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Bicentenario de la Asamblea del Año XIII

 28/04/2013   2929
Buenas tardes a todas y a todos. La verdad es que esta experiencia de un debate a cielo abierto en la Plaza de Mayo no la había imaginado nunca, y en verdad es una respuesta  a ese largo camino de libertad, igualdad y soberanía que comenzó en 1810 y fue teniendo distintos hitos  lo largo de la historia nuestra.

Porque la historia es como una suerte de carrera de postas: una generación toma la posta para continuar. La libertad, la igualdad y la soberanía no son logros estáticos, son construcciones permanentes y son construcciones colectivas, no se puede hacer de otra manera, no se puede lograr de otra forma y a cada generación le toca aportar para la que viene. Y, sin dudas, en ese camino hay grandes momentos, hay grandes hitos y la Asamblea del Año XIII fue uno de ellos.

Hay corrientes historiográficas que quieren mostrar a la Asamblea del Año XIII como un logro absoluto y otros les responden: No fue un logro porque fue convocada para declarar la Independencia y sancionar una Constitución y no lo hizo. Hay otras corrientes  historiográficas que dicen: Bueno, la verdad es que las medidas que tomó la Asamblea no fueron originales, algunas las habían copiado de las Cortes de Cádiz. En verdad fue una suerte de medidas para la tribuna, como diríamos hoy, para entretener al pueblo porque se retrasaba la declaración de la Independencia y el pueblo quería la Independencia.

Ahora bien, ¿por qué la Asamblea retrasó esa Independencia, a pesar de que pudo sancionar otras medidas que significaron libertad, igualdad y demás?  Y acá está bueno ver las contradicciones de los momentos históricos porque en el fondo esas contradicciones son las mismas que nos tocan hoy a nosotros enfrentar en nuestro tiempo en esa construcción de libertad, igualdad y soberanía.

Ustedes saben que existía la Logia Lautaro que era una sociedad secreta donde se reunían los revolucionarios. Y tiempos antes de inaugurarse la Asamblea había sufrido una división en la que se enfrentaban una parte con San Martín a la cabeza que era decididamente libertaria, y la otra liderada por Alvear que prefirió escuchar los consejos de Gran Bretaña y retrasar la Independencia.

Y acá hay otro factor que no podemos dejar de pensar cada vez que vemos nuestra historia:  la influencia de los poderes económicos que siempre tuvieron intereses en estas tierras y que siempre influyeron para que se tomaran medidas que los favorecieran a ellos y no a nosotros.

¿Por qué Inglaterra no quería la Independencia? Bueno, era aliada de España en contra de Francia, pero fundamentalmente porque le interesaba en estas tierras el libre comercio, pero le interesaba bastante poco que en estas tierras se adquiriera una conciencia nacional, una conciencia de soberanía, porque temía que a la larga le jugara en contra. Por eso, libre comercio si, Independencia no.

Y ese poder británico tenía colaboradores locales que era la burguesía mercantil porteña, ligada a los intereses del puerto en detrimento de las provincias, los mejores aliados para imponer esa política británica.

Así fue que se retrasó la sanción de lndependencia y la de la Constitución Nacional. Sin embargo, se pudo sancionar la Libertad de Vientres, no abolir la esclavitud, aunque se incorporó un artículo en el cual decía que cualquier esclavo, viniera de donde viniere, por el solo hecho de pisar este suelo era absolutamente libre. Por supuesto, el embajador inglés en el Brasil, Lord Strangford, presentó una protesta y dijo que debía abolirse ese artículo porque podía producirse una estampida de esclavos desde el Brasil hasta estas tierras y porque además los propietarios brasileños no podrían venir aquí con sus esclavos, y entonces esa cláusula se derogó.

Pero sin embargo, también se pudo sancionar el fin de la Encomienda. Es cierto que la Encomienda ya no regía en el territorio que estaba bajo el poder de la Asamblea y seguía rigiendo en el Perú que estaba en poder de los españoles. Pero también es cierto que hacía nada más que quince años Tupac Amaru II después de su sublevación en Tinta, que se extendió hasta nuestro actual territorio en las provincias de Jujuy, Salta y Tucumán, se había rebelado junto a su esposa Micaela Bastidas para pedir que se dejara de maltratar a su pueblo, para que se dejara de maltratar a los pobladores originarios en las minas y en los campos, y la respuesta había sido su encarcelamiento, la horca y después del descuartizamiento de su cuerpo para que tomaran cuenta los demás pueblos del territorio que quisieran rebelarse. Hacía nada más que quince años que había sucedido esto y la Asamblea decidió terminar con la Encomienda y decir que los pobladores originarios eran hermanos de los criollos.

Con la tortura ocurrió lo mismo. El Cabildo de Córdoba hacía poco había admitido que era común azotar a los negros o a los gauchos ante determinados delitos para corregirlos y bastaba con la denuncia de algún vecino. Pero resulta que ante los mismos delitos, si los cometían los blancos podían sortear el castigo con multas. A los negros y a los gauchos se los azotaban. La Asamblea copió una ley de las Cortes de Cádiz e introdujo elementos de tortura que no se usaban en estas tierras, como por ejemplo el perrillo que era una suerte de bozal que aquí no se usaba, y olvidó incluir al potro y al cepo que sí se usaban aquí. Prueba de ello es que han sobrevivido muchos, vayan al Museo de Luján y van a ver los cepos en los calabozos del Cabildo que todavía se exponen ahí para mostrar la brutalidad de la tortura. De todas maneras, la Asamblea del Año XIII dijo aquí se terminó, la tortura es inhumana y nadie tiene derecho a aplicarla sobre ningún ser humano sea de la condición que fuere.

