativas dictadas por sus respectivos gobiernos. En ese sentido, el Reino Unido proclamó su territorio mediante la Carta-patente del 21 de julio de 1908, por el cual se establecía que todas las islas y territorios comprendidos entre los meridianos 20º y 80º al sur del paralelo 50º de latitud sur son de dominio inglés y debían ser considerados como dependencias de la Colonia de las Islas Malvinas. Como dicho territorio incluía parte de la Patagonia argentina y chilena, otras Carta-patente del 28 de marzo de 1917 modificó los límites anteriores, quedando conformado el nuevo sector entre los meridianos 20º y 50º de longitud oeste al sur del paralelo 50º de latitud sur y entre los meridianos 50º y 80º de longitud  oeste  al  sur  del  paralelo 58º de latitud sur. Finalmente, la Orden del Consejo del 26 de febrero de 1962 proclamó el Territorio Antártico Británico entre los meridianos 20º y 80º de longitud oeste al sur del paralelo de 60º de latitud sur




Asimismo, el Reino Unido también realizó reclamaciones formales para sus dependencias. Por la Council Order del 30 de julio de 1923 puso bajo administración de Nueva Zelandia el territorio antártico comprendido entre los meridianos 160º de longitud este y 50º de longitud oeste al sur del paralelo 60º de latitud sur. Del mismo modo, mediante la Council Order del 7 de febrero de 1933 se le asignó a Australia el sector antártico comprendido entre los meridianos 45º y 160º de longitud oeste al sur del paralelo 60º de latitud sur.

 

            Francia hizo efectiva su proclamación de soberanía sobre la Tierra de Adelia (136º E – 142º E al sur de 60º S), mediante los decretos del 27 de marzo y 21 de noviembre de 1924, y la dispuso bajo administración de Madagascar.

 

            El 14 de enero de 1939 Noruega reivindicó la parte del continente antártico situada entre los meridianos 20º W y los 45º E con el nombre de Tierra de la Reina Maud. Con anterioridad, había proclamado su soberanía sobre la isla subantártica Bouvet en 1928, y sobre la isla antártica Pedro I en 1930.

 

            Chile, reclamó su territorio antártico a través del Decreto Supremo Nº 1.747 del 6 de noviembre de 1940, donde proclamó sus derechos antárticos dentro de los límites constituidos por los meridianos 53 y 90 de longitud oeste, ambos de Greenwich.

 

De estas reclamaciones territoriales se superponen los sectores antárticos de Francia y Australia por un lado, y los de Argentina, Chile y Reino Unido por el otro. El territorio reclamado por Francia divide en dos el reclamo australiano, esto dio origen a una disputa diplomática entre ambos países con intercambio de notas reversales; no obstante, la cuestión fue resuelta entre Londres y París, aceptando Australia la reclamación francesa.

 

            No corrieron igual suerte las superposiciones territoriales entre Argentina, Chile y Reino Unido. Esta situación no sólo produjo enfrentamientos diplomáticos entre los tres países, sino que también se han producido incidentes armados, principalmente entre Argentina y el Reino Unido. Estas disputas abarcaron tanto el desmantelamiento de bases como el envío de flotas de guerra al sur del paralelo de 60º Sur.

 

            A esta situación, se le sumó, después de finalizada la II Guerra Mundial, la participación de Estados Unidos y la ex Unión Soviética en el escenario antártico. Estos dos países no reconocen soberanía sobre la Antártida, no obstante, se reservan el derecho de hacer una reclamación formal basada en el descubrimiento y en las actividades realizadas por sus ciudadanos en ese continente. La aparición de las superpotencias -con objetivos diferentes a los estados con intereses antárticos- instalando estratégicamente bases por todo el continente antártico, produjo el temor de que la guerra fría se trasladara a esa zona. La lucha por la obtención del control político-económico-militar de esas regiones ha caracterizado la política internacional de las grandes potencias…y la Antártida ha sido precisamente una de las más complicadas por la diversidad de intereses de las partes involucradas.[16]

 

