UPCN Digital
Profesionales

01/30

 22/12/2021   455

Discusiones filosóficas contemporáneas sobre la teoría del capital humano y del “empresario de sí” como constitutivas del pensamiento neoliberal

Desde hace varias décadas habitamos un mundo donde las transformaciones subjetivas surgidas de los avances tecnológicos, así como de la primacía de la esfera económica con predominio del capital financiero, y de las formas de despojo y explotación propias de un extractivismo ampliado, entre otras cuestiones, lejos de humanizar nuestras vidas nos someten a nuevas y más sutiles formas de dominación. “El control se ejerce a corto plazo y mediante una rotación rápida, aunque también de forma continua e ilimitada, mientras que la disciplina tenía una larga duración, infinita y discontinua. El hombre ya no está encerrado sino endeudado.”[1] expresa Gilles Deleuze en su texto de los años 90  Posdata de la sociedad de control,  donde recupera algunos de los aportes realizados por Foucault en El origen de la biopolítica sobre las formas que adquiere la sujeción en la época que se ha dado en llamar neoliberal.

Para Deleuze la producción de cuerpos dóciles mediante los procesos de normalización que caracterizaba a las sociedades disciplinarias va a comenzar a coexistir con una nueva matriz de producción de subjetividad que obedece a la lógica que plantean las llamadas sociedades de control donde el poder se va a interiorizar a partir de la idea de redes asociada al mundo empresarial e informático. Esta modulación rápida y continua va a profundizar la competencia en un sentido intra individual. En esta competencia con uno mismo se van a generar subjetividades que continuamente se van a poner en deuda consigo mismas en una moratoria ilimitada. Esto se producirá a partir de una necesidad de autoconstrucción, de capitalización permanente y siempre inacabada que hará de la deuda algo que nunca podrá ser saldado para seguir teniendo eficacia. La deuda es constitutiva en las sociedades neoliberales de un determinado tipo de lazo social. Como dice Maurizio Lazzarato esta forma de sujeción se expresa en la relación acreedor - deudor.

Siguiendo a Christian Laval y Pierre Dardot existe una razón neoliberal que ha pregnado fuertemente nuestra época. Lo cual implica ineludiblemente pensar desde una experiencia vital atravesada por las coordenadas subjetivas que imprime el pensamiento neoliberal a nuestras sociedades contemporáneas. Como señalan en La nueva razón del mundo uno de los rasgos que diferencian al neoliberalismo del pensamiento liberal clásico y neoclásico surge a partir de la relación entre las instituciones y las conductas individuales. Podríamos decir que el pensamiento neoliberal introduce la dimensión antropológica hombre-empresa, fundamentada en una idea de competencia que difiere en mucho de la que sostiene el pensamiento liberal. A diferencia de ésta la competencia en el neoliberalismo “apunta a introducir, a restablecer o sostener dimensiones de rivalidad en la acción y, más fundamentalmente, a modelar a los sujetos para hacer de ellos emprendedores capaces de aprovechar las oportunidades de ganancias, dispuestos a comprometerse en el proceso permanente de la competencia.”[2]

Asimismo, esta idea de competencia además supone una nueva idea de mercado que no se refiere a la vieja idea de intercambio propia del liberalismo clásico. La concepción del mercado bajo la nueva razón neoliberal “se concibe, en consecuencia, como un proceso de autoformación del sujeto económico, como un proceso subjetivo auto-educador y auto-disciplinario mediante el cual el sujeto aprende a conducirse. El proceso de mercado construye su propio sujeto. Es autoconstructivo[3]. Esta idea de mercado es la que le otorgará un aprendizaje al sujeto para que pueda adquirir un comportamiento racional en todos los órdenes de su vida. La acción humana para el neoliberalismo no va a estar orientada por el cálculo, sino que estará sujeta a una nueva racionalidad que emana de esta nueva concepción del mercado que lo impulsa a emprender a partir de la elección de objetivos.

Esta teoría general de la acción humana o praxeología redefinirá el homo economicus del neoliberalismo a partir de la idea de elección racional que lo llevaría a resolver los antagonismos que se le plantean al homo economicus del liberalismo a partir de la relación entre los individuos y la sociedad. Foucault va a ser el primero en plantear esta transformación. “En el neoliberalismo - que no lo oculta, lo proclama- también vamos a encontrar una teoría del homo economicus, pero en él éste no es en absoluto un socio del intercambio, el homo economicus es un empresario, y un empresario de sí mismo.”[4] La idea de empresario de sí mismo fue conceptualizada por primera vez por Foucault en el Nacimiento de la biopolítica abriendo un camino a la filosofía para pensar las transformaciones subjetivas que se producen en el neoliberalismo. Asimismo, el homo economicus del neoliberalismo mostrará cómo el sujeto neoliberal orientará sus comportamientos racionalmente por decisiones utilitarias ya que como empresario de sí será su propio capital, su propio productor, su fuente de ingresos.

