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 23/12/2021   926

Reflexionar, conjuntamente con los sectores populares, sin pretensiones paternalistas ni “iluminadoras”, acerca de la injusticia social que predomina en el funcionamiento de nuestras sociedades, puede significar una contribución sustancial de la práctica de los trabajadores sociales que potencie la inescindible dimensión política de esta profesión.

Norberto Alayón

Introducción

El presente artículo propone debatir en torno a la presencia de los y las trabajador@s sociales del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, como así también del propio Estado en la implementación de políticas públicas en el territorio. En este sentido, esperamos, por un lado, que las siguientes páginas contribuyan a sumar un aporte más a la problematización de los distintos contextos que dieron lugar a nuestra formación, tanto como a nuestro desempeño profesional. Considera como objetivo enriquecer la mirada sobre nuestras posiciones como sujetos trabajadores, explorar las perspectivas desde las que nos situamos para hablar, pensar y desempeñar la profesión, tanto como el desarrollo de la misma dentro del ámbito de lo público.

Desde nuestra mirada, en donde consideramos las definiciones de Oscar Oszlak, Guillermo  O’Donnell (1982: 112)  sobre las políticas públicas, como al “conjunto de acciones y omisiones que manifiestan una determinada modalidad de intervención del Estado en relación con una cuestión que concita la atención, interés o movilización de otros actores en la sociedad civil”, buscaremos indagar sobre la intervenciones, tanto como las omisiones. Consideraremos para ello los casos testigo de la unificación de los planes “Argentina Trabaja”, “Ellas Hacen” y “Desde el Barrio” en el divergente “Hacemos Futuro” para posteriormente analizar la recuperación de muchos de los antiguos postulados de la economía social bajo el actual Potenciar Trabajo. Todo ello destacando la perspectiva de la importancia de los trabajadores y las y los trabajadores sociales junto a su rol dentro de la implementación de políticas públicas en territorio.

 

El rol del Trabajador/a Social

Actualmente, el Trabajo Social se podría definir como una herramienta de transformación de la realidad. Idea rectora que ha sintetizado lo que es, tanto como lo que persigue el Trabajo Social que ha sido materializada en la definición de la Ley Federal del Trabajo Social número 27.072, sancionada en 2014. Allí se expresa con claridad que el Trabajo Social es efectivamente una profesión basada en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas.

Al mismo tiempo, bajo este concepto, podremos vislumbrar de forma clara la diferencia que radica entre un trabajo social asistencialista, focalizado, frente a uno comprometido con el cambio social. Sin embargo, creemos necesario abordar con sumo cuidado esta idea ya que resulta vital no caer en el supuesto de que la profesión por sí sola, por ende, el trabajador o trabajadora social, cargan con las respuestas para llevar a cabo esa transformación. En palabras de Elena de la Aldea (1999):

“El héroe se sitúa como el "salvador" que llega desde afuera, y sin pensar con los otros. Los problemas se le presentan como un muro o un vacío, como algo a ser suprimido y pierden su potencia y su fecundidad. La subjetividad heroica no resuelve los problemas, sino que los priva de su riqueza informativa y, en su afán de eliminarlos, los encubre. Si convertimos a la comunidad es un objeto a preservar, a rescatar; nunca es algo a pensar, alguien con quien pensar.”  (6)

Por esto, nos parece necesario complejizar esta idea entendiendo que la posibilidad de transformación está sujeta a múltiples variables y sobre todo mediada por diversos actores, entre ellos el profesional, que como actor político carga con su propia historia, visiones y prejuicios. En este sentido, podríamos decir que la resolución de un problema no es un proceso evolutivo, sino que refiere a la acción conjunta de diversos actores donde “El papel del trabajador social que optó por el cambio no puede ser otro sino el de actuar y reflexionar con los individuos con quienes trabaja para concientizarse conjuntamente con ellos de las reales dificultades de su sociedad.” [1]

En esta línea de pensamiento, refiriéndose al accionar de los y las trabajadoras sociales, el pedagogo brasileño Paulo Freire, en el marco del XI Simposio Internacional de Trabajo Social, expresó:

 

