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 28/03/2022   863

Todos los veranos nos preparamos para vivir dos meses en medio del hielo. Buscamos un buen lugar al reparo de los vientos, con una fuente de agua cercana, armamos nuestras carpas, colocamos la bandera argentina y así nuestro campamento en la Antártida se transforma en nuestro hogar. Nos concentramos en recuperar restos de plantas o animales del pasado que fosilizaron y se encuentran preservados en las rocas. Estos restos pueden ser de organismos grandes o de un tamaño observable a simple vista, o bien, ser microscópicos.

Una vez finalizada la campaña antártica, los restos fósiles y las rocas que los contienen, son llevados a los laboratorios para ser limpiados, preparados y en el caso de los fósiles microscópicos, ser extraídos de las rocas. Luego, los estudiamos utilizando lupas, microscopios y comparándolos con bibliografía de todo el mundo.

La Antártida no siempre tuvo la posición que presenta en la actualidad. Hace aproximadamente 200 millones de años, la Antártida estaba unida a América del Sur, África, India, Australia y Nueva Zelanda, constituyendo un único continente denominado Gondwana. Hacia los 140 millones de años, este supercontinente comenzó a fragmentarse, y así Antártida se fue separando adquiriendo una posición polar. El último distanciamiento ocurrió entre América del Sur y Antártida cerca de los 34 a 30 millones de años y la separación definitiva generó el Pasaje de Drake. Este pasaje posibilitó la formación de la Corriente Circumpolar Antártica (CCA), una corriente fría que gira alrededor del continente antártico e impide el acceso de corrientes cálidas del norte facilitando su aislamiento térmico, su enfriamiento y la estabilización de los glaciares antárticos La CCA distribuye el calor, nutrientes, sales y carbono a todo el planeta, y actúa en el en el intercambio de gases entre la atmósfera y el océano; por lo tanto tiene una gran influencia en el clima de la Tierra.

Esta modificación en la posición de los continentes y los cambios climáticos que sucedieron en los últimos 140 millones de años, influyeron en los organismos que vivían en tiempos remotos, tanto los habitantes del  mar como de los continentes. Por eso, los fósiles se estudian para conocer las condiciones climáticas del pasado, los cambios evolutivos que se fueron dando entre los grupos de organismos, las migraciones, entre otros.

Uno de los mejores lugares para analizar los cambios climáticos sucedidos a lo largo del tiempo y la evolución de la fauna y la flora del Hemisferio Sur es el noreste de la Península Antártica, en particular el archipiélago James Ross, que es un conjunto de islas (siendo las principales las islas Vega, Cockburn, Marambio y Cerro Nevado) que rodean la isla homónima de mayor tamaño. Esta área está ubicada en el Sector Antártico Argentino, y se encuentra allí la Base Marambio que brinda la logística necesaria para acceder a la zona de estudio y establecer los campamentos científicos de verano. Además de la cercanía de la Península Antártica a nuestro país, esta región posee un gran valor geológico y paleontológico, porque allí se encuentran rocas y fósiles, muy bien preservados, de 140 a 30 millones de años. Se trata de uno de los lugares más fosilíferos de toda la Antártida, por eso es de mucho interés para los científicos de todo el mundo.

 

 

Ubicación del archipiélago James Ross, con las bases argentinas: Base Esperanza y Base Marambio, ubicadas en la bahía Esperanza y en la isla Marambio respectivamente. Fotos de campamentos de verano de científicos argentinos en la isla James Ross.

