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Oeconomicae et pecuniariae quaestiones.-

 12/07/2018   1663

Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunosaspectos del actual sistema económico y financiero, 17.05.2018

 


I. Introducción

 

1. Las cuestiones económicas y financieras, nunca como hoy, atraennuestra atención, debido a la creciente influencia de los mercados sobre elbienestar material de la mayor parte de la humanidad. Esto exige, por un lado,una regulación adecuada de sus dinámicas y, por otro, un fundamento éticoclaro, que garantice al bienestar alcanzado esa calidad humana de relacionesque los mecanismos económicos, por sí solos, no pueden producir. Muchosdemandan hoy esa fundación ética y en particular los que operan en el sistemaeconómico-financiero. Precisamente en este contexto se manifiesta el vínculonecesario entre el conocimiento técnico y la sabiduría humana, sin el cual todoacto humano termina deteriorándose y con el que, por el contrario, puedeprogresar en el camino de la prosperidad para el hombre que sea real eintegral.

 

2. La promoción integral de cada individuo, de cada comunidad humanay de todas las personas, es el horizonte último de este bien común, que laIglesia pretende lograr como «sacramento universal de salvación».[1] Estaintegridad del bien, cuyo origen y cumplimiento último están en Dios, y que hasido plenamente revelada en Jesucristo, aquel que recapitula todas las cosas(cf. Ef 1, 10), es el objetivo final de toda actividad eclesial. Este bienflorece como anticipación del reino de Dios, que la Iglesia está llamada aanunciar e instaurar en todos los pueblos;[2] y es un fruto peculiar de esacaridad que, como pilar de la acción eclesial, está llamada a expresarse en elamor social, civil y político. Este amor «se manifiesta en todas las accionesque procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromisopor el bien común son una forma excelente de la caridad, que no sólo afecta alas relaciones entre los individuos, sino a "las macro-relaciones, comolas relaciones sociales, económicas y políticas". Por eso, la Iglesiapropuso al mundo el ideal de una "civilización del amor"».[3] El amoral bien integral, inseparablemente del amor a la verdad, es la clave de unauténtico desarrollo.

 

3. Todo ello se busca con la certeza de que en todas las culturashay muchas convergencias éticas, expresión de una sabiduría moral común,[4]sobre cuyo orden objetivo se funda la dignidad de la persona. En la raíz sólidae indisponible de este orden, que proporciona principios comunes y claros, sefundan los derechos y deberes fundamentales del hombre; sin él, laarbitrariedad y el abuso de los más fuertes terminan dominando la escenahumana. Este orden ético, arraigado en la sabiduría de Dios Creador, es por lotanto el fundamento indispensable para edificar una comunidad digna de loshombres, regulada por leyes inspiradas en la justicia real. Esto vale todavíamás ante la constatación de que los hombres, aún aspirando con todo su corazónal bien y a la verdad, a menudo sucumben a los intereses individuales, a abusosy a prácticas inicuas, de las que se derivan serios sufrimientos para toda lahumanidad y especialmente para los más débiles y desamparados.

 

Precisamente para liberar todo ámbito del actuar humano del desordenmoral, que tan a menudo lo aflige, la Iglesia reconoce entre sus tareasprimordiales recordar a todos, con humilde certeza, algunos principios éticosclaros. Es la misma razón humana, cuya índole connota indeleblemente a cadapersona, la que exige un discernimiento iluminante en este sentido. De hecho,la racionalidad humana busca constantemente en la verdad y en la justicia unfundamento sólido sobre el cual apoyar su propio obrar, bien sabiendo que sinél perdería su propia orientación.[5]

 

4. Esta orientación recta de la razón no puede faltar en cada sectordel obrar humano. Esto significa que ningún espacio en el que el hombre actúapuede legítimamente pretender estar exento o permanecer impermeable a una éticabasada en la libertad, la verdad, la justicia y la solidaridad.[6] Ello seaplica también a las áreas en las que valen las leyes de la política y laeconomía: «Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que lapolítica y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de lavida, especialmente de la vida humana».[7]

 

Toda actividad humana, en efecto, está llamada a producir fruto,sirviéndose con generosidad y equidad de los dones que Dios pone originalmentea disposición de todos y desarrollando con laboriosa esperanza las semillas debien inscritas, como promesa de fecundidad, en toda la Creación. Esa llamadaconstituye una invitación permanente a la libertad humana, aun cuando el pecadoestá siempre preparado a insidiar este plan divino original.

