Discusiones
filosóficas contemporáneas sobre la teoría del capital humano y del “empresario
de sí” como constitutivas del pensamiento neoliberal
Desde hace varias décadas habitamos un mundo donde las
transformaciones subjetivas surgidas de los avances tecnológicos, así como de
la primacía de la esfera económica con predominio del capital financiero, y de
las formas de despojo y explotación propias de un extractivismo ampliado, entre
otras cuestiones, lejos de humanizar nuestras vidas nos someten a nuevas y más
sutiles formas de dominación. “El
control se ejerce a corto plazo y mediante una rotación rápida, aunque también
de forma continua e ilimitada, mientras que la disciplina tenía una larga
duración, infinita y discontinua. El hombre ya no está encerrado sino
endeudado.”[1]
expresa Gilles Deleuze en su texto de los años 90 Posdata
de la sociedad de control, donde
recupera algunos de los aportes realizados por Foucault en El origen de la biopolítica sobre las formas que adquiere la sujeción
en la época que se ha dado en llamar neoliberal.
Para
Deleuze la producción de cuerpos dóciles mediante los procesos de normalización
que caracterizaba a las sociedades disciplinarias va a comenzar a coexistir con
una nueva matriz de producción de subjetividad que obedece a la lógica que
plantean las llamadas sociedades de control donde el poder se va a interiorizar
a partir de la idea de redes asociada al mundo empresarial e informático. Esta
modulación rápida y continua va a profundizar la competencia en un sentido
intra individual. En esta competencia con uno mismo se van a generar
subjetividades que continuamente se van a poner en deuda consigo mismas en una
moratoria ilimitada. Esto se producirá a partir de una
necesidad de autoconstrucción, de
capitalización permanente y siempre inacabada que
hará de la deuda algo que nunca podrá ser saldado para seguir teniendo eficacia. La deuda es constitutiva en las sociedades neoliberales de un determinado tipo de lazo social. Como dice Maurizio
Lazzarato esta forma de sujeción se expresa en
la relación acreedor - deudor.
Siguiendo a Christian Laval y
Pierre Dardot existe una razón neoliberal que ha pregnado fuertemente nuestra
época. Lo cual implica ineludiblemente pensar desde una experiencia vital
atravesada por las coordenadas subjetivas que imprime el pensamiento neoliberal
a nuestras sociedades contemporáneas. Como señalan en La nueva razón del mundo uno de los rasgos que diferencian al
neoliberalismo del pensamiento liberal clásico y neoclásico surge a partir de
la relación entre las instituciones y las conductas individuales. Podríamos
decir que el pensamiento neoliberal introduce la dimensión antropológica
hombre-empresa, fundamentada en una idea de competencia que difiere en mucho de
la que sostiene el pensamiento liberal. A
diferencia de ésta la competencia en el neoliberalismo “apunta a introducir, a
restablecer o sostener dimensiones de rivalidad en la acción y, más
fundamentalmente, a modelar a los sujetos para hacer de ellos emprendedores
capaces de aprovechar las oportunidades de ganancias, dispuestos a comprometerse
en el proceso permanente de la competencia.”[2]
Asimismo, esta idea de competencia
además supone una nueva idea de mercado que no se refiere a la vieja idea de
intercambio propia del liberalismo clásico. La concepción del mercado bajo la
nueva razón neoliberal “se concibe, en consecuencia, como un proceso de
autoformación del sujeto económico, como un proceso subjetivo auto-educador y
auto-disciplinario mediante el cual el sujeto aprende a conducirse. El proceso
de mercado construye su propio sujeto. Es autoconstructivo”[3]. Esta idea de mercado es la que le otorgará un aprendizaje
al sujeto para que pueda adquirir un comportamiento racional en todos los
órdenes de su vida. La acción humana para el neoliberalismo no va a estar
orientada por el cálculo, sino que estará sujeta a una nueva racionalidad que
emana de esta nueva concepción del mercado que lo impulsa a emprender a partir
de la elección de objetivos.
Esta teoría general de la acción
humana o praxeología redefinirá el homo
economicus del neoliberalismo a partir de la idea de elección racional que
lo llevaría a resolver los antagonismos que se le plantean al homo economicus
del liberalismo a partir de la relación entre los individuos y la sociedad.