“Cuando me preguntan sobre el rol del trabajador social en uno u otro campo, se corre el riesgo de pensar que haya un rol universal del trabajador social. La cuestión es que el trabajador social como cualquier educador es un ser -como cualquier hombre y cualquier mujer- histórico, haciéndose y rehaciéndose en la historia, social y no individualmente. El trabajador social es, justamente por ser un trabajador social, un político, lo sepa o no. Ahí no cuenta la subjetividad del trabajador social, lo que cuenta es la objetividad de su práctica. La práctica del trabajador social es política, independientemente de que el trabajador lo sepa. Lo bueno es que lo sepa. La respuesta sería: depende de la opción política del trabajador social, depende de la competencia científica y técnica del trabajador social, depende de la coherencia que el trabajador social tenga en su acción en función de su opción política, depende de los límites institucionales, políticos, culturales y económicos, etc. a los que el trabajador esté sometido.”[2]

 

Por todo esto, entendemos que el rol del trabajador/a social siempre se encuentra condicionado por el contexto, el medio en el que desempeña su profesión y por sobre todas las cosas por su propia historia. Es así, que bajo esta idea resulta interesante que pensemos el rol específico que como profesionales desempeñamos dentro del Ministerio y que nos planteemos el interrogante en torno a si este accionar se ve atravesado o no por las diferentes políticas públicas propuestas a lo largo de distintas gestiones políticas.

 

La Intervención del Estado y del trabajador social frente a paradigmas de desterritorialización e individualización: Del programa “Hacemos Futuro” al Potenciar Trabajo

El 8 de febrero de 2018, por la Resolución N° 96/2018 del Ministerio de Desarrollo Social de La Nación, los programas Argentina Trabaja (2009), Ellas Hacen (2013) y Desde el Barrio (antiguamente denominado “Barrios Bonaerenses”) fueron unificados bajo el nombre “Programa Hacemos Futuro” en la órbita de la Subsecretaría de Políticas Integradoras, dependiente de la Secretaría de Economía Social del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación. Ello implicó un giro de rumbo notable, dado que bajo el programa Argentina Trabaja, tanto como en el Ellas Hacen, se promovió una concepción de Economía Social y Solidaria, un trabajo colaborativo, organizativo y solidario entre los asociados/as; así como también un espacio de sociabilización e integración. La nueva orientación expresada en Hacemos Futuro, en cambio, centró su eje en “la unidad productiva”. Unidad productiva, que como su nombre indicó, permitió a un solo sujeto integrar la misma. Se priorizó allí una individualidad del sujeto titular de derecho que se potenciaba al eliminar a nivel territorial a los entes ejecutores del programa y a los espacios de construcción colectiva desde donde realizaban sus tareas socio-comunitarias y productivas (Ferrari Mango, C. Campana, J. 2020 :10). Es decir, un corrimiento en buena medida de los roles de los trabajadores/as en territorio, entre los cuales se encontraban los propios Trabajadores/as Sociales.

Durante dicha gestión, se inscribió un nuevo paradigma desde donde se corrió el eje desde lo productivo a lo formativo. Bajo dicha modificación, no se propuso la creación de empleo cooperativo y productivo, sino que se pretendió generar herramientas formativas para los y las titulares, ya no organizados en cooperativas de trabajo sino individualizados. Ello tuvo un impacto multiescalar, dado que desde un enfoque de género, el propio Plan Ellas Hacen, más allá de ciertas críticas en torno a su efectividad para modificar las pautas de la organización familiar en contextos de violencia y vulnerabilidad (Arcidiácono, P. 2018), había permitido en muchos casos, adquirir cierta mirada sociopolítica de su rol (Hauria, M. Valle M., 2019) como también poner en tensión dichas representaciones, cuestionarlas, desnaturalizarlas; siempre desde el encuentro reflexivo y colectivo con otras mujeres (Fernández y Pieruzzini, 2015). Otro punto en el cual el trabajador/a social ha podido intervenir en el territorio.

