UPCN Digital
Profesionales

03/140

 28/12/2021   549

El rol de las mujeres antes y después de Evita

En un principio, para comenzar a dimensionar la magnitud del problema, debemos considerar que en nuestro país, los debates en torno a la Vivienda Social comienzan a visibilizarse académica y artísticamente alrededor de los años 50. Desde entonces mucho se ha discutido, aunque desarticuladamente, sobre los modelos de vivienda, la planificación de las ciudades y las formas de ocupación del territorio en el país[1]. Para comprender la emergencia de aquel debate que nos sigue convocando hasta hoy, resulta necesario trazar dos arcos temporales: antes y después de la llegada del peronismo al gobierno, y más precisamente, antes y después de la irrupción de Evita en el escenario de las políticas públicas abocadas a la vivienda.

A los fines prácticos, consideraremos un primer arco temporal comprendido entre los años 1905-1945. Si bien existen diferencias políticas y culturales en este período, es en la mirada sobre la, por aquellos días novedosa y creciente, problemática de la escasez de vivienda que parecieran encontrar un denominador común. En este tiempo el explosivo crecimiento de los grandes centros urbanos, alentado por las migraciones, es que los conventillos y casas de inquilinato serán considerados por el Estado como la gran fuente de enfermedades, la promiscuidad, la anarquía, y el vicio obrero: el juego y el alcohol. En consecuencia, se pondrán en marcha una serie de proyectos de ley, y también se llevarán a cabo experiencias tanto desde el cooperativismo organizado desde el socialismo, en El Hogar Obrero (EHO) como desde la beneficencia católica nucleada en la Unión Popular Católica Argentina (UPCA), donde la construcción de viviendas para obreros será concebida desde una lógica higienista, como el instrumento para educar a los sujetos y sanear las urbes, en otras palabras, experiencias y proyectos donde habrá un “otro” a quien impartir las buenas costumbres, a la vez que se buscará desplazar la creciente conflictividad social. Es aquí donde nos interesa poner la lupa, ya que los organismos propuestos para la administración y seguimiento de las obras de viviendas de aquellos proyectos serán integrados primigeniamente por mujeres. Las primeras preguntas serán entonces, considerando que la actividad política estaba concentrada en los varones, ¿por qué mujeres? ¿Cuál es el rol asumido por la sociedad y el Estado, que debieran cumplir aquellas mujeres?¿representaban a todas las mujeres de la Nación?

Veremos luego, cómo el peronismo reformulará la mirada higienista, y sumará más perspectivas a la problemática, reconociendo el acceso a la vivienda como un derecho de los trabajadores y masificando la construcción de viviendas. Aquí tendrá una vez más, un papel totalmente disruptivo la compañera Evita (la “ministra sin cartera” como la llamó Perón), que no sólo va a reconocer el acceso a la vivienda como un derecho de la familia peronista sino también dispondrá y abogará por la construcción de viviendas de lujo y con una estética particular. Nos proponemos analizar la obra de Evita desde la Fundación Eva Perón y su perspectiva sobre la vivienda, cruzando además el nuevo rol que ella despierta y propone a las mujeres de la patria, una vez que se las reconoce como plenas de derechos políticos. Si la mujer puede y debe votar, y también puede ser elegida, entonces hay otros roles que las mujeres pueden tomar en la sociedad ¿hay una nueva reconfiguración de las familias y la comunidad que puede ser advertida desde lo espacial?, ¿se traduce esto en las políticas públicas para la vivienda?.

En estos días, donde la gran mayoría de las mujeres sindicalizadas nos reconocemos peronistas y feministas, ¿podremos retomar con perspectiva de géneros, las intenciones de Evita y sus concreciones físicas, para repensar políticas públicas de vivienda con dignidad y lujo para trabajadoras y trabajadores?