            Ante esta compleja y conflictiva situación, donde se confrontaban diferentes intereses en el continente antártico: superposición de reclamos territoriales, estados que no reconocían ningún tipo de soberanía en esa región y el temor de que la guerra fría se traslade a la Antártida, dio origen a diversas iniciativas para su internacionalización. En 1940 se intentó incluirla dentro del régimen de Administración Fiduciaria previsto en las Naciones Unidas. El 2 de junio de 1947 la Liga Internacional de la Mujer para la Paz y la Libertad peticionó al Consejo para que extendiera el control internacional a las regiones polares, mediante fideicomisos ártico y antártico, con poderes administrativos directos y completos en esas regiones. En agosto de 1948, Estados Unidos hizo circular un proyecto de Acuerdo con forma de Convención para ser suscripto por Argentina, Australia, Chile, Francia, Estados Unidos, Reino Unido y Nueva Zelandia, por el cual la Antártida sería sometida al régimen de Administración Fiduciaria previsto en la Carta de las Naciones Unidas. Con posterioridad, se dirigió nuevamente a esos Gobiernos para la búsqueda de una solución a la controversia antártica, la que sería mediante un acuerdo de alguna forma de internacionalización. El 17 de febrero de 1956 la India solicitó que se incluyera en el programa previsional del XI período de sesiones de las Naciones Unidas la cuestión de la Antártida; el 12 de septiembre de ese mismo año, requirió que el tema fuera sustituido por el de utilización pacífica de la Antártida, tema que no fue considerado por la Asamblea. Ninguna de estas propuestas tuvo éxito por la negativa de los países reclamantes. “Era obvio que no podría encontrarse solución alguna sin considerar la posición de los países reclamantes; era necesario idear un sistema que no amenazara lo que consideraban sus derechos soberanos”[17]

 

            No obstante, un hecho de especial importancia surgió en ese contexto, que preparó las bases para las negociaciones encaminadas a asegurar que la Antártida se transformara en una zona de paz, superar los conflictos derivados de la cuestión soberanía, y garantizar la libertad de la investigación científica en la región.[18] Ese hecho significativo se denominó Año Geofísico Internacional (AGI).

 

EL AÑO GEOFÍSICO INTERNACIONAL

 

A las actividades del primer  y segundo año polar que tuvieron lugar en 1882 y 1932/33 respectivamente, le sucedió el tercer año polar. La idea fue impulsada por el Consejo Internacional de Uniones Científicas (ICSU) que, en 1952, delimitó las tareas de observación y denominó al proyecto “Año Geofísico Internacional” cuya extensión fue del 1 de julio de 1957 al 31 de diciembre de 1958.

 

Se creó un Subcomité para coordinación de todas las actividades y trabajos a realizarse en todo el planeta, mereciendo la Antártida un interés particular. Como era de esperarse, las complejidades de la situación política y legal se hicieron evidentes, a tal punto, que en la primera reunión preparatoria, su presidente enfatizó el carácter técnico de la reunión y señaló que “las cuestiones financieras y políticas no eran de la incumbencia de esa conferencia. Su objetivo era examinar los problemas técnicos que surgían de las expediciones a la Antártida que se estaban organizando con motivo del AGI”[19] Dicha declaración fue seguida de una moción aprobada por la mencionada Conferencia, por la cual se destacaba que los objetivos son de exclusiva naturaleza científica. No obstante ello, los incidentes continuaron debido a las posiciones encontradas en ese continente.

 

Doce Estados desarrollaron actividades en esta región: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Estados Unidos, Francia, Japón, Noruega, Reino Unido, Sudáfrica, Nueva Zelandia y la ex Unión Soviética. Para efectivizar las actividades trazadas, se instalaron 55 estaciones[20]  en el continente antártico y en las islas subantárticas y se realizaron programas de investigación sobre auroras, rayos cósmicos, meteorología, sismología, oceanografía, biología y ciencias médicas.

 

La compleja situación política y jurídica se mantuvo a lo largo del Año Geofísico Internacional y se suscitaron problemas debido a las actividades emprendidas por científicos de un Estado en la zona reclamada por otro. Estos hechos, incitaron a los Estados reclamantes a formular declaraciones señalando que acogían con agrado las actividades realizadas en sus respectivos territorios, declaraciones éstas, que eran rechazadas por los Estados que no reconocían reclamos de soberanía.

 

El 3 de mayo de 1958, el Presidente Eisenhower, mediante una nota dirigida a los once gobiernos que participaron en los programas científicos del Año Geofísico Internacional,  los invitó a una conferencia “a realizarse en una fecha próxima y en el lugar que resulte mutuamente conveniente, para celebrar un Tratado Antártico”[21]. En dicha nota señalaba que “los intereses de la humanidad estarían mejor servidos si los países con interés directo en la Antártida se unieran para celebrar un tratado cuyo propósito fuese la libertad de investigación científica, y garantizar su utilización únicamente para fines pacíficos”.[22]. Dicha invitación, finalmente, fue aceptada por esas naciones.