 

Por esta razón, Dios sale al encuentro del hombre en Jesucristo. Él,haciéndonos partícipes del admirable acontecimiento de su Resurrección, «noredime solamente la persona individual, sino también las relaciones socialesentre los hombres»,[8] y opera en la dirección de un nuevo orden de relacionessociales fundado en la Verdad y el Amor, que sea levadura fecunda detransformación de la historia. De esta manera, Él anticipa en el tiempo elReino de los Cielos, que vino a anunciar e inaugurar con su persona.

 

5. Si bien es cierto que el bienestar económico global ha aumentadoen la segunda mitad del siglo XX, en medida y rapidez nunca antesexperimentadas, hay que señalar que al mismo tiempo han aumentado lasdesigualdades entre los distintos países y dentro de ellos.[9] El número depersonas que viven en pobreza extrema sigue siendo enorme.

 

La reciente crisis financiera era una oportunidad para desarrollaruna nueva economía más atenta a los principios éticos y a la nueva regulaciónde la actividad financiera, neutralizando los aspectos depredadores yespeculativos y dando valor al servicio a la economía real. Aunque si se hanrealizado muchos esfuerzos positivos, en varios niveles, que se reconocen yaprecian, no ha habido ninguna reacción que haya llevado a repensar loscriterios obsoletos que continúan gobernando el mundo[10]. Por el contrario, aveces parece volver a estar en auge un egoísmo miope y limitado a corto plazo,el cual, prescindiendo del bien común, excluye de su horizonte la preocupación,no sólo de crear, sino también de difundir riqueza y eliminar las desigualdades,hoy tan pronunciadas.

 

6. Está en juego el verdadero bienestar de la mayoría de los hombresy mujeres de nuestro planeta, que corren el riesgo de verse confinados cada vezmás a los márgenes, cuando no de ser «excluidos y descartados»[11] del progresoy el bienestar real, mientras algunas minorías explotan y reservan en su propiobeneficio vastos recursos y riquezas, permaneciendo indiferentes a la condiciónde la mayoría. Por lo tanto, es hora de retomar lo que es auténticamentehumano, ampliar los horizontes de la mente y el corazón, para reconocerlealmente lo que nace de las exigencias de la verdad y del bien, y sin lo cualtodo sistema social, político y económico está destinado, en definitiva, a laruina y a la implosión. Es cada vez más claro que el egoísmo a largo plazo noda frutos y hace pagar a todos un precio demasiado alto; por lo tanto, siqueremos el bien real del hombre verdadero para los hombres, «¡el dinero debeservir y no gobernar!».[12]

 

Al respecto, si bien es verdad que corresponde primordialmente a losoperadores competentes y responsables desarrollar nuevas formas de economía yfinanza, cuyas prácticas y normas se orienten al progreso del bien común y seanrespetuosas de la dignidad humana, en la línea segura trazada por la enseñanzasocial de la Iglesia. Con este documento, sin embargo, la Congregación para laDoctrina de la Fe, cuya competencia también se extiende a cuestiones denaturaleza moral, en colaboración con el Dicasterio para el Servicio delDesarrollo Humano Integral, quiere ofrecer algunas consideraciones de fondo ypuntualizaciones para apoyar el progreso y defender aquella dignidad.[13] Enparticular, es necesario emprender una reflexión ética sobre ciertos aspectosde la intermediación financiera, cuyo funcionamiento, habiéndose desvinculadode fundamentos antropológicos y morales apropiados, no sólo ha producido abusose injusticias evidentes, sino que se ha demostrado también capaz de crearcrisis sistémicas en todo el mundo. Es un discernimiento que se ofrece a todoslos hombres y mujeres de buena voluntad

EL ARTICULO CONTINUA.

SECRETARIA DE PROFESIONALES.


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