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 28/12/2021   482

Desde hace unos años la cuestión de lo que se ha dado en llamar “El futuro del Trabajo” se ha instalado en el centro del debate, desde la OIT hasta las más genuinas expresiones de lo que se venido definiendo como “Nueva Derecha” o neoconservadurismo, que en nuestro país tienen varias expresiones, que van desde los más coherentes como Espert hasta los representantes más mediocres de la clase política como Macri, Vidal y Bullrich, desde Rodríguez Larreta, constructor en las sombras de ese fenómeno, inédito, de una expresión política oligárquica y retrógrada, pero competitiva electoralmente, como Cambiemos, Juntos por el Cambio o como se llame, hasta Milei, un esperpento que repite formulas de la reacción de posguerra en Austria como Hayek, y un desparpajo ficticio y estudiado pero que logra, con sólo eso, conmover la ira, la irritación y la desesperanza de dos sectores, la clase media que no encuentra su lugar en la semicolonia decadente y los jóvenes de clase media baja, baja y aún los más pobres, que no se resignan a no tener presente ni futuro. Hitler empezó igual.

No faltan, tampoco, los intelectuales progresistas o de izquierda que si bien intentan confrontar con ese discurso del globalismo de la exclusión, aceptan que la revolución tecnológica de los últimos treinta años va a destruir la mayor parte del trabajo como hoy lo conocemos y, por ende, gran parte de los trabajadores van a engrosar, fatalmente, el ejército de la pobreza, la marginación y el descarte, que crece día a día tanto en los países dominantes como en las semicolonias.

Sin embargo es muy poco lo que se discute acerca de, por ejemplo, “El futuro de las empresas”, circunscribiendo el debate a sólo un sector dentro del mundo de la economía, simplemente se afirma que la que no se reconvierta, incorporando tecnología, reduciendo costos para ser competitiva y se globalice, va a desaparecer indefectiblemente. Vamos a analizar dos factores, ¿Cómo se adquiere competitividad por reducción de costos?, la respuesta va a ser reduciendo personal, bajando salarios, recortando derechos laborales y reduciendo al mínimo la presión fiscal, los impuestos.

O sea que para maximizar ganancias y ser competitivo, hay que engrosar el número de desocupados, de pobres y de miserables, total hoy los productos se piensan en términos globales y por lo tanto no necesitan como antaño del consumo de los trabajadores locales. No sólo hay que retroceder un siglo en las condiciones de vida de los pueblos, sino que además al reducir la presión fiscal vía reducción de impuestos se despoja al Estado de los recursos necesarios para atender las necesidades de salud, educación y seguridad. Eso tampoco importa ya que los sectores económicamente dominantes pagan sus propias escuelas, su propio sistema de salud y su seguridad privada y barrios cerrados, si no prestan atención a las condiciones de vida de sus propios trabajadores mucho menos van a preocuparse del resto de sus compatriotas.

Sostienen además que es imposible tomar nuevos trabajadores si no se elimina la indemnización por despido y se flexibilizan las relaciones de empleo, sin embargo según las cifras que se acompañan en el presente informe, (según datos del Ministerio de Trabajo y del INDEC entre 1993 y 2015) revela que entre 1993 y 2003, en que se aplicaron todas esas medidas creció sostenidamente la desocupación y el trabajo no registrado, mientras que entre 2003 y 2015 en que se reinstalaron muchas de esas protecciones ambos, desocupación y trabajo no registrado disminuyeron significativamente, “Miente, miente, que siempre algo queda” diría Goebbels.




He aquí una primera demostración que cuando se debate “El futuro del Mundo del Trabajo”, lo que está en discusión en realidad es si estamos de acuerdo en vivir en una sociedad con una cantidad cada vez mayor de pobres, desocupados y miserables, dejando cada vez más generaciones en la furia y desesperación de la exclusión y al mismo tiempo con una concentración de la riqueza en poquísimas manos, que además, por si fuera poco, destruyen a pasos acelerados el propio hábitat común, la Tierra.

No deja de haber un sector de clase media y media alta que acompaña y defiende  las minorías del poder económico, creyendo que ellos tienen parte en el festín de la última noche del Titanic, sin saber que si algún día entre semejante niveles de pobreza y la extinción de la política como instrumento de resolución de estos conflictos, buscando nuevos equilibrios, a raíz de la decadencia y mediocridad de la autodenominada “clase política”, se produce un estallido social, anárquico y violento, la oligarquía simplemente se va a trasladar en sus domicilios de Miami, Nueva York o las islas del Caribe que sobreviven como “Guaridas fiscales” ya que prácticamente sus riquezas hace rato que están fuera del país, dejándolos a merced de las muchedumbres enfurecidas, “Entre un malo y un bruto prefiero al malo, hay casos de malos que tornaron buenos, ninguno de un bruto que se vuelva inteligente” diría Perón.