Foucault va a ser el primero en plantear esta transformación. “En el
neoliberalismo - que no lo oculta, lo proclama- también vamos a encontrar una
teoría del homo economicus, pero en
él éste no es en absoluto un socio del intercambio, el homo economicus es un empresario, y un empresario de sí mismo.”[4] La idea de empresario de sí mismo fue conceptualizada por
primera vez por Foucault en el Nacimiento de la biopolítica abriendo un
camino a la filosofía para pensar las transformaciones subjetivas que se
producen en el neoliberalismo. Asimismo, el homo economicus del neoliberalismo mostrará cómo el sujeto neoliberal
orientará sus comportamientos racionalmente por decisiones utilitarias ya
que como empresario de sí será su propio capital, su
propio productor, su fuente de ingresos.
Por su parte como señalan Laval y
Dardot la concepción del individuo como
un emprendedor al mismo tiempo innovador y explotador de las oportunidades
surge a partir de la culminación de varias líneas dentro del pensamiento
occidental moderno “entre las cuales se
encuentran la «praxeología» de von Mises y la difusión de un modelo de management que aspira a una validez
universal.”[5]
Asimismo, estas teorías que desembocan en lo que Foucault llamara el empresario
de sí mismo se nutren de diferentes pensamientos como ser la Teoría del capital
humano de Gary Becker que postula que la educación y la formación son
inversiones. Los comportamientos de individuos racionales deben ser orientados
por ellos mismos a la capacitación y a la incorporación de saberes prácticos
que les permitan incrementar y mejorar su rendimiento para lograr una mayor
eficiencia productiva. Ahora bien, como dicen Laval y Dardot “Las grandes
proclamas sobre la importancia del factor
humano que pululan en la literatura del neomanagement
deben ser leídas a la luz de un tipo nuevo de poder: ya no se trata tanto
de reconocer que el hombre sigue siendo un hombre en el trabajo, que nunca se
reduce a la condición de un ser pasivo; se trata de ver en él al sujeto activo
que debe participar totalmente, comprometerse plenamente, entregarse por entero
en su actividad profesional”[6]
A partir de lo que podríamos llamar
un capitalismo cognitivo, el mundo de las finanzas y de los servicios formatean
la subjetividad generando
conductas humanas en términos de flujos de
información, flujos de afectos, modulaciones de las almas. El deseo de
superación inscribe al sujeto neoliberal en la superación permanente, en la
inversión sobre sí en tanto empresa para capitalizarse y lograr mayor
eficiencia. El concepto de «empresario de
uno mismo» que describen estas teorías críticas supone la idea de
hombre-empresa que se convierte en su propio capital buscando maximizar
ganancias a partir del propio éxito social y profesional, para lo cual no
bastan las tecnologías del training y el coaching. La racionalidad neoliberal
necesitará desarrollar al máximo las técnicas de auditoría, vigilancia,
evaluación, destinadas a aumentar la exigencia de control de sí y de
rendimiento individual.
Gubernamentalidad neoliberal y pérdida de soberanía
La gubernamentalidad neoliberal plantea la idea de poder sin
soberano, sentando las bases de un orden económico, social y político que
encuentra su legitimidad en la eficiencia de los comportamientos individuales y
egoístas del nuevo homo economicus.
Éste se constituirá en la interfaz entre la gubernamentalidad del gobierno y el
individuo, por lo cual los gobiernos también deberán orientar sus
comportamientos racionalmente por decisiones utilitarias. Esta transformación
claramente no implica la disolución del Estado ya que el neoliberalismo por
definición no funciona sin Estado; es necesario el lugar del derecho, pero no
tanto su poder de policía ya que
desde esta lógica resulta ineficiente. La promesa de desburocratización del
liberalismo clásico está lejos de realizarse ya que se produce una sobre
burocratización. Todos los sujetos neoliberales se convierten en agentes de la
gubernamentalidad.
Asimismo, surgirá una nueva idea de gobernanza asociada a los Estados
donde la idea de soberanía queda desplazada. Para el neoliberalismo ya no es
importante la capacidad de un Estado de asegurar su soberanía sobre un
territorio nacional. El Estado neoliberal como señalamos será el encargado de
asegurar el respeto a las normas jurídicas y a la buena gobernanza guiada desde
esta perspectiva por las llamadas buenas prácticas económicas. “Al igual que los managers de la empresa han quedado bajo la vigilancia de los
accionistas en el marco de la corporate
governance, predominantemente financiera, los dirigentes de los Estados,
por las mismas razones, han quedado bajo el control de la comunidad financiera
internacional, de organismos de peritaje, de agencias de calificación. La
homogeneidad de los modos de pensamiento, la identidad de los instrumentos de
evaluación y de validación de las
políticas públicas, las auditorías y los informes de los consultores, todo
indica que la nueva forma de reflexión sobre la acción de gobierno ha tomado
prestados, ampliamente, elementos de la lógica gerencial que reina en los grandes grupos multinacionales.”[7] Bajo
esta nueva idea de «gobernanza» que proviene del management privado el neoliberalismo aprovecha para avanzar contra
la administración pública. Bajo el planteo de que el sector público es
ineficiente el neoliberalismo plantea la necesidad de tomar como modelo al
sector privado debido a su flexibilidad, a su carácter innovador, a su
capacidad técnica, a su grado de especialización. Para el neoliberalismo la
superioridad del sector privado radica en su capacidad de disciplinar a través
de la competencia que según este paradigma se constituye en un estímulo al
rendimiento.