Por su parte como señalan Laval y Dardot  la concepción del individuo como un emprendedor al mismo tiempo innovador y explotador de las oportunidades surge a partir de la culminación de varias líneas dentro del pensamiento occidental moderno  “entre las cuales se encuentran la «praxeología» de von Mises y la difusión de un modelo de management que aspira a una validez universal.”[5] Asimismo, estas teorías que desembocan en lo que Foucault llamara el empresario de sí mismo se nutren de diferentes pensamientos como ser la Teoría del capital humano de Gary Becker que postula que la educación y la formación son inversiones. Los comportamientos de individuos racionales deben ser orientados por ellos mismos a la capacitación y a la incorporación de saberes prácticos que les permitan incrementar y mejorar su rendimiento para lograr una mayor eficiencia productiva. Ahora bien, como dicen Laval y Dardot “Las grandes proclamas sobre la importancia del factor humano que pululan en la literatura del neomanagement deben ser leídas a la luz de un tipo nuevo de poder: ya no se trata tanto de reconocer que el hombre sigue siendo un hombre en el trabajo, que nunca se reduce a la condición de un ser pasivo; se trata de ver en él al sujeto activo que debe participar totalmente, comprometerse plenamente, entregarse por entero en su actividad profesional[6]

A partir de lo que podríamos llamar un capitalismo cognitivo, el mundo de las finanzas y de los servicios formatean la subjetividad generando conductas humanas en términos de flujos de información, flujos de afectos, modulaciones de las almas. El deseo de superación inscribe al sujeto neoliberal en la superación permanente, en la inversión sobre sí en tanto empresa para capitalizarse y lograr mayor eficiencia. El concepto de «empresario de uno mismo» que describen estas teorías críticas supone la idea de hombre-empresa que se convierte en su propio capital buscando maximizar ganancias a partir del propio éxito social y profesional, para lo cual no bastan las tecnologías del training y el coaching. La racionalidad neoliberal necesitará desarrollar al máximo las técnicas de auditoría, vigilancia, evaluación, destinadas a aumentar la exigencia de control de sí y de rendimiento individual.

 