 

 


Del fetichismo de las mercancías al fetichismo de la tecnología.

Karl Marx, en El Capital, Volumen I, nos habla del fetichismo de las mercancías, que lleva a que percibamos el valor económico como algo que surge y reside dentro de las mercancías mismas y no de la serie de las relaciones interpersonales que producen esa mercancía y determinan su valor de cambio, de ello se deriva la apariencia de una relación directa entre las cosas y no entre las personas, con lo cual constituirían un nuevo “sujeto” que desplazaría a las personas, las “cosificaría”.

Me he permitido traer este concepto al debate porque entiendo que algo similar pasa con la tecnología, hablamos de ella como un “fatalismo”, algo propio del progreso natural, independiente de los deseos y acciones de los hombres y que trae consecuencias, buenas o malas que son inevitables, que siempre ha sido así, a los científicos como seres ajenos al devenir de la historia y la política, que desarrollan una actividad objetiva, neutral, que los pone por encima del bien y del mal.

Como creo que esto no es así, que este aserto es absolutamente falso, que como decía Amelia Podetti, es un instrumento al servicio de una sociedad y sus proyectos, que tiene una función social y política a la que debe estar subordinada y que esto determina, directa o indirectamente el trabajo científico. Nadie niega el “Progreso”, pero éste no es lineal ni uniforme o autónomo, sino orientado y determinado por un proyecto político que recoge la tradición disponible y la reelabora, transforma y orienta conforme sus objetivos. (1)

Por otra parte los descubrimientos y desarrollos que la especie humana ha llevado a cabo no comienzan con la revolución industrial capitalista, pensemos sí por ejemplo el descubrimiento del fuego que permitió sobrevivir al hombre primitivo y cambiar sus hábitos alimentarios, las tinturas que le permitieron dejar en las paredes de las grutas su vida y costumbres para la posteridad, antes de Gutemberg, el descubrimiento de los ciclos de la naturaleza y las técnicas de sembrado y cosecha que lo sacó del nomadismo y le permitió pasar del grupo familiar y la horda a la comunidad sedentaria, o más adelante la rueda y los metales, no constituyeron hechos comparables a la fisión nuclear.

La ciencia siempre buscó encontrar respuestas a las necesidades de una comunidad, en principio, y luego de las clases gobernantes, Leonardo Da Vinci y sus geniales desarrollos de armas o planos de submarinos o helicópteros es impensable sin la protección de los Sforza, César Borgia o Francisco I de Francia, Werner Von Braun desarrolló sus conocimientos sobre cohetería bajo el régimen nazi y luego, trasladado a EE.UU. (de paso vale reflexionar que Perón fue anatematizado por traer científicos alemanes y algún oficial nazi camouflado, pero EE.UU y Rusia desarrollaron su ciencia haciendo lo propio sin que nadie lo condenara), fue el padre de la NASA y del programa espacial de EE.UU. Algunos dirán que esto fue hecho por la actividad privada lo cual es una infame mentira, el gobierno del país del Norte, a partir de la influencia del aparato militar-industrial que denunciara Eisenhower, realizó gigantescas inversiones, contrató empresas privadas para muchos de los desarrollos y de esa asociación público-privada, en la cual el capital fue aportado por el Estado, igual que instalaciones y científicos, nació la revolución de las comunicaciones, la aeronáutica, la física y hasta la biología, que se multiplicó cuando Reagan lanza la Guerra de las Galaxias con su consecuencia del nacimiento del Silicon Valley en California.

Muchos podrán decir que cuando los Curie investigaron el átomo y su energía no pensaron en la bomba atómica sino en la medicina, pero el Proyecto Manhattan fue financiado, desarrollado y generado por el Estado de los Estados Unidos de Norteamérica.

Lo que pretendo decir es que la ciencia y la tecnología son el resultado de decisiones humanas, por ende nada de lo bueno o malo que produzcan es “natural”, “necesario” o “inevitable”. Cuando una comunidad afronta necesidades busca las formas para resolverlas, ahí aparece la ciencia, luego busca las técnicas necesarias para aplicar esos conocimientos y eso es la tecnología, no caigamos en el medievalismo de transformarlo todo en una ciencia oculta, de alcances impredecibles y sólo al alcance de pocos.

