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JUAN JOSE HERNANDEZ ARREGUI/ VIOLENCIA IMPERIAL-LIBERACION HISPANOAMERICANA-

 26/08/2018   1299
La cultura del imperialismo deslumbrante en la cumbre es cenagosa en su fondo. En efecto, la situación de las colonias, base material de esta civilización, es tan despiadada que el anticolonialismo arrastra hoy a continentes enteros. Al torbellino no escapa Iberoamérica. No se trata de una "subversión" comunista. Son levantamientos de los pueblos contra la opresión colonial.

Estas referencias apuntan al tema de la violencia. La violencia tiene signo contrario según las clases sociales que la nombran. Para el imperialismo y sus aliados nativos, la violencia es ejercida por grupos minoritarios que sirven a intereses extranacionales. A Rusia, China o Cuba. Es una violencia asesina. Para los que luchan por la Liberación, en cambio, la violencia es la respuesta patriótica de la conciencia nacional agredida por el colonialismo. Son dos actitudes irreconciliables. Como lo es la oposición entre el imperialismo y el colonialismo, entre la riqueza y la miseria. Esta oposición no admite neutralidades. Pero es una verdad, válida para ambas posiciones, que sólo la violencia aniquilará a la violencia. De un lado la violencia es la opresión ejercida por el colonialismo. Del otro, la violencia es la forma activa de la libertad, la racionalidad de la justicia colectiva que se hace imperativo político. En el primer sentido es la violencia del privilegio. En el otro, la reacción contra esos privilegios armados. La violencia es la forma más nítida de la lucha de clases. La violencia es la réplica a que está condenado todo país avasallado. No hay pensamiento revolucionario sin una pasión que lo alimente. El fenómeno es universal. Común a todos los países coloniales. Por ello, la liberación colonial, es precedida por un pensamiento renovador centrado en la tierra. Un pensamiento nacional que anticipa la revolución política. De ahí el rencor que en tales períodos circunda a los escritores nacionales. A los Raúl Scalabrini Ortiz, a los John W. Cooke. Son ellos, los fulminantes que preparan el estallido colectivo. Del mismo modo que, en tanto escritores nacionales, no hacen más que interpretar los estados latentes de las masas. En esta interacción entre el pensamiento nacional revolucionario y los grupos llamados combativos se contiene la organización política del Pueblo, el anuncio de la Insurrección que conoce sus fines, que sabe cómo se construye el Estado-Nación.

La violencia no es un fenómeno argentino, es mundial. Como es mundial la caída del colonialismo. Por eso, las explosiones de violencia, deben medirse en escala iberoamericana. Iberoamérica es una nación frustrada por el imperialismo. La división de América del Sur en débiles estados (en realidad países) fue impuesta por Europa durante el siglo XIX y preservada hasta nuestros días. Hoy asistimos al alumbramiento de la nación iberoamericana. La unidad esencial de indoiberia (o América Latina como nos llaman los anglosajones para secar nuestras raíces históricas) ha sido repartida en un conjunto de particularidades geográficas, de nacionalidades sin soberanía real, ni otro fundamento que la voluntad disgregadora de los dominadores extranjeros. Un argentino que no siente como propia las luchas de los países hermanos sigue siendo un lacayo mental, un colonizado. Sin la unidad de Iberoamérica, incluido el Brasil, la liberación es incompleta. El golpe mortal al imperialismo sólo puede asestárselo el Tercer Mundo unificado. Pero el realismo político nos obliga a pensar, primero en lo nuestro como parte de lo iberoamericano, ya que la transformación de la sociedad capitalista en socialista sólo podrá consumarse previa la revolución del mundo colonial. Y la América hispánica es para EEUU la zona neurálgica más próxima de su propia crisis que es la del imperialismo en el orden mundial.