 

De las “señoras notables” a la figura de Evita

El primer plan de vivienda social promovido por el Estado en Argentina data de 1883, cuando la Municipalidad de Buenos Aires proyecta cuatro barrios obreros[2], pero no es hasta después de la “huelga de inquilinos” (también conocida como la huelga de las escobas por el protagonismo que tuvieron las mujeres echando a escobazos de los conventillos a los cobradores de alquileres) y el Segundo Congreso de Católicos Argentinos en 1907, que se encara con firmeza el conflicto: una sucesión de proyectos de ley, coincidentes todos en una concepción liberal del Estado, que delegaba en el mercado la solución del problema apelando por supuesto, a la moral y la higiene. En particular, nos interesa detenernos en el 3° proyecto de “Casas para obreros” (nótese que generalmente es considerado al obrero como el masculino que trabaja en diferentes emprendimientos privados fabriles de las grandes ciudades y su inmediata ‘periferia’), presentado en el año 1910, por diputados que integran el espacio de Roque Sáenz Peña. El mismo dispone en sus artículos que el Jockey Club entregue un millón de pesos al año, con el que el Poder Ejecutivo contrataría un empréstito por 20 millones. Con estos fondos, se construirían nuevos pabellones de un hospital y se adquirirían terrenos para formar “barrios obreros”. Lo realmente significativo de este proyecto es que propone, como organismo para la administración de dichos barrios, la continuación de las obras y la vigilancia de los servicios que allí se presten, a una ‘Sociedad providencial del obrero’ constituida inicialmente por 30 señoras elegidas por el Poder Ejecutivo[3]. Es decir, que si consideramos la lógica económica liberal, en la que el mercado debía regular o solucionar el conflicto, a la vez que la puesta en marcha de estas políticas de vivienda no le exigieran sacrificios pecuniarios de ninguna naturaleza al erario público y la crisis de representación política que se avizoraba en aquella época, podemos entender que la propuesta de una sociedad de señoras no es inocencia ni capricho, sino la concepción de un ente administrador por fuera de la élite varonil a la que se resumía el poder político gobernante, es decir debía estar en manos de sujetos que estuvieran por fuera de los ámbitos de decisión y discusiones partidarias, y que por lo tanto no fueran instrumento de manipulaciones: las mujeres. Particularmente, las señoras notables, en tanto mujeres sin derechos políticos pero pertenecientes a la clase dominante que se ve a sí misma como reserva moral de la patria.

En esta línea de pensamiento, en 1912 se inaugura bajo la supervisión de la sociedad de Beneficencia “San Vicente de Paul”, un barrio de 96 viviendas que es célebre por la disposición de su planta: en el centro del barrio una pequeña plazoleta con un campanario, lo suficientemente grande para hacer notar la centralidad de la entidad administradora pero no tan espaciosa como para permitir intercambios vecinales. (fig 1)

Fig 1. Planta y corte del Barrio San Vicente de Paul, Pompeya

 

Hasta aquí vemos que el rol asignado a las mujeres, se delimita en cuidar y administrar la familia, o en términos de Foucault, vigilar y castigar. Educar y señalar cómo las familias deben habitar, seleccionar inquilinos y propietarios, siempre cuidar las buenas costumbres, evitando el vicio y las reuniones de corte anarquista, serán las funciones de estas mujeres. Se puede deducir también, que de las tipologías que se consideran, serán mejor vistas aquéllas donde cada familia pueda vivir sin necesidad de compartir espacios con sus vecinos, es decir que cada unidad funcional esté delimitada por un acceso y núcleos de servicios (baños y cocinas) exclusivo por familia, sea cual fuere la conformación que tenga. Para comprender a qué familia se hacía referencia podemos citar a Gabriel Palau[4], director en la UPCA por ese tiempo:

“Se debe evitar el contagio, no tanto de los cuerpos como de las almas, separando convenientemente todas las familias, restableciendo la hermosa vida familiar y haciendo cuanto sea posible para que el obrero, su esposa y sus hijos se hallen bien instalados, se encuentren en su elemento, su hogar, y no se vean impelidos a pasar la vida en la taberna, en el club o en el arroyo”