Tal como sostiene García Linera (2010: 5) el Estado es una relación y un conjunto de estructuras que es resultado de la lucha política. El Estado es un campo de lucha y una forma de lucha política, a la vez que se pretende que sea la forma de unificación de territorios y poblaciones divididas por criterios de propiedad, poder político y cultura. La realidad es que el paradigma individualizador que aquí presentamos fue rotulado como “modernización del Estado”. Cuando en lo fáctico, ni siquiera expresó ningún tipo de abigarramiento sino que elementalmente se conjugó con un nuevo modelo de Estado desterritorializado donde la atención a las personas, sujetos de derechos, obtuvo un carácter de tipo unitarista y centralizador. Fue allí donde comenzó a aplicarse el modelo de “ventanilla única” centralizado y ejemplificado en la concentración de tareas de atención al público en la agencia estatal de la ANSES[3]. Dicho modelo, a su vez, estuvo acompañado por la clausura de distintos centros de atención locales, previamente en contacto con las necesidades de los territorios y de los sujetos de derechos que los habitan. Esta concepción efectivamente abandonó, tanto al territorio, como al propio relato del mismo.

Como bien nos dice Carballeda (2015: 4) “El territorio no es ni más ni menos que el lugar del acontecimiento; lo construye como tal, le confiere características singulares, requiriendo de miradas agudas que aporten elementos para comprender y explicar lo que surge de manera constante e imprime en la identidad de quienes lo habitan”. Perder el territorio implica también perder un propio relato y el propio diagnóstico de lo social, de las necesidades y demandas. Ya que todo relato es un relato de viaje, una práctica del espacio que produce geografías de acciones y deriva a lugares comunes de un orden” (De Certeau, M.: 128).

Es en ese sentido, que en la actual gestión se observa nuevamente un cambio de objetivos en políticas públicas tales como: recuperar la idea de producción y trabajo como eje vertebrador de la política pública, sin dejar de lado la capacitación y formación de las personas. En esta línea de análisis, observamos que el principal objetivo del actual programa Potenciar Trabajo, que al mismo tiempo fomenta los principios de la economía social, es:

"contribuir al mejoramiento de la empleabilidad y la generación de nuevas propuestas productivas, a través de la terminalidad educativa, la formación profesional, la certificación de competencias, así como también la creación, promoción y fortalecimiento de unidades productivas gestionadas por personas físicas que se encuentren en situación de alta vulnerabilidad social y económica, con la finalidad de  promover su inclusión social plena y mejoramiento progresivo de ingresos con vistas a alcanzar la autonomía económica"[4].

Al mismo tiempo, se observa la intención de recuperar los espacios territoriales perdidos, bajo la figura de los propuestos Centros de la Economía Popular (CEP), cuyo rol implica la presencia de técnicos/as y trabajadores/as sociales en distintos enclaves comunitarios.

En este contexto de reciente recuperación frente las dificultades sanitarias, creemos necesario plantearnos interrogantes que nos permitan repensar los aportes que como trabajadores y trabajadoras sociales podemos realizar para la ejecución e implementación de la política pública en el actual contexto.

Como venimos observando, existen diversos entramados que contienen las decisiones y acciones llevadas a cabo por gran diversidad de actores participantes en la solución de un problema colectivo, de una demanda de la sociedad. La canalización de estas demandas se da a través de la utilización de un abanico considerable de recursos y en el marco de instituciones que reglamentan sus acciones, donde como venimos remarcando es fundamental que se disponga una cercanía con los espacios comunitarios.

A su vez, resulta interesante realizar una revisión sobre cómo se vio afectado el desempeño profesional dentro de los distintos paradigmas que las políticas públicas plantean y cuáles fueron los desafíos que tuvimos que atravesar.


Consideraciones finales

Por todo lo expuesto, desde aquí se propone visibilizar el rol de los y las trabajador@s sociales entendiendo la propia función como ejercicio un importante accionar político. Destacando el desempeño profesional en el Estado con una perspectiva integral, visualizando la política pública como un campo de disputa que condiciona el quehacer profesional, pero que no lo reduce. Para ello, debemos evitar que nuestro rol se vea reducido a un único aspecto de la expertise profesional, como lo puede ser el hecho de realizar informes sociales y comenzar a jerarquizar la profesión generando espacios de participación y discusión, donde el conjunto de trabajadores y trabajadoras sociales pueda problematizar y sistematizar sus prácticas, dando lugar a propuestas superadoras sobre la intervención profesional en el ámbito de lo público.

