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 27/12/2021   736

El presente artículo no intenta aportar certezas, sino muy por el contrario, adentrarse a tientas en una cuestión que aún no está saldada.

Para declamar falsas aseveraciones hay quienes inician su alocución con una frase contundente como, por ejemplo, “Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte…”. Mas en este texto no se pretende erigir verdades, puesto que verdades existen sólo veinte. Y, como todo lo demás está sujeto a opinión y discusión, vayan, pues, algunos interrogantes para sumar a esta discusión tan urgente y necesaria.


¿Cómo se fortaleció la CGT?

Con noventa años de historia, la Confederación General del Trabajo ocupa un lugar central en el escenario político de nuestro país.

A lo largo de sus años ha sufrido y resistido los embates tanto de sectores antipopulares como de sectores antinacionales, que pretenden minar su prestigio y su representatividad, y por sobre todas las cosas quebrar su unidad.

En la unidad de los trabajadores está su fuerza. “¡Únanse, sean hoy más hermanos que nunca!”, el peronismo planteó desde sus comienzos la necesidad de unificar la conducción del movimiento obrero organizado y ampliar su representatividad a todo el mundo del trabajo.

En 1943, cuando el Coronel Perón se hizo cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, la Argentina contaba con tres centrales obreras: las CGT 1 y 2, ambas con apenas más de 100.000 afiliados, y la Unión Sindical Argentina, con tan sólo 32.000. Siete años más tarde los gremios habían confluido en una única CGT que incluía a más de 1.000.000 de trabajadores.

Los cambios que cierto sector del capital viene intentando imponer en el mundo del trabajo y que fueran acelerados por la situación de pandemia, la crisis que atraviesa nuestro país y el avance de una restauración oligárquica que no se detuvo con el triunfo electoral del Frente de Todos, hacen indispensable que la Confederación General del Trabajo alcance, no sólo una conducción unificada, sino que amplíe su representatividad a la mayor cantidad de trabajadores y sindicatos, para poder enfrentar con el mayor poder posible, un escenario que a priori parece complicado.  

Pero para acercarse un poco más al desafío que supone incorporar a los nuevos trabajadores de la economía popular en la estructura de la CGT, conviene repasar algunas de las características más singulares del modelo sindical de nuestro país.

Los sindicatos argentinos son organizaciones libres de la influencia del Estado, que están en condiciones de discutir con las cámaras patronales y con el gobierno, no sólo los salarios, sino también las políticas de desarrollo del sector productivo al que pertenecen, y del país en su conjunto.

Esta potencia se debe a que están ordenados por rama o sector (no por la actividad específica que cada trabajador realiza, ni por su nivel de ingresos) y a que se propende a reconocer la personería gremial únicamente al sindicato con mayor cantidad de afiliados.

El Peronismo desde el poder fue quien permitió la conformación de este modelo sindical, y no lo hizo con magia, sino que lo hizo a la par de la consolidación de un proyecto de desarrollo industrial y ampliación de derechos y de la participación del trabajo en la renta nacional: Entre los años 1946 y 1952 los establecimientos industriales se incrementaron en un 110%, se celebraron 1.330 convenios colectivos de trabajo y la participación de los trabajadores en el ingreso neto total creció del 46,7% al 61%.


Proceso de Desorganización Nacional

Recién con la dictadura genocida de 1976, durante la noche más oscura de nuestra historia, se cambia el modelo de país. El capital industrial pierde protagonismo frente al capital financiero y a la producción de materias primas para la exportación, mientras el movimiento obrero organizado sufría la represión, las intervenciones, la muerte y desaparición de numerosos militantes y dirigentes.

Lenta pero inexorablemente este modelo produjo su propio estallido. Las posteriores privatizaciones de empresas públicas y del sistema previsional, la caída del empleo, golpearon al pueblo y, como no podía ser de otra manera, a sus organizaciones. La CGT, pese a que nunca perdió protagonismo ni centralidad en la política argentina, vio afectada su representatividad. Como resultado de este proceso de desorganización, surgieron los movimientos de trabajadores desocupados, que no encontraron un espacio institucional que los representara. He ahí a la madre del borrego… ¿Cómo alcanzar una representación unificada?


El papel de las políticas públicas en la transformación de los movimientos de desocupados en Trabajadores de la Economía Popular

Pero la discusión que nos aqueja es la incorporación de los movimientos sociales a la Confederación General del Trabajo. Y para abordarlo sería interesante preguntarse si los movimientos sociales de hoy son iguales a los movimientos de desocupados del 2001.

¿Qué cambió?  Sin dudas, a partir del año 2003, con el Gobierno de Néstor Kirchner, comienza una etapa en la que se le devuelve al Estado su papel promotor del desarrollo.

Pero ¿alcanzaría con la reactivación económica para explicar cómo los movimientos de trabajadores desocupados fueron transformándose en movimientos de trabajadores en unidades productivas individuales o familiares, en trabajadores de cooperativas o de empresas recuperadas?

¿Cuánto influyó la batería de políticas públicas destinadas al fomento de la Economía Social y Solidaria, en este proceso?

