Cultura

Adiós a un Artista

 01/12/2012   1821

La muerte siempre nos sorprende, sobre todo la de los artistas populares, aunque sepamos de sus enfermedades, de su deterioro. El mismo día de su muerte, viendo las imágenes de Juan Moreira, me asaltó el llanto, como se llora a un familiar, a un amigo. Esa es la virtud de los artistas que nos han tocado el corazón; a lo largo de años y de épocas compartidas se convierten en algo muy cercano, casi en amigos.

Entonces aparecen los recuerdos propios ligados a esas imágenes cinematográficas, a esas inolvidables canciones que se nos hicieron parte de amores perdidos, de amores gastados, de adioses interminables.   Leonardo, entonces, pasó a formar parte de nuestras vidas: Chiquilladas, o el jovencito de El jefe, aquel que se rebelaba ante cualquier intento de sometimiento, o el personaje de La mano en la trampa, o Fin de fiesta, era alguien cercano.

Pero además tenía otra condición, nunca olvidó sus orígenes,  como otra grande, a la que él amaba,  Evita. Nunca, ni aún en los momentos de mayor fama (será porque sabía que la fama es puro cuento), dinero, éxitos, nunca dejó a un lado a ese chico mendocino, pobre, casi marginal, que supo sobreponerse (pero no por la negación o la ambición) y convertirse en alguien que expresara a través del arte a esos sectores marginales, excluidos, y a la vez inocentes, que trabajaban, festejaban, se enamoraban y volvían a sonreir después de cada sufrimiento.

Hay un concepto que dijo poco antes de su muerte en referencia a nuestra Presidenta: Ella va al frente porque sabe que va rodeada de los humildes, y esto es algo muy profundo que fue la clave del suceso de su cinematografía.

Este pensamiento forma el núcleo duro del peronismo, los humildes, las mayorías a veces poco ilustradas (denostadas o poco comprendidas por sectores más académicos). Esos sectores, como los llama Favio, los humildes, siempre renuevan sus esperanzas, aparecen como ingenuos, pero es lo que permite que la vida de los pueblos continúe, la gente empuja para adelante y encuentra propuestas que los entusiasman  de nuevo y los hace sonreir de nuevo. Eso está en las películas de Favio, desde Crónica de un niño solo, hasta el último Aniceto, parábola de un creador que vuelve sobre una misma película , aquella famosa Del Aniceto y la Francisca, que algunos vimos en su versión original y que la convierte en ballet, con una ambientación casi naif, y es la misma historia y a la vez otra, como la historia de los pueblos. Y salió airoso (uno desconfiaba antes de entrar al cine por eso del ballet) y nos dio una muestra más de que uno puede regresar como nuevo, con nuevos colores y lenguajes sin perder las esencias.

Ese amor a lo popular , como aquellas miles de personas que marcharon a Ezeiza, con niños , con la abuela, las familias enteras, felices porque volvía Perón, porque sentían que después de tantos años podían expresar nuevamente su identidad, sus consignas, que no sabían lo que se preparaba en ese palco (en el que, estoy segura, Favio tampoco, porque él fue a ser el locutor, o uno de ellos, para la recepción al General) y en sus alrededores, que iban sonrientes, caminando, en familia. Uno se sentía uno más en esa multitud, y participó  del regreso de miles de personas, en silencio, con las caras con desconcierto, con dolor, porqué no decirlo, con frustración. El primer pensamiento fue esto ha sido una desilusión. Pero a pesar de las  bombas, de los desaparecidos, de los fusilamientos, de los compañeros muertos ese pueblo regresó un 30 de marzo con la CGT, en plena dictadura, y dejó el cuerpo de otro trabajador en la Plaza. Y volvió a renacer de las cenizas, porque debajo de ella siempre queda el rescoldo y ese se vuelve a encender.

Por eso no hay con que darle a Perón, sinfonía de un sentimiento, porque allí Favio en largas horas de docupoesíaargumental, dice y plasma qué es para él y para las grandes mayorías, ese misterioso e indescriptible rescoldo que vuelve a encenderse, esa historia de un pueblo que no olvida, que es agradecido, pero sabe luchar por su dignidad y reconoce a aquellos que los condujeron a esa consigna maravillosa que es la grandeza de la Nación y la felicidad del pueblo, palabras sencillas para gentes sencillas.

Esa es la razón de su afirmación sobre Cristina; tampoco Favio vaciló en relación a lo que pasó y pasa en la Argentina a partir del 2003. Por eso dijo hace poco: Yo conocía la etapa de la primavera, cuando brotaron todas estas cosas, me parecía imposible que se repitiera . Adiós Leonardo.


Leticia Manauta


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