Gubernamentalidad neoliberal y pérdida de soberanía

La gubernamentalidad neoliberal plantea la idea de poder sin soberano, sentando las bases de un orden económico, social y político que encuentra su legitimidad en la eficiencia de los comportamientos individuales y egoístas del nuevo homo economicus. Éste se constituirá en la interfaz entre la gubernamentalidad del gobierno y el individuo, por lo cual los gobiernos también deberán orientar sus comportamientos racionalmente por decisiones utilitarias. Esta transformación claramente no implica la disolución del Estado ya que el neoliberalismo por definición no funciona sin Estado; es necesario el lugar del derecho, pero no tanto su poder de policía ya que desde esta lógica resulta ineficiente. La promesa de desburocratización del liberalismo clásico está lejos de realizarse ya que se produce una sobre burocratización. Todos los sujetos neoliberales se convierten en agentes de la gubernamentalidad.
Asimismo, surgirá una nueva idea de gobernanza asociada a los Estados donde la idea de soberanía queda desplazada. Para el neoliberalismo ya no es importante la capacidad de un Estado de asegurar su soberanía sobre un territorio nacional. El Estado neoliberal como señalamos será el encargado de asegurar el respeto a las normas jurídicas y a la buena gobernanza guiada desde esta perspectiva por las llamadas buenas prácticas económicas.  “Al igual que los managers de la empresa han quedado bajo la vigilancia de los accionistas en el marco de la corporate governance, predominantemente financiera, los dirigentes de los Estados, por las mismas razones, han quedado bajo el control de la comunidad financiera internacional, de organismos de peritaje, de agencias de calificación. La homogeneidad de los modos de pensamiento, la identidad de los instrumentos de evaluación y de  validación de las políticas públicas, las auditorías y los informes de los consultores, todo indica que la nueva forma de reflexión sobre la acción de gobierno ha tomado prestados, ampliamente, elementos de la lógica gerencial que  reina en los grandes grupos multinacionales.”[7] Bajo esta nueva idea de «gobernanza» que proviene del management privado el neoliberalismo aprovecha para avanzar contra la administración pública. Bajo el planteo de que el sector público es ineficiente el neoliberalismo plantea la necesidad de tomar como modelo al sector privado debido a su flexibilidad, a su carácter innovador, a su capacidad técnica, a su grado de especialización. Para el neoliberalismo la superioridad del sector privado radica en su capacidad de disciplinar a través de la competencia que según este paradigma se constituye en un estímulo al rendimiento.
Retomando a la idea de homo economicus propia de esta etapa del capitalismo Lazzarato dirá que “la implicación, la movilización subjetiva, y el trabajo sobre sí mismo, predicados por el management desde la década del 80, se metamorfosearon en una exhortación a hacerse cargo de los costos y los riesgos de la catástrofe económica y financiera. La población debe tomar a su cargo todo lo que las empresas y el Estado externalizan en la sociedad, y en primer lugar la deuda”[8] Asimismo, debemos pensar que la relación acreedor y deudor que promueve el neoliberalismo profundiza mecanismos de dominación y sometimiento hacia aquellos Estados que se constituyen en deudores frente a la comunidad financiera internacional. De esta manera, los organismos de financiamiento internacional se constituyen en “los acreedores del país y en los inversores exteriores, que tienen que juzgar la calidad de la acción pública, o sea, su conformidad respecto de sus propios intereses financieros”. Por lo tanto, estos organismos serán los encargados de dictaminar siguiendo las premisas de la teoría del capital humano cuáles deben ser las inversiones a realizar en los Estados deudores para que “dejen de serlo”. A partir de la idea de deuda aquellos países que se constituyen como deudores deben rendir cuentas, y en tanto culpables de ser deudores deben ser evaluados y escrutados por sus acreedores. Así la comunidad financiera internacional establece lineamientos para estos países basados en la inversión en capital humano a través de la “capacitación”. Esta es una de las principales recomendaciones que desde la década del 90 vienen postulando los organismos de financiamiento internacional a los Estados latinoamericanos para “salir” de la situación de endeudamiento.

 

Los programas de Transferencias Condicionadas de Ingresos (TCI) promovidos desde los organismos de financiamiento internacional hacia los Estados “endeudados”
La concepción de pobreza que surge en la década del 90, y que se ve reflejada en las transformaciones de la estructura del Estado, según los organismos de financiamiento internacional se debe a la transmisión intergeneracional y a determinados valores que tienen por resultado el déficit del capital humano y/o social. Esta idea de los organismos acreedores sobre nuestra región da lugar a políticas asistenciales focalizadas para una población “pobre” definida como objeto de intervención. Bajo la premisa de que la pobreza es producto de debilidades individuales se apunta a su empoderamiento, capacitación, etc., para cortar con el llamado por los organismos “círculo vicioso” y lograr que los individuos autogestionen su propia pobreza.
Durante la década del 90 las reformas estructurales del Estado impusieron una mirada sobre lo social que, lejos de generar políticas que promovieran una mayor distribución de la riqueza, postularon como principal objetivo para las políticas sociales el combate contra la pobreza extrema. Esto implicó el abandono de los propósitos que se llevaron a cabo durante las décadas anteriores que apuntaban a la redistribución progresiva de los ingresos y a la movilidad social a partir de la implementación de políticas con un sesgo universalista como ocurriera fundamentalmente durante los gobiernos de Perón. Desde la década del 80 comienza a producirse un pasaje de las políticas universales a las políticas orientadas exclusivamente a resolver situaciones de pobreza, las cuales se encargaron de focalizar las intervenciones en los “merecedores” de dichas políticas, creando de esta forma un sujeto social para programas de corte asistencialista. Esta concepción de las políticas sociales transformó las reglas de distribución del excedente social basados en la promoción estatal del bienestar social características de épocas pasadas.Sonia Álvarez Leguizamón sugiere que fue en ese momento en que comenzó a asociarse el Desarrollo Humano a las poblaciones sobrantes: los grupos “más pobres”, “pobres estructurales” y “vulnerables” por medio de la creación de la Secretaría de Desarrollo Social. Este organismo unos años más tarde, hacia 1999, se convertirá en el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, bajo el gobierno de Fernando De la Rúa, motorizado por los préstamos y las teorías del capital humano impuestas por los organismos de financiamiento internacional. Estos últimos serían quienes determinaban el tipo de diseño y de ejecución de los programas focalizados de transferencias de ingreso condicionadas de aquellos años tanto en la Argentina como en la región.