Con la Inquisición pasó lo mismo, declararon abolida la Inquisición. Aquí no había tribunal, sí lo había en Lima. Las Cortes de Cádiz lo habían abolido un mes antes, es muy probable que los diputados no lo supieran por el tiempo que tardaban en llegar las noticias. Pero sí abolieron la autoridad de la Inquisición en estas tierras.

Entonces, ustedes me van a preguntar, de verdad legislaron para la tribuna Y yo les voy a contestar que no, porque lo que hizo la Asamblea fue poner en palabras la sublevación que se vivía en estas tierras. Y la palabra es una herramienta contundente, porque la palabra permite nombrarnos y terminar con que sean los otros los que nos nombren. La palabra permite tomar nuestras propias definiciones y dejar que sean los otros los que nos definen. Esto hizo la Asamblea. Aquí quedó clarito: nadie nacía esclavo en estas tierras, no había diferencia entre negros, indios o criollos y mucho menos por títulos de nobleza.  Que fue un avance en el camino de la libertad, la igualdad y la soberanía, sin dudas que lo fue.

En cuanto  las medidas económicas, otra vez aparecen las contradicciones. Habían establecido una cláusula que disponía que los productos que entraban desde el exterior tenían que ser concesionados a los nacionales. Otra vez el poder británico metió su cola y el Triunvirato le pidió a la Asamblea que derogara esa cláusula, porque se iba a crear desconfianza en los mercados de Europa y porque los capitales no iban a querer venir a estas tierras azotadas por la inseguridad de la guerra. Argumento conocido y repetido a lo largo de los años con las mismas intenciones.

Resultado de derogar esta medida: se crearon grandes pooles ingleses, asociados con la burguesía porteña ligada a los intereses del puerto, que significó que amenguaran las economías regionales de las provincias y que significó que se acentuara el enfrentamiento que existía entre las provincias y Buenos Aires. Pero además, esos pooles se llevaban el metálico, la moneda, de la cual carecíamos porque como Lima estaba en manos de los españoles costaba que llegara ese elemento aquí. Esa carencia de moneda fue una de las razones para que una década más tarde las autoridades concertaran el empréstito Baring, con la banca británica, empréstito que se terminó de pagar recién en 1904 y se pagó ocho veces más de lo que se había recibido.

Estas contradicciones que sufrió la Asamblea y que fueron sufriendo después las distintas etapas de nuestra historia fue porque, además, empezó a convivir la lucha y la guerra contra la dominación española pero también la lucha contra una dominación que era tal vez más peligrosa porque era más encubierta. Una dominación que tenía que ver con los intereses del otro imperio aquí. Y una dominación que empezó fundamentalmente con una colonización cultural.

Cuando la Asamblea tomó sus medidas, dio justo en el corazón de lo que le había permitido mantener durante tres siglos la conquista y la dominación en estas tierras. La Asamblea le dijo a España: basta a la pedagogía del miedo y al castigo corporal. De esa forma se habían mantenido en estas tierras.

Ahora empezaba, además de la guerra, otra lucha contra la colonización cultural, una lucha contra la colonización de Inglaterra. De esa Inglaterra que todavía cree que tiene derechos sobre este territorio y mantiene ocupación en las Islas Malvinas. Inglaterra que también hoy, igual que ayer, cuenta en estas tierras con socios que con argumentaciones intelectuales pretender defender intereses que son de ellos y ajenos a nosotros. Hemos leído en los diarios algunas argumentaciones intelectuales hablando y bancando la supuesta autodeterminación de los kelpers.

Esos poderes económicos internacionales que todavía hoy siguen queriendo presionarnos y que tienen, por supuesto, socios en estas tierras. Aquellos que querían pagar con el argumento de decir que había que defender la soberanía porque nos habían incautado la Fragata Libertad. Pretendían pagar, en vez de plantarse y decir: esta tierra es soberana desde hace más de doscientos años.

Y esos poderes económicos saben, como lo supieron en el pasado durante la Asamblea del Año XIII, que la palabra es poderosa, lo saben. Saben que la palabra permite nombrarnos y definirnos, y saben que cuando un pueblo está dispuesto a nombrarse y a definirse es muy difícil seguir colonizándolo. Por eso se oponen a la Ley de Medios, porque no quieren escuchar otras voces y quieren que sea solamente esa voz, la voz del poder, la que continúe.

Sin dudas, la Asamblea del Año XIII fue un avance, un paso más en el camino de libertad, igualdad y soberanía. Hoy, a doscientos años, nos toca a nosotros tomar la posta, y es nuestra obligación hacerlo, por los que se jugaron antes en todas las etapas de nuestra historia, y por los que van a venir, porque es nuestro deber dejarles una Patria más justa, más libre y más soberana. 

Muchas gracias. 

Araceli Bellota

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