 

La isla Vega es una de las localidades que estudiamos, y en ella afloran rocas de alrededor de 80 millones de años de antigüedad. De allí recuperamos algunos fragmentos de hojas semejantes a las de la Familia Nothofagaceaea, unas plantas arbóreas denominadas Nothofagus (conocidas comúnmente como lenga, coihue y ñire) que hoy viven en regiones húmedas de la Patagonia de Argentina y de Chile, en el sudeste de Australia, Tasmania, Nueva Zelanda, Nueva Guinea y Nueva Caledonia. Asociadas a estas hojas, hallamos granos de polen fósiles de estas plantas de tamaño microscópico que se recuperaron luego de ser extraídos de las rocas. Las hojas fósiles se hallaron cercanas a estratos con numerosos fósiles de moluscos (amonites, nautiloideos, bivalvos, gastrópodos), crustáceos, dientes de tiburón, reptiles marinos y dinosaurios. La presencia de estas hojas de Nothofagus junto a sus granos de polen nos indicó que para ese entonces, en esta región, donde hoy hay glaciares y espesas capas de hielo, existió un bosque de Nothofagus y otras plantas como las coníferas formando los estratos superiores del bosque, y helechos, licopodios y musgos creciendo debajo de las extensas copas de los árboles. También encontrarnos restos de hongos indicadores de alta humedad ambiental. El bosque se habría desarrollado bajo condiciones templadas y húmedas y habría sido semejante al bosque templado lluvioso como los que hoy se desarrollan en el sur de Argentina y Chile, conocido como bosque valdiviano o bosque andino patagónico. Es decir, hoy tenemos en la Patagonia los bosques antiguos o bosques gondwánicos, heredados de la Antártida.

Resulta muy interesante el hecho de que entre los granos de polen de Nothofagus se reconocieron especies ancestrales, hoy extintas, pero con semejanzas con especies vivientes. Esto indica que la Antártida fue un centro de origen para Nothofagus y luego se fue dispersando hacia otros continentes cuando aún formaban parte de Gondwana. La dispersión y llegada a América del Sur de este grupo de plantas fue posiblemente a través de un puente terrestre que se formó como consecuencia del descenso en el nivel del mar hace aproximadamente 70 millones de años y que permitió la conexión entre ambos continentes. En particular, el norte de la Península Antártica fue el lugar desde donde evolucionó este grupo de plantas, porque es allí donde se registra su polen más antiguo.

Al producirse la fragmentación de Gondwana y el consecuente aislamiento del continente antártico, la corriente marina fría (CCA) rodeó la Antártida y comenzó a descender paulatinamente el clima provocando la extinción de estos bosques. Así, la antigua vegetación de origen gondwánico solo pudo sobrevivir en ciertas regiones del mundo donde se combina una temperatura templada con un alto grado de humedad.


Hojas (izquierda arriba) y granos de polen (izquierda abajo) fósiles de Nothofagus. Los resultados de este trabajo fueron publicados en una revista científica (Romero, Amenábar, Zamaloa y Concheyro, 2019. Nothofagus and the associated palynoflora from the Late Cretaceous of Vega Island, Antarctic Peninsula. Polish Polar Research 40 (3): 227–253). Los fósiles se hallan alojados en el Repositorio Antártico de Colecciones Paleontológicas y Geológicas del Instituto Antártico Argentino. 

Bosque valdiviano de la Patagonia argentina (derecha). Fuente Dra. Verónica Arana, Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche, Argentina Instituto de Investigaciones Forestales y Agropecuarias Bariloche, CONICET.

Disponible en: https://fibamdp.wordpress.com/2021/05/29/seminario-virtual-respuestas-de-especies-de-nothofagus-a-senales-ambientales-historias-entre-relojes-y-el-calor/

 

 

Los hallazgos de fósiles de Nothofagus constituyen una de las evidencias de la relación existente entre el continente antártico y América del Sur cuando formaban parte de Gondwana, revelando esa larga historia geológica y paleontológica que tienen en común la Patagonia argentina y la Península Antártica.  

 



Trabajos de campo, recorriendo el área de estudio y recolectando fósiles y dentro de la carpa, seleccionando y realizando una limpieza preliminar para su posterior estudio.

 

Estos estudios, como otros tantos, se llevan a cabo a través del Instituto Antártico Argentino y la Dirección Nacional del Antártico. La investigación científica nos permite conocer la historia geológica y riqueza natural de la Antártida y su relación con nuestro país, respaldando así los intereses soberanos argentinos en este continente. 

 

*Jefa del Dpto. de Paleontología, Área de Ciencias de la Tierra, Instituto Antártico Argentino UBA-CONICET

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