Retomando a la idea de homo
economicus propia de esta etapa del capitalismo Lazzarato dirá que “la
implicación, la movilización subjetiva, y el trabajo sobre sí mismo, predicados
por el management desde la década del
80, se metamorfosearon en una exhortación a hacerse cargo de los costos y los
riesgos de la catástrofe económica y financiera. La población debe tomar a su
cargo todo lo que las empresas y el Estado externalizan
en la sociedad, y en primer lugar la deuda”[8] Asimismo, debemos pensar que
la relación acreedor y deudor que promueve el neoliberalismo profundiza
mecanismos de dominación y sometimiento hacia aquellos Estados que se
constituyen en deudores frente a la comunidad financiera internacional. De esta
manera, los organismos de financiamiento internacional se constituyen en “los acreedores
del país y en los inversores exteriores, que tienen que juzgar la calidad de la
acción pública, o sea, su conformidad respecto de sus propios intereses
financieros”. Por lo tanto, estos organismos serán los encargados de dictaminar
siguiendo las premisas de la teoría del capital humano cuáles deben ser las
inversiones a realizar en los Estados deudores para que “dejen de serlo”. A
partir de la idea de deuda aquellos países que se constituyen como deudores
deben rendir cuentas, y en tanto culpables de ser deudores deben ser evaluados
y escrutados por sus acreedores. Así la comunidad financiera internacional
establece lineamientos para estos países basados en la inversión en capital
humano a través de la “capacitación”. Esta es una de las principales
recomendaciones que desde la década del 90 vienen postulando los organismos de
financiamiento internacional a los Estados latinoamericanos para “salir” de la
situación de endeudamiento.
Los programas de Transferencias Condicionadas de Ingresos
(TCI) promovidos desde los organismos de financiamiento internacional hacia los
Estados “endeudados”La concepción de pobreza que surge en la década del 90, y
que se ve reflejada en las transformaciones de la estructura del Estado, según
los organismos de financiamiento internacional se debe a la transmisión intergeneracional y a determinados valores que tienen por resultado el déficit
del capital humano y/o social. Esta idea de los organismos acreedores
sobre nuestra región da lugar a políticas asistenciales focalizadas para una población “pobre”
definida como objeto de intervención. Bajo la premisa
de que la pobreza es producto de debilidades individuales se apunta a su
empoderamiento, capacitación, etc., para cortar con el llamado por los
organismos “círculo vicioso” y lograr que los individuos autogestionen su
propia pobreza.Durante
la década del 90 las reformas estructurales del Estado impusieron una mirada
sobre lo social que, lejos de generar políticas que promovieran una mayor
distribución de la riqueza, postularon como principal objetivo para las
políticas sociales el combate contra la pobreza extrema. Esto implicó el
abandono de los propósitos que se llevaron a cabo durante las décadas
anteriores que apuntaban a la redistribución progresiva de los ingresos y a la
movilidad social a partir de la implementación de políticas con un sesgo
universalista como ocurriera fundamentalmente durante los gobiernos de Perón. Desde
la década del 80 comienza a producirse un pasaje de las políticas universales a
las políticas orientadas exclusivamente a resolver situaciones de pobreza, las
cuales se encargaron de focalizar las intervenciones en los “merecedores” de
dichas políticas, creando de esta forma un sujeto social para programas de
corte asistencialista. Esta concepción de las políticas sociales transformó las
reglas de distribución del excedente social basados en la promoción estatal del
bienestar social características de épocas pasadas.Sonia
Álvarez Leguizamón sugiere que fue en ese momento en que comenzó a asociarse el
Desarrollo Humano a las poblaciones sobrantes: los grupos “más pobres”, “pobres
estructurales” y “vulnerables” por medio de la creación de la Secretaría de
Desarrollo Social. Este organismo unos años más tarde, hacia 1999, se
convertirá en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, bajo el gobierno
de Fernando De la Rúa, motorizado por los préstamos y las teorías del capital
humano impuestas por los organismos de financiamiento internacional. Estos
últimos serían quienes determinaban el tipo de diseño y de ejecución de los
programas focalizados de transferencias de ingreso condicionadas de aquellos
años tanto en la Argentina como en la región.