 

En 1915, el diputado Juan Cafferata, un hijo dilecto de la UPCA, finalmente consigue aprobar un nuevo proyecto de ley, creando así la Comisión Nacional de Casas Baratas (CNCB). Si bien esta institución marca el ingreso activo del Estado en la problemática, su propósito es más bien pedagógico y su lógica seguirá siendo de corte liberal, propugnando que la acción desde el Estado no debía suplantar sino estimular la inversión y acción privadas. Para el año 1943 esta lógica abstencionista y orientadora ya estaba en crisis desde la mirada política y desde luego, tampoco estaba sustentada por los resultados: en casi 30 años de existencia solo se construyeron 972 viviendas, un promedio de 35 al año.

En 1943, con el GOU en el gobierno, se crea la Secretaría de Trabajo y Previsión, a cuyo mando estará el Coronel Juan Domingo Perón y la CNCB quedará bajo su jurisdicción, subsumida a la nueva Comisión Asesora de la Vivienda Popular. En 1944 la CNCB fue disuelta, y en junio del año 1945 se crea por decreto la Administración Nacional de la Vivienda, en aquella ocasión señalaba  Perón el paso de una política de palabras a una política de hechos:

“(...)Si la vivienda pobre, destartalada y miserable pudo servir hasta ahora de argumento para efectivas y truculentas disertaciones, y ser tema que defendió la prensa en enjundiosos editoriales, estudió el sociólogo hasta sus últimas derivaciones, analizó el estadígrafo a través de números reveladores de increíbles hacinamientos y de progresiva desnatalidad y sí, por lo demás, dio lugar a algunas iniciativas legislativas y a realizaciones prácticas de escaso relieve frente a las ingentes necesidades del pueblo, no constituyó nunca en las alturas del poder una preocupación verdaderamente honda y patriótica que, impulsando la voluntad con decisión incontenida provocase ese empuje realizador que todo gobernante debe desplegar cuando, como en el caso, corren riesgo valores imponderables tales como la supervivencia misma de la estirpe y el acrecentamiento del capital humano cuyo déficit es y ha sido siempre síntoma inequívoco de grandes males sociales.

Cuidando de no caer en el error de diagnosticar la enfermedad sin poner en práctica consecutivamente los procedimientos curativos, traté por todos los medios de llevar al terreno de los hechos los antecedentes meramente informativos que existían sobre la cuestión (...)”[5]

Al asumir el gobierno en 1946, y al calor de la nueva política económica que empezaba a implementarse, la intervención directa del Estado en políticas de vivienda cobrará mayor importancia. El primer plan quinquenal, contrariamente a la centralidad que planteaba la Administración Nacional de la Vivienda poco tiempo atrás, facultaba a diferentes organismos para la planificación y ejecución de políticas masivas de vivienda[6], estableciendo posibles ejes de acción. En efecto, serán protagonistas el Ministerio de Obras Públicas, la Municipalidad de Buenos Aires y el Banco Hipotecario Nacional. Aunque no pintaremos un panorama completo sin destacar la labor de la Fundación Eva Perón y de la misma Evita en persona, como figuras que hacen la diferencia en la ejecución de estas políticas.

El derecho a la vivienda será considerado en 1947 como un componente dentro del derecho al bienestar, el sexto de los diez enumerados como Derechos del Trabajador y luego consagrado en la Constitución del 49 en su artículo 37, donde también se incluye el derecho a la vivienda como uno de los derechos de la ancianidad, proclamado por Eva en 1948. Cabe destacar que esta institucionalización de derechos señala un distanciamiento respecto de las representaciones paternalistas, tanto de la beneficencia católica donde la vivienda era vista como un instrumento más de asistencia, como de la propuesta socialista donde la vivienda era premio de las virtudes de austeridad y ahorro del obrero. Ahora será el Estado el que asuma el compromiso de ser garante del ejercicio de este derecho.