En síntesis la revolución colonial es, sin duda, internacional. Pero deberá realizarse a través de las revoluciones nacionales. Todo internacionalismo antepuesto a lo nacional es un supuesto dogmático. Y del mismo modo, todo nacionalismo sin visión internacional es reaccionario. El "internacionalismo", tal cual lo entienden los grupos "marxistas" sin conocer a Marx, no existe en ninguna parte. Es un internacionalismo nebuloso que recuerda el caso de aquel ciego que en una pieza oscura buscaba a un gato negro que no estaba allí. Las masas no piensan en el allá del mundo. Piensan en su acá. En la Patria. Incluso en el terruño provinciano. Pero es la suma de estas luchas multilocales y nacionales, la que en un momento histórico dado desprenden efectos internacionales. El nacionalismo de las masas nace del hecho inmediato, no teórico, de la colonización. No de los libros sino del desarraigo destructor que nos viene de afuera. El secreto del colonialismo se llama opresión imperialista. Y el desciframiento del misterio colonial, primero es hambre, después conciencia política y finalmente liberación nacional. El internacionalismo no existe en ninguna parte. De ahí el descrédito de estos grupos de izquierda europeizantes ante las masas. Niegan a Perón en la Argentina. Algunos se dicen maoístas. Pero es un chinoísmo sin Mao: "Hay dos maneras de aprender de otros. Una es la dogmática, que significa copiarlo todo, sea o no aplicable a las condiciones de nuestro país. Esto no es una buena actitud. La otra es hacer funcionar nuestras cabezas y aprender lo que se adapta a nuestras condiciones, es decir, asimilar cuanta experiencia nos sea útil. Esa es la actitud que debemos adoptar." Mao Tse-Tung.

Nuestros "internacionalistas", como dice Perón, "no son mala gente". Aunque en ellos, bajo la presión de las masas, se ha operado un cambio, aún se muestran recelosos de la palabra nacionalismo. Atragantados de literatura extranjera son revolucionarios fantasmas. Y colonizados corpóreos. Empero, en la Argentina de hoy, acorralados como clase media intelectual por la violencia imperialista, empiezan a pensar en términos de política nacional, de tradiciones nacionales, de cultura nacional. Y ahí se encuentran con que el pueblo analfabeto es más nacional que ellos. Esta es una culpa que todo intelectual debe purgar. El colonialismo, no los libros, crea el nacionalismo de las masas. Por eso, no sin embrollos teóricos, en la Argentina, la clase media dislocada por la filosofía del imperialismo que la hizo identificar al peronismo con el fascismo europeo, y que además, por ese internacionalismo ultraterreno también europeo, no vio al pueblo, hoy se hace nacional. En la Argentina, esta nacionalización creciente de la clase media, en especial las capas universitarias, que ayer no entendían al pueblo y sus líderes, implica un redescubrimento de la realidad. Tal el caso de Perón, abominado por el estudiantado y erigido ahora en estandarte de liberación por jóvenes de esa misma clase media que no lo conocieron. Ha sido necesario que el imperialismo maltratase a la clase media para que sus miembros más patriotas entendiesen que la liberación sólo puede alcanzarse previa una etapa de consolidación nacionalista. Nacionalismo y socialismo son términos convergentes. Todavía la resistencia al nacionalismo no ha desaparecido de los partidos y grupos de la izquierda argentina tradicional. Vacilan ante la resistencia patriótica del pueblo. No saben si el peronismo es "totalitarismo" o si conduce al socialismo. Entienden por "totalitarismo" al demagogo. Y al negar a Perón niegan a las masas. Es decir, como mini partidos de izquierda al levantar banderas "democráticas", "constitucionalistas", "acuerdistas", son partidarios del parlamentarismo. Esto es justo. Parlamento viene de "parler", de hablar, y en verdad, el parlamento es el lugar de los charlatanes. El pueblo al ignorarlos los conoce. Tales partidos prefieren la salida electoral -que en ciertas condiciones pueden ser un medio- a la lucha armada. Y, con citas de Marx y Engels, consideran anarquistas , terroristas, en consonancia con el régimen, a estas formas de la guerra patriótica. De este modo -aunque no se compartan tales métodos- a la grandeza de los que mueren por la liberación de la Argentina prefieren "la mentira de las ideas elevadas" y la concreta cobardía personal. Son antiimperialistas y al mismo tiempo, el repulsivo compromiso de conciencia, candidatos a una banca. El temor a la lucha frontal los esteriliza. Los convierte en teóricos aislados del pueblo, en oportunistas prácticos. Y por esta vía se integran al colonialismo institucionalizado, a la alianza de la izquierda con el imperialismo. 

(PARA PENSAR-REFLEXIONAR Y ACTUALIZAR- SECRETARIA DE LA JUVENTUD-CDN-UPCN).
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