El caso del programa Argentina
Trabaja y su transformación en Hacemos
futuro
El
programa Argentina Trabaja surge en
el 2009 como una iniciativa del gobierno nacional bajo la presidencia de
Cristina Fernández de Kirchner. El organismo encargado de llevar adelante esta
política es el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. La misma está
orientada a generar empleo dentro de un sector de la población al que no
llegaban los programas del Ministerio de Trabajo por ser considerados sectores
no empleables, es decir, que no tenía posibilidades de insertarse en el mercado
laboral. Es así como el gobierno nacional diseña este programa a la luz de las
demandas provenientes de las organizaciones sociales, particularmente del
Movimiento Evita y de Barrios de Pie, lo cual le otorga un carácter novedoso a
la política social. Según Ana Natalucci el lanzamiento del programa Argentina Trabaja significa la
profundización de ciertas lógicas de la política social que introduce el
gobierno de Néstor Kirchner desde que asumiera en el 2003. Estos cambios tienen
que ver con la relación que el Estado nacional establece con las organizaciones
sociales. Algunas de estas organizaciones surgen en la década del 90 como
movimientos piqueteros y de trabajadores desocupados ante la implementación de
políticas de corte neoliberal que dejan a gran parte de la población
económicamente activa sin trabajo o en condiciones laborales precarizadas e
inestables.
Esta
política apunta a la recuperación del empleo y del fomento a la organización
comunitaria promoviendo la formación de cooperativas de trabajo. Asimismo, su
creación generaría un gran crecimiento en la base social de los movimientos
sociales. El contexto en el que surge esta política es el de derrota electoral
del partido de gobierno en las elecciones legislativas del 2009 y de
repercusión local de la crisis capitalista mundial que pone de manifiesto que
el modelo de acumulación ya no requiere del pleno empleo como en la etapa
fordista. Esta crisis hace visible que un sector de la población nunca tendrá
trabajo. Este contexto lleva al gobierno nacional a consolidar la iniciativa de
algunas organizaciones sociales vinculadas a generar una política desde la
perspectiva de la economía popular, que promueva la constitución de
cooperativas para generar una forma de producción alternativa. Con la creación
del programa Argentina Trabaja se
produce cierta transformación en la manera y en la capacidad de generar poder
que detentan las organizaciones sociales para incidir en la gestión de las
políticas públicas que el Estado nacional destina a los sectores populares. El
Estado bajo una nueva matriz aparece como una condición necesaria para la
sustentabilidad de un tipo de sociedad que pretende redefinir espacios de
poder. En este marco, la creación de este programa se presenta como un desafío
en tanto intenta salirse de la lógica asistencial que plantean los programas
sociales focalizados, que se llevaron a cabo durante la década del 90 y las
organizaciones sociales comienzan a discutir sobre cuál es el lugar que ocupan
en relación con el Estado.
El
caso del Argentina Trabaja plantea
contradicciones entre el tipo de intervención que promueve el Estado nacional y
lo que sucede en la implementación de esta política; sin embargo, se produce un
quiebre en relación con las políticas que se venían implementando en nuestro
país hasta ese momento, en gran medida debido al lugar que comienzan a ocupar
las organizaciones sociales en este proceso. Podemos decir que más allá de
todas las críticas o potencialidades que encuentran los investigadores en el
programa Argentina Trabaja, siguiendo
a Natalucci podemos pensar que esta política ayudó a consolidar el
desplazamiento de la identidad “piquetera” o de “trabajadores desocupados” a la
de “trabajadores de la economía popular”.
En el año 2015 ante la asunción del gobierno
macrista, el Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación decide continuar con el programa Argentina
Trabaja, pero realizando importantes
transformaciones las cuales reorientan sus
objetivos hacia el fomento de las condiciones individuales de empleabilidad,
restándole centralidad a la promoción del trabajo asociativo. Como ocurriera en la década de los 90, durante esta
gestión se van a imponer las “recetas” que plantean los organismos de
financiamiento internacional a nuestros gobiernos en pos de implementar
políticas de ajuste. De esta manera el programa Argentina Trabaja se va a transformar en un programa de transferencia
condicionada de ingresos (TCI), este cambio tiene como objetivo
desarticular la organización y el poder que construyeron las organizaciones
sociales durante la etapa anterior.