El rol de los trabajadores y trabajadoras del Estado es absolutamente determinante, no sólo por el hecho de constituirse como un faro institucional que otorga efectividad al sistema democrático y promueve la propia construcción de la ciudadanía, sino por el propio sentido de constituirse como una expresión y garantía de que la misma pueda acceder a sus derechos.

 


Bibliografía

 

Arcidiácono, P. (2018)Ellas hacen”. Programas sociales y exigencias a las mujeres en Argentina, Revista de Estudios Feministas.

 

Carballeda, J. M. (2015)  El territorio como relato. Una aproximación conceptual. Revista Margen, N 76

De Certeau, M. (2000) La invención de lo cotidiano, México, Universidad Iberoamericana, Instituto Tecnológico y de Estudios de Occidente

Deleuze, Gilles: (2002) Diferencia y repetición, Buenos Aires, Amorrortu

De la Aldea, E. (1999) La subjetividad heroica. Un obstáculo en las prácticas comunitarias de la salud. Disponible en http://lobosuelto.com/wp-content/uploads/2018/07/la_subjetividad_heroica_escrito_por_elena_de_la_aldea.pdf

Fernández y Pieruzzini  (2015) “Ellas Hacen”: análisis de una política pública desde una perspectiva de género. II Jornadas de Género y Diversidad Sexual

García Linera, A.  Prada, R., Tapia, L. y Vega, O. (2010) El Estado, Campo de Lucha, La Paz, Bolivia, Muela del Diablo Editores.

Foucault, M. (2001). El sujeto y el poder. En H. L. Dreyfus, & P. Rabinow (Eds.) Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la hermenéutica (pp. 241-259). (Trad. R. Paredes). Ediciones Nueva Visión.

 

Hauria, M. Valle M. (2019) Del Programa Ellas Hacen al Hacemos Futuro: Transición de derechos a beneficios,  XI Jornadas de Investigación, Docencia, Extensión y Ejercicio Profesional Facultad de Trabajo Social Universidad Nacional de La Plata

 

Oszlak, O. (1982) Reflexiones sobre la formación del Estado y la Construcción de la Sociedad Argentina disponible en http://www.unl.edu.ar/ingreso/cursos/sociales/wp-content/uploads/sites/3/2016/10/Reflexiones-sobre-la-form-del-E_Oszlak.pdf

 

Svampa, M. (2005). La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo. (Ed.) Taurus, Buenos Aires, Argentina.



[1] Recuperado de: https://www.adalqui.org.ar/blog/2020/07/16/el-trabajador-social-es-un-politico/

[2] Esta caracterización de Freire sobre los trabajadores sociales fue formulada, en agosto de 1990, en el marco del XI Simposio Internacional de Trabajo Social, organizado por la Federación Internacional de Trabajadores Sociales (FITS), en la ciudad de Buenos Aires.

[3] Administración Nacional de la Seguridad Social.

Un caso que ilustra con claridad este proceso corresponde a la sanción del Art. 1 del Decreto 746/17 donde se transfirieron al ANSES las funciones de tramitación, otorgamiento, liquidación y pago de las prestaciones no contributivas que hasta la fecha se encontraban a cargo de la ex Comisión Nacional de Pensiones Asistenciales (por ese entonces perteneciente al ministerio de Desarrollo de la Nación) con excepción de aquellas otorgadas por invalidez en el marco de la Ley 13.478, sus complementarias y modificatorias y las derivadas de la aplicación de las Leyes N°26.928 Y N° 25.869. Dicho Decreto luego fue acompañado con el cierre gradual de distintos centros de atención locales y la sanción del Decreto 339/2018, publicado en el Boletín Oficial, donde se puso en funcionamiento la ventanilla única también para el programa “Hacemos Futuro” en conjunto con otros. Se remarcó que la medida apuntó a la “celeridad”, la “economía”, la “sencillez” y “la eficacia”. Es decir, criterios economicistas que reemplazaron a los anteriores criterios de “integración”, “inclusión”,  “comunitario”  vinculados al abordaje de lo social en conjunto con las complejidades de las demandas en territorio.

[4] RESOL-2020-285-APN-MDS.

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