¿Qué debemos hacer con ella?, primero debemos decidir en qué mundo queremos vivir, o para ser menos pretencioso en qué Argentina y Latinoamérica queremos vivir, si queremos una comunidad donde predomine la justicia, la equidad social, la inclusión y una distribución razonable de la riqueza, usaremos la tecnología con ese fin, o sea la “Tecnología socialmente necesaria a ese objetivo”, si por el contrario prima el modelo capitalista actual, con exclusión, injusticia, sin equidad, egoísta y destructor del ambiente, usaremos la “tecnología necesaria para maximizar las ganancias y riquezas de unos pocos”, así de simple.

Quizás para algunos, esto aparezca como simplista, o me digan que desconozco los inmensos aportes que hizo la ciencia y enumerarían centenares de logros y desarrollos que prolongan la vida humana etc. No lo estoy negando, al contrario, lo que digo es que es en los ámbitos del poder político, económico o ambos donde se decide sobre qué se investiga, donde y que se hace con sus resultados. Si no es así, que alguien me explique por qué se halló una vacuna contra el coronavirus en tiempo récord mientras que el Ebola sigue matando gente en el continente africano desde hace décadas. En la década del 90 llegó mucho dinero a Argentina de fundaciones de EE.UU para trabajar sobre el mal de Chagas Mazza, eso fue porque muchos latinoamericanos que sobrevivían vendiendo su sangre en los bancos de aquel país, habían comenzado a infectar grandes cantidades de reservas al haber ingresado al país portando el mal.

Todos los países les piden a los laboratorios que liberen las patentes de medicamentos contra el Sida para usarlos en África o de la vacuna contra el coronavirus, sin embargo Merck, Pfizer, Johnson, ya han anunciado que no van a resignar las monstruosas ganancias previstas para los próximos años para hacer beneficencia y cuentan con el apoyo de los gobiernos de su país.

 

 

Revolución Industrial y Revolución Cultural.

Max Weber escribió un muy interesante libro sobre el capitalismo y su vínculo espiritual con el protestantismo, más tarde se habló de la existencia de dos modelos capitalistas, el anglosajón y el de Europa continental, el primero basado en el individualismo más feroz, basado en que los pobres son tales porque han sido menos hábiles o trabajadores que los ricos, en el rechazo al Estado y a los impuestos. El segundo, en cambio, más vinculado a la influencia latina, sería más humano, más comunitario, ese sería el origen de la República de Weimar y el constitucionalismo social, se habría impuesto en esa parte de Europa como “Estado de Bienestar”, Michel Albert tiene un libro muy interesante al respecto.(2)

Amelia Podetti, en la obra mencionada, cuestiona muy severamente el paradigma dominante que sigue, aún hoy, afirmando que la ciencia, entendiendo que “la misma es, por excelencia, la ciencia físico matemática, un conocimiento universal, necesario, objetivo apolítico y constituye el grado superior del saber por encima de cualquier otro saber. Esto nace desde el comienzo mismo de la ciencia moderna, con el positivismo que se apodera de Galileo, que es quien concibe la ciencia físico-matemática como impregnada de esos valores y afirma que la verdadera realidad de la naturaleza es su estructura matemática.

De ahí a trasladar un método de investigación, que ya había sido usado por los griegos o árabes, pero nunca de modo excluyente de otras metodologías, a la realidad humana, social, y política había un solo paso.

Hobbes lleva esa visión mecanicista que Galileo aplicó a la naturaleza, a explicar el desorden y la inseguridad reinante en la sociedad inglesa a raíz de la revolución burguesa y concluye (“científicamente”) que “el egoísmo, la propia conservación, la búsqueda del lucro y la acumulación ilimitada, es el móvil esencial de la conducta humana”, por ende la sociedad y el Estado no eran más que el resultado de un pacto celebrado para salvaguardar el uso y goce de los bienes por cada individuo, dándole entonces al proyecto político de la nueva sociedad inglesa los caracteres de rigor, certidumbre y validez universal que gozaba la ciencia físico matemática desde el siglo XVII. Adam Smith retoma esa definición y le agrega que ese carácter científico y universal del modelo lo llevaba a que existiera algo así como una “mano invisible” cuya mediación permitía que los hombres, aún actuando en base a sus intereses y conveniencias, contribuyeran, aún sin saberlo ni quererlo , al interés general.

Suele adjudicarse a Hobbes aquella frase de “El hombre es un lobo para el hombre”, lo que pocos saben es que la frase no es de él y además está maliciosamente recortada, el dramaturgo latino Tito Plauto la incluyó en su obra la Asinaria, afirmando “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce al otro”, o sea con un sentido muy distinto. Si consideramos que otro maestro del pensamiento burgués como Locke mientras escribía su “Ensayo sobre el entendimiento humano”, invertía sus dineros en la Royal África Company, dedicada a cazar esclavos en el África para venderlos en EE.UU, quizás se nos vayan abriendo los ojos respecto del carácter “científico” de los asertos del pensamiento capitalista en su nacimiento y que muchos plumíferos coloniales siguen citando como la Biblia del pensamiento científico en lo social y económico.