 

El caso del programa Argentina Trabaja y su transformación en Hacemos futuro

El programa Argentina Trabaja surge en el 2009 como una iniciativa del gobierno nacional bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner. El organismo encargado de llevar adelante esta política es el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. La misma está orientada a generar empleo dentro de un sector de la población al que no llegaban los programas del Ministerio de Trabajo por ser considerados sectores no empleables, es decir, que no tenía posibilidades de insertarse en el mercado laboral. Es así como el gobierno nacional diseña este programa a la luz de las demandas provenientes de las organizaciones sociales, particularmente del Movimiento Evita y de Barrios de Pie, lo cual le otorga un carácter novedoso a la política social. Según Ana Natalucci el lanzamiento del programa Argentina Trabaja significa la profundización de ciertas lógicas de la política social que introduce el gobierno de Néstor Kirchner desde que asumiera en el 2003. Estos cambios tienen que ver con la relación que el Estado nacional establece con las organizaciones sociales. Algunas de estas organizaciones surgen en la década del 90 como movimientos piqueteros y de trabajadores desocupados ante la implementación de políticas de corte neoliberal que dejan a gran parte de la población económicamente activa sin trabajo o en condiciones laborales precarizadas e inestables.
Esta política apunta a la recuperación del empleo y del fomento a la organización comunitaria promoviendo la formación de cooperativas de trabajo. Asimismo, su creación generaría un gran crecimiento en la base social de los movimientos sociales. El contexto en el que surge esta política es el de derrota electoral del partido de gobierno en las elecciones legislativas del 2009 y de repercusión local de la crisis capitalista mundial que pone de manifiesto que el modelo de acumulación ya no requiere del pleno empleo como en la etapa fordista. Esta crisis hace visible que un sector de la población nunca tendrá trabajo. Este contexto lleva al gobierno nacional a consolidar la iniciativa de algunas organizaciones sociales vinculadas a generar una política desde la perspectiva de la economía popular, que promueva la constitución de cooperativas para generar una forma de producción alternativa. Con la creación del programa Argentina Trabaja se produce cierta transformación en la manera y en la capacidad de generar poder que detentan las organizaciones sociales para incidir en la gestión de las políticas públicas que el Estado nacional destina a los sectores populares. El Estado bajo una nueva matriz aparece como una condición necesaria para la sustentabilidad de un tipo de sociedad que pretende redefinir espacios de poder. En este marco, la creación de este programa se presenta como un desafío en tanto intenta salirse de la lógica asistencial que plantean los programas sociales focalizados, que se llevaron a cabo durante la década del 90 y las organizaciones sociales comienzan a discutir sobre cuál es el lugar que ocupan en relación con el Estado.
El caso del Argentina Trabaja plantea contradicciones entre el tipo de intervención que promueve el Estado nacional y lo que sucede en la implementación de esta política; sin embargo, se produce un quiebre en relación con las políticas que se venían implementando en nuestro país hasta ese momento, en gran medida debido al lugar que comienzan a ocupar las organizaciones sociales en este proceso. Podemos decir que más allá de todas las críticas o potencialidades que encuentran los investigadores en el programa Argentina Trabaja, siguiendo a Natalucci podemos pensar que esta política ayudó a consolidar el desplazamiento de la identidad “piquetera” o de “trabajadores desocupados” a la de “trabajadores de la economía popular”.