El nuevo gobierno y gran parte de los medios de comunicación van a
sostener que las modificaciones realizadas al programa Argentina Trabaja surgen y se legitiman a partir de un conjunto de
supuestas “debilidades preexistentes” del programa donde el esquema
cooperativo comenzaba a perder centralidad y crecían las prácticas
clientelares. En este contexto, se van a producir ciertas paradojas. El
gobierno lleva adelante estas transformaciones a través del Ministerio de
Desarrollo Social en un contexto donde las organizaciones sociales lejos de
perder poder y capacidad de organización van a constituirse en un actor
fundamental en el escenario político y van a adquirir un mayor grado de
institucionalización.
En relación con el Argentina
Trabaja, el nuevo gobierno va a desterrar la idea de cooperativismo que
fuera el eje vertebrador que caracterizaba a este programa. En su lugar el
ahora Hacemos Futuro se
constituye como un programa de TIC destinado
a “personas en estado de vulnerabilidad que comprende la percepción de un
subsidio para formación de carácter personal que facilite el acceso y
permanencia en los cursos y prácticas de terminalidad educativa y formación
integral”[9]
El programa se convirtió en un subsidio para la capacitación personal
totalmente desvinculada de la construcción de un espacio colectivo de trabajo.
La nueva normativa del programa fijó una serie de incentivos
complementarios: por presentismo, en este caso tenía que ver con la concurrencia
a las actividades de capacitación. Si bien los incentivos como presentismo ya
existían, en este caso se plantean desde una lógica “eficientista” de la
gestión del programa. En este sentido, el discurso del gobierno hace énfasis en
“poner a la persona en el centro del programa” y “agregar criterios de
éxito” a la política social, o en trabajar en la recuperación de la
autovaloración personal y las capacidades subjetivas de los titulares.
Postulados acordes con la teoría del capital humano que primaran en las recetas
que los organismos internacionales imponían a nuestros países latinoamericanos.
Por su parte Hopp plantea que bajo este nuevo gobierno las
políticas sociales que se llevan a cabo en el Ministerio de Desarrollo Social
como el programa Hacemos Futuro
hablan de que “la continuidad en la implementación de estos programas se
despliega en un nuevo contexto socioeconómico y político, en el cual el trabajo
es considerado un factor de la producción cuyo costo debe ser reducido y el
objetivo de la intervención estatal es la reducción del déficit fiscal. Desde
esta perspectiva, las organizaciones de trabajadores y los derechos laborales
adquiridos aparecen como un obstáculo a estos objetivos y la política social se
concibe como una compensación, una forma de asistencia o una ayuda para los que
más lo necesitan.”[10]
Como vemos, estas políticas implementadas por un gobierno de corte neoliberal retomarán los fundamentos, contenidos y valoraciones que se promovieron en los años 90, en torno a las políticas de transferencias monetarias condicionadas donde la
llamada “inversión social” se orientará hacia
la capacitación en los términos que propondría la teoría del capital humano.
Bibliografía:
Deleuze,
Gilles, “Post-scriptum sobre las sociedades de control” en Conversaciones,
Valencia, Pre-Textos, 2006.
Foucault,
Michel, Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2007.
Hopp, Malena, De la
promoción del trabajo cooperativo al Salario Social Complementario.
Transformaciones en la transferencia de ingresos por trabajo en la Argentina,
Revista Ciudadanías, Nº 2, 2018.
Laval,
Christian y Dardot, Pierre, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2013.
Lazzarato,
Maurizio, La fábrica del hombre endeudado, Buenos Aires, Amorrortu, 2013.
Leguizamón, S. La invención del desarrollo social en la
Argentina: “historia de opciones preferenciales por los pobres” en
Problemas de la Política Social en la Argentina Contemporánea, 2006.
Natalucci, Ana, Del
piquete a la economía popular, Revista Anfibia, 2016.
Natalucci, A., Políticas sociales y disputas territoriales,
Revista Perspectivas de las políticas públicas, UNLA, Nª 3, 2012.
[1] Deleuze,
Gilles, “Post-scriptum sobre las sociedades de control” en Conversaciones,
Valencia, Pre-Textos, 2006, pág. 8.
[2] Laval, Christian y Dardot,
Pierre, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2013, pág. 136.
[4] Foucault,
Michel, Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica,
2007, pàg.264.
[5] Laval,
Christian y Dardot, Pierre, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2013,
pág.155.
[8]
Lazzarato, Maurizio, La fábrica del hombre endeudado, Buenos Aires, Amorrortu,
2013.pág. 11.
[9] Instructivo Hacemos
Futuro, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, 2 de marzo de 2018.
[10] Hopp,
Malena, De la promoción del trabajo
cooperativo al Salario Social Complementario. Transformaciones en la
transferencia de ingresos por trabajo en la Argentina, Revista Ciudadanías,
Nº 2, 2018, pág. 132