En cuanto a tipologías construidas, prevalecerá la unidad individual, el chalet californiano, como imagen distintiva de la obra peronista (Fig 2), donde se traduce explícitamente el lema “una casa para cada familia”, pero cabe destacar que, en general, tanto los barrios proyectados como los efectivamente construidos poseen una complejidad tipológica que abarca desde las casas individuales, la vivienda colectiva en bloque a la manera alemana o siedlungen (Fig3), como al bloque en altura corbusierano (Fig 4); y que en cada una de estas propuestas de resolución el espacio público toma gran relevancia para la vida comunitaria y la recreación. Se puede decir que en dicha complejidad se sigue involucrando una idea de familia tradicional, pero se responde también desde propuestas espaciales concretas a la idea de comunidad organizada (Fig 5).

 


 

Fig 2- Afiche peronista de la época  

                

Fig 3- Siedlungen: Barrio Los Perales, CABA

Fig 4- Bloque corbusierano: Barrio Curapaligüe, CABA


 Fig 5- Ejemplo de Complejidad tipológica en Barrio J. Perón, CABA- Publicado en Revista Mundo Peronista N°17 en Marzo de 1952



La Fundación Eva Perón, el Partido Peronista Femenino y el derecho a la ciudad

La Fundación Eva Perón se vinculó tempranamente con el Ministerio de Obras Públicas (MOP), en principio reforzando la tarea de este organismo en el área de vivienda pero luego tomando gran protagonismo y participando activamente de las decisiones sobre el sentido de estas políticas. En articulación con el MOP, la fundación administraba y adjudicaba viviendas de barrios de gran escala como el 17 de Octubre (hoy conocido como Barrio Grafa), el General Perón (hoy Saavedra) y el Barrio N°1 en Ezeiza, por citar sólo algunos ejemplos entre un centenar de barrios erigidos en Buenos Aires como en las demás provincias.

La figura de Evita resalta como aquélla que, colaborando con Perón, logra materializar las obras y definir las formas en las que la intervención se llevará a cabo, casi siempre encomendando a su fundación la mayor de las humanidades, la personalización de la ayuda, el cariño a sus descamisados y la menor burocracia posible en el trato de los adjudicatarios de viviendas. Mientras la acción estatal desde el MOP se limitaba a trabajadores asalariados y en gran medida organizados, la fundación en cambio, extendía esos límites y se aproximaba a sectores sociales donde el Estado aún no llegaba, por eso no es de extrañar que la figura de Evita se haya exaltado entre los y las más humildes de la patria, vinculándola estrechamente con la dignidad de las realizaciones y las representaciones sociales sobre la vivienda. Ella misma propondrá a los y las trabajadoras el revolucionario concepto de dignidad y lujo, que antes les había sido negado por la oligarquía:

