¿Qué
significa crear un observatorio de políticas sociales? Más aún, ¿qué supone la
tarea de sostener un espacio crítico que demanda un trabajo de autobservación?
Ante
estas preguntas sentimos la zozobra del sentido común: nadie cuestiona la
importancia de un observatorio conformado por los propios trabajadores, mucho
menos la capacidad acumulada a lo largo de años y cambios de gestión. Sin
embargo, constituir la narrativa de un proyecto colectivo en tiempos (¿post?)
pandémicos puede requerir ciertas precisiones. Veamos.
En
primer lugar, el observatorio fue una respuesta ante la disolución de las
políticas públicas por parte del macrismo. Cuando llegamos al año 2019 tuvimos
que desandar el desencanto hacia nuestro trabajo, provocado por la inactividad
y el vaciamiento de sentido de las tareas. En ese momento, nos dimos cuenta de
lo evidente: el único soporte de la memoria del Estado es el cuerpo de los
trabajadores, no había (no hay todavía) una práctica de archivística acerca de
lo que hacemos. Y consideremos aquí que un archivo no es un mero repositorio de
cosas hechas: en tanto selección, cuidado e interpretación, un archivo sobre el
trabajo que realizamos es un acto político de magnitud, sobre todo porque es un
acto de resistencia. Evidentemente, el archivo puede tomar diversas formas:
artículos, balances, ejecuciones presupuestarias, evaluaciones de programa,
interpretaciones sobre qué son las políticas, etc., pero de ninguna manera es
un conjunto neutro de documentos. En este sentido, la presentación del primer
informe fue para todos los trabajadores un acontecimiento que nos permitió
discutir con las autoridades que asumieron en diciembre de 2019. No es poca
cosa si tenemos en cuenta la desconfianza que padecemos con cada cambio de
gestión.
También
hubo instancias previas a diciembre que no permitieron ir difundiendo el
trabajo de los compañeros del Ministerio de Desarrollo. En agosto de ese año lo
compartimos con todos lo trabajadores en el Salón Ramón Carrillo y, en
noviembre, lo presentemos en el Senado de la Nación. Esto pone en evidencia
varias cosas. En primer lugar nuestra
idoneidad sobre la tarea que llevamos adelante, y esto más allá de los títulos
académicos de cada compañero (sin desmerecer las profesiones, claro), porque el
saber que acumula un trabajador a la hora de resolver problemas, aportar
creatividad e implementar soluciones es un rasgo común de todos y todas.
Tengamos en el haber de nuestra autoestima este dato cuando nos hablan de
modernizar el Estado y la necesidad de incorporar cuadros expertos. Asimismo,
este informe le fue presentado al ex ministro Daniel Arroyo en su olvidable
paso por aquí.
Es
destacable la sorpresa (a veces de horror, digámoslo) de los funcionarios cada
vez que se proponía la discusión del trabajo que hacemos. También hay que
decir, que costó (y cuesta) que los compañeros asuman la tarea de escribir. A
esta altura creemos que era resistencia es más por el desencanto de años de
ninguneo profesional y no, como sostiene el sentido común, parte de nuestro
código genético que nos hace vagos. Como sea, proponer la discusión sobre lo que
hacemos como trabajadores, cómo se hizo y qué se debería hacer es, sin medias
tintas, discutir condiciones de trabajo y poder. Y esto, claramente, no suele
caer bien a un funcionariado que está de paso y que, como mucho, se piensa a
dos años en un cargo de dirección. Este último punto, es otro punto débil a la
hora de sostener una política de largo plazo.
Al
poco tiempo de que comenzara la pandemia se realizó una presentación de la
estructura operativa del Observatorio así como los dos grandes ejes en que nos
pusimos a trabajar: las Políticas Sociales y los Trabajadores. A pesar de las
dificultades que supuso la pandemia en términos de organización, trabajo y
ejecución de políticas sociales, pudimos elaborar un primer documento de
trabajo sobre la distribución del salario en la Administración Pública. Este
informe fue parte de una presentación con la Secretaría de Coordinación y
Monitoreo de ese momento. Un hecho sin precedentes dentro de nuestro
ministerio. Recordemos de paso, que al comienzo de la gestión de Daniel Arroyo
tuvimos la mala suerte de una noticia por una compra con sobreprecios. Si bien
no creemos que haya sido un acto voluntario de un funcionario, podemos afirmar
que hubo desconocimiento de los procedimientos administrativos para efectuar la
compra, y éstos fueron advertidos por compañeros que llevaban años trabajando
en el sector. La sordera, aumentada por la desconfianza, nos lleva a este tipo
de callejones sin salida.
En
el transcurso del año también emprendimos dos acciones, una de carácter
investigativo y otra, más ambiciosa, de carácter institucional: la primera fue
comenzar una investigación para sistematizar las funciones de las secretarias
gremiales de nuestra delegación, para luego sondear cómo interpretaban los
trabajadores el papel de cada secretaría; nuestro punto de llegada era generar
una especie de mapa que nos permitiera como delegación poder enfocar el trabajo
y reconocer los posibles problemas antes de que estallaran. Este trabajo quedó
a medio hacer debido al aislamiento preventivo, dado que para poder avanzar
debíamos realizar entrevistas grupales, imposibles de concretar en ese momento.
El segundo objetivo fue solicitar el reconocimiento del Observatorio de
Políticas Sociales por parte del ministerio. En este punto no nos fue del todo
bien. Si bien la propuesta fue recibida con entusiasmo, en los hechos fue otra
la realidad. Luego de entrevistarnos con algunos funcionarios a pedido del
ministro comenzaron las trabas y la demora en las respuestas. Luego, como todos
sabemos, Daniel Arroyo dejó el ministerio para postularse como diputado y volvimos
a foja cero.
Considerando
el trayecto del Observatorio desde su comienzo, podemos dar por positivo el
balance: de una respuesta visceral al macrismo avanzamos hasta el pedido de
institucionalización. En el medio de ese camino, el observatorio fue, además,
una herramienta gremial para discutir con los funcionarios y los compañeros
sobre nuestro trabajo. Quizá esto último sea lo más importante, porque puede
suceder que en el futuro los cuestionamientos sobre nuestro lugar como
trabajadores vuelvan a ser puestos en duda. Ante esta posibilidad, no dudamos
de que vamos a estar en condiciones de dar la discusión desde nuestra
herramienta como trabajadores: el Observatorio de Políticas Sociales Eva Perón.