En el año 2015 ante la asunción del gobierno macrista, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación decide continuar con el programa Argentina Trabaja, pero realizando importantes transformaciones las cuales reorientan sus objetivos hacia el fomento de las condiciones individuales de empleabilidad, restándole centralidad a la promoción del trabajo asociativo. Como ocurriera en la década de los 90, durante esta gestión se van a imponer las “recetas” que plantean los organismos de financiamiento internacional a nuestros gobiernos en pos de implementar políticas de ajuste. De esta manera el programa Argentina Trabaja se va a transformar en un programa de transferencia condicionada de ingresos (TCI), este cambio tiene como objetivo desarticular la organización y el poder que construyeron las organizaciones sociales durante la etapa anterior.
El nuevo gobierno y gran parte de los medios de comunicación van a sostener que las modificaciones realizadas al programa Argentina Trabaja surgen y se legitiman a partir de un conjunto de supuestas “debilidades preexistentes” del programa donde el esquema cooperativo comenzaba a perder centralidad y crecían las prácticas clientelares. En este contexto, se van a producir ciertas paradojas. El gobierno lleva adelante estas transformaciones a través del Ministerio de Desarrollo Social en un contexto donde las organizaciones sociales lejos de perder poder y capacidad de organización van a constituirse en un actor fundamental en el escenario político y van a adquirir un mayor grado de institucionalización.
En relación con el Argentina Trabaja, el nuevo gobierno va a desterrar la idea de cooperativismo que fuera el eje vertebrador que caracterizaba a este programa. En su lugar el ahora Hacemos Futuro se constituye como un programa de TIC destinado a “personas en estado de vulnerabilidad que comprende la percepción de un subsidio para formación de carácter personal que facilite el acceso y permanencia en los cursos y prácticas de terminalidad educativa y formación integral”[9]  El programa se convirtió en un subsidio para la capacitación personal totalmente desvinculada de la construcción de un espacio colectivo de trabajo. La nueva normativa del programa fijó una serie de incentivos complementarios: por presentismo, en este caso tenía que ver con la concurrencia a las actividades de capacitación. Si bien los incentivos como presentismo ya existían, en este caso se plantean desde una lógica “eficientista” de la gestión del programa. En este sentido, el discurso del gobierno hace énfasis en “poner a la persona en el centro del programa” y “agregar criterios de éxito” a la política social, o en trabajar en la recuperación de la autovaloración personal y las capacidades subjetivas de los titulares. Postulados acordes con la teoría del capital humano que primaran en las recetas que los organismos internacionales imponían a nuestros países latinoamericanos.

Por su parte Hopp plantea que bajo este nuevo gobierno las políticas sociales que se llevan a cabo en el Ministerio de Desarrollo Social como el programa Hacemos Futuro hablan de que “la continuidad en la implementación de estos programas se despliega en un nuevo contexto socioeconómico y político, en el cual el trabajo es considerado un factor de la producción cuyo costo debe ser reducido y el objetivo de la intervención estatal es la reducción del déficit fiscal. Desde esta perspectiva, las organizaciones de trabajadores y los derechos laborales adquiridos aparecen como un obstáculo a estos objetivos y la política social se concibe como una compensación, una forma de asistencia o una ayuda para los que más lo necesitan.”[10] Como vemos, estas políticas implementadas por un gobierno de corte neoliberal retomarán los fundamentos, contenidos y valoraciones que se promovieron en los años 90, en torno a las políticas de transferencias monetarias condicionadas donde la llamada “inversión social” se orientará hacia la capacitación en los términos que propondría la teoría del capital humano.

 

Bibliografía:

Deleuze, Gilles, “Post-scriptum sobre las sociedades de control” en Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, 2006.

Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007.

Hopp, Malena, De la promoción del trabajo cooperativo al Salario Social Complementario. Transformaciones en la transferencia de ingresos por trabajo en la Argentina, Revista Ciudadanías, Nº 2, 2018.

Laval, Christian y Dardot, Pierre, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2013.

Lazzarato, Maurizio, La fábrica del hombre endeudado, Buenos Aires, Amorrortu, 2013.

Leguizamón, S. La invención del desarrollo social en la Argentina: “historia de opciones preferenciales por los pobres” en Problemas de la Política Social en la Argentina Contemporánea, 2006.

Natalucci, Ana, Del piquete a la economía popular, Revista Anfibia, 2016.

Natalucci, A., Políticas sociales y disputas territoriales, Revista Perspectivas de las políticas públicas, UNLA, Nª 3, 2012.



[1] Deleuze, Gilles, “Post-scriptum sobre las sociedades de control” en Conversaciones, Valencia, Pre-Textos, 2006, pág. 8.

 

[2]  Laval, Christian y Dardot, Pierre, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2013, pág. 136.

[3] Idem, pàg. 140.

[4] Foucault, Michel, Nacimiento de la biopolítica, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, pàg.264.

[5] Laval, Christian y Dardot, Pierre, La nueva razón del mundo, Barcelona, Gedisa, 2013, pág.155.

[6] Idem, pág. 331.

[7] Idem, pág. 279.

[8] Lazzarato, Maurizio, La fábrica del hombre endeudado, Buenos Aires, Amorrortu, 2013.pág. 11.

[9] Instructivo Hacemos Futuro, Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, 2 de marzo de 2018.

[10] Hopp, Malena, De la promoción del trabajo cooperativo al Salario Social Complementario. Transformaciones en la transferencia de ingresos por trabajo en la Argentina, Revista Ciudadanías, Nº 2, 2018, pág. 132

UPCN Copyrights © 2018 Todos los derechos reservados.