“¿Puedo seguir hablando un poco más de nuestras obras? (...) Son mías en cierto modo; y en cierto modo son nuestras. Son mías porque allí pongo todo mi corazón. Los ingenieros y arquitectos de la fundación proyectan sobre mis grandes planes... pero después yo pongo en cada obra todo eso que ellos no vieron. Sobre todo al principio me costaba hacerles entender que los hogares de la fundación no eran asilos...que los hospitales no eran antesalas de la muerte sino antesalas de la vida...que las viviendas no debían ser lugares para dormir sino para vivir alegremente...No era culpa de ellos que no me comprendiesen de primera intención. Durante cien años el alma estrecha de los ricos, para acallar la voz de la conciencia, no concibió nada mejor que tratar a los pobres con migajas de limosna. Limosna eran no solamente las monedas miserables y frías que los ricos dejaban caer sobre las manos extendidas de los pobres. Limosna eran también los asilos escasos que construyeron con las sobras de alguna herencia multimillonaria. Todo en la “obra social” del siglo que nos precedió fue así: frío, sórdido, mezquino y egoísta... En cada asilo de la oligarquía se pinta de cuerpo entero el alma explotadora de una raza humana que felizmente morirá en este siglo, víctima de su propio orgullo, de su propio egoísmo. (...) A mí me ha tocado el honor de destruir con mi obra algunos de esos viejos conceptos. Por eso mis “hogares” son generosamente ricos...más aún, quiero excederme en esto. Quiero que sean lujosos. Precisamente porque un siglo de asilos miserables no se puede borrar sino con otro siglo de hogares “excesivamente lujosos”. Sí. Excesivamente lujosos. No me importa que algunas “visitas de compromiso” se rasguen las vestiduras y aun con buenas palabras me digan: — ¿Por qué tanto lujo?- O me pregunten casi ingenuamente: — ¿No tiene miedo de que al salir de aquí estos “descamisados” se conviertan en “inadaptados sociales”? — ¿No tiene miedo que se acostumbren a vivir como ricos? No, no tengo miedo. Por el contrario, yo deseo que se acostumbren a vivir como ricos... que se sientan dignos de vivir en la mayor riqueza... al fin de cuentas todos tienen derecho a ser ricos en esta tierra argentina (...) Porque el pueblo, todo el pueblo trabajador de mi Patria me ayuda con su aporte moral y material para construir todo lo que la fundación construye. Y porque todos los argentinos tenemos derecho a gozar de sus beneficios.”[7]

La obra construida de la Fundación no se circunscribe sólo a viviendas, por el contrario incluye un amplio abanico de espacios comunitarios y de recreación, de soporte y de desarrollo, tales como hogares tanto para ancianos como para niños y hasta un hogar de la empleada, hospitales, escuelas, hoteles, las célebres Ciudad Estudiantil y Ciudad Infantil; las iglesias, teatros y proveedurías incluidas en los barrios, por nombrar algunas. En otros términos, Eva reconoce tempranamente y con extrema sensibilidad lo que hoy llamamos derecho a la ciudad, es decir un diseño y ejecución de políticas, donde además de garantizar vivienda digna se tienen en cuenta los modos de habitar, la accesibilidad a servicios de salud, educativos, recreación, transporte, etc.

Bajo las políticas de Eva, el lujo pasó a ser una reivindicación, o en otras palabras, Justicia Social. Y es en la democratización de ese lujo que se encuentra la verdadera potencia de estas materializaciones, en el valor político que se le da a la alegría y al goce desde el peronismo.

En 1949, luego de sancionada la ley 13.010 que reconocía los derechos políticos de las mujeres, se crea el Partido Peronista Femenino (PPF) con aquellas mujeres que reconociéndose peronistas, habían sido colaboradoras en la ayuda social. En palabras de Eva, podemos diferenciar un nuevo rol para ellas:

“Tenía que exigirles grandes sacrificios: abandonar el hogar, el trabajo, dejar prácticamente una vida para empezar otra distinta, intensa y dura. Para eso necesitaba mujeres así, infatigables, fervientes, fanáticas.”

Este flamante rol de la mujer reclamando un puesto en la lucha por la causa peronista, significó que las mujeres salieran de sus hogares y asumieran que la política también era cosa de madres y amas de casa, no sólo de las profesionales. Consecuentemente, aquella politización de las vidas derivó en la politización de los espacios privados[8]: las Unidades Básicas del PPF estaban en las salas de estar de las viviendas de las compañeras. Y aunque no haya todavía una total ruptura con los mandatos asignados y la concepción de la familia tradicional, podemos notar que montar un partido a la par del que ya existía y colocar el adjetivo “femenino” era revolucionario para la época. 