El Ministerio de Desarrollo Social tuvo, entre 2003 y 2015, como ejes rectores para la inclusión social, los conceptos de Familia y Trabajo. Y desde esta perspectiva se intentó la construcción de un sistema integral que agrupara actividades de producción, distribución, consumo, financiamiento, educación, salud, cultura y comunicación, recuperando el valor de las personas como actores con capacidad de lograr autonomía en sus trabajos y en sus vidas.

El sistema propuesto adopta distintas formas organizativas, tales como cooperativas (de trabajo, viviendas, consumo, agropecuaria, etc.), mutuales (proveedurías, salud, cultura, etc.), emprendimientos productivos (socio - productivos, empresas recuperadas, etc.) o finanzas solidarias: (bancos comunales, microcréditos, bancas sociales, etc.).

Para ello se llevaron adelante distintos programas como el Argentina Trabaja (Ingreso Social con Trabajo), el Manos a la Obra, los Talleres Familiares, el Monotributo Social y se aprobó la Ley Nacional de Promoción del Microcrédito.

Es importante sí, destacar que la caracterización de los mismos como trabajadores de la “economía popular” es más acertada que la de “economía social” que fuera utilizada desde el Estado de manera paradigmática. La economía social es poner el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social. Por otro lado, lo que identifica a este sector es que sus trabajadores son dueños de los medios de producción que constituyen cada unidad productiva (más grande o más chica) y no la presencia de lazos solidarios entre sus integrantes, puesto que aspiran a conseguir el mayor lucro o la mayor ganancia posible con su esfuerzo (como en cualquier empresa privada). Pero, por el momento, no tiene mayor sentido adentrarse en esa polémica.

Llámese como se llame; el papel de las políticas públicas en la evolución de los movimientos de desocupados en organizaciones de trabajadores de la economía popular, parecería innegable.


Hacia la Necesaria Unidad

Lo que, al parecer, quedaría fuera de la discusión es la necesidad de que esa integración al trabajo desde los saberes, las herramientas y las empresas propias, vaya encontrando los carriles para su ingreso al mundo sindical. Es decir, que estos nuevos trabajadores que de una manera novedosa se sumaron al mundo del trabajo, lo hagan también a las organizaciones destinadas a representar sus intereses profesionales.

Quizás el desafío planteado para la Confederación tiene que ver con la incorporación y la representatividad de esta nueva modalidad de trabajo, sin que unos pierdan su identidad y sin quebrar las características propias de un modelo sindical que se ha mostrado enormemente efectivo a lo largo de la historia.

Los procesos organizativos que estos trabajadores fueron llevando adelante: tanto la UTEP como la conformación de federaciones de cooperativas, dejan en claro que las tradiciones organizativas de nuestro pueblo se mantienen intactas. Ahora bien, ¿cómo encarar el proceso de inclusión de las mismas en una Confederación de Sindicatos organizada por rama o sector?

La necesidad de refundar el diálogo entre el capital y el trabajo viene siendo mencionada o propuesta por la dirigencia peronista en general. La idea de un pacto social como el propuesto por Perón en la década del 70 ha aparecido tanto en la campaña presidencial como en los reclamos del espacio político gobernante. La representación del trabajo debe contar entonces con la mayor capacidad de representación y la fuerza de la unidad. Es el movimiento obrero organizado el principal custodio de nuestras tradiciones y proyecto nacional.

Pero no es menos real que esa discusión debe darse en cada sector de la producción. La planificación estratégica del desarrollo de las distintas industrias o sectores, también requiere de la participación de las cámaras empresariales y los sindicatos del sector. Si los trabajadores de la economía popular se organizaran sin responder a la lógica de sindicatos por sector o rama, ¿cómo integrarlos a esas discusiones específicas? ¿Cómo escuchar la voz de los trabajadores textiles, gastronómicos, de la construcción, de los productores agrícolas, si no son parte de los gremios o de las federaciones sectoriales?

Tal vez una incorporación en bloque que no responda al esquema de sindicatos y federaciones existentes podría dar respuesta a un reclamo que viene recibiendo la CGT e incluso fortalecerla en su conjunto, pero no fortalecería las federaciones y sindicatos que la integran y que también deben discutir con el capital, tanto salarios como políticas propias.

¿Por qué limitar a los trabajadores de la economía popular a discutir como sindicato únicamente un ingreso con el Estado?  ¿Por qué no pensar, por ejemplo, que el valor del trabajo de los recicladores que clasifican plástico, pueda ser incluido en las paritarias entre la Unión Obreros y Trabajadores Plásticos con la cámara de empresarios del sector, determinando y estableciendo así el justo valor de su trabajo y no dejándolo librado a la mera discusión entre oferta y demanda?

Las discusiones que no se dan, las resuelve el tiempo a su manera.

Y el tiempo, ya se sabe, nos hace ver deshecho lo que uno amó.

Sólo la Organización vence al tiempo.

 

*Trabajador del Ministerio de Desarrollo Social

 

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