 

La posición de los Estados que reivindicaban soberanía, la participación de otros que no reconocían tales reclamos, las dificultades que se suscitaban por las reclamaciones superpuestas, las tensiones que todos estos factores habían producido y que se continuaban produciendo y, como contrapartida, el espíritu de cooperación e intercambio desarrollado durante el AGI y el éxito de sus resultados científicos, posibilitó la firma del Tratado Antártico el 1 de diciembre de 1959. “En el caso particular de Antártida, la ciencia ha sido un factor decisivo en determinar el progreso de la región. Cuando se analizan las condiciones que llevaron a la convocación de la Conferencia Antártica de 1959, debemos tener en cuenta la situación científica en ese momento y los problemas legales y políticos que inevitablemente enfrentaron las partes interesadas. Fueron los problemas que surgieron de las actividades científicas los que obligaron finalmente a la convocación de la Conferencia de Washington”.[23]

 

* Politólogo especializado en Relaciones Internacionales, integrante del Departamento Política Antártica de la Dirección Nacional del Antártico

 



[1] QUADRI, Pedro Ricardo, La Antártida en la Política Internacional, editorial Pleamar, Bs. As., 1986, pág. 17.

[2] QUADRI, Pedro Ricardo, Op. Cit., pág. 3

[3] GUYER, Roberto E., The Antarctic System, , en Recueil des cours de l’Académie de Droit International, vol 139, Leyden, 1974, pág. 10

[4] Arbitral Award – Island of Palmas Case, Reports of International Arbitral Awards, Vol. II, publicado por las Naciones Unidas, Nueva York, 1949, pág. 839.

[5] SMEDAL, Gustave, Acquisition of Sovereignty over Polar Areas, Oslo, 1931, pág. 32.

[6] KELSEN, Hans, Principles of International Law, Nueva York, 1952, págs. 305-306

[7] GUYER, Roberto E., Op. Cit. Pág 14

[8] El descubrimiento fue utilizado por el Reino Unido y sus dependencias (Australia y Nueva Zelandia), Francia y Noruega.

[9] La ocupación efectiva es sostenido por Argentina, a partir de la toma de posesión del observatorio meteorológico y magnético y el establecimiento de una agencia postal en las Orcadas del Sur el 22 de febrero de 1904 y por el desplazamiento de otras Bases por todo el Sector Antártico Argentino. Si bien Chile esgrime éste título como fundamento de reclamación de su territorio antártico, recién en 1947 inauguró su primer asentamiento.

[10] PALAZZI, Rubén Oscar, Antártida y Archipiélagos subantárticos, Factores para su Análisis, Tomo I, Escuela Superior de Guerra Aérea, Fuerza Aérea Argentina, Bs. As. 1987, págs. 310 - 314.

[11] La proximidad geográfica es argumentada por Argentina, Australia, Chile y Nueva Zelandia.

[12] Este título es usado por Argentina, Chile y Nueva Zelandia.

[13] PALAZZI, Rubén Oscar, Op. cit, págs. 315 – 317.

[14] PALAZZI, Rubén Oscar, Op. cit., págs. 317-319.

[15] PALAZZI, Rubén Oscar, Op. cit., págs. 320 – 323.

[16] QUADRI, Ricardo Pedro, Op. cit., pág 17.

[17] GUYER, Roberto E., Op. Cit., pág. 33

[18] FINN, Sollie, The Antarctic Treaty System: The Political Problem of Potential Resource Development, pág. 15

[19] GUYER, Roberto E. Op. cit., pág. 26.

[20] Argentina, Chile y el Reino Unido ya habían instalado Bases con anterioridad al AGI y, en esas estaciones, también se estaban llevando a cabo trabajos de investigación científica y técnica.

[21] SCILINGO, Adolfo, El Tratado Antártico: Defensa de la Soberanía y la Proscripción Nuclear, Librería Hachette S. A., Bs. As., 1963, pág. 13.

[22] SCILINGO, Adolfo, Op. cit., págs. 15-16.

[23] GUYER, Roberto E., Op. cit., pág. 23.

UPCN Copyrights © 2018 Todos los derechos reservados.