Alberdi e Ingenieros, trasladaron esta visión a nuestras tierras, el primero con su pretensión de conceptualizar un país como un cuerpo orgánico y por ende su estructura y funciones a las de los cuerpos naturales, donde cada parte debe cumplir una función para que el todo funcione adecuadamente y llevarlo a lo universal para justificar la asociación con Europa de la Argentina pastoril y monoproductora, de donde querer cambiar esta realidad era antinatural y por ende sin sustento científico.

Ingenieros, por su parte, da un barniz científico al pensamiento del primer Alberdi, y avanza con la teoría de la evolución, donde las sociedades industriales europeas constituirían la etapa superior de una sociedad, la civilización, siendo una de las leyes que rigen la evolución social, la lucha por la vida y el triunfo de los mejor adaptados, por ende ese triunfo es inevitable y necesario.

Cuando Miguel de Unamuno lanzó su famosa frase de “Venceréis pero no convenceréis” que llevó a Millán Astray a responderle a los gritos “Mueran los intelectuales y viva la Muerte”, no consideró la habilidad de las potencias imperialistas para no sólo someter a las colonias y semicolonias sino, lo que constituye la médula de la dependencia, a convencer a los dominados no sólo de la inevitabilidad de su sometimiento sino al carácter “científico” del fenómeno político de la dominación.

 

Conclusiones que no ponen fin a la discusión.

Si comprendemos que todas las ciencias son “sociales”, en consideración que los individuos siempre han buscado respuestas a sus dudas, incógnitas y necesidades y que con el tiempo al vivir en comunidad esas dudas, incógnitas y necesidades se tornaron “comunes” y se ampliaron por lo que las diferentes formas de Estado conocidas han alentado, promovido y sostenido económicamente a los científicos y a las universidades con ese fin, ello nos va a permitir desembarazarnos de los “fatalismos” sean científicos o no.

En algún momento la economía nació para estudiar las formas de satisfacer las necesidades de las poblaciones y la política como arte de encontrar formas de convivencia pacífica y fructíferas para una comunidad, veremos cómo con el tiempo fueron transformándose en un Tótem incomprensible y determinista sólo en manos de los “brujos” de la tribu, ciudad o nación. Jauretche, con su proverbial ironía decía (hablando de los economistas) “Si te lo explican una vez y no lo entendés, pedí que lo hagan nuevamente, si la segunda vez tampoco lo entendés, pedilo nuevamente, si seguís sin entender…te están cagando”.

Todas las supuestas “leyes de la economía” se han revelado falibles y discutibles, sin ir más lejos en los últimos días se ha vuelto con la cantilena de la “emisión monetaria” para justificar los aumentos de precios, sacando así del medio la discusión sobre  la remarcación vergonzosa  que los cinco o seis monopolios de productos alimenticios llevaron a cabo durante el último año y medio, y ocultando que en  2019 el gobierno de Macri tuvo bajísima emisión de moneda y sin embargo la inflación superó el 50%.

Por si esto fuera poco, sólo algunos medios muy pequeños y para nada masivos revelaban que la Reserva Federal de EE.UU había autorizado la emisión de billetes por un equivalente a dos veces y media la base monetaria de su país durante este año con el fin de movilizar la economía y asistir a los millones de pobres y desocupados, hecho agravado por la pandemia del Covid 19.

Por ende, insisto, es el conjunto de la comunidad nacional a través de los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones sociales, empresariales, cooperativas, etc., quienes deben debatir y llegar a un gran acuerdo nacional que determine un plan de crecimiento e inclusión para los próximos cinco años que contemple niveles de inversión pública y privada en ciencia y tecnología, su incorporación al aparato productivo para reconvertirlo y modernizarlo y programas de capacitación y reconversión laboral no sólo para no seguir expulsando trabajadores sino para reincorporar a la vida económica y social a los excluidos hasta hoy.

¿Es esto posible?, no lo sé, pero no existe otro camino.

 

 

Bibliografía.

(1)  “Ciencia y Política, apuntes para un encuadramiento del problema”, Amelia Podetti, Rev. Hechos e Ideas, N° 4, Pág. 109, Bs As, junio 2018.

(2)   “Capitalismo contra Capitalismo”, Michel Albert, Edit. Paidós, Bs. As. 1993

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