 

Repensar el lujo y visibilizar nuevos-viejos roles

En conclusión, si hasta ahora ha resultado difícil analizar las concreciones en materia de vivienda social sin analizar los tiempos y los actores del ejercicio político, todavía será una tarea más complicada si no analizamos los nuevos roles de las mujeres y las diversidades; y las nuevas configuraciones de lo familiar.

Será una nueva tarea observar qué ciudad tenemos hoy y cuál queremos tener, retomando la memoria de lo hecho fundamentalmente por Evita, esa memoria colectiva que mucho se ha tratado de borrar y ensombrecer. Un horizonte posible y urgente es volver a redefinir las variables que hacen a esa ciudad del pueblo, donde las familias (en cualquiera de sus configuraciones) viven felices y dignificadas.

Poner en el tapete de las discusiones la importancia de pensar una ciudad con espacios comunes, equipamientos y viviendas que contemplen con la misma relevancia las funciones productivas como las reproductivas, que igualen de una vez por todas las posibilidades de desarrollo de las mujeres sea cual fuera el rol que decidan ejercer (madres, amas de casa, trabajadoras, profesionales, dirigentes, etc.) sin que haya que optar sacrificialmente entre uno y otro.

Por otro lado, habrá que repensar qué significa tener una vivienda lujosa por estos días. Aquí cabe señalar, en tiempos post pandémicos, que hay, al menos, dos puntas para empezar a desenmarañar el ovillo: las fuentes de energía y la posibilidad de tener patio. Los y las trabajadoras debemos permitirnos pensar/diseñar viviendas eficientes en materia de energía, que es un verdadero lujo que podemos ostentar en los tiempos que corren. Incluir fuentes de energía renovables y acondicionamiento pasivo, revalorizar los recursos regionales y locales. En el otro punto, es imposible no señalar la necesidad de revisión del postulado higienista, de que cada vivienda cuente con expansiones propias al aire libre.

Por lo visto, no es incompatible retomar las ideas de Evita y su materialización concreta y cruzarlas con los recientes conceptos del urbanismo feminista. En todo caso, tendremos que definir entre todos y todas si existe o puede existir un urbanismo feminista y peronista. Ella misma nos deja pistas en su discurso el día de creación del PPF: “yo quiero que vean en la señora del general Perón no a una feminista a la antigua, sino una feminista moderna, que sabe lo que pesan los hombres y lo que pueden aportar las mujeres. No estamos en lucha de dominación de grupos. Estamos en lucha por dejar una patria más grande, más justa y más feliz que cuando la encontramos”

El desafío será devenir feministas y volver a Evita.

 

* Dirección de Articulación de Centros Integradores Comunitarios

 



[1] Ballent, Anahí; Liernur, Jorge Francisco. La casa y la multitud. Vivienda, política y cultura en la Argentina moderna. Cap IX. “El ‘Problema de la vivienda’ en Buenos Aires y las ‘Villas Miserias’”

[2] Ramos Jorge, "La habitación popular urbana en Buenos Aires 1880-1945: una mirada tipológica", en Seminario de Crítica del IAA, 1998

[3] RIGOTTI, Ana María. El reformismo oligárquico y las casas para obreros, en revista Estudios Sociales número 1, Santa Fe, Universidad del Litoral, 1991.

[4] PALAU, Gabriel. Citado en BALLENT, Anahí; LIERNUR, Jorge Francisco. La casa y la multitud. Vivienda, política y cultura en la Argentina moderna. Cap VI. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2014.

[5] PERÓN Juan Domingo, Discurso con motivo de la creación de la Administración Nacional de la Vivienda, Buenos Aires, 6 de junio de 1945.

[6] BALLENT, Anahí. Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires, 1943- 1955. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2005.

[7] PERÓN, Eva. “La razón de mi vida”, Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1951.

[8] ROSEMBERG Julia. “Eva y las mujeres: historia de una irreverencia”, Buenos Aires, Ediciones Futurock, 2019.

UPCN Copyrights © 2018 